La crisis económica ha cuestionado algo tan básico como el acceso a la sanidad. Cada vez son más los italianos que renuncian o se endeudan por la sanidad.
Italia padece un virus llamado pobreza sanitaria. Se trata de una enfermedad que afecta a casi 12 millones de ciudadanos en este país, quienes, según el Censis (el Centro de Investigaciones Sociales) aplazan o renuncian a los tratamientos por dificultades económicas.
A corto plazo sana las arcas sanitarias, pero supondrá un coste futuro por el empeoramiento de los enfermos y la necesidad de tratamientos más caros. El Censis estima que es necesaria una inyección de 20.000 a 30.000 millones de euros para garantizar un estándar asistencial.
Las visitas al especialista, la obtención de fármacos o las pruebas de diagnóstico son tres de los servicios que presentan mayor dificultad de acceso.
El tiempo para recibir atención se ha multiplicado en apenas tres años en determinados servicios. Por ejemplo, las mujeres que se someten a una mamografía deben esperar de media 4 meses, dos más que en 2014.
Reducir las largas listas de espera o el coste de ciertos servicios médicos son algunas de las prioridades del Sistema Nacional de Salud. Según el Censis, casi 8 millones de italianos han pedido ayuda a familiares o han solicitado un crédito al banco para afrontar el gasto sanitario.
Rubén Martínez, Roma.
