Preocupa que Venezuela no defina participación de veeduría internacional en elecciones. Misión de Observación es fundamental para democracia
— Juan Manuel Santos (@JuanManSantos) October 31, 2015
Elecciones en Venezuela
Cuestiones de la dirección del partido; Stalin, 1929
«Hemos enumerado, pues, todas las cuestiones principales de nuestras discrepancias, tanto en la teoría como en la política aplicada por nuestro Partido en los problemas de la Komintern y en los de orden interior. De lo dicho se desprende que la afirmación de Rýkov de que tenemos una sola línea no corresponde a los hechos. De lo dicho se desprende que, en realidad, tenemos dos líneas. Una es la línea general del partido, la línea revolucionaria y leninista de nuestro partido. La otra es la línea del grupo de Bujarin. Esta segunda línea no está aún completamente definida, en parte porque dentro del grupo de Bujarin reina una confusión inconcebible de ideas, y en parte porque, debido a lo débil que es, a su poco peso dentro del partido, procura disfrazarse de distintos modos. Pero, a pesar de todo, esta línea existe, según veis, y existe como línea diferente de la línea del partido como línea que se contrapone a la línea general del partido en casi todas las cuestiones de nuestra política. Esta segunda línea es una línea de desviación derechista.
Pasemos ahora a las cuestiones de la dirección del partido.
El fraccionalismo del grupo de Bujarin
Bujarin decía que en nuestro partido no hay oposición, que su grupo no es oposición. Eso no es cierto, camaradas. Los debates del Pleno han revelado palmariamente que el grupo de Bujarin es una nueva oposición. La labor oposicionista de ese grupo consiste en que trata de revisar la línea del partido y abona el terreno para sustituirla por otra línea, por la línea de la oposición, que no puede ser sino una línea de desviación derechista.
Bujarin decía que ellos tres no constituyen un grupo fraccionalista. Eso no es cierto, camaradas. El grupo de Bujarin contiene todos los elementos del fraccionalismo. Hay plataforma, hay exclusivismo fraccionalista, hay política de dimisiones, hay lucha organizada contra el Comité Central. ¿Qué más quieren aún? ¿Para qué ocultar la verdad del fraccionalismo del grupo de Bujarin, cuando es una cosa evidente? Para eso se ha reunido el Pleno del Comité Central y de la Comisión de Control Central, para que se diga aquí toda la verdad acerca de nuestras discrepancias. Y la verdad es que el grupo de Bujarin constituye un grupo fraccionalista. Y no es simplemente un grupo fraccionalista; yo diría que es el grupo fraccionalista más enojoso y más mezquino de todos los que hubo en nuestro partido.
Así nos lo dice aunque sólo sea el hecho de que ahora trata de aprovechar para sus móviles fraccionalistas una pequeñez tan minúscula como los desórdenes de Adzharia. En efecto, ¿qué es esa titulada «insurrección» de Adzharia si se la compara con la de Kronstadt, por ejemplo? Creo que, si las comparamos, la titulada «insurrección» de Adzhariano es siquiera una gota en el mar. ¿Hubo casos en que los trotskistas o los zinovievistas procuraran aprovechar el importante levantamiento de Kronstadt en contra del Comité Central, en contra del partido? Debemos reconocer, camaradas, que no hubo tales casos. Al contrario, los grupos oposicionistas existentes en nuestro partido en el período de ese importante levantamiento, ayudaron, al partido a sofocarlo, sin atreverse a aprovecharlo contra el partido.
¿Y qué hace ahora el grupo de Bujarin? Habéis tenido ocasión de convenceros de que trata de aprovechar en contra del partido, de la manera más mezquina y más indecente, esa microscópica «insurrección» de Adzharia. ¿Qué es eso sino ceguera fraccionalista y mezquindad fraccionalista llevadas al colmo?
Se nos pide, por lo visto, que no se produzcan alteraciones en las regiones periféricas, que limitan con Estados capitalistas. Se nos pide, por lo visto, una política que satisfaga a todas las clases de nuestra sociedad, a ricos y pobres, a obreros y capitalistas. Se nos pide, por lo visto, que no haya en nuestro país elementos descontentos. ¿No habrán perdido el juicio estos camaradas del grupo de Bujarin?
¿Cómo es posible pedir de nosotros, los hombres de la dictadura del proletariado, que mantienen la lucha con el mundo capitalista lo mismo dentro que fuera de nuestro país, cómo es posible pedir que no haya en el país descontentos y que no se produzcan jamás desórdenes en algunas regiones periféricas limítrofes con Estados que nos son hostiles? ¿Paraqué existe entonces el cerco capitalista, si no es para que el capital internacional concentre sus esfuerzos en la organización de actos contra el Poder Soviético en las zonas fronterizas, a cargo de los elementos descontentos que haya en nuestro país? ¿Quién puede, fuera de los vacuos liberales, exigir tal cosa de nosotros? ¿No se ve claro, acaso, que la mezquindad fraccional es capaz de llevar a veces a la gente hasta una ceguera y una cerrazón propias de liberales?
La lealtad y la dirección colectiva
Afirmaba Rýkov aquí que Bujarin es uno de los militantes más «intachables» y «leales» en su actitud hacia el Comité Central de nuestro partido.
Permítaseme que lo ponga en duda. Nosotros no podemos creer a Rýkov de palabra. Pedimos hechos, que es lo que Rýkov no puede proporcionar.
Tomemos, por ejemplo, un hecho como las negociaciones entre telones de Bujarin con el grupo de Kámenev, ligado con los trotskistas, acerca de la organización de un bloque fraccionalista, de la modificación de la política del Comité Central, de cambios en el Buró Político, del aprovechamiento de la crisis de los acopios de cereales para actuar contra el Comité Central. ¿Dónde está preguntamos, la «lealtad» de Bujarin, lo «intachable» de su actitud hacia su Comité Central?
¿No es eso, por el contrario, la infracción por un miembro del Buró Político de toda lealtad hacia su Comité Central, hacia su partido? Si a eso se le llama lealtad para con el Comité Central, ¿qué será entonces la traición a su Comité Central?
A Bujarin le gusta hablar de lealtad, de honradez; pero ¿por qué no intenta examinar su conducta y preguntarse si no infringe del modo más deshonesto los requisitos elementales de lealtad a su Comité Central al sostener negociaciones entre bastidores con los trotskistas contra el Comité Central, traicionándole de tal modo?
Hablaba Bujarin aquí de falta de dirección colectiva en el Comité Central del partido, afirmándonos que la mayoría del Buró Político del Comité Central no cumple los requisitos de la dirección colectiva.
Naturalmente, nuestro Pleno lo aguanta todo. Puede aguantar también esa desvergonzada e hipócrita manifestación de Bujarin. Pero hay que haber perdido de veras la vergüenza para atreverse a hablar así ante el Pleno contra la mayoría del Comité Central.
En efecto, ¿de qué dirección colectiva puede hablarse, si la mayoría del Comité Central, que se ha uncido al carro del Estado y lo conduce adelante poniendo en tensión todas sus fuerzas, pide al grupo de Bujarin que le ayude en esta difícil obra, y el grupo de Bujarin, lejos de ayudar a su Comité Central, hace todo lo contrario, le interpone toda clase de obstáculos, le levanta barreras, amenaza con dimitir y se confabula con los enemigos del partido, con los trotskistas, contra el Comité Central de nuestro partido?
¿Quién podrá negar, fuera de los hipócritas, qué Bujarin, que entra en bloque con los trotskistas contra el partido y traiciona a su Comité Central, no desea y no practicará la dirección colectiva en el Comité Central de nuestro partido?
¿Quién dejará de ver, fuera de los ciegos, que si Bujarin sigue charlando, pese a todo, de dirección colectiva en el Comité Central, al mismo tiempo que dirige los tiros contra la mayoría del Comité Central, lo hace para enmascarar su posición de traidor?
Debe señalarse que no es la primera vez que Bujarin falta a los postulados elementales de la lealtad y de la dirección colectiva en relación con el Comité Central del partido. La historia de nuestro partido conoce varios ejemplos. Así, en el período de la paz de Brest-Litovsk, en vida de Lenin, Bujarin, que se había quedado en minoría en el problema de la paz, acudió a los eseristas de izquierda, a unos enemigos de nuestro partido, y mantuvo con ellos conversaciones secretas, esforzándose por ensamblar juntos un bloque contra Lenin y el Comité Central.
Lamentablemente, no conocemos todavía [8] acerca de qué se confabuló con los eseristas de izquierda. Sabemos, sí, que los eseristas de izquierda tenían entonces el propósito de detener a Lenin y dar un golpe antisoviético. Pero lo más estupendo de todo es que Bujarin, al tiempo que acudía a los eseristas de izquierda y conspiraba con ellos contra el Comité Central, seguía hablando a gritos, lo mismo que ahora, de la necesidad de la dirección colectiva.
La historia de nuestro partido conoce también otros ejemplos. En vida de Lenin, contando con la mayoría del Buró de nuestro partido de la región de Moscú y teniendo tras de sí al grupo de comunistas «de izquierda», Bujarin exhortó a todos los miembros del partido a expresar su desconfianza al Comité Central, a no subordinarse a él y a plantear el problema de la escisión en nuestro partido. Era en el período de la paz de Brest-Litovsk, cuando el Comité Central había convenido ya en la necesidad de aceptar las condiciones de la paz de Brest-Litovsk.
Tales son la lealtad y la dirección colectiva de Bujarin.
Rýkov hablaba aquí de la necesidad del trabajo colectivo, señalando con el dedo a la mayoría del Buró Político y afirmando que él y sus amigos íntimos son partidarios del trabajo colectivo y que, por tanto, la mayoría del Buró Político es contraria al trabajo colectivo. Pero Rýkov no ha expuesto ni un solo hecho que avalase sus manifestaciones.
Para disipar esta fábula de Rýkov, se me permitirá que cite unos cuantos hechos, unos cuantos ejemplos demostrativos de cómo practica Rýkov el trabajo colectivo.
Primer ejemplo. Ya conocéis la historia del envío de oro a Norteamérica. Muchos de vosotros pensaréis que el oro se envió a Norteamérica por acuerdo del Consejo de Comisarios del Pueblo, o del Comité Central, o con el consentimiento del Comité Central, o con el conocimiento del Comité Central. Pero no es así, camaradas. El Comité Central y el Consejo de Comisarios del Pueblo no tienen la menor relación con este asunto. Existe el acuerdo de que no se puede exportar oro sin la sanción del Comité Central Pero el acuerdo no fue cumplido. ¿Quién autorizó el envío? Resulta que el oro se envió con el permiso de un adjunto de Rýkov, con el conocimiento y el acuerdo de Rýkov.
¿Qué es esto?, ¿trabajo colectivo?
Segundo ejemplo. Se refiere a las negociaciones con uno de los mayores Bancos privados de Norteamérica, cuyos bienes fueron nacionalizados después de la Revolución de Octubre y que ahora pide una indemnización por los daños. El Comité Central se enteró de que un representante de nuestro Banco del Estado mantenía negociaciones con ese Banco acerca de las condiciones de dicha indemnización.
La satisfacción de las reclamaciones de particulares es como sabéis, una de las cuestiones más importantes relacionadas directamente con nuestra política exterior. Podría parecer que las negociaciones se mantenían con el visto bueno del Consejo de Comisarios del Pueblo o del Comité Central. Pero no era así, camaradas. El Comité Central y el Consejo de Comisarios del Pueblo no tenían nada que ver con el asunto. Posteriormente, al enterarse de esas negociaciones, el Comité Central dispuso que se cortasen. Pero queda una cuestión: ¿quién sancionó esas negociaciones? Resulta que las había sancionado un adjunto de Rýkov con el conocimiento y el acuerdo de Rýkov.
¿Qué es esto?, ¿trabajo colectivo?
Tercer ejemplo. Se refiere al abastecimiento de maquinaria agrícola a los kulaks y campesinos medios. El Consejo Económico de la R.S.F.S.R. [9], que preside uno de los adjuntos de Rýkov en la R.S.F.S.R., dispuso disminuir el número de máquinas agrícolas destinadas a los campesinos medios y aumentar el número destinado a las capas superiores del campo; es decir, a los kulaks. Dice así esa disposición antipartido y antisoviética del Consejo Económico de la R.S.F.S.R.:
«Para las R.S.S.A. de Kazajia y Bashkiria, los territorios de Siberia y del Bajo Volga y las regiones del Volga Medio y de los Urales, los porcentajes de venta de maquinaria y aperos agrícolas señalados en el presente punto se elevan al 20% para las capas superiores de la aldea y se rebajan al 30% para las capas medias».
¿Qué os parece? El Consejo Económico de la R.S.F.S.R en un período de intensa ofensiva del partido contra los kulaks y de organización de las masas de campesinos pobres y medios contra los kulaks, acuerda rebajar la norma de venta de maquinaria a los campesinos medios y elevar la norma de venta a las capas superiores de la aldea.
¡Y eso se llama política leninista, comunista!
Posteriormente, cuando el Comité Central se enteró del caso, anuló la decisión del Consejo Económico. Pero ¿quién sancionó esta disposición antisoviética? La sancionó uno de los adjuntos de Rýkov, con el conocimiento y el acuerdo de Rýkov.
¿Qué es esto?, ¿trabajo colectivo?
Me parece que bastan estos ejemplos para mostrar cómo practican el trabajo colectivo Rýkov y sus adjuntos.
La lucha contra la desviación de derecha
Bujarin hablaba de la «ejecución civil» de tres miembros del Buró Político, con quienes, según sus palabras, «se metían» las organizaciones de nuestro partido. Ha dicho que el partido había decretado la «ejecución civil» de tres miembros del Buró Político, Bujarin, Rýkov y Tomski, criticando sus errores; en la prensa y en asambleas, mientras ellos, estos tres miembros del Buró Político, se veían «obligados» acallar.
Todo esto son estupideces camaradas. Estas son falsedades de un comunista liberalizante, que intenta debilitar al partido en su lucha contra la desviación derechista. Según Bujarin, si él y sus amigos se hunden en los errores de una desviación derechista, el partido no es quién para desenmascarar estos errores y debe cesar la lucha contra la desviación derechista en espera de que a Bujarin y a sus amigos se les antoje rectificarlos.
¿No nos pedirá Bujarin demasiado? ¿Cree, acaso, que el partido existe para él, y no él para el Partido? ¿Quién le obliga a callar, a cruzarse de brazos cuando el partido entero está movilizado contra la desviación derechista y desencadena ataques resueltos contra las dificultades? ¿Por qué Bujarin y sus amigos íntimos no intervienen ahora y no emprenden una lucha decidida contra la desviación derechista y contra la actitud conciliadora hacia ella? ¿Puede nadie dudar de que el partido vería con agrado que Bujarin y sus amigos íntimos se decidiesen a dar este paso, que no es tan difícil? ¿Por qué no se deciden a dar este paso, que es, en fin de cuentas, una obligación para ellos? ¿No será porque los intereses de su grupo están, para ellos, por encima de los intereses del partido y de su línea general? ¿Quién tiene la culpa de que Bujarin, Rýkov y Tomski brillen por su ausencia en la lucha contra la desviación de derecha? ¿No es evidente que esa charlatanería acerca de la «ejecución civil» de tres miembros del Buró Político no es sino un intento mal disfrazado de estos tres miembros del Buró Político de obligar al partido a callar y a suspender la lucha contra la desviación derechista?
La lucha contra la desviación derechista no se puede considerar una tarea secundaria de nuestro partido; la lucha contra la desviación derechista es una de las tareas decisivas de nuestro partido. Si en nuestro propio seno, dentro de nuestro propio partido, en el Estado Mayor político del proletariado, que dirige el movimiento y lleva adelante al proletariado; si en el seno de ese Estado Mayor permitiésemos la libre existencia y la libre actuación de los desviacionistas de derecha, que intentan desmovilizar al partido, descomponer la clase obrera, adaptar nuestra política al gusto de la burguesía «soviética» y capitular, de este modo, ante las dificultades de nuestra obra de edificación socialista; si permitiésemos todo esto, ¿qué significaría? ¿No significaría que acabábamos paulatinamente con la revolución, que descomponíamos nuestra obra de edificación socialista, rehuíamos las dificultades y abandonábamos las posiciones a los elementos capitalistas?
¿Comprende el grupo de Bujarin que renunciar a la lucha contra la desviación derechista equivale a traicionar a la clase obrera, a traicionar la revolución?
¿Comprende el grupo de Bujarin que, sin derrotar a la desviación derechista y la actitud conciliadora hacia ella, es imposible vencer las dificultades que se alzan ante nosotros, y que, sin vencer estas dificultades, jamás podremos lograr éxitos decisivos en la edificación del socialismo?
¿Qué vale, después de todo esto, esa lamentable frase de la «ejecución civil» de tres miembros del Buró Político?
No, camaradas, los bujarinistas no asustarán al partido con esas charlatanerías liberales de «ejecuciones civiles». El partido exige de ellos una lucha resuelta contra la desviación derechista y contra la actitud conciliadora hacia ella, hombro con hombro con todos los miembros del Comité Central de nuestro partido. Y exige esto del grupo de Bujarin para facilitar la movilización de la clase obrera, romper la resistencia de los enemigos de clase y organizar la lucha enérgica contra las dificultades con que tropieza nuestra edificación socialista.
O los bujarinistas cumplen esta condición del partido, que, en tal caso, los recibirá con los brazos abiertos; o no la cumplen, y entonces habrán de atenerse a las consecuencias.
Anotaciones de la edición
[8] En el período de la paz de Brest-Litovsk –de 1918–, Bujarin y el grupo que él dirigía de comunistas «de izquierda», de acuerdo con Trotski, mantuvieron dentro del partido una lucha encarnizada contra Lenin, reclamando la continuación de la guerra, a fin de exponer la joven República Soviética, carente aún de ejército, a los golpes del imperialismo alemán. En 1938, en el proceso del antisoviético «bloque de trotskistas y derechistas», se comprobó que Bujarin y el grupo de comunistas «de izquierda» que él dirigía, con Trotski y los eseristas de izquierda, habían montado un complot contrarrevolucionario secreto contra el Gobierno Soviético, con el propósito de torpedear el tratado de paz de Brest-Litovsk, detener y asesinar a V. I. Lenin, I. V. Stalin e Y. M. Sverdlov y formar un gobierno compuesto de bujarinistas, trotskistas y eseristas de izquierda.
[9] Consejo Económico de la R.S.F.S.R.: Consejo Económico adjunto al Consejo de Comisarios del Pueblo de la R.S.F.S.R.» (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre la desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1929)
Una visión de una obscenidad llamada Historia de España
Nos lo han contado miles de veces. Nos ha dicho que nuestra democracia y, por ende, nuestra transición han sido “ejemplares”. Nos han martilleado los tímpanos y las conciencias.
Y ahora, con una mínima perspectiva histórica, entre el íntimo acopio de vivencias y repugnancias, vemos lo que en “realidad” fue.
Los timoneles principales del aquel fraude fueron: el Rey Juan Carlos I, Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Fraga y José María Aznar. Veamos en que quedan las “raspas” de todos y cada uno.
A Juan Carlos de Borbón nos lo pintaron como un monarca ejemplar, sufrido demócrata y referencia presente de los valores morales, familiares, políticos y de la legítima continuidad del Estado y las Instituciones.
Ahora sabemos que su actuación principal fue enriquecerse multimillonariamente, cobrar comisiones de todo, medio urdir un golpe de estado, matar osos borrachos o elefantes cuando 8 millones de compatriotas se hundían en la miseria, “levantarle las faldas” a toda la que se ponía a mano y compincharse sexual y comanditariamente con una rubia alemana con la que vivió diez años, cuatro de ellos en un dúplex suizo a costa de todos los españoles.
Felipe González era la “nueva España”. Socialista profundo, estadista, igualitario, mecenas de la igualdad social, y ahoraconvertido en espectro, gordo y fofo, lo vemos en un yate caribeño, defendiendo a cárteles de la droga, mejorando la presente a dictadores como Pinochet, anticomunista rancio, con la ideología y la mente podrida, cercana a su primera y franquista juventud.
José María Aznar era la “gran esperanza blanca de la derecha”. Aglutinador del centro y la extrema derecha, joven, renovador de gestiones y eficacias saturadas. Hoy lo vemos en su realidad y su salsa: comisionista del Estado (incluidas las armas), pluriempleado de consejos de administración, generador de fondos buitres, continuador de financiaciones ilícitas, presunto “criminal de guerra”, “sobrecogedor” y fanático chulo de carcas y extrema derecha.
Manuel Fraga era un estadista, de derechas, pero estadista. Le cabía “el Estado en la cabeza”. Decían que su concurso en la vertebración de un estado moderno y democrático era una saturación sin poros. Muerto y enterrado vemos que fundó una “partía” de ladrones y corruptos, que ganaron elecciones y construyeron sedes, dopados de donaciones y sobresueldos.
Santiago Carrillo representaba la “izquierda auténtica”. La del sacrificio en la lucha antifranquista (él, menos, desde Paris) y los valores del pueblo y la clase obrera. Tragó con la Corona y una Constitución que dejaba en solemne papel mojado la pluralidad y representatividad política (hecha a medida “bipartidista” por la CIA y la ya corrupta socialdemocracia europea), mantenía a ultranza los privilegios inabordables de la Iglesia Católica y que, como una rémora, vienen marcando la macabra realidad de esta desgracia llamada España.
Adolfo Suárez es el que sale mejor parado. Le encargaron, desde las ayunas raíces del franquismo, que ejecutará un papel para sobrevivir y acabó “creyéndoselo”. Se hizo “demócrata” por encargo y acabó arruinado en salud y en poder, por los anteriormente relatados, los tanques y el poder embozado de los “de siempre”.
Estos antecedentes han creado la España actual, chusca, mafiosa, esperpéntica, donde anidan personajes como Rato, Bárcenas, Granados, Bono, Botín, Aguirre, Chaves, Camps, Barberá, Matas, Fabra, Marhuenda…
La Historia de la España contemporánea es una nausea, una frustración, una gran mentira, que engancha con la tradición viva de un país de chulapas y manolos, toros de la vega y peleas de gallos, estacazos, ladrones y rufianes varios. Una odiosa molécula nacional-catolicista, plagada de inquisiciones y crímenes con y contra el pueblo.
Asco.
Lucas Leon Simon
Españolito que naces, de esta España te guarde Dios
Cinco abonaron una fianza de 5.000 euros,y otro de 4.000 euros, los otros dos no pagaron ninguna fianza aunque el juez les ha retirado el pasaporte y deberán comparecer periódicamente en los juzgados.
Tanto al único que ha ingresado en prisión como al resto, el magistrado del régimen les imputa un delito de integración en organización terrorista.
Cuando el PP hable sobre los trabajadores recuerda,trabajas 8 horas porque anarquistas murieron por ello,no porque unos fachas fueran a misa
— laquintacolumna (@laquintacolumna) May 1, 2015
Avances iraquíes
En su ofensiva sobre las posiciones de los terroristas en Ramadi el Ejército de Irak cuenta con el apoyo de las fuerzas populares, también conocidas como Al-Hashad Al-Shabi, y también el soporte aéreo de la aviación iraquí.
El mando conjunto de operaciones de la provincia de Al-Anbar anunció el 14 de octubre una nueva operación antiterrorista para expulsar a Daesh de Ramadi y liberar la mencionada ciudad.
hispantv.com
El sistema de «autogestión» y la negación del papel dirigente del partido; Enver Hoxha, 1978
«Los revisionistas yugoslavos también mantienen una posición antimarxista hacia el papel dirigente del Partido Comunista en la construcción del socialismo. Según la «teoría» de Kardelj, el partido no puede dirigir ninguna actividad económica o administrativa; puede y debe ejercer solamente su influencia a través del trabajo educativo cerca de los trabajadores con el fin de que éstos comprendan mejor el sistema socialista.
La negación del papel del Partido Comunista en la construcción del socialismo y la reducción de esta función a un factor «ideológico» y «orientador» está completamente en abierta oposición propio marxismo-leninismo. Los enemigos del socialismo científico fundamentan esta «tesis», argumentando que la dirección del partido es supuestamente incompatible con el papel decisivo que deben desempeñar las masas de productores. Los que, según su opinión, deberían ejercer su influencia política directa y no a través del Partido Comunista, ya que esto provocaría un «despotismo burocrático».
En contra de las tesis anticientíficas de estos enemigos del comunismo, la experiencia histórica ha demostrado que el papel no dividido o parcial sino precisamente dirigente del partido revolucionario de la clase obrera, es esencial en la lucha por el socialismo y el comunismo. El liderazgo por el partido constituye una cuestión de importancia vital para el destino de la revolución y la dictadura del proletariado como es conocido; esto refleja una ley universal de revolución socialista. Lenin repitió esto en 1921 atacando las tendencias anarco-sindicalistas:
«La dictadura del proletariado no puede realizarse de otro modo que a través del Partido Comunista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe en el Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, 1921)
La influencia política directa de las masas trabajadoras en la sociedad socialista no es en modo alguna obstaculizada por el Partido Comunista que representa a la clase trabajadora, cuyos intereses no son contrarios a los intereses de las personas que trabajan. Por el contrario, es sólo bajo la dirección de la clase obrera y su vanguardia que las masas trabajadoras en general participan en el gobierno del país y la realización de sus intereses. En un país verdaderamente socialista, como Albania, la opinión de las masas trabajadoras sobre cuestiones importantes es directamente buscada. Hay tantos ejemplos de esto que son innumerables, desde la discusión y aprobación de la Constitución, hasta la redacción de los planes económicos, y así podríamos citar un largo etc., el llamado «despotismo burocrático» es una característica del Estado capitalista que no puede ser atribuido al papel dirigente del partido bajo el sistema de la dictadura del proletariado, que es severamente antiburocrático por su naturaleza y carácter de clase.
Continuando desarrollando sus ideas revisionistas sobre el papel del partido, Kardelj escribe que:
«Aunque debe luchar para que las funciones principales del poder estén en las manos de las fuerzas subjetivas que están del lado del socialismo y de la autogestión socialista, la Liga de los comunistas no puede ser un partido político de clase». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)
Así que este es el tipo de partido que los revisionistas yugoslavos quieren. Ellos no quieren y en realidad no tienen un partido político de la clase obrera, sino una organización burguesa, un club donde cualquiera puede entrar o salir cuando y como le plazca, siempre que solamente uno declare que es un «comunista» sin necesidad de ser realmente tal. Por supuesto esto es absolutamente normal en un partido como la Liga de los «comunistas» de Yugoslavia, que nada tiene de comunista al respecto.
Jamás hubo y jamás habrá ni partido ni Estado que esté por encima de las clases. El Estado y los partidos son los productos de las clases dadas. Es como tales, como nacieron los partidos y los Estados, y cómo cada uno conservará sus funciones –fieles a su esencia de clase– hasta la entrada al comunismo. De ahí la incompatibilidad entre unos y otros.
Aunque Kardelj asume que el papel dirigente de la Liga de los «comunistas» ha sido liquidado, él no se olvida con objetivos demagógicos decir que esta Liga:
«Por su postura clara tiene que hacer muchos méritos para encontrar el medio de solucionar muchas cuestiones sobre los caminos y formas para el remoto desarrollo del sistema político de autogestión socialista». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)
¿Si no es el Estado o el partido el que puede traer la felicidad a la gente, como el renegado Kardelj escribe, entonces para que busca dar a estas prerrogativas a la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia? Si la sociedad yugoslava de «autogobierno» no tiene ninguna necesidad del liderazgo de un solo partido político, como se puede decir tal cosa, ¿por qué se debería necesitar entonces el liderazgo de la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia?
Mientras que Marx presenta a un verdadero partido de la clase obrera como el que debe conducir esta clase y el que es consciente de su misión histórica como proletariado, por otro lado de acuerdo con Kardelj se puede llevar el país adelante y hacer realidad sus aspiraciones de una manera espontánea, incluso sin el papel del partido. Kardelj dice esto con el fin de justificar sus pensamientos anarquistas y para hacer que la gente asimile mejor la teoría de la «autogestión»; teoría que se destaca tanto por el «pluralismo político», es decir, por la unidad de todas las fuerzas sociales, independientemente de sus diferencias ideológicas y sociales, en el Frente conocido por el nombre de la «Liga Socialista de los Trabajadores», como por tener por otro lado un partido que no tiene ningún valor en absoluto comunista, pero al que sin embargo se le atribuye la etiqueta de «líder» en el sistema antimarxista de «autogestión». Las contradicciones de la teoría titoista son evidentes.
El revisionista Kardelj se refiere en su escrito a la burocracia de los partidos capitalistas de occidente. Aquí, también parece que no ha descubierto nada nuevo ya que es bien sabido que la burocracia es parte de la naturaleza del capitalismo y característica de la misma. Pero él denuncia la burocracia en otros partidos no para criticarlos, sino para disimular la burocratización y la liquidación del Partido Comunista Yugoslavo y el despojo de todas las prerrogativas en el sistema a causa de esto mismo. Dejar el partido al arrastre de los acontecimientos, los fenómenos, los procesos de la vida política y social, transformándolo en el partido de la burguesía es para los titoistas una desburocratización. Y, para camuflar su traición, le dejaron solamente como una reliquia el nombre de Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia.
Si realmente un partido es comunista, si realmente es un partido de la clase obrera, no puede ser juzgado por el nombre que lleva, sino que debe mirarse sobre todo a quién tiene en su liderazgo y cuál es la actividad que realiza. Lenin dijo:
«Sin embargo, si un partido es un partido obrero no lo es sólo por la composición de sus miembros, sino también depende quien le conduce y cuál es el contenido de sus acciones y su táctica política. Sólo esto último determina si tenemos ante nosotros un partido político del proletariado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe en el IIº Congreso de la Komintern, 1920)
Y de hecho la Liga de los Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia no sólo no escapa a la burocracia, sino que en realidad no existe como un grupo de comunistas si examinamos a dicho partido bajo las pautas de Lenin. Su inflamación a través de un gran número de permanentes burócratas y funcionarios del partido, al igual que en los partidos revisionistas o socialdemócratas de occidente, es uno de los elementos que hacen que la Liga no sólo no sea la vanguardia de la clase trabajadora, sino que incluso se puede decir sin miedo que es un partido adverso a esta clase.
El dominio del proletariado, y de la vanguardia de dicha clase mediante su partido como líder del Estado y la sociedad no existe en Yugoslavia. Según Kardelj la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia de ninguna manera mantiene el liderazgo político en el sistema, porque el poder estatal es:
«Comprendido por el sistema de delegados, mientras la Liga de Comunistas, como también componente del «autogobierno», es uno de los elementos más importantes de influencia social en la formación del conocimiento del «autogobierno» y los órganos de los delegados». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)
Creo que esto no necesita muchas más explicaciones. Lo que este renegado escribe aquí es suficiente para ver por uno mismo que en Yugoslavia la dictadura del proletariado como la regla política de la clase obrera y como el liderazgo estatal de sociedad no existe. Y puesto que esta dictadura no existe allí, tampoco se puede hablar de la existencia del partido de la clase obrera, sino sólo por parte de la burguesía.
Kardelj afirma que el «sistema unipartidista» en un país socialista es una transformación específica del sistema político burgués y del rol del papel de un partido –aquí él se refiere al Partido Bolchevique–, que es igual, como en «el sistema multipartidario», con una «ligera» diferencia, y es que en un sistema de partido único sólo los dirigentes de este partido mantienen todo el poder político, mientras que en un sistema multipartidista existen los cambios de liderazgo. Este impostor pone a los partidos burgueses junto a Partido Bolchevique de los revolucionarios rusos con Lenin a la cabeza, en el mismo nivel. Para él no hay la más mínima diferencia entre la dirección del Estado y de la sociedad por el verdadero partido de los comunistas y la dirección de los demás partidos burgueses del sistema multipartidista. Esto además demuestra una vez más que los titoistas ponen en el tratamiento de la burguesía, a los partidos políticos y el Estado, como instituciones que supuestamente están por encima de las clases.
Pero eso no es así. Si la clase obrera se opone a la burguesía en una lucha a muerte y si estas dos clases son organizadas en partidos políticos para defender sus intereses antagonistas y dominar la sociedad cada una por su parte, esto no significa que el partido de la clase obrera, el partido marxista-leninista sea similar al partido burgués. Muy al contrario. Cuando el Partido Comunista de Yugoslavia fue transformado en un partido revisionista, esto no hizo de ninguna manera como si ese partido estuviera por encima de las clases, sino que se transformó en instrumento de la burguesía, por lo tanto no sólo no perdió su carácter de clase proletario ni su carácter de clase en general, sino que en realidad fue transformado en un partido de la nueva y vieja clase burguesa. La diferencia entre el partido comunista y el partido burgués en dirección al Estado no es una «pequeña» diferencia, sino una diferencia muy neta y profunda, de principio, de clase, y no podemos, contrariamente a lo que pretende este renegado, reducirlo a la «rotación» de sus dirigentes en el poder político.
Por estas «teorizaciones» sobre la «pequeña diferencia» entre el sistema político burgués y el sistema socialista, entre el partido burgués y el partido marxista-leninista, los revisionistas yugoslavos piensan realmente que sus posiciones de concesión hacia el capitalismo no debe serles imputado como algo grave, y esto sería cierto si sus planteamientos iniciales sobre el partido obrero y burgués, o sobre el Estado socialista y burgués fueran acertados, ya que no habría límites ni fronteras entre nada de esto, y su posición hacia el capitalismo no sería nada fuera de lo común en este mundo de pensamientos revisionista-capitalistas, pero no es de esa forma como hemos visto y existe una clara diferencia. Es totalmente claro que los revisionistas yugoslavos no pueden tomar ninguna otra posición en la teoría que ellos tomaron en la práctica y de ahí que salgan estas teorizaciones que pretenden medir bajo la misma vara unas posiciones y otras.
Con la intención de atacar a la construcción del socialismo en la Unión Soviética en los tiempos de Lenin y Stalin, comenta Kardelj sobre «los puntos débiles del sistema de partido único» dice:
«Comprobamos allí, ante todo, la tendencia a la fusión personal de los dirigentes del partido con el aparato ejecutivo estatal, emergiendo el partido como un instrumento de las tendencias tecnócratas-burocráticas en la sociedad». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)
Para «escapar» de esta «burocracia tecnocrática» y de esa tendencia de una «fusión personal de los dirigentes del partido con el aparato ejecutivo estatal» que atribuye arbitrariamente a los bolcheviques, los señores revisionistas yugoslavos han creado su propio sistema, que no es otra cosa que una dictadura de la camarilla titoista. En las asambleas de las llamadas comunidades autónomas y de sus órganos ejecutivos. Como el autor del libro admite:
«Actualmente, las tendencias burocráticas-centristas aparecen con mucha fuerza». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)
Obviando su pasión anarquista por relacionar centralismo con burocracia en dicha crítica, podemos ver que en Yugoslavia, el poder ejecutivo es manipulado por Tito y su camarilla. A pesar de todas las garantías de que no acaparar ningún poder, e incluso de atacar el monopolio del poder de un partido, el presidente del Presídium de la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia es el Presidente para la vida del Estado yugoslavo, y todos los funcionarios en los puestos clave del poder; del Estado, del ejército, de la economía, de la política exterior, de la cultura, de las organizaciones sociales etc. asumen funciones importantes dentro de la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia. Todo se reduce a que los revisionistas yugoslavos, mientras atacaban a las enseñanzas marxistas-leninistas acerca de la dirección del partido proletario en una sociedad socialista, en la práctica estaban dispuestos a sostener todo el poder en sus manos en su Estado revisionista-capitalista bajo militantes de su propio partido. La Presidencia de la llamada República Socialista Federal de Yugoslavia no fue creada ni para garantizar el liderazgo cooperativo del Estado, ni para luchar contra la burocracia, ni se basa tampoco en defender el Estado yugoslavo de los poderes que rigen fuera de sí mismo como podría ser escuchado algunas veces por ellos mismos, sino que en un intento desesperado para asegurar el liderazgo del titoismo para después de la muerte de Tito. Esto demuestra que el régimen yugoslavo no sólo en el contenido sino también en la forma no es otra cosa que una fuerza capitalista que suprime las personas y su objetivo es ocultar esto detrás de frases traicioneras.
Kardelj no puede borrar este sombrío período de la historia de Yugoslavia, dónde, en consecuencia de la traición de la dirección del Partido comunista y de la instauración de la dictadura titoista los pueblos de este país debieron sufrir las injusticias más desenfrenadas, donde la violencia y el terror fueron el resultado. El portavoz titoista Kardelj se esfuerza por borrar este período oscuro con la ayuda de algunos eslóganes que tienden a disuadir a los pueblos de Yugoslavia de quejarse de sus sufrimientos, ya que según dice:
«Nuestra revolución socialista en su primera fase, también, constituye en cierto modo el sistema de partido único y de democracia revolucionaria, aunque nunca en su clásica forma stalinista». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)
Este renegado desvergonzado no es digno de hablar de la «clásica forma stalinista», que ha sido una forma democrática socialista que el régimen de Tito-Kardelj-Ranković nunca podrá no solo acercarse a soñar con ella, siendo vergonzosa la comparación. Los crímenes monstruosos que han sufrido las gentes de Yugoslavia no fueron perpetrados mientras este país mantenía relaciones de amistad con Stalin y la Unión Soviética, sino justamente después de que rompiera esta amistad y después de que abiertamente se comprometiera en la vía de la «autogestión».
Actualmente, en Yugoslavia, según la «teoría» de Kardelj, la unión personal de los órganos ejecutivos de la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia y de los órganos ejecutivos del Estado, habrían sido «completamente» y «radicalmente» eliminados actualmente porque la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia no tiene ninguna prerrogativa para la posición del poder principal ideológico y político en la sociedad. Su solo papel se reduce a ejercer una influencia sobre las masas.
Visto este pensamiento hay que preguntarse una cosa clara. ¿De qué modo se supone que la Liga influye en las masas si no tiene prerrogativa para el liderazgo? De ningún modo. En un momento de desesperación Tito admitió que «la Liga de los Comunistas de Yugoslavia se ha convertido en una organización apolítica sin forma». Pero Kardelj corrige a su amo, con el fin de evitar que los titoistas pierdan por completo su fachada, y escribe que:
«La Liga de los Comunistas de Yugoslavia se ha convertido en uno de los pilares fuertes de la democracia de nuevo tipo. La democracia del pluralismo de los intereses autogestores». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)
Si en la Yugoslava de la «autogestión» la propia dirección del partido «comunista» despoja en sus escritos como vemos al propio partido comunista del país –llamado aquí la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia– del liderazgo político –función que debería ejercer un partido obrero–, es evidente que esta «autogestión» también priva a la clase obrera de su poder político, ya que la clase obrera sólo es capaz de lograr sus prerrogativas a través del Partido Comunista como hemos visto por Lenin. Si la vanguardia de la clase es despojada de sus prerrogativas, entonces es un absurdo afirmar que la clase obrera ejerce sus derechos completamente. Uno puede imaginar cómo en esas circunstancias el proletariado y las demás personas que trabajan son capaces de «autogobernarse» en este tipo de democracia «de nuevo tipo». Concretamente Kardelj se destapa y dice sobre esta cuestión:
«La Liga de los Comunistas de Yugoslavia no gobierna mediante el monopolio político, sino que es una expresión de una forma específica pero sin embargo muy importante de los intereses sociales e históricos de la clase obrera en concordancia con el del interés de toda la gente trabajadora y de la sociedad en el sistema de autogobierno, del poder de la clase obrera y las masas trabajadores en un sistema que está basado en el pluralismo democrático de los intereses sujetos al autogobierno». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)
Esta fraseología rimbombante y confusa ilustra la acción notable además, del hecho innegable que el Partido en Yugoslavia está en la cola de todo esto, que sólo existe en el papel ya que no reconoce sus tareas como partido obrero. Aunque como en todo, pese a decir que su partido «no gobierna mediante el monopolio político» vuelve a contradecirse Kardelj, y formalmente presenta la posición de reforzar el papel del partido, emitiendo afirmaciones de este género:
«La Liga de los Comunistas de Yugoslavia, políticamente y creativamente, no está bastante presente en el conjunto del sistema democrático de autogestión y en la creación de la política y de la práctica de otras organizaciones socio-políticas». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)
¿Dónde está este presente Liga entonces, si no está allí, donde tendría que estar, si en Yugoslavia –como la agencia yugoslava de noticias TANJUG últimamente informó– un tercio de todos los pueblos carecen de una organización básica de la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia? La respuesta a esta pregunta embarazosa no se da por parte de Kardelj pero el análisis concreto de la actividad práctica ejercida por la Liga nos atestigua de modo indiscutible que la Liga «como partido de los comunistas» no está presente en ninguna parte, mientras que, como partido de la nueva burguesía yugoslava y de la dictadura fascista de Tito, es omnipresente.
En esto del «socialismo autogestionado» yugoslavo, Kardelj asumió negociar «teóricamente», que la Liga de los «Comunistas» de Yugoslavia ocuparía una posición específica en todos los dominios. Esta posición específica, que se ve evocar a lo largo del libro, puede ser interpretada como queramos, es decir, como la posición específica en la educación de la clase obrera, como la posición específica en la relación hacia el proletariado, como la posición específica en el llamado sistema de delegados en el que la Liga sólo es otro «componente del autogobierno», donde ni mucho menos debe liderar por temor al «monopolio político» y otros detalles. Este partido con estas posiciones específicas infinitas tiene derecho a tener una propia delegación a través con de la cual trabaja junto con otras delegaciones «autogestionadas» en las asambleas del Frente, llamado Alianza Socialista. Esto prueba que la Liga de los «comunistas» de Yugoslavia no posee ninguna fuerza política independiente y que hace las veces desde hace tiempo de agencia del federalismo anarquista yugoslavo. Esto existe para dar satisfacción al capital extranjero que puede echar sus raíces en el país a fin de asegurar que con la cacareada «autogestión» no se pueda atentar en nada contra el sistema de la propiedad privada, y que ningún partido, cualquiera que sea, modificará la línea de este Estado anarco-sindicalista.
Según Edvard Kardelj el papel del individuo lo es todo en la sociedad mientras la clase obrera y su partido no son nada. La vanguardia de la clase obrera, él reclama, no es el partido marxista-leninista sino que esta vanguardia consiste en «las comunidades autogobernadas». Esto es una organización abstracta que fue inventada para fingir algo grande sin tener realmente ninguna existencia efectiva. A los ojos de este revisionista, la clase obrera no es la clase dirigente de la sociedad, se funde con todos los trabajadores. El pueblo entero yugoslavo, él dice, podría ser visto como la vanguardia, en la cual desde luego, el hombre es puesto delante de esta «vanguardia», un hombre que «libremente» –en el sentido anarquista– expresa sus objetivos –en esta sociedad anarquista– y los realiza. De estos raciocinios de Kardelj vuelve a salir claramente que la clase obrera dejó desde hace tiempo de estar unida en la acción, que perdió su papel que ejercía en la sociedad yugoslava. Así pues, el partido y el poder han sido arrebatados de las manos de la clase obrera yugoslava, dicha clase ya no es una clase en el poder, ella más bien entró dentro de la posición de una clase más dentro de las clases sociales existentes, que es o mejor dicho sigue siendo explotada por la nueva burguesía que con sus reglas está manipulando el poder estatal sobre las masas trabajadoras.
Para escapar de la acusación que sabía que iba a recibir de muchos revolucionarios honestos cuando él dice tales cosas del papel dirigente del partido de la clase obrera –traicionando los intereses de esta clase–, el notorio traidor citó lo siguiente de la famosa obra de 1948 de Marx y Engels: «Manifiesto Comunista», pero como es costumbre, fuera de contexto:
«Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros. No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado». (Karl Marx y Friedrich Engels; Manifiesto Comunista, 1848)
Con citaciones de este género, Kardelj procura dar la impresión de que Marx y Engels habrían sido partidarios de la opinión de que los comunistas no necesitan tener su partido desde el momento que no es un partido con las características, los intereses ni los principios distintos de los de otros partidos obreros –como si dichos partidos obreros tuvieran los mismos planteamientos y objetivos que los comunistas–. ¡Lo que es capaz de hacer un renegado! Sin un rastro de diligencia y de un ojo antimarxista y socialdemócrata se refiere al proletariado como una masa amorfa que lucha supuestamente para sus intereses generales, pero que no tienen principios, ninguna clase, y ninguna orientación revolucionaria ni ningún programa para la lucha para ganar sus derechos. Pero esta falsedad se refuta rápido. En el segundo capítulo de la obra del comunismo científico: «Manifiesto Comunista», Marx y Engels brillantemente definen intensamente la misión histórica del Partido Comunista como un componente inseparable de la clase obrera, como su vanguardia, etc., pero nunca han promovido la opinión de que los comunistas no tengan que tener un partido propio. Por el contrario, Marx y Engels escribieron precisamente el «Manifiesto Comunista», que fue considerado como el primer documento programático del comunismo científico, a modo de que los comunistas puedan tener su propio partido». (Enver Hoxha; La «autogestión» yugoslava: teoría y práctica capitalista, 1978)
Hasta enterrarlos en el mar
“Las tierras, las tierras, las tierras de España
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna”
Y si un día de diciembre un caballo cuatralbo empezara a galopar de urna en urna y produjera el tsunami de la matanza del cerdo, el fin de los chorizos, que se sobrepusiera a la mentira, la corrupción y la manipulación de bienes e ideas y alterara el poder de tal manera que mandara a la partía de bandoleros del trabuco pepero a la serranía de su casa, a los embaucadores de la falsa socialdemocracia al panteón de las ideas podridas y muertas y a los filo falangistas del IBEX a su puesto en los luceros.
Entonces nos daríamos cuenta que enfrente no había nadie, que eran “solo” las banqueros parapetados tras su cornamenta de rajoys, felipes y aznares. Los antropófagos de la democracia “transicionada” a su gusto, para aprisionar a la ciudadanía, expoliar con incienso sus bienes, y reducir a esclavos a los trabajadores y clases populares con las cadenas de las reformas penales y laborales.
“Galopa jinete del pueblo, caballo de espuma.”
“Imaginad que la petulancia queda reducida a anécdota y pierde la categoría de lo omnívoro. Imaginad que, deslumbrados por una serie de acontecimientos democráticos que tendrán lugar a partir de esa fecha fabulosa, comprendemos lo que hemos retrocedido a lo largo de los últimos años, la mucha calidad de vida que hemos perdido, tanto en lo material como en lo moral, tanto en lo laboral como en lo legal. Imaginad que, poseídos por la belleza de la verdadera democracia, del ejercicio real de la ciudadanía, nos conjuramos a plena luz para que nunca más, nunca never jamás de los jamases, permitamos a nadie que nos recorte las libertades que forman la gran libertad que, dentro de lo posible, los seres que tenemos la suerte de vivir en esta parte en paz del planeta hemos podido conquistar. “ Maruja Torres dixit.
“A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.”
Tiramos el corazón y las herraduras. Y que a partir de ese día asemos al vino a todos los chorizos, echamos en manada de ratas a generadores de gurteles, eres, púnicas y casta de enchufados y embaucadores de papeleta y candidatura. Que los que gobiernen representen al pueblo soberano, al que está en paro, desahucian y no puede pagar sus hipotecas.
Enterrar en el mar, en la tierra y en el cielo a los que nos han dañado, mentido, expoliado, desahuciado y recortado.
En la geografía del placer está el imaginar, imaginad ese galope barriendo hasta el mar a la jauría que nos gobierna y nos ha gobernado. Y notar el olor del mar que los arrastra, purifica y entierra.
A galopar.
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Nicaragua: La constitución de 1987: garante de los intereses de la burguesía nacional; Equipo de Bitácora (M-L), 2015
«Es aquí cuando nos encontramos de frente, con la institucionalización de todas las sucesivas traiciones del FSLN como dirigencia que prometía el «fin de la explotación» y la «construcción del socialismo»: o dicho sin rodeos, nos encontramos de frente con la constitución burguesa de 1987. Constitución sin la cual no se puede comprender bien todo el desarrollo de Nicaragua, esta constitución es la prueba de que el FSLN en 1987 se constituía como una organización, como un partido, que defendía el orden burgués, el capitalismo. Hay que añadir que las reformas que se fueron añadiendo a la constitución: como las de 1995 –bajo el gobierno de Violeta Chamorro y la Unión Nacional Opositora– se conservaron en gran medida hasta la vuelta al poder del FSLN y Ortega en 2006, y de hecho se siguen conservando en la actualidad con el añadido de que las reformas efectuadas por el gobierno sandinista desde el 2006 tienen un contenido más reaccionarios si cabe.
En el artículo 5 de la Constitución de 1987, se dejaba claro, que la constitución sería la oficialización de los pilares ideológicos del FSLN:
«El Estado garantiza la existencia del pluralismo político, la economía mixta y el no alineamiento. El pluralismo político asegura la existencia y participación de todas las organizaciones políticas en los asuntos económicos, políticos y sociales del país, sin restricciones ideológicas, excepto aquellas que pretendan el retorno al pasado o propugnen por establecer un sistema político similar. La economía mixta asegura la existencia de distintas formas de propiedad; pública, privada, asociativa, cooperativa y comunitaria; todas deben estar en función de los intereses superiores de la nación y contribuir a la creación de riquezas para satisfacción de las necesidades del país y sus habitantes. Nicaragua fundamenta sus relaciones internacionales en el principio del no alineamiento, en la búsqueda de la paz y en el respeto a la soberanía de todas las naciones; por esto, se opone a cualquier forma de discriminación, es anticolonialista, antiimperialista, antirracista y rechaza toda subordinación de un Estado a otro Estado». (Constitución política de la República de Nicaragua, 1987)
Como se ve: los principios burgueses que regían el FSLN se introducirían en los correspondientes artículos de la constitución de 1987, y esta sigue vigente hasta nuestros días: con sus reformas. En el mismo sentido, cualquier marxista es consciente de que acorde a lo enunciado en el artículo 5 de la constitución de 1987, en Nicaragua existían clases explotadas y explotadoras, debido precisamente a que el «pluralismo político»: que dejaba el poder político de la burguesía intacta; y la «economía mixta»: que permitía expandir el poder económico de la burguesía y reforzar su influencia en el poder político. En base a ello no podemos hablar ya de una constitución de un régimen socialista, y podríamos dar carpetazo final a la refutación, pero aún así continuemos y analicémosla un poco más, para ver que no se diferenció de otras cartas magnas de otros países capitalistas.
Pese a tal evidencia se siguió apostando por afirmar en el artículo 2 de la reforma de 1995, impulsada por el Movimiento Renovador Sandinista: antiguos miembros del Frente Sandinista, que en Nicaragua el «pueblo» –noción en la que incluían también a la burguesía nacional «patriota» proFSLN– ejercía su poder a través de la «democracia» donde participaba todo el «pueblo» –explotadores y explotados–, a esta «democracia» algunos del FSLN la llamaron durante años y hoy también, como ejemplo de democracia de un país «socialista»:
«La soberanía nacional reside en el pueblo, fuente de todo poder y forjador de su propio destino. El pueblo ejerce la democracia decidiendo y participando libremente en la construcción del sistema económico, político y social que más conviene a sus intereses. El poder lo ejerce el pueblo directamente y por medio de sus representantes libremente elegidos de acuerdo al sufragio universal, igual, directo, libre y secreto». (Constitución política de la República de Nicaragua y sus reformas, 1987)
En el artículo número 7, de la Constitución de 1987 podemos leer el concepto de régimen político, donde se alude a una «república democrática, participativa y representativa», y donde como ya vimos y explicamos, se mantienen la separación de poderes acorde a la noción de democracia de un Estado burgués clasista:
«Nicaragua es una república democrática, participativa y representativa son órganos del gobierno: el Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo, el Poder Judicial y el Poder Electoral». (Constitución política de la República de Nicaragua, 1987)
Lenin ya criticó severamente a este tipo de charlatanes que se decían marxistas y hablaban de democracia sin analizar el carácter de clase de dicha «democracia», sin analizar que todavía en esa democracia de la que se hablaba existían los explotados y los explotadores:
«Si no es para mofarse del sentido común y de la historia, claro está que no puede hablarse de «democracia pura» mientras existan diferentes clases, y sólo puede hablarse de democracia de clase. (…) La «democracia pura» es un embuste de liberal que embauca a los obreros». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)
Además estigmatizó de igual forma a los que renegaban de la dictadura del proletariado y la democracia proletaria; como hacían los revisionistas del FSLN y como ahora hacen los renegados «socialistas del siglo XXI» incluyendo a los nicaragüenses:
«La defensa que hoy hacen de la democracia burguesa, encubriéndose con sus discursos sobre la «democracia en general», y los alaridos y voces que hoy lanzan contra la dictadura del proletariado, encubriéndose con sus gritos sobre la «dictadura en general», son una traición descarada al socialismo, el paso efectivo al lado de la burguesía, la negación del derecho del proletariado a su revolución, a la revolución proletaria, la defensa del reformismo burgués». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, 1919)
En los artículos 93 y 95 de la Constitución de 1987 que nombraban al ejército, era una alusión donde como en cualquier otra constitución de democracia burguesa se exigía al ejército la defensa del orden constitucional; en tal sociedad «socialista» no existía en su constitución ninguna referencia hacia el papel dirigente del partido comunista sobre el ejército. En el artículo 93 vemos:
«El pueblo nicaragüense tiene derecho de armarse para defender su soberanía, su independencia y sus conquistas revolucionarias. Es deber del Estado dirigir, organizar y armar al pueblo para garantizar este derecho». (Constitución política de la República de Nicaragua, 1987)
Y en el artículo 95, se leía:
«El Ejército Popular Sandinista tiene carácter nacional y debe guardar protección, respeto y obediencia a la presente Constitución Política. El Ejército Popular Sandinista es el brazo armado del pueblo y heredero directo del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional. El Estado prepara, organiza y dirige la participación popular en la defensa armada de la patria, por medio del Ejército Popular Sandinista. No pueden existir más cuerpos armados en el territorio nacional que los establecidos por la ley, la cual regulará las bases de la organización militar». (Constitución política de la República de Nicaragua, 1987)
Con las sucesivas reformas de 1995, en el nuevo artículo 93 se puede leer:
«El ejército de Nicaragua es una institución nacional, de carácter profesional, apartidista, apolítica, obediente y no deliberante. Los miembros del ejército deberán recibir capacitación cívica y en materia de derechos humanos». (Constitución política de la República de Nicaragua y sus reformas, 1987)
Como vemos hay una evolución en la constitución, donde actualmente se remarca todavía más, que el ejército no es tratado de forma marxista-leninista acorde a una democracia proletaria, sino acorde a como se trata en cualquier democracia burguesa y en cualquier constitución burguesa, expliquemos esto. Por supuesto, en un Estado democrático-burgués, donde el gobierno reconoce la existencia de los tipos de propiedad económica que sustentan la explotación, y reconoce a las clases explotadoras como parte del sistema, y por tanto a sus partidos; no puede existir partidismo en el ejército. Pero en un Estado socialista, regido por un único partido del proletariado, el ejército nunca sería apolítico, ya que los marxista-leninistas reconocen que el ejército, la cultura, la educación, la economía, y todo lo demás, están dentro de los planes de los restos de las clases explotadoras para restablecer su control sobre las diferentes instituciones de Estado, en tanto, el proletariado tampoco puede dejar de primar sobre ellos debido a la lucha de clases en desarrollo; y no sólo eso, sino que el hecho de dejar un sólo de estos campos sin llevar allí las transformaciones revolucionarias significa poner en peligro el resto de campos a causa de que este será una base desde donde los contrarrevolucionarios intentarán extenderse hacia los otros campos:
«La lucha de clases se libra en todos los frentes, no sólo porque los enemigos externos aplican su lucha en todas las direcciones, sino porque, en primer lugar, estamos desarrollando la revolución en todos los campos y direcciones. Lo que hace que el ejecutar la lucha de clases en esas tres direcciones fundamentales –ideológica, política y económica– sean puntos muy importantes. Si la lucha se debilita en una dirección, toda la lucha de clases se debilitará y se condenara a un mayor castigo inmediato en el futuro». (Nexhmije Hoxha; Algunas cuestiones fundamentales de la política revolucionaria el Partido del Trabajo de Albania sobre el desarrollo de la lucha de clases, 27 de junio de 1977)
Toda ilusión sobre la neutralidad de estas instituciones conduce a la ilusión reformista que por desgracia sufrían los revisionistas nicaragüenses de los 80 y actualmente sufren los revisionistas nicaragüenses de «socialistas del siglo XXI». El ejército en un Estado socialista debe ser partidista, debe ser partidario del partido de la clase obrera, es decir, del partido comunista, y debe de estar pertrechado con su misma ideología, el marxismo-leninismo:
«La constitución señala que a la cabeza de la defensa de la Patria y las conquistas de la revolución está el Partido del Trabajo de Albania. Conduce las fuerzas armadas de todo el país, que siguen fielmente su línea política y militar. El papel dirigente del partido en las fuerzas armadas es una cuestión de importancia de principio a fin de no permitir nunca que «el ejército mande al partido», o «que las armas se coloquen por encima de la política». La dirección del partido en las fuerzas armadas es una garantía fundamental para que estas fuerzas estén siempre al servicio del pueblo y de la revolución y asegurar la victoria sobre cualquier posible agresor. La falta de reconocimiento de la dirección del partido, su ideología proletaria y la política allana el camino para muchas enfermedades, de manifestaciones tales como la tecnocracia y la burocracia, la arrogancia y la prepotencia, que conducen a la creación de estratos o castas militares privilegiadas con tendencias golpistas y que van tan lejos como la degeneración del ejército del Estado socialista de un ejército de la revolución en un ejército de la contrarrevolución, como fue el caso de la Unión Soviética y otros países». (Foto Cami y Gramo Hysi; La constitución del socialismo triunfante, 1980)
En cuanto a la economía, la Constitución de 1987 reflejaba la economía mixta. Se dice en el artículo 44 de la reforma de 1995:
«Se garantiza el derecho de propiedad privada de los bienes muebles e inmuebles, y de los instrumentos y medios de producción. En virtud de la función social de la propiedad, este derecho está sujeto, por causa de utilidad pública o de interés social, a las limitaciones y obligaciones que en cuanto a su ejercicio le impongan las leyes. Los bienes inmuebles mencionados en el párrafo primero pueden ser objeto de expropiación de acuerdo a la ley, previo pago en efectivo de justa indemnización. Tratándose de la expropiación de latifundios incultivados, para fines de reforma agraria, la ley determinará la forma, cuantificación, plazos de pagos e intereses que se reconozcan en concepto de indemnización. Se prohíbe la confiscación de bienes. Los funcionarios que infrinjan esta disposición, responderán con sus bienes en todo tiempo por los daños inferidos». (Constitución política de la República de Nicaragua y sus reformas, 1987)
En el artículo 99 de la reforma de 1995 se dice de nuevo:
«El Estado es responsable de promover el desarrollo integral del país, y como gestor del bien común deberá garantizar los intereses y las necesidades particulares, sociales, sectoriales y regionales de la nación. Es responsabilidad del Estado proteger, fomentar y promover las formas de propiedad y de gestión económica y empresarial privada, estatal, cooperativa, asociativa, comunitaria y mixta, para garantizar la democracia económica y social. El ejercicio de las actividades económicas corresponde primordialmente a los particulares. Se reconoce el rol protagónico de la iniciativa privada, la cual comprende en un sentido amplio, a grandes, medianas y pequeñas empresas, micro empresas, empresas cooperativas, asociativas y otras. El Banco Central es el ente estatal regulador del sistema monetario. Los bancos estatales y otras instituciones financieras del Estado serán instrumentos financieros de fomento, inversión y desarrollo, y diversificarán sus créditos con énfasis en los pequeños y medianos productores. Le corresponde al Estado garantizar su existencia y funcionamiento de manera irrenunciable. El Estado garantiza la libertad de empresa y el establecimiento de bancos y otras instituciones financieras, privadas y estatales que se regirán conforme las leyes de la materia. Las actividades de comercio exterior, seguros y reaseguros estatales y privados serán regulados por la ley». (Constitución política de la República de Nicaragua y sus reformas, 1987)
El artículo 100 de la reforma de 1995 dice sobre la propiedad privada extranjera:
«El Estado promulgará la Ley de Inversiones Extranjeras, a fin de que contribuya al desarrollo económico social del país, sin detrimento de la soberanía nacional». (Constitución política de la República de Nicaragua y sus reformas, 1987)
En el artículo 103 se vuelve a insistir para dejar claro el papel de la economía mixta:
«El Estado garantiza la coexistencia democrática de las formas de propiedad pública, privada, cooperativa, asociativa y comunitaria; todas ellas forman parte de la economía mixta, están supeditadas a los intereses superiores de la nación y cumplen una función social». (Constitución política de la República de Nicaragua, 1987)
¡E insistimos: estos artículos siguen presentes en la actual Constitución del pretendido Estado nicaragüense integrado en el «socialismo del siglo XXI» liderado por el FSLN!
Por supuesto, como hemos visto, no sólo se niega que vaya a desaparecer la propiedad privada sino que la aseguran en la Constitución; en cuanto, como hemos comprobado, lejos de que la propiedad privada suponga «algún perjuicio» o «inconveniente» para ellos es hasta beneficiosa, de ahí el crecimiento y protección de la propiedad privada dentro de su economía.
La cuestión reside en que los dirigentes del FSLN, tanto los de los 80 como los actuales «socialistas del siglo XXI», proclaman que la constitución burguesa que defiende la propiedad privada en su país es inalterable y que es el puente para ir al socialismo, que sólo en base a ella se podrá ir al socialismo, ya que consideran la toma de poder, el establecimiento de la dictadura del proletariado y la confiscación de los medios de producción a la burguesía, como «métodos obsoletos» para construir el socialismo.
Esta «inocencia» nace en el cariz reformista de dichos gobernantes, que piensan en la «neutralidad» del Estado –en que es superior a las clases–, la «herencia democrática» del ejército, la «transformación pacífica» del burgués, etc. Estas ideas se hicieron un denominador común entre los revisionistas eurocomunistas del siglo pasado.
Enver Hoxha, al que ciertamente estamos citando ampliamente por el extenso y valioso material de sus obras contra todo tipo de renegados, nos dejo un análisis muy preciso de esta «manía», haciendo referencia a la idea de los eurocomunistas italianos y su «vía italiana al socialismo» a través de la constitución burguesa de la posguerra. Para ello analizo nítidamente dicha constitución y su naturaleza:
«El que la constitución italiana difiera, por ejemplo, de la constitución de los tiempos de la monarquía y el fascismo, y que en ella figuren una serie de principios democráticos, esto es comprensible, estos principios han sido impuestos por la lucha de la clase obrera y del pueblo italianos contra el fascismo. Pero no sólo la constitución italiana contiene tales principios. Después de la Segunda Guerra Mundial, la burguesía de todos los países capitalistas de Europa se esforzó en una que otra medida por cortarle los vuelos a la clase obrera, reconociéndole algunos derechos sobre el papel y negándoselos en la práctica». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
A esto se refería el autor cuando hablaba de los derechos clásicos de una constitución burguesa como la italiana, que parecía a simple vista más progresista bajo papel, pero de igual forma en la práctica dichos derechos eran mínimos:
«Las libertades y derechos que prevé la constitución italiana son libertades y derechos puramente formales, que son violados diariamente por la burguesía. Prevé por ejemplo una cierta limitación de la propiedad privada, lo que no ha impedido que los Fiat y los Montedison se enriquezcan cada vez más y los obreros se empobrezcan cada vez más. La constitución prevé el derecho al trabajo, pero esto no constituye un obstáculo para que la patronal capitalista y su Estado arrojen a la calle a unos dos millones de obreros. La constitución garantiza una serie de derechos democráticos, pero no impide que el Estado italiano, los carabineros y la policía actúen casi abiertamente, en base a los derechos reconocidos por la constitución». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Esto es una verdad que habrá abierto los ojos a más de un lector sobre el carácter netamente capitalista de la Constitución nicaragüense, y el país envuelto en dicho camino «socialista». ¿No siguió y sigue inflándose el patrimonio de las grandes familias en Nicaragua durante los mandatos del FSLN? ¿No sigue existiendo la propiedad privada e incluso se ha extendido? ¿Acaso se ha eliminado la lacra del desempleo o el absentismo laboral sino que incluso en algunos países como Nicaragua suponen todavía un gran problema? ¿No sigue siendo el ejército una institución que por más que digan no puede ser ajeno al poder político ni neutral? ¿No ha lanzado los cuerpos del Estado dominado por el «socialismo» a reprimir más de una y de dos veces las justas demandas de las masas en materia de educación, vivienda, salud, medioambiente, étnicas, o precisamente empleo?
Es por ello que debemos ser tan sagaces con las limitaciones de esta «vía alternativa» sino queremos caer en el mero reformismo de los revisionistas modernos:
«Los revisionistas pueden quedarse a predicar día y noche, pueden quedarse con la boca seca de tanto hablar en todas las plazas y rezar en todas las iglesias de Italia, pero jamás podrán realizar su sueño reformista de pasar al socialismo a través del parlamento, de la constitución y del propio Estado burgués». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
En ese sentido, y conforme con la constitución burguesa, estas organizaciones entienden que su táctica-estrategia para alcanzar el poder ha de ser siempre la vía electoral democrático burguesa, o lo que es lo mismo, toda su fuerza militante se dedica en exclusiva para crear las condiciones sociales que le permita alcanzar el poder, administrarlo y retenerlo mediante elecciones democrático-burguesas. Exactamente como lo han hecho históricamente las organizaciones de estirpe socialdemócrata.
Como confiesan ellos mismos, la sociedad de este presunto nuevo socialismo, no se sale de los marcos del pluralismo democrático y de las elecciones de varios partidos en la democracia burguesa, por tanto, la revolución se puede ir rápido a pico como en otras ocasiones cuando se pierden las elecciones burguesas frente a otros partidos burgueses. El conocido revisionista Carlos Fonseca Terán, hijo de Carlos Fonseca Amador, habla orgulloso de la experiencia del FSLN a este respecto en los 80. En una ocasión confesó que en cuanto a las críticas de la burguesía con nexos con el imperialismo estadounidense que acusaba a la revolución sandinista de socialista, su sociedad mantenía pleno respeto de la propiedad privada en la economía y del pluralismo político en las elecciones políticas:
«En aquella ocasión [las críticas de la burguesía proestadounidense a la revolución sandinista – Anotación de Bitácora (M-L)], este discurso se refería a los compromisos políticos asumidos por el Frente Sandinista de Liberación Nacional producto de sus alianzas con la oposición antisomocista de derecha, encabezada por los conservadores; tales compromisos se referían sobre todo al pluralismo político, la economía mixta y el no alineamiento, en el sentido de promover un sistema político pluripartidista, la no supresión de la propiedad privada. (…) Todo esto fue mantenido por el FSLN en sus políticas de gobierno. (…) El pluralismo político, sin embargo, fue tan auténtico que el FSLN perdió las segundas elecciones pluripartidistas que él mismo organizó en el marco del modelo político por él establecido». (Carlos Fonseca Terán; ¿Es neoliberal el gobierno del FSLN? Si los perros ladran es que cabalgamos, 2010)
Curiosamente, y de forma que evidencia la estupidez de dicho pensamiento, a día de hoy, los dirigentes del FSLN tras volver al poder vía electoral en 2006 todavía no saben explicar estos pseudorevolucionarios de una forma clara y seria a sus seguidores cuál será el destino de la revolución si el «juego democrático» da a la «revolución socialista» una nueva derrota en las elecciones burguesas como en las «segundas elecciones multipartidistas» nicaragüenses de 1990. ¿Quizás vagar por el desierto de la oposición parlamentaria durante décadas hasta retomar el poder como el Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua? ¿Y así cíclicamente?
En cuanto a la religión y la constitución, las últimas reformas de la misma han hecho que se abandonen el viejo programa FSLN de 1969 en lo relativo a la laicidad del Estado; si bien en otras décadas se hacía más o menos apología de esta postura, y en la primera Constitución de 1987 se reflejaba claramente, ahora se desviven por dejar claro que en su constitución burguesa quede bien subrayado el papel del cristianismo para contentar al clero reaccionario y contentarse a sí mismos como «neo socialistas-cristianos». A la constitución nicaragüense de 1987, de la que hemos hablado, se han hecho «miles» de reformas, una de las últimas ha sido, sorpresa, constatar lo que decimos, el carácter «cristiano y socialista» de Nicaragua. El nuevo artículo 4 de la reforma de 2014 se dice aquello de que «el Estado nicaragüense reconoce a la persona, la familia y la comunidad como el origen y el fin de su actividad, y está organizado para asegurar el bien común, asumiendo la tarea de promover el desarrollo humano de todos y cada uno de los nicaragüenses, bajo la inspiración de valores cristianos, ideales socialistas, prácticas solidarias, democráticas y humanísticas, como valores universales y generales, así como los valores e ideales de la cultura e identidad nicaragüense». Eso lo veremos en el capítulo relativo a la religión.
¡Con razón los revolucionarios marxista-leninistas del MAP-ML afirmaban en los 80 que esta constitución era la garante de la protección del poder político, de las riquezas y crecimiento económico, y el mantenimiento de la cultura de la burguesía nacional ya integrada en el FSLN!» (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Qué fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis de la historia del FSLN y sus procesos, 19 de julio del 2015)







