La «autogestión» y los puntos de vista anarquistas del Estado. La cuestión nacional en Yugoslavia; Enver Hoxha, 1978

«En Yugoslavia los órganos del poder estatal no ejercen como genuinos órganos representativos del poder popular. Allí sólo existe el sistema burocrático llamado «sistema de delegados»: que se presenta como el supuesto portador del sistema de poder para el Estado, y es por eso que bajo ese «nuevo sistema democrático» no se llevan a cabo las elecciones a diputados para los órganos de poder del Estado. Los titoistas quieren justificar este hecho con el argumento de que los órganos representativos del Estado son supuestamente expresiones del parlamentarismo burgués y del modelo soviético que, según ellos, Stalin habría convertido en una institución de la burocracia y la tecnocracia. La experiencia de los soviets de los diputados obreros y campesinos creada por Lenin sobre la base de la inmensa experiencia de la Comuna de París fue ignorada los revisionistas yugoslavos, que creen que esas «formas de organización estatal crean poder personal».

Esa idea de «democracia», parte del desarrollo de la idea revisionista de este «socialismo específico», los titoistas en los años cincuenta declararon ante el mundo entero que en última instancia se renunciaba al sistema estatal socialista y que lo habían sustituido por un nuevo sistema, el sistema de «autogestión socialista», en el que el socialismo y el Estado son ajenos el uno al otro. Este «descubrimiento» revisionista no era otra cosa que una copia de las teorías anarquistas de Proudhon y Bakunin sobre las infames ideas de la «autogestión de los trabajadores» y «la autogestión de las fábricas de los trabajadores», que han sido expuestas y condenadas varias veces a lo largo de la historia por Marx y Lenin sobre la base del Estado de la dictadura del proletariado. Karl Marx escribe:

«Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado». (Karl Marx; Crítica al programa de Gotha, 1875)

El sistema político de la «autogestión socialista» no sólo tiene nada en común con la dictadura del proletariado sino que incluso es opuesta a ella. Este sistema según sus creadores está construido según el modelo de la administración de los Estados Unidos. Kardelj mismo escribió acerca del «sistema de autogestión» yugoslavo reconociendo este hecho:

«Podríamos decir que este sistema es más similar a la organización del poder ejecutivo en los Estados Unidos que al de la Europa Occidental». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

De esto se desprende claramente que el hecho de que la organización del gobierno yugoslavo es una copia de la organización de los gobiernos capitalistas no es negado ni por ellos, pero lo que podría ser discutido es la duda: ¿qué gobierno capitalista ha sido imitado más, el americano o un de los gobiernos europeos occidentales? Y para esta discusión Kardelj proporciona la solución cuando dice: la organización del poder ejecutivo de los Estados Unidos ha sido elegido como modelo.

Las opiniones de los revisionistas yugoslavos sobre el Estado son a través y por medio del anarquismo. Como es bien conocido el anarquismo exige la inmediata eliminación de toda forma de Estado, por lo que la dictadura del proletariado también. Los revisionistas yugoslavos también suprimieron la dictadura del proletariado y, para justificar su traición, evocan dos fases del socialismo: el «socialismo estatal» y el «socialismo verdadero y humanitario». Según su opinión la primera fase comprende a los primeros años que siguen la victoria de la revolución, cuando la dictadura del proletariado existe y se traduce por el Estado partidario del «estatismo-burocrático» al igual que en el capitalismo –según su opinión–. La segunda fase es la fase de la superación del Estado partidario del «estatismo burocrático» y su sustitución a través de la «democracia directa». Con estos puntos de vista no sólo los titoistas están negando la necesidad de la dictadura del proletariado en el socialismo, sino que oponen entre ellas las nociones de Estado socialista, de dictadura del proletariado y de la democracia socialista.

No le prestan atención a los clásicos del marxismo-leninismo que enseñan que el Estado socialista se consolida continuamente durante todo el período histórico de transición del capitalismo al comunismo. Por lo tanto Edvard Kardelj escribe que la sociedad en Yugoslavia está cada vez menos basada en el papel del aparato estatal, y según él, en Yugoslavia, el Estado actualmente va supuestamente hacía su extinción.

¿Pero que es con lo que Kardelj sustituye el papel del aparato estatal? ¡Se sustituye por la «iniciativa de los trabajadores»! Él lo expresa de esta manera:

«El funcionamiento ulterior de nuestra sociedad se basa cada vez menos en el papel del aparato del Estado y cada vez más en el poder y la iniciativa de los trabajadores». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)


¡Un juicio absurdo! Para hablar de la iniciativa de los trabajadores significa que los trabajadores, sobre todo, tienen que ser libres y organizados, y deben estar inspirados en directrices claras, así como tienen que tomar medidas para poner en práctica esas iniciativas. ¿Quién se preocupa en Yugoslavia a organizar e inspirar a los trabajadores a través de instrucciones claras? La «comunidad autogestionada», dice Kardelj a su juicio abstracto. En esta comunidad pretendida le atribuye el papel principal al individuo «en el trabajo asociado autogestor de sus propios intereses». ¿Qué se quiere decir con esto de trabajo asociado autogestor de sus propios intereses? Que se encuentran en el centro de la sociedad yugoslava, pero en ninguna parte se explica claramente. Lo que surge de esta idea es el individualismo burgués que pone los derechos absolutos de los individuos en la sociedad y su total independencia de esta misma sociedad, y que pone como prioridad los intereses personales por encima de los intereses de la sociedad en primer lugar.

Según este «teórico», se permite a tal juicio decir que la consolidación del Estado y su aparato son características para las formas:

«De las relaciones socialistas de producción basadas en la propiedad estatal». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Aclarando que eso no pasa en Yugoslavia, donde al contrario él dice, el proceso de consolidación del papel «autogestionado» de la clase obrera se desarrolla en contraste con el Estado. Según este «filósofo» el hombre no puede ser libre y dueño de su destino en un verdadero Estado socialista donde se aplican la ciencia marxista-leninista y la práctica revolucionaria leninista, sino que se transforma en una máquina. En la Yugoslavia de la «autogestión», sin embargo, el trabajador presuntamente adquiere gran importancia, y precisamente en esta «autogestión» es el «mecanismo democrático de la delegación de la sociedad yugoslava», ¿Qué clases tienen estos órganos estatales representantes que los guían en cuanto a ideología, en qué principios han construido su actividad y en qué foro se rinden cuentas? Por supuesto que hay una respuesta clara a todas estas preguntas y se pueden encontrar, pero no se registran en este libro ya que cualquier respuesta precisa arrojaría luz sobre el sistema político capitalista de Yugoslavia.

Kardelj se pega a sus posiciones anarquistas cuando escribe sin hacer distinción en absoluto acerca de qué Estado, partido o sistema al cual él se refiere, ataca al Estado en general por ser inhumano:

«Ni el Estado, ni el sistema, ni un partido político pueden darle la felicidad a la persona. La felicidad es algo que sólo la persona puede crear para sí misma». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Aquí, las tendencias para la espontaneidad en la teoría antimarxista del «socialismo autogestionado» se llevan a la superficie con toda claridad, según él cuales sean las necesidades de la clase trabajadora no se pueden organizar en el Partido Proletario o en el Estado para lograr sus aspiraciones, pero parece que encontrará la felicidad incluso mientras deambula en la oscuridad mientras pasa el tiempo.

Para anticiparse a la pregunta: «¿Si el Estado es innecesario por qué no se elimina en Yugoslavia?», Kardelj ya respondió:

«El Estado debe interponerse en el papel de árbitro sólo en aquellas situaciones en las que el acuerdo de autogobierno no se pueda lograr, siendo esencial desde el aspecto de los intereses sociales que se tome una decisión». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Y para demostrar que la necesidad de arbitraje estatal para colocar desacuerdos es rara, Kardelj dice:

«El libre intercambio de mano de obra tiene una influencia esencial en la reducción de los antagonismos entre el trabajo físico y mental. En estas relaciones el trabajo mental ya no es superior a un trabajo físico, sino que es sólo uno de los componentes del trabajo libre y unido del libre intercambio de las diferentes formas de los resultados del trabajo». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Al leer estas frases, la pregunta surge en la mente de todos: ¿es posible que el autor hable aquí del orden social en Yugoslavia? ¿Desde cuándo los antagonismos entre el trabajo mental y físico han sido reducidos en Yugoslavia?

La realidad del desarrollo en Yugoslavia demuestra lo contrario. Hay diferencias esenciales entre el trabajo mental y físico que no pueden ser reducidos por las palabras. Es realmente asombroso que se hable de la reducción de los antagonismos entre el trabajo mental y físico en el Estado yugoslavo, cuando se sabe que en este país por ejemplo de las diferencias salariales entre un trabajador y un intelectual, por no hablar de otras distinciones que han alcanzado una proporción de uno a veinte, si no más.

Kardelj considera la «autogestión en el trabajo asociado» como:

«La verdadera base material para la autogestión de la sociedad, es decir, en las comunidades socio-políticas que ejercen el poder del Estado desde la comuna hasta la federación, así como para la realización de los derechos democráticos de los trabajadores y de los ciudadanos en el funcionamiento del Estado, o, respectivamente, de la sociedad. El autogobierno es también la base material para el desarrollo del trabajador como un individuo creativo en la utilización de todo tipo de medios sociales». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Y añade muchas otras frases con el mismo espíritu.

Tratando de presentar la llamada «autogestión» como la base material de la felicidad del hombre que las grandes mentes de Yugoslavia supuestamente han «descubierto» para nosotros, Kardelj, recurre a frases retorcidas y al lenguaje eclesiástico predicando un sermón largo pero esencialmente sin decir nada. Él alinea ideas contradictorias sobre el «socialismo científico» y utiliza expresiones extensas a fin de dar a sus palabras un supuesto significado filosófico profundo.

Pero, ¿cómo es el que el sistema político yugoslavo se lleva a cabo en la práctica? Cuando se trata de responder a esta pregunta, Kardelj se ve obligado a admitir:

«En este sentido hay excesivos puntos débiles en el sistema. Toda una serie de debilidades en el funcionamiento de las organizaciones e instituciones de nuestro sistema político legítimo dan la impresión de que las fuentes potentes de la burocracia y la tecnocracia siguen funcionando, que nuestra administración es complicada y que por lo tanto está cubierta por la burocracia, que algunos órganos y las organizaciones se están recluyendo, que hay muchas lagunas y casos de duplicación de trabajo, que las formas de comunicación democrática entre los órganos de autogestión y estatal y la estructura social en su conjunto están poco desarrolladas, que llevamos a cabo muchas reuniones inútiles y estériles, que las reuniones y decisiones son con frecuencia insuficientemente preparadas desde el punto de vista profesional, que en la lucha por sus derechos, el ciudadano tiene a menudo dificultades para superar los obstáculos administrativos, etc.». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Así que si el sistema de «autogestión» se ahoga en la burocracia, si los órganos estatales y administrativos están aislados, toman decisiones sin valor, excluyendo a los ciudadanos que quieren que hagan algo acerca de sus muchos problemas, ¿quién, aparte de la camarilla de Tito, necesita este sistema? ¿Cómo se pueden gobernar los ciudadanos yugoslavos ellos mismos cuando como reconocen sus gobernantes no pueden superar los «obstáculos administrativos»? A pesar de la preocupación del diablo de esconder su pie ahorquillado, a pesar de todas las reservas y los esfuerzos para redondear la ideología titoista con el fin de cubrir los lados oscuros de su sistema, lo que él admite es suficiente para darse cuenta de la verdad.

Kardelj continúa y escribe:

«Tanto la estructura de las asambleas de los delegados y las decisiones se toman de forma organizada de tal manera que, en principio, puedan garantizar el protagonismo de los trabajadores unidos en todo el sistema de toma de decisiones del Estado». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Con estas palabras, se trata de enfocar para intentar demostrar que las «asambleas de delegados» –que en realidad son muy similares a las asambleas creadas por los sindicatos capitalistas donde los miembros del sindicato se entregan a habladurías– podrían cumplir funciones del Estado. Es por eso, según él, el Estado de la dictadura del proletariado es superfluo teniendo estas asambleas sindicales y esta «democracia de la producción» como decía Lenin.

Aquí, por supuesto, no se trata es un simple cambio de nombre; de la dictadura del proletariado –que aterroriza a la burguesía y los revisionistas–, por otro nombre menos ofensivo; «asambleas de los delegados». No, aquí se trata de cambiar el carácter de clase del Estado socialista, de modo que no es la clase obrera, sino la nueva burguesía la que está en el poder. No es difícil ver que estas posiciones tienen por objeto justificar el curso de regresar al capitalismo y, en la medida de lo posible, la traición titoista.

Con el fin de presentar su sistema notorio de «autogestión socialista» como correcto y aceptable, los titoistas se oponen a la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado. Para los titoistas todos los sistemas políticos distintos, sin hacer distinción entre el capitalismo y el socialismo, son «dogmáticos». Después de haber cualificado sus sueños de «sistema socialista de autogestión», intentan demostrar la superioridad de su sistema comparándolo con el orden social capitalista.

Por supuesto, los revisionistas yugoslavos no puede dejar de «criticar» al sistema político parlamentario de la sociedad burguesa al que Kardelj define como un «sistema multipartidista», pues de lo contrario se expondrían como defensores del parlamentarismo burgués, algo que tanto Marx como Lenin criticaron severamente en su tiempo –aunque de igual forma que sus concepciones anarco-sindicalistas–. También declaran que es erróneo considerar esta forma política del Estado burgués como un carácter universal y eterno. El mundo entero sabe que Kardelj no fue el primero en «criticar» la tesis de los ideólogos burgueses «sobre el notorio carácter universal y eterno del capitalismo». Al refutar los puntos de vista de la socialdemocracia, los clásicos del marxismo-leninismo demostraron científicamente que el sistema capitalista no es de ninguna manera universal y eterno, que está condenado a morir, que el Estado capitalista que es la descendencia y fundamento de este sistema hostil a la gente, debe ser destruido hasta sus cimientos, y en su lugar el sistema socialista debe ser establecido, y no un sistema bastardo como el sistema político yugoslavo de «autogestión», que parte del capitalismo para volver al capitalismo en su praxis.

Kardelj «critica» el sistema parlamentario burgués, pero a la ligera y suavemente porque le duele hacerlo, y por lo tanto, inmediatamente después de criticarlo, elogia su contribución al desarrollo democrático de la humanidad hacia el cielo y hace un fetiche de la misma. Con el fin de exagerar la contribución de tal manera que hace que el carácter reaccionario del parlamento burgués de hoy se palideciese hasta la insignificancia y, en particular para mostrar la «relación orgánica entre el parlamentarismo y la democracia los derechos humanos», por primera vez, cita –o más bien mutila– a Marx:

«El régimen parlamentario vive de la discusión, ¿cómo, pues, va a prohibir que se discuta? Todo interés, toda institución social se convierten aquí en ideas generales, se ventilan bajo forma de ideas; ¿cómo, pues, algún interés, alguna institución van a situarse por encima del pensamiento e imponerse como artículo de fe?» (Karl Marx; El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, 1852)

En el contexto del libro esta citación de Marx está fuera de intención y es por eso que puede difícilmente servir para demostrar lo que desea Kardelj. La idea de Marx, truncada y suelta de modo inadmisible de su contexto, tal como ella es citada diabólicamente por este revisionista, pone en duda el hecho innegable de que Marx absolutamente fue siempre contra el parlamentarismo vendido y podrido de la burguesía.

Este intento por parte del autor no tiene éxito porque todo el mundo sabe de la postura de Marx, quien nunca al criticar el parlamento burgués y la teoría burguesa de la división de poderes, dijo que las instituciones representativas del Estado no deben ser eliminadas ni que el principio de elecciones debe ser abandonado como se hizo en Yugoslavia. De hecho, escribió que en los órganos del Estado proletario dicho representante deberá estar configurado y funcionar no como «tertulias», sino como verdaderas instituciones que trabajan, construyen y actúan como:

«Un cuerpo de trabajo, ejecutivo y legislativo al mismo tiempo». (Karl Marx; La guerra civil en Francia, 1871)

Kardelj afirma que el parlamentarismo burgués se ha alzado como una «gran fortaleza», porque, según el autor de este libro, la práctica socialista, salvo en Yugoslavia, fue incapaz de desarrollar más rápidamente y ampliamente nuevas formas de vida democrática correspondiente a las relaciones socialistas de producción. La nueva forma de vida democrática, de acuerdo con Kardelj, presuntamente ha sido realizada bajo la «autogestión socialista» que «cruzó el Rubicón» y superó el poder de clase del Estado de los propietarios y de los gerentes tecnocrático-monopólicos de capital. Asombrosamente, a sus ojos, todos los esfuerzos de las fuerzas democráticas para encontrar las formas apropiadas de democracia resultaron «construcciones artificiales» del parlamento burgués, tentativas para unir «cosas que no pueden ser unidas», mientras que considera originales y socialistas a las bastardas estructuras del «socialismo autogestionado». Desde luego si hay que citar algún fraude en la estructura de gestionar y gobernar desde luego se encuentra en el primer lugar de las teorías antimarxistas y antidemocráticos el titoismo y su «autogestión». A pesar de las numerosas declaraciones engañosas hechas al respecto; la «autogestión» yugoslava sí que es una copia del parlamentarismo burgués y de las relaciones capitalistas de producción, ya que es un apéndice caótico del sistema capitalista mundial, de la estructura y de la superestructura de este propio sistema.

Continuando con la tan polémica cuestión nacional:

«Nuestra democracia socialista no sería un sistema global de relaciones democráticas sin la correspondiente solución de los problemas de las relaciones entre las naciones y nacionalidades de Yugoslavia». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Aunque el ideólogo revisionista habría tenido que explicar en esta ocasión cómo el sistema político de «autogestión socialista» ha resuelto el problema de las naciones y nacionalidades en Yugoslavia, aunque sea por las ansias del lector, pero renuncio a hablar en torno a este importante, serio y grave problema su Federación, y después de leer su libro de 323 páginas uno apenas puede recordar si hubo alguna charla sobre las naciones y nacionalidades.

¿Y cómo es el problema de las naciones y nacionalidades en Yugoslavia? La Federación Yugoslava ha heredado conflictos profundamente arraigados en este campo. De cuando las políticas de los grandes reyes serbios y círculos reaccionarios chovinistas en Yugoslavia excitaban conflictos y enemistades entre las naciones y las nacionalidades.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la República Federal de Yugoslavia lanzó la consigna de «unidad-fraternidad», pero esta consigna resultó totalmente insuficiente para resolver las diferencias heredadas del pasado, por lo que los viejos conflictos, el ansia desenfrenada por el dominio sobre los demás no desapareció. Tito y la camarilla de renegados que le rodea no llevó a cabo una política nacional marxista-leninista en cuanto a las tendencias de las repúblicas y regiones para separarse de la Federación. Por el contrario, las relaciones entre las nacionalidades fue la misma que en la época de los reyes y en lo que se refiere a ciudadanos de algunos países, su genocidio continuó como antes. Esta política sirve para alimentar el odio y los conflictos entre las naciones y nacionalidades de Yugoslavia. La «unidad» y «fraternidad» de los pueblos sobre los que hay una gran cantidad de publicidad en Yugoslavia, nunca ha sido presentado sobre la base correcta de la igualdad económica, política, social y cultural de las naciones y nacionalidades.

Sin realizar la igualdad en estos campos, es imposible resolver de modo justo la cuestión nacional Yugoslavia. Tres décadas de «autogestión socialista» tiene además su demagogia sobre la «comunidad autónoma de las naciones y nacionalidades de nuevo tipo», donde no se ha hecho nada sobre el ejercicio de los derechos soberanos de estas naciones y nacionalidades en las repúblicas y regiones de Yugoslavia. [Según los datos de la prensa yugoslava, las rentas per cápita en Kosovo son respectivamente 6, cerca de 5 y 3,5 veces más baja que en Eslovenia, Croacia y Serbia – Anotación de E. H.]

La región de Kosovo, por ejemplo, con una población albanesa casi tres veces mayor que la población de la República de Montenegro, tiene un claro atraso económico, político, social y cultural en comparación con las demás regiones de Yugoslavia. En las repúblicas más grandes, también existen diferencias inaceptables en todos los campos en comparación con las otras Repúblicas. Esperanzas piadosas sobre una solución con las viejas y nuevas diferencias entre las naciones de Yugoslavia son vanas.

A partir de un análisis objetivo y científico de esta situación tan difícil y conflictiva, la conclusión indiscutible de manifiesto sobre la cuestión nacional en Yugoslavia no se resolverá a menos que el marxismo-leninismo se lleve a cabo allí, a menos que el capitalismo disfrazado al amparo de la «autogestión» sea al fin derrocado.

Los renegados titoistas sienten este peligro y por lo tanto, si tienen que hablar de los problemas de las naciones y nacionalidades, tratan de llenar el vacío con declaraciones pomposas sin llegar al meollo de los problemas, o buscando un falso testimonio de otros revisionistas como hicieron cuando se dio gran publicidad a las declaraciones de los revisionistas chinos sobre la solución marxista-leninista de la cuestión nacional en Yugoslavia.

En palabras de los revisionistas pueden presentar las relaciones entre las naciones y nacionalidades de Yugoslavia como quieran, pero la amarga verdad de este problema seguirá persiguiéndoles más allá de la muerte.

La cuestión nacional en Yugoslavia será resuelto por los pueblos de la Federación presente por sí mismos y no por los que, a pesar de lo que dicen, de hecho, todavía persisten en la política reaccionaria y chovinista de sus predecesores.

Continuando con sus explicaciones sobre la política del Estado yugoslavo, la astucia del revisionista Kardelj sostiene que esta política:

«Ya no es el monopolio de los políticos profesionales y los carteles políticos detrás de la escena, sino que se convierte en una cuestión de actividad directa, y directamente organizado por la toma de decisiones por parte de los autogobiernos y de sus órganos». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

He aquí, Kardelj quiere decir que a partir de ahora no nos critican por haber traicionado los intereses de la clase obrera más, porque el trabajador yugoslavo es el amo de la política del país y de la defensa de sus intereses que son «autogestionados», a diferencia de los otros Estados en los que los políticos profesionales son los maestros. Y aquí también, de mala fe que no hace ninguna diferencia entre los países capitalistas y socialistas, pero agrupa a todos juntos, porque de esta manera es más fácil presentar el negro como blanco.

Kardelj sabe que para realizar los objetivos deshonestos él tiene en mente que tiene que trivializar las manifestaciones que exponen la realidad «autogestionada» a cada paso. Por lo tanto, menosprecia el hecho de que el trabajador yugoslavo no tiene posibilidades de realizar sus derechos en el ámbito político y económico, y lo explica con que:

«Se debe a una serie de razones objetivas y subjetivas –entre los que, sin duda, el nivel relativamente bajo de educación y la cultura y el nivel de la aplicación de la ciencia pertenece– que el trabajador aún no es capaz de dominar, orientar, controlar o totalmente de una manera consciente y creativa de todos los procesos que la suposición social y económica le impone». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Es obvio que esto fue escrito para defender posiciones antiobreras y antisocialistas. Actualmente, el obrero yugoslavo no comprende nada de esta teoría ilusoria y no ve aplicar en la práctica ninguna de estas ideas absurdas y fariseas que para él son inaceptables.

Dado el bajo nivel cultural y científico de los trabajadores –pese a las tortuosas décadas de «autogestión»– es un obstáculo comenta Kardelj, y por tanto el papel principal en la «autogestión» de la sociedad es interpretado por la gente educada y cualificada, que son la élite gobernante en esta «comunidad socialista». En estas circunstancias, las decisiones se adoptarán en la mayoría de los casos, precisamente por esa élite, por el elemento de culto de la nueva burguesía que hace la ley en Yugoslavia. ¿Quién tiene la culpa de que la élite está adquiriendo un papel protagonista y que el papel de los trabajadores esté disminuyendo? No hay duda de que la culpa es en el propio sistema social que genera la nueva clase capitalista y le proporciona la posibilidad de fortalecerse económicamente e instruirse a expensas de los trabajadores, mientras que la clase trabajadora se queda en un nivel económico bajo y nunca aprende a manejar nada. Kardelj no puede evitar mencionar el hecho de que en la práctica las decisiones son tomadas por un porcentaje relativamente pequeño de personas en Yugoslavia. Pero lo que no dice, es que es justamente así como se crea el monopolio político de la élite sobre la toma de las decisiones y el reparto de las rentas en las empresas de «autogestión socialista». Este monopolio político, que los revisionistas yugoslavos supuestamente ellos mismos evitaban y combatían, es particularmente notable en su denominado sistema político de «socialismo autogestionado». Avanzando en sus teorizaciones anarquistas sobre el Estado y las clases sociales puntualiza:

«En la «autogestión» de la sociedad en lugar de las viejas relaciones del trabajador, el Estado y las actividades sociales, una nueva relación inevitablemente debe constituirse entre los trabajadores de la producción directa y los trabajadores de las actividades sociales». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Según él, la construcción de relaciones sociales por la vía de un régimen socialista donde se aplica el socialismo científico, donde hay unidad entre los trabajadores directamente involucrados en la producción y los trabajadores que participan en actividades sociales, donde hay fuerte actividad socio-política y una organización de la economía en la que juega el principal papel los trabajadores organizados en el Estado socialista, esto no es el camino correcto, ya no sirve, o nunca ha servido. La forma correcta, de acuerdo con Kardelj, es el de la construcción de «nuevas» relaciones sociales sin la participación del Estado.

Todas estas frases son emitidas para empañar totalmente los beneficios del sistema verdadero y socialista y para hacer creer mentirosamente que en Yugoslavia se va hacia la unidad entre los obreros y los intelectuales a través de las técnicas capitalistas de «libre intercambio de mano de obra», como si estas prácticas lograran atenuar, como por arte de magia los problemas y diferencias entre estos dos extractos de la sociedad, cuando en verdad agrandan dichas diferencias más en Yugoslavia, donde a diferencia de un país libre de clases explotadas, el extracto social de la intelectualidad esta corrompida y sirve para las clases explotadoras.

En la teoría de Kardelj no hay ninguna mención a la destrucción violenta del Estado capitalista, de la toma del poder por la clase obrera y el establecimiento de la dictadura del proletariado, ni puede existir. Aunque él cita las palabras de Marx de que «en determinados momentos tenemos que recurrir a la violencia que finalmente constituirán el poder del proletariado» lo hace sólo para demostrar que Marx supuestamente se inclinó más hacia el triunfo de la revolución proletaria por medios pacíficos, teniendo en cuenta la violencia como una excepción y algo que era condicional a algunas circunstancias sociales particulares. Y con tales sofismas Kardelj busca crear la impresión de que la clase obrera hoy en día puede lograr sus intereses históricos no a través de la revolución, sino en alianza con los diversos partidos políticos de los países capitalistas. Kardelj ha copiado conjurado esta manera astuta para enfrentar a Marx contra Marx en cuanto a la posibilidad de la transición pacífica al socialismo de igual forma que ya intentaron sus predecesores revisionistas, contra quien escribió Lenin:

«El argumento de que Marx en los años setenta permitió la posibilidad de una transición pacífica al socialismo en Inglaterra y Estados Unidos es completamente falaz, o, para decirlo sin rodeos, deshonesto, ya que está haciendo juegos malabares con citas y referencias». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)

Kardelj necesita estas falsificaciones con el fin de echar una mano a los «eurocomunistas», con los que está en completo acuerdo. Los partidos revisionistas de Italia, Francia y España han declarado que van a alcanzar el socialismo a través del desarrollo de la democracia burguesa y la libertad, a través de la fuerza del voto en las elecciones parlamentarias. De acuerdo con los «eurocomunistas» la capacidad de la clase obrera se expresa en la cuestión de en qué medida se va a ganar los puestos clave en la estructura de la sociedad capitalista y el Estado, así como en el funcionamiento de la sociedad. De esta manera, dicen, la transformación del carácter de las relaciones capitalistas de producción a las relaciones «autogestionadas» o «socialistas» de producción se harán posibles. Es precisamente en esta cuestión que la teoría titoista y la teoría del «eurocomunista» están en plena concordancia. Los «eurocomunistas» son obligados a aceptar el pluralismo político burgués europeo y la unidad entre los partidos burgueses, para llegar, supuestamente a través de reformas a poder adquirir los numerosos derechos de la clase obrera y, por esta vía, hasta incluso pasar a la sociedad «socialista». Kardelj llama a estos esfuerzos de sus amigos «cambios estructurales» llamados a promover infaliblemente el desarrollo de este proceso y a modificar la posición y el papel del mismo parlamento.

Por lo tanto la teoría de Kardelj demanda que los partidos «comunistas» de Europa Occidental en las condiciones de la crisis del sistema capitalista deben conservar el sistema parlamentario cuyos logros democráticos –como él dice– no pueden ser negados, que se tiene que encontrar una forma adecuada para asegurar una alianza con las más amplias fuerzas «democráticas» de la clase obrera. A través de este tipo de alianza, acorde a la lógica revisionista, una situación favorable «democrática» puede ser creada en el sistema parlamentario, y a largo plazo este mimo sistema parlamentario –quién sabe cómo– será «transformado» en una potencia decisiva del pueblo. Este es el curso que el titoismo establece para los otros partidos revisionistas para llegar al poder de forma pacífica.

En los Estados burgueses, sin embargo, son los capitalistas, las empresas nacionales, los carteles nacionales y las sociedades multinacionales los que tienen bien amarrado el poder. Estas fuerzas del capital detentan las llaves principales de la dirección de la economía y del Estado, dictan la ley y, a través de un proceso democrático fraudulento, se designa un gobierno que estará a sus órdenes y actuará como un administrador oficial de la riqueza. La burguesía no salvaguarda su poder para entregarlo a los «eurocomunistas» sino para proteger sus intereses de clase, incluso con derramamiento de sangre si es necesario. Para dejar de ver esta realidad que la vida atestigua cada día necesitaríamos cerrar los ojos y disfrutar soñando despierto. Si los «eurocomunistas» conociéndoles en efecto, tienen éxito en la obtención de una o más posiciones en el gobierno burgués, será que de hecho, que llegaran allí como representantes y gendarmes del capitalismo, al igual que los otros partidos políticos burgueses y no como representantes del proletariado ni defensores de sus derechos allí.

En la pseudodemocracia burguesa, el parlamento, que supuestamente elige al gobierno, no es más que una marioneta en manos del poder del capital que opera «detrás de escena» y dicta todo en formas diferentes desde el exterior. Los partidos diversos representados en el parlamento, así como los sindicatos que pretenden luchar para defender a los obreros, sólo dan matices diversos a estas diferentes formas de realización del poder verdadero que emana «detrás de escena». En realidad, todos los partidos y los sindicatos burgueses-revisionistas en el Estado capitalista, independientemente de las denominaciones con las que se atavían, están bajo la dependencia del empresariado.

Kardelj dice que los «eurocomunistas» tienen razón al vincular su lucha política por el «socialismo» con la defensa de las instituciones y del pluralismo de las fuerzas políticas, porque, como él dice:

«En la situación actual de los países de Europa Occidental, este es el único camino realista a la unidad de las fuerzas de la clase obrera, así como para vincularla con las otras fuerzas democráticas de los pueblos. Sólo esta esencia puede fortalecer las posiciones sociales y políticas de la clase obrera, es decir, hacen que sea capaz no sólo de criticar a la sociedad, sino también cambiarla». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Expresando los enlaces, la solidaridad y la unidad de la Liga de los «comunistas» de Yugoslavia con los «eurocomunistas» y todos los partidos que son revisionistas que de una forma u otra defienden como sea el capitalismo, Kardelj dice orgullosísimo:

«Tenemos razones para defender el sistema parlamentario y el pluralismo político en contra de los ataques de las fuerzas reaccionarias de la sociedad burguesa». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Este «ideólogo» quiere decir que la clase obrera y los pseudocomunistas de Europa Occidental tienen razón para unirse con las instituciones capitalistas, el parlamento, y el gobierno burgués como están haciendo, porque a través de esta unión y sólo de esta manera la clase obrera será capaz de cambiar la sociedad.

De los hechos antes mencionados se hace evidente que la «autogestión» yugoslava para la sociedad es la estrecha alianza o fusión del capitalismo y el socialismo, porque los capitalistas de hoy en día al parecer no se oponen a la edificación de una nueva sociedad donde la clase obrera ganará la capacidad total de asumir sus derechos democráticos y derechos de «autogestión». Por eso no es difícil entender que el autor del libro recomienda una transición de la «sociedad de consumo»; en la que se alega que los tecnócratas han tomado el poder, por una «autogestión» de la sociedad; en la que «los individuos se asocian en un trabajo asociado» y a esta transición el llamado un triunfo del socialismo. No hay nada parecido al socialismo científico en estos juicios y se destaca la astucia de estos renegados. Como fieles servidores de la burguesía capitalista, los titoistas niegan la revolución proletaria y la lucha de clases con sus escritos. Al afirmar que la «sociedad de consumo» –el sistema capitalista– puede transformarse en socialismo gradualmente, sin una revolución violenta, realmente tratan de desarmar al proletariado y aplastar su partido marxista-leninista.

Finalizando este capítulo, añadimos esta demagógica cita:

«En los países capitalistas el poder ejecutivo está vinculado con las fuerzas políticas que actúan e imponen su política desde fuera del parlamento». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Una vez más Kardelj no está diciendo nada nuevo, sino que simplemente está repitiendo la idea de su propia observación que fue expresada por Lenin en su exposición magistral de la falsedad de la democracia burguesa. Esto es buen para asimilar y repetir las ideas de Lenin, pero no es ni la preocupación del leninismo ni la de la búsqueda del socialismo lo que afecta al Sr. Kardelj. En realidad tiene miedo del «politicismo» así como del «monopolio político» proletario del leninismo, aunque del mismo modo que no le gusta «adoctrinar», le agrada «politizar» a los demás y hacerles creer que, bajo el capitalismo, el poder ejecutivo está muy manipulado por fuerzas de fuera de los órganos del Estado, alegando de paso que en Yugoslavia en la Presidencia de la República Federativa Socialista de Yugoslavia y en el Consejo Ejecutivo Federal, que constituye el gobierno, obviamente han escapado a este peligro suponemos que a través de un milagro, ya que supuestamente:

«Se han dividido las competencias de manera precisa». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Dejando de lado esa falacia por un momento, vemos por eso las contradicciones de los yugoslavos son interminables, ya que dicen una cosa y hacen otra, se quejan de algo y lo practican. Pero volviendo al tema, la fuerza política en Yugoslavia, según Kardelj, se concentró en:

«La asamblea de delegados y, además, no sólo en esto, sino en la interconexión de la asamblea con toda la estructura social». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Esta «asamblea de delegados» en lo que se refiere a sus «plenos poderes y autoridad» y a su forma descentralizada y localista, recuerda a las asambleas de los llamados países burgueses sobre la autonomía local, a los que Lenin ridiculizó diciendo que:

«Si el gobierno central no es plenamente democrático, las autoridades locales pueden ser «autónomas» sólo en asuntos menores, pueden ser independientes sólo en cuestiones referentes a los lavabos; pueden ser de «democráticos» como por ejemplo, los zemstvos que estaban bajo Alejandro III». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe sobre el Congreso de Unificación del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, 1906)

En la «autogestión» obrera, se dice, que los «delegados» exponen libremente sus opiniones. En teoría, por supuesto, no sólo los «delegados», sino también los trabajadores tienen todos los derechos, pero en la práctica no disfrutan de ninguno. En el sistema político yugoslavo de «autogobierno» todo está decidido desde arriba y no desde abajo. Las protestas de los obreros y demás trabajadores yugoslavos contra el enriquecimiento y la corrupción de altos funcionarios, sus demandas por la eliminación de las diferencias económicas y sociales, la abolición de las empresas privadas, el aumento de la corrupción política y moral, las protestas en contra de la discriminación nacional, etc. son bien conocidos hoy día. El libro está lleno de largas e interminables frases que tienen por objeto hacer que el lector se canse y así hacerle creer que la idea abstracta de «socialismo autónomo» existe en Yugoslavia, y que «los trabajadores autónomos» reinan en la administración, mientras que los obreros realmente no tienen en realidad ninguna competencia. Las llaves para el gobierno del país están en manos de la nueva burguesía yugoslava que opera desde posiciones derechistas mientras que se disfraza con consignas de izquierda».(Enver Hoxha; La «autogestión» yugoslava: teoría y práctica capitalista, 1978)

Derrota estratégica estadounidense en Oriente Medio en una coyuntura de intensa carrera armamentista

Por Enrique Muñoz Gamarra |
Especial para Diario Octubre |

Ante todo es de advertir que el actual proceso de decadencia del prolongado posicionamiento hegemónico mundial estadounidense, cuyo origen data desde inicios del siglo XX, es muy acelerado. Esto en la actual fase de la Coyuntura Histórica que se vive desde 2008 es una constante. Y es que el devenir de los hechos es muy acelerado.

Sobre esto (acelerado proceso de decadencia de Estados Unidos) hay tres hechos que gravitan fuertemente. Primero, la gran crisis económica (Gran Depresión Económica del 2008 que ha llevado al colapso a las economías, estadounidense y europea). Segundo, la ascensión económica de China. No olvidemos que la economía China, aun tras el actual enfriamiento de la economía mundial (ralentización), sigue constituyendo una gran fuerza que paulatinamente viene imponiéndose en la economía mundial. Y, tercero, el nuevo posicionamiento geoestrategico adoptado por Rusia en torno a Siria que ahora empieza a fluir al conjunto del planeta, en realidad, es una fuerza que de facto se orienta a certificar la equiparación de fuerzas existente en el mundo desde finales de 2011 entre las principales fuerzas militares imperialistas (armamentístico) de Rusia, Estados Unidos y China.

Ante esto la respuesta estadounidense ha sido la provocación a través de su viejo ejército. A no dudarlo el grupo de poder fascista de Washington está vivo y pertrechado de un inmenso arsenal militar (armas nucleares, artefactos supersónicos, fuerzas armadas y paramilitarismo). Esto, a excepción del paramilitarismo, también tiene pleno valor para el resto de países imperialistas, no olvidemos que están en un periodo de cruenta carrera armamentista.

Sus provocaciones están orientadas en dos direcciones: primero, contra las otras potencias imperialistas (Rusia y China), en este caso, para un golpe global con sus paraguas nucleares y sus portadores supersónicos, cuyos prototipos están en constantes ensayos. Y, segundo, dirigidas contra los países débiles ubicados en América Latina (Venezuela), Asia Central, sobre todo, Afganistán, también en África. Se sabe que en estas regiones han empezado a fortificarse las formaciones paramilitares del viejo ejército estadounidense. No olvidemos que esto es parte de la orientación fascista asumida por el estado estadounidense desde inicios del actual milenio.

Sin embargo sus propósitos por establecer nuevos dispositivos nucleares para neutralizar la capacidad ofensiva de Rusia y China han sufrido persistentes retrasos porque también estos países desarrollan aquellos dispositivos. La marcha de los acontecimientos en estos últimos meses ha conducido en el ámbito mundial, en medio de la cruenta carrera armamentista, al fortalecimiento de la equiparación de fuerzas, principal sustento del sistema multipolar en la superestructura actual del mundo. Esto para el grupo de poder fascista de Washington es una completa desesperación.

Y, en esas condiciones, es de constatar que las confrontaciones mayores (Tercera Guerra Mundial) entre los potencias imperialistas no están excluidas, son extremadamente latentes, sobre todo, por la tendencia guerrerista del sistema imperialista, la existencia de los bloques (en este caso, como bloques militares, tal como son, por una parte, el viejo ejército estadounidense y la OTAN y, por la otra, la alianza militar ruso-chino y la Organización de Cooperación de Shanghái) y por la catadura moral del siniestro grupo de poder fascista de Washington. Hay que tomar nota debida de esto.

Pero, en lo esencial, la característica principal de la actual situación mundial, vista desde el ámbito geopolítico, es la concreción del recambio geoestratégico que apunta al fortalecimiento del sistema multipolar en pleno vigor desde finales de 2011. Es un proceso que, como hemos dicho más arriba, ha empezado a acelerase tras los nuevos cambios habidos en la economía mundial, sobre todo, tras el nuevo posicionamiento geoestratégico de Rusia sobre Oriente Medio que está conduciendo, en este mismo momento, a la derrota estratégica del viejo ejército estadounidense en esta región (Oriente Medio). Esto es aun cuando se sabe que se está a la espera de una ofensiva militar mayor en zonas como Alepo (incluyendo contra el PYD kurdo aliado estratégico del Pentágono) y tras las bravuconadas del pentágono en el sentido de enviar fuerzas terrestres a este país (Siria). Y ocurre en una situación de dura confrontación (agudización de la contradicción inter-imperialista) con intensa carrera armamentista donde la paridad militar entre Rusia, China y Estados Unidos es muy clara.

Veamos esto en el siguiente apunte documentado:

I.- LAS LECCIONES DE ORIENTE MEDIO, EN PARTICULAR, DE SIRIA:

1.- Ante todo hay una nueva Siria que empieza a emerger aplastando a los más viles comandos de operaciones especiales de los estados agresores (más de 60 países encabezados por Estados Unidos):

Ciertamente en Siria han quedado sepultos los mejores comandos de operaciones especiales, en primer lugar, de los estados imperialistas como Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Canadá, etc. También de los países del Golfo Pérsico, como Arabia Saudita, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Kuwait. Sin olvidarnos de Turquía e Israel. Todos, verdaderos puntas de lanza y carnes de cañón del viejo ejército estadounidense junto a los miles y miles de borregos que han llevado hasta este país (Siria) a cuenta de unos mendrugos como parte del paramilitarismo fascista provenientes de las criminales barras bravas, sectas religiosas y movimientos juveniles desclasados de América Latina, África, Asia, Europa Occidental y Oriental y del mismo Estados Unidos, bajo supervisión directa del Pentágono. Este es el Estado Islámico. No otra cosa.

Sobre esto algunas notas:

A.- El 07 de octubre de 2015 la Agencia de Información Internacional “Los Pueblos Hablan” dio cuenta  que en las operaciones aéreas rusa iniciadas el 30 de septiembre de 2015 sobre territorio sirio habrían muerto agentes encubiertos de la CIA (oficiales de la CIA o de las fuerzas especiales de Estados Unidos que operaban como comandos de dirección de su engranaje “Estado Islámico”, en realidad enlaces entre sus comandos centrales ubicados en territorio estadounidense y los grupos criminales de paramilitarismo que operan en Siria). Un hecho muy grave, pero, el presidente estadounidense, Barack Obama, se habría negado repatriar sus cuerpos.

Veamos:

“Un nuevo informe sombrío del Ministerio de Defensa (MoD) que circula hoy en el Kremlin afirma que el régimen de Obama se ha negado a repatriar los cuerpos de al menos 3 sospechosos de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos / Agencia Central de Inteligencia (CIA), soldados muertos por los devastadores ataque aéreos de las fuerzas aeroespaciales sobre un centro de comando y control de Al Qaeda en el pueblo sirio de Al-Latamneh que causó la muerte de más de 134 terroristas y forzó la huida estimada de 3000 de estas fuerzas enemigas hacia Jordania” (1).

B.- El 20 de octubre de 2015 se dio cuenta desde “Causa Infinita” que Comandos del SAS Británico, la unidad de operaciones especiales más famosa del Reino Unido, estaban combatiendo en Siria provistos de uniformes negros y ondeando banderas del “Estado Islámico”, junto a las formaciones de los sionistas israelíes y otros grupos de paramilitares que actúan en este país bajo dirección de las fuerzas especiales del viejo ejército estadounidense.

Veamos:

“En su información el “Sunday Express” asegura que los comandos del Reino Unido intervienen junto con fuerzas de operaciones especiales norteamericanas y posiblemente israelíes. Oficialmente ésta sería la respuesta del primer ministro, David Cameron, al asesinato de una treintena de británicos en la matanza de Susa, Túnez, el pasado 26 de junio, y cuya autoría fue reivindicada por el DAESH. Los SAS se mueven en pick-ups civiles, se han dejado crecer largas barbas para asemejarse a los takfiríes y cuentan con mini drones (vehículos aéreos no tripulados) dotados de cámaras para explorar el terreno y pasar la información a 250 especialistas en comunicaciones y analistas de inteligencia que les prestan apoyo desde la base de la OTAN en Incirlik (Turquía)” (2).

C.- Una última nota a este respecto está referida a la rendición y la entrega de armas al ejército sirio de una unidad de élite de mercenarios entrenados por el viejo ejército estadounidense ocurrida en la provincia de Qunteira. En realidad una unidad de operaciones especiales compuesto por efectivos mercenarios de diversos países pero disfrazados como “Estado Islámico”.

Veamos:

“Precisó (una fuente de inteligencia siria) que las tropas gubernamentales rodearon a los yihadistas y aniquilaron a su comandante. La mayoría de los yihadistas rendidos habían sido entrenados en los campos estadounidenses en la provincia de Deir ez-Zor, en el este de Siria», agregó un portavoz” (3).

D.- Pero, por regla general, Estados Unidos así como subvenciona ejércitos también los utiliza. El 19 de octubre de 2015 se tuvo conocimiento desde ANNCOL (Prensa colombiana) que militares colombianos habrían sido enviados hasta Yemen para reforzar tanto a las fuerzas del Estado Islámico como a las fuerzas del criminal ejército de Arabia Saudita que ahora desangran al pueblo yemenita.

Este es el apunte:

“La temperatura en Abu Dabi aumenta por estos días. El calor húmedo les recuerda a un puñado de militares colombianos lo difícil que era estar en las selvas de Caquetá, en medio de las operaciones contra las Farc…Él, un avezado capitán que hace cuatro años se enlistó en el grupo que decidió dejar la guerra en Colombia para ir a Emiratos Árabes, hace parte de la primera compañía de nacionales (92 hombres) que, portando el uniforme saudí, entrarán esta semana en la ciudad portuaria de Adén, la segunda de Yemen y la puerta de acceso al mar Rojo. (Además: Decenas de muertos dejan bombardeos contra rebeldes en Yemen)” (4).

D.- Y, tras la heroica resistencia del ejército antiimperialista sirio que ha batallado contra más de sesenta ejércitos agresores por cerca de cinco años, es posible anotar su conversión, tras estas agresiones, en uno de los más poderosos de Oriente Medio. Muy bueno el análisis de Robert Fisk.

El apunte:

“Fisk añade que la operación llevada a cabo por Rusia es a largo plazo y constituye el principio de una extensa lucha llevada a cabo por ese país contra el terrorismo en Siria. Él considera que el Ejército sirio preservará su fuerza y saldrá de esta guerra como uno de los más poderosos ejércitos de la región, y esta fortaleza hará fracasar los complots de los países enemigos contra Siria” (5).

2.- La derrota militar estadounidense en Siria:

Ante todo es bueno tomar nota que en la intervención aérea de Rusia sobre Siria que empezó el 30 de septiembre de 2015 las armas utilizadas han sido contundentes, entre ellos podemos citar: primero, los misiles SSN-30A Kalibr de largo alcance (26 misiles lanzados por la Flotilla del mar Caspio rusa el 07 de octubre de 2015 que recorrieron 1.500 kms hasta llegar a su objetivo). En realidad un Kalibr es un sistema lanzador de misiles vertical que permite disparar una amplia gama de proyectiles como el misil supersónico antibuque Onix 3M55, el misil de crucero subsónico antisubmarino 91RT o el de gran alcance 3M54, empleados contra objetivos en tierra. Segundo, los sistemas de interferencia (bloqueo) de radares (desde el inicio de su despliegue militar, Rusia instaló un centro de interferencia en Hmeymim, al norte de Latakia). Tercero, los misiles S-300 (que derriban misiles, aviones de guerra, drones, etc.). Cuarto, los imponentes sistemas electrónicos que ahora le permite oír todas las maquinaciones del sionismo israelí. Rusia, se dice, dispone actualmente de una gran capacidad de interferencia sobre todas las comunicaciones de la OTAN. Quinto, el sistema de posicionamiento y navegación GLONASS (desechando el sistema estadounidense GPS que hasta hace poco era un monopolio completo de este país). Y, sexto, una aviación de lo mejor, entre ellos, los Sukhoi SU-35, superior al F-22 captor estadounidense.

Algunas de sus consecuencias:

A.- De hecho lo anterior ha conducido a una debacle de toda la geoestratégia estadounidense, sobre todo, en Oriente Medio. El ministerio de defensa ruso habla de una reconfiguración del campo de batalla en Siria.

Veamos:

“Los bombardeos rusos reconfiguran el campo de batalla en Siria. ‘La utilización puntual de la aviación rusa de combate en la provincia de Damasco ha traído consigo un cambio fundamental de la situación operativa en esta región’, informó el lunes el representante oficial del Ministerio de Defensa de Rusia, Ígor Konashénkov. De acuerdo con él, los aviones rusos lograron obligar a los combatientes del Estado Islámico (EI) a «abandonar en masa» sus posiciones. En Idlib, un bombardero ruso Su-24 destruyó un puesto de mando de una de las unidades del Frente Al Nusra y dos vehículos equipados con cañones automáticos antiaéreos ZSU-23. También fueron alcanzadas varias fábricas de armas del EI. En Hama un bombardero Su-34 neutralizó un complejo de instalaciones subterráneas del EI que contaba con una amplia red de salidas, y un almacén grande de municiones y armamento” (6).

A esto debemos agregar el siguiente apunte muy importante efectuado por Rusia Today:

“Se está observando una drástica reestructuración de la geopolítica en Oriente Medio, donde EE.UU. y sus aliados están siendo marginados a pesar de haber ‘invertido’ cientos de miles de millones de dólares para lograr sus objetivos en la región, aseguran expertos. Rusia, Irán y China están incursionando en Oriente Medio, y parece que EE.UU. y Europa no tienen ni la capacidad ni la voluntad para hacer algo al respecto” (7).

B.- En los hechos, la fuerza de la ofensiva del ejército sirio al impulso de la intervención aérea de Rusia, se concreta en la fuga masiva del ejército paramilitar (Estado Islámico), sobre todo, de la ciudad Raqqa considerada como su bastión principal, se dice, “capital” del despropósito califato islámico que pretendía instalar Estados Unidos en esta país (Siria). Algunas notas que hemos podido captar de esta situación indican que muchos integrantes de este engranaje del viejo ejército estadounidense y sus familias estaban huyendo en bandada de Tal al Sama y otras partes del norte de Raqqa. Según el periódico Al Akhbar, estos mercenarios, están en un estado de confusión tras la destrucción de sus cuarteles e instalaciones en Raqqa. Los patrullajes en la ciudad prácticamente han desaparecido por temor a los ataques rusos.

C.- Por otra parte se indica que cientos de estos mercenarios miembros del Estado Islámico cruzan cada noche la frontera turca, jordana e iraquí.

El apunte:

«De acuerdo con informes de inteligencia, incluidas interceptaciones de radio, cada noche cruzan la frontera turca a través del paso situado cerca de la ciudad de Reyhanli hasta cien extremistas armados del Frente Al Nusra y a través del paso que está junto al distrito de Yarabulus hacen lo propio los militantes del Estado Islámico«, ha explicado el alto cargo militar en rueda de prensa para los agregados militares y medios extranjeros. Los combatientes cruzan la frontera haciéndose pasar por refugiados, ha añadido Kartapólov. Los ataques aéreos de las fuerzas rusas han dañado la infraestructura del grupo terrorista el Estado Islámico en las provincias sirias de Idlib, Alepo, Homs y el norte de Latakia. Cienos de militantes se retiran de la zona de conflicto y se dirigen hacia Turquía” (8).

II.- INTENSIFICACIÓN DE LA CARRERA ARMAMENTISTA (¡SENCILLAMENTE LA SECUENCIA DE LOS HECHOS ES IMPRESIONANTE!):

1.- La implicancia desde Estados Unidos:

A.- Sin rodeos, el mismo día que Rusia empezaba sus operativos aéreos en siria (30 de septiembre de 2015), Estados Unidos estaba lanzando un misil balístico intercontinental Minuteman 3 equipado con una ojiva de entrenamiento desde la base aérea de Vandenberg, situada en la costa noroeste de Los Ángeles, California que alcanzó a impactar contra su objetivo cerca de las Islas Marshall, en el Océano Pacífico, a una distancia de 6.700 kilómetros del lugar de lanzamiento.

Veamos:

“Los misiles Minuteman 3 han sido durante años el núcleo de las fuerzas nucleares de disuasión estratégica de Estados Unidos. Según el diario ‘The Washington Post’, la Fuerza Aérea de Estados Unidos (que opera todo el arsenal nuclear del país), dispone de cerca de 450 misiles de este tipo en tres bases aéreas situadas en los Estados Dakota del Norte, Wyoming y Montana” (9).

B.- Algunos días después (03 de octubre de 2015) estaba muy preocupado que los aviones de combate rusos aprendieran a detectar las señales de radares de sus furtivos F-22. El 20 de octubre de 2015 el subsecretario general de la OTAN, Alexander Vershbow, citado por el portal EurActiv dijo: «La creciente concentración de las fuerzas en Kaliningrado, el mar Negro y ahora en la parte oriental del mar Mediterráneo crea problemas adicionales” (10). Lo cierto es que, cada vez, es más visible la disminución de su poderío militar respecto a las otras potencias. Esto ha empezado a demostrar aquellos operativos.

Veamos:

“A juicio de un oficial anónimo de la inteligencia de la Fuerza Aérea de EE.UU., los aviones de combate rusos Su-30SM y Su-34 serán capaces de recoger los datos sobre señales de radares de los mejores aviones de combate estadounidenses, los F-22 Raptor, según la revista ‘The National Interest’. El oficial indicó que la operación aérea rusa en Siria por una parte permitiría a la Fuerza Aérea de Rusia adquirir experiencia en condiciones de combate reales y, por otra, recibir datos sobre las características de las señales que emiten los radares de los F-22 (que también operan en esta zona): en otras palabras, datos técnicos que permiten detectar la presencia del F-22 y evitar sus ataques. Estos dispositivos son detectores de emisiones de radiofrecuencia de un sistema de radar, cuyo objetivo principal es emitir una advertencia cuando se detecta una señal de radar que podría suponer una amenaza. «Esto no es exactamente una recopilación de datos de inteligencia tradicional, de por sí es una manera de conocer cómo sus receptores de alerta radar reciben y reflejan la radiación de los radares de los F-22″, explicó” (11).

C.- Ese mismo día, 03 de octubre de 2015 (cumpliendo planes anteriores) la OTAN empezaba los ejercicios más grandes realizados después de finalizada la llamada “Guerra Fría” y denominada “Trident Juncture 2015”, cuya primera fase debía prolongarse hasta el 16 de octubre y la segunda continuar desde el 21 de octubre hasta el 6 de noviembre. Se dice que en esta segunda fase movilizarán más de 36.000 militares de 33 países (28 de la OTAN y cinco aliados), más de 230 unidades militares, 140 aviones y 60 barcos de guerra, que se desplegarán en Italia, Portugal y España. Así que en este momento en que estoy escribiendo esta nota está en plena ejecución este ejercicio naval y que de hecho, tiene un claro objetivo anti-ruso (clara provocación que utiliza a España por el Estrecho de Gibraltar), sobre todo hoy por su implicancia estratégica en el conflicto de Oriente Medio.

Veamos:

“Dado el compromiso de la cumbre de Cardiff de hacer unos ejercicios de “gran visibilidad”, estas maniobras serán las más concurridas desde la guerra fría, 36.000 combatientes, de los que España aporta unos 8.000. Obviamente, es un mensaje dirigido a Rusia, que se complementa con otras acciones, como el preposicionamiento en los países del este de infraestructuras para acoger a esa fuerza, el despliegue allí de artillería o fuerzas blindadas de EEUU y Reino Unido, el triplicar la fuerza aérea destacada en los países bálticos o la incorporación de nuevas armas nucleares tácticas a las bases de EEUU en Europa. Es decir, estas maniobras son una exhibición de músculo, en el terreno más apropiado, dentro de toda una panoplia de medidas agresivas contra Rusia. (12).

D.- Luego el 16 de octubre de 2015 Estados Unidos estaba en una demostración del primer vuelo de prueba de su caza F-16V recientemente modernizado por la compañía estadounidense Lockheed Martin.

Veamos esto:

“El ensayo tuvo lugar el 16 de octubre y ha marcado, según dijo el vicepresidente de la empresa, Rod McLean, un hito histórico en la evolución de la serie de los F-16. Las mejoras del F-16V permiten estar en lo más alto de la seguridad internacional y reforzar las posiciones de los cazas de cuarta generación», remarcó McLean. Además del radar, el avión está dotado de una nueva pantalla de presentación en la cabina del piloto, aviónica, una computadora de misión modernizada y otras tecnologías” (13).

E.- El 20 de octubre de 2015 Estados Unidos probó su sistema de misiles antibalísticos desplegado en el Atlántico. Aquel día se interceptó desde el destructor estadounidense ‘USS Ross’ el misil balístico Terrier Orion que había sido lanzado desde las islas Hébridas (Escocia).

Veamos:

«Se trata del primer lanzamiento de un misil interceptor SM-3 Block IA fuera de los límites de la defensa antimisiles de EEUU y la primera intercepción de un misil balístico en el teatro europeo», dijo la nota. El misil Terrier Orion que fue interceptado había sido lanzado de las islas Hébridas (Escocia). El destructor ‘USS Ross’, de la clase Arleigh Burke de misiles guiados destacados, es una de las contribuciones de Estados Unidos al escudo antimisiles de la OTAN. El ‘USS Ross’, está desplegado en España junto a los otros tres buques: el ‘USS Donald Cook’, el ‘USS Carney’ y el ‘USS Porter’ (14).

2.- La implicancia desde Rusia (desde el 30 de septiembre de 2015 fueron sorprendentes sus misiles de largo alcance y las interferencias electrónicas de las comunicaciones):

A.- Antes debemos anotar que el nuevo posicionamiento geoestratégico sobre Oriente Medio no viene exactamente del 30 de septiembre de 2015, sino, un mes antes, así fue captada por nuestra línea de seguimiento de la situación internacional. Este nuevo posicionamiento es clave en la nueva situación mundial que ha validado la equiparación de fuerzas existente entre las principales potencias imperialistas (China, Estados Unidos y Rusia).

B.- En esto fueron muy importantes los misiles de crucero subsónicos SSN-30A Kalibr (para Estados Unidos los Tomahawk) de largo alcance que conmocionó el mundo cuando fueron disparados desde una Flotilla del Caspio de la Armada rusa basado en Ástrajan (embarcaciones pequeñas) el 07 de octubre de 2015 contra posiciones del ejército paramilitar estadounidense asentado en territorio sirio llamado como “Estado islámico”. Según la prensa especializada esto habría puesto en evidencia (operativo aéreo ruso sobre territorio sirio) en lo desfasado y obsoleto en que habrían terminado los sistemas (escudo) antimisiles estacionados en Europa del Este por Estados Unidos.

Veamos:

«El 7 de octubre de 2015 pasará a la historia como el inicio de una nueva era en la utilización masiva de armas de alta precisión a una distancia de miles de kilómetros», opinó el observador Aleksandr Jrolenko en su artículo para RIA Novosti. Los misiles subsónicos Kalibr vuelan a muy pocos metros sobre nivel del mar para entorpecer su interceptación y alcanzan una velocidad de unos 3 Mach. Guiados por el sistema de navegación vía satélite ruso GLONASS, estos misiles son capaces de realizar ataques de alta precisión” (15).

C.- Por otra parte el operativo aéreo ruso sobre territorio sirio habría mostrado también algunas incapacidades del viejo ejército estadounidense en lo que refiere a la guerra electrónica. Se dice que los complejos de guerra electrónica rusos Krasukha-4 con el que han cubierto el espacio aéreo en Siria han empezado a suprimir los satélites espías y radares terrestres. Los estadounidenses están embobados ante esta situación.

Un apunte:

“Rusia dispone de unidades enteras de combate que se dedican a la guerra electrónica, señaló el jefe de guerra electrónica del Ejército de EE.UU., Jeffrey Church. Según él, estas unidades cuentan con equipamientos especiales, tienen una cadena especial de comandos para la guerra electrónica. En el ejército estadounidense estas tareas normalmente se realizan por dos soldados del batallón que proporcionan el funcionamiento durante 24 horas. El Pentágono está desarrollando varios programas para actualizar y mejorar la integración de la guerra electrónica, pero ninguno de ellos se realizará en un futuro próximo, concluye ‘Foreign Policy’” (16).

D.- de igual modo, se tuvo conocimiento que la empresa de armamentos Kaláshnikov ha empezado a suministrar al ejército ruso los primeros misiles supersónicos Vijr-1 que superan a los análogos de Estados Unidos. El Vijr-1 es un misil guiado que se desplaza a una velocidad supersónica de hasta 610 metros por segundo, muy superior al misil estadounidense FGN-114K Hellfire.

Veamos:

«Hoy en día, la Corporación Kaláshnikov ya ha comenzado a realizar el ensamblaje en serie de los artículos, y el cumplimiento de las obligaciones del contrato estatal para la fabricación y la entrega de los misiles guiados Vijr-1 para las necesidades del Ministerio de Defensa de Rusia no causa ninguna preocupación», ha anunciado el director general de la Corporación, Alexéi Krivoruchko, informa TASS.  «La primera remesa de los misiles ya se ha entregado al cliente estatal», ha añadido Krivoruchko” (17).

E.- El 27 de octubre de 2015, cuando la carrera armamentista era muy intensa, se tuvo noticias que Rusia estaba estudiando la posibilidad de exportar los sistemas de misiles Iskander. Se sabe que el Ejército ruso dispone de las modalidades Iskander-M e Iskander-K.

El apunte:

«Vamos a exportar los Iskander en el futuro», señaló Anatoli Isaikin, director general de la compañía (Rosoboronexport, la mayor exportadora rusa de material bélico,), sin precisar fecha concreta. Los Iskander son los sistemas de misiles más potentes de Rusia, pueden destruir objetivos a una distancia de hasta 500 kilómetros y portar varios tipos de ojivas, incluidas nucleares” (18).

F.- Finalmente, el 27 de octubre de 2015 se habría producido el lanzamiento con éxito de un misil balístico intercontinental RS-24 Yars (el misil alcanzó sus blancos en el polígono de tiro de Kurá, Kamchatka, a unos 6.000 km de distancia) desde el cosmódromo ruso de Plesetsk por las Fuerzas de Misiles Estratégicos y las Fuerzas Aéreas de Rusia, se dice, equipado con una ojiva de reentrada múltiple, según ha informado el Ministerio de Defensa del país.

Veamos:

“El servicio de prensa de las Fuerzas de Misiles Estratégicos ha indicado que la adaptación de este misil balístico intercontinental RS-24 aumenta las capacidades de combate para que su grupo de asalto «pueda evitar los sistemas de defensa antimisiles». El misil fue diseñado en respuesta al sistema de escudo antimisiles que pretende desplegar Estados Unidos en Europa. (19).

3.- La implicancia desde China:

Desde China la carrera armamentista también es muy intensa. Esto nada tiene que ver con su posicionamiento militar defensivo. La carrera armamentista está encendida fuertemente aquí. Para China esto es absolutamente muy importante.

Veamos:

A.- El 22 de septiembre de 2015 se tuvo noticias que había puesto por primera vez en prueba el avión hipersónico que se dice son capaces de superar con éxito los sistemas actuales de defensa antiaérea, además, que supera en velocidad a todos los aviones modernos supersónicos, incluido el Lockheed SR-71 de Estados Unidos.

Un apunte:

«Ha sido el primer vuelo de prueba de un avión con velocidad hipersónica, y se ha realizado con éxito total», ha comunicado un experto militar chino en un programa de televisión de la provincia de Hubei, informa TASS. En EE.UU. llevan ya mucho tiempo desarrollando un avión hipersónico de nueva generación capaz de alcanzar la velocidad de 5M, pero estos planes de los estadounidenses siguen en papel. Esta vez se puede decir que China ha superado todas las expectativas de los observadores», ha expresado el experto” (20).

B.- Asimismo desde hace algún tiempo se sabe que China desarrolla armas antisatélite orientados a destruir o interferir el funcionamiento de los satélites. Según se dice serian armas de ataque para usarlas en el espacio; entre ellas misiles antisatélite, sistemas orbitales y equipos en tierra para crear interferencias. Un historial a este respecto indica lo siguiente: en enero de 2007 fue lanzado el misil SC-19 contra un satélite meteorológico. En 2010 China anunció la prueba de un proyectil para interceptar misiles balísticos. En mayo de 2013 fue lanzado otro misil desde el centro espacial Xichang. El Pentágono, ante estos hechos, estaba sumamente preocupado.

Veamos:

“Sin embargo, los norteamericanos afirman que en realidad se realizó un ensayo del nuevo misil DN-2 capaz de abatir los satélites espías y del GPS de EEUU. Además China desarrolla satélites dotados de armas láser o un robot que, según los expertos, puede aproximarse a un satélite del enemigo, bloquear sus sistemas con un rayo, destruirlo o capturarlo con ayuda del robot. En 2008 un satélite civil chino se aproximó a la Estación Espacial Internacional, de lo que no se avisó con antelación. EEUU acusó a Pekín de probar su capacidad para realizar un ataque contra los satélites” (21).

NOTAS:

1.- “Obama se niega a aceptar cuerpos de soldados estadounidenses muertos por ataques aéreos rusos en Siria”. Nota publicada el 07 de octubre de 2015, en: Los Pueblos Hablan.

2.- “Comandos del SAS Británico Luchan en Siria contra Al-Assad Camuflados como Takfiríes”. Nota publicada el 20 de octubre de 2015, en: Causa Infinita.

3.- “Una unidad de élite del EI entrenada por EEUU se rinde al Ejército sirio”. Nota publicada el 29 de octubre de 2015, en: Sputnik.

4.- “Militares colombianos a Yemen para hacer la guerra al lado del Estado Islámico y Arabia Saudi”. Nota publicada el 19 de octubre de 2015, en ANNCOL

5.- “Fisk: El Ejército sirio se ha convertido en uno de los más poderosos de OM”. Nota publicada el 22 de octubre de 2015, en: Al Manar.

6.- “Nuevos videos: Los bombardeos rusos reconfiguran el campo de batalla en Siria”. Nota publicada el 19 de octubre de 2015, en: Rusia Today.

7.- “Un nuevo orden mundial surge de Oriente Medio”. Nota publicada el 29 de octubre de 2015, en: Rusia Today.

8.- «Cientos de extremistas del Frente Al Nusra y el ISIS cruzan la frontera turca cada noche». Nota publicada el 16 de octubre de 2015, en: Causa infinita.

9.- “EE.UU. lanza un misil balístico intercontinental desde su base Vandenberg”. Nota publicada el 1 de octubre de 2015, en: Rusia Today.

10.- “La OTAN considera un problema el creciente potencial militar ruso”. Nota publicada el 20 de octubre de 2015, en: Sputnik.

11.- “Estados Unidos teme que Rusia aprenda en Siria a detectar a los furtivos F-22”. Nota publicada el 03 de octubre de 2015, en: Rusia Today.

12.- “Entrevista a Manuel Pardo, Capitán de Navío en la Reserva y miembro del Colectivo Anemoi:»La OTAN no nació por la amenaza de la URSS, sino para impedir los movimientos anticapitalistas”. Nota publicada el 16 de octubre de 2015, en: http://canarias-semanal.org.

13.- “El caza modernizado F-16V de EEUU realiza su primer vuelo”. Nota publicada el 22 de octubre de 2015, en: Sputnik.

14.- “EEUU prueba su escudo antimisiles en Europa”, Nota publicada el 21 de octubre de 2015, en: Sputnik.

15.- “El misil que conmocionó al mundo: Revelan el alcance de los misiles rusos de crucero Kalibr”. Nota publicada el 24 de octubre de 2014, en: Rusia Today.

16.- “’Foreign Policy’: «EE.UU. cede significativamente ante Rusia en términos de la guerra electrónica». Nota publicada el 23 de octubre de 2015, en: Rusia Today.

17.- “Kaláshnikov suministra los primeros misiles supersónicos Vijr-1 que superan a los análogos de EE.UU.”. Nota publicada el 24 de octubre de 2015, en: Rusia Today.

18.- “Rusia estudia exportar los sistemas de misiles Iskander”. Nota publicada el 27 de octubre de 2015, en: Sputnik.

19.- “Rusia lanza con éxito un misil balístico intercontinental RS-24 Yars”. Nota publicada el 28 de octubre de 2015, en: Rusia Today.

20.- «China prueba el avión más rápido del mundo». Nota publicada el 22 de septiembre de 2015 en: Rusia Today.

21.- “Informe de EEUU revela que China desarrolla armas antisatélite”. Nota publicada el 22 de octubre de 2015, en: Sputnik.


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¿Sabías que….

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El Estado y la revolución. La Experiencia de la Comuna de París de 1871. El análisis de Marx; Lenin, 1917

¿En qué consiste el heroísmo de la tentativa de los comuneros?

«Es sabido que algunos meses antes de la Comuna, en el otoño de 1870, Marx previno a los obreros de París; demostrándoles que la tentativa de derribar el gobierno sería un disparate dictado por la desesperación. Pero cuando en marzo de 1871 se impuso a los obreros el combate decisivo y ellos lo aceptaron, cuando la insurrección fue un hecho, Marx saludó la revolución proletaria con el más grande entusiasmo, a pesar de todos los malos augurios. Marx no se aferró a la condena pedantesca de un movimiento «extemporáneo», como el tristemente célebre renegado ruso del marxismo Plejánov, que en noviembre de 1905 había escrito alentando a la lucha a los obreros y campesinos y que después de diciembre de 1905 se puso a gritar como un liberal cualquiera: «¡No se debía haber empuñado las armas!»

Marx, por el contrario, no se contentó con entusiasmarse ante el heroísmo de los comuneros, que, según sus palabras, «tomaban el cielo por asalto». Marx veía en aquel movimiento revolucionario de masas, aunque éste no llegó a alcanzar sus objetivos, una experiencia histórica de grandiosa importancia, un cierto paso hacia adelante de la revolución proletaria mundial, un paso práctico más importante que cientos de programas y de raciocinios. Analizar esta experiencia, sacar de ella las enseñanzas tácticas, revisar a la luz de ella su teoría: he aquí cómo concebía su misión Marx.

La única «corrección» que Marx consideró necesario introducir en el «Manifiesto Comunista» fue hecha por él a base de la experiencia revolucionaria de los comuneros de París.

El último prólogo a la nueva edición alemana del «Manifiesto Comunista», suscrito por sus dos autores, lleva la fecha de 24 de junio de 1872. En este prólogo, los autores, Carlos Marx y Federico Engels, dicen que el programa del «Manifiesto Comunista» está «ahora anticuado en ciertos puntos».

«La Comuna ha demostrado, sobre todo que la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines». (Karl Marx y Friedrich Engels; «Manifiesto comunista», 1848)

Las palabras puestas entre asteriscos, en esta cita, fueron tomadas por sus autores de la obra de Marx «La guerra civil en Francia».

Así, pues, Marx y Engels atribuían una importancia tan gigantesca a esta enseñanza fundamental y principal de la Comuna de Paris, que la introdujeron como corrección esencial en el «Manifiesto Comunista».

Es sobremanera característico que precisamente esta corrección esencial haya sido tergiversada por los oportunistas y que su sentido sea, probablemente, desconocido de las nueve décimas partes, si no del noventa y nueve por ciento de los lectores del «Manifiesto Comunista». De esta tergiversación trataremos en detalle más abajo, en el capítulo consagrado especialmente a las tergiversaciones. Aquí, bastará señalar que la manera corriente, vulgar, de «entender» las notables palabras de Marx citadas por nosotros consiste en suponer que Marx subraya aquí la idea del desarrollo lento, por oposición a la toma del poder por la violencia, y otras cosas por el estilo.

En realidad, es precisamente lo contrario. El pensamiento de Marx consiste en que la clase obrera debe destruir, romper la «máquina estatal existente» y no limitarse simplemente a apoderarse de ella.

El 12 de abril de 1871, es decir, justamente en plena Comuna, Marx escribió a Kugelmann:

«Si te fijas en el último capítulo de mi «18 brumario», verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como se venía haciendo hasta ahora, sino romperla. y ésta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente. En esto, precisamente, consiste la tentativa de nuestros heroicos camaradas de Paris». (Karl Marx; «Carta a Kugelmann», 1871)

Hay que añadir que las cartas de Marx a Kugelmann han sido publicadas en ruso no menos que en dos ediciones, una de ellas redactada por mí y con un prólogo mío.

Volviendo al tema, en estas palabras: «romper la máquina burocrático-militar del Estado», se encierra, concisamente expresada, la enseñanza fundamental del marxismo en punto a la cuestión de las tareas del proletariado en la revolución respecto al Estado. ¡Y esta enseñanza es precisamente la que no sólo olvida en absoluto, sino que tergiversa directamente la «interpretación» imperante, kautskiana, del marxismo!

En cuanto a la referencia de Marx al «18 brumario», más arriba hemos citado en su integridad el pasaje correspondiente.

Interesa señalar especialmente dos lugares en el mencionado pasaje de Marx. En primer término, Marx limita su conclusión al continente. Esto era lógico en 1871, cuando Inglaterra era todavía un modelo de país netamente capitalista, pero sin militarismo y, en una medida considerable, sin burocracia. Por eso, Marx excluía a Inglaterra, donde la revolución, e incluso una revolución popular, se consideraba y era entonces posible sin la condición previa de destruir «la máquina estatal existente».

Hoy, en 1917, en la época de la primera gran guerra imperialista, esta limitación hecha por Marx no tiene razón de ser. Inglaterra y Norteamérica, los más grandes y los últimos representantes –en el mundo entero– de la «libertad» anglosajona, en el sentido de ausencia de militarismo y de burocratismo, han ido rodando completamente al inmundo y sangriento pantano, común a toda Europa, de las instituciones burocrático-militares, que todo lo someten y lo aplastan. Hoy, también en Inglaterra y en Norteamérica es «condición previa de toda revolución verdaderamente popular» el romper, el destruir la «máquina estatal existente» –y que allí ha alcanzado, en los años de 1914 a 1917, la perfección «europea», la perfección común al imperialismo–.

En segundo lugar, merece especial atención la observación extraordinariamente profunda de Marx de que la destrucción de la máquina burocrático-militar del Estado es «condición previa de toda revolución verdaderamente popular». Este concepto de revolución «popular» parece extraño en boca de Marx, y los plejanovistas y mencheviques rusos, estos secuaces de Struve que quieren hacerse pasar por marxistas, podrían tal vez explicar esta expresión de Marx como un «lapsus». Han reducido el marxismo a una deformación liberal tan mezquina, que, para ellos, no existe más que la antítesis entre revolución burguesa y proletaria, y hasta esta antítesis la comprenden de un modo increíblemente escolástico.

Si tomamos como ejemplos las revoluciones del siglo XX, tendremos que reconocer como burguesas, naturalmente, también las revoluciones portuguesa y turca. Pero ni la una ni la otra son revoluciones «populares», pues ni en la una ni en la otra actúa perceptiblemente, de un modo activo, por propia iniciativa, con sus propias reivindicaciones económicas y políticas, la masa del pueblo, la inmensa mayoría de éste. En cambio, la revolución burguesa rusa de 1905 a 1907, aunque no registrase éxitos tan «brillantes» como los que alcanzaron en ciertos momentos las revoluciones portuguesa y turca, fue, sin duda, una revolución «verdaderamente popular», pues la masa del pueblo, la mayoría de éste, las «más bajas capas» sociales, aplastadas por el yugo y la explotación, se levantaron por propia iniciativa, estamparon en todo el curso de la revolución el sello de sus reivindicaciones, de sus intentos de construir a su modo una nueva sociedad en lugar de la sociedad vieja que era destruida.

En la Europa de 1871, el proletariado no formaba la mayoría ni en un solo país del continente. Una revolución «popular», que arrastrase al movimiento verdaderamente a la mayoría, sólo podía serlo aquella que abarcase tanto al proletariado como a los campesinos. Ambas clases formaban en aquel entonces el «pueblo». Ambas clases están unidas por el hecho de que la «máquina burocrático-militar del Estado» las oprime, las esclaviza, las explota. Destruir, romper esta máquina: tal es el verdadero interés del «pueblo», de su mayoría, de los obreros y de la mayoría de los campesinos, tal es la «condición previa» para una alianza libre de los campesinos pobres con los proletarios, sin cuya alianza la democracia será precaria, y la transformación socialista, imposible.

Hacia esta alianza precisamente se abría camino, como es sabido, la Comuna de París, si bien no alcanzó su objetivo por una serie de causas de carácter interno y externo.

Consiguientemente, al hablar de una «revolución verdaderamente popular», Marx, sin olvidar para nada las características de la pequeña burguesía –de las cuales habló mucho y con frecuencia–, tenía en cuenta con la mayor precisión la correlación efectiva de clases en la mayoría de los Estados continentales de Europa, en 1871. Y, de otra parte, constataba que la «destrucción» de la máquina estatal responde a los intereses de los obreros y campesinos, los une, plantea ante ellos la tarea común de suprimir al «parásito» y sustituirlo por algo nuevo.

¿Pero con qué sustituirlo concretamente?

¿Con qué sustituir la máquina del Estado una vez destruida?

En 1847, en el «Manifiesto Comunista», Marx daba a esta pregunta una respuesta todavía completamente abstracta, o, más exactamente, una respuesta que señalaba las tareas, pero no los medios para resolverlas. Sustituir la máquina del Estado, una vez destruida, por la «organización del proletariado como clase dominante», «por la conquista de la democracia»: tal era la respuesta del «Manifiesto Comunista».

Sin perderse en utopías, Marx esperaba de la experiencia del movimiento de masas la respuesta a la cuestión de qué formas concretas habría de revestir esta organización del proletariado como clase dominante y de qué modo esta organización habría de coordinarse con la «conquista de la democracia» más completa y más consecuente.

En su «Guerra civil en Francia», Marx somete al análisis más atento la experiencia de la Comuna, por breve que esta experiencia haya sido. Citemos los pasajes más importantes de esta obra: En el siglo XIX, se desarrolló, procedente de la Edad Media, «el poder centralizado del Estado, con sus órganos omnipresentes: el ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura». Con el desarrollo del antagonismo de clase entre el capital y el trabajo, «el poder del Estado fue adquiriendo cada vez más el carácter de un poder público para la opresión del trabajo, el carácter de una máquina de dominación de clase. Después de cada revolución, que marcaba un paso adelante en la lucha de clases, se acusaba con rasgos cada vez más salientes el carácter puramente opresor del Poder del Estado». Después de la revolución de 1848-1849, el Poder del Estado se convierte en un «arma nacional de guerra del capital contra el trabajo». El Segundo Imperio lo consolida.

«La antítesis directa del Imperio era la Comuna. Era la forma definida» «de aquella república que no había de abolir tan sólo la forma monárquica de la dominación de clase, sino la dominación misma de clase». (Karl Marx; «Guerra civil en Francia», 1871)

¿En qué había consistido, concretamente, esta forma «definida» de la república proletaria, socialista? ¿Cuál era el Estado que había comenzado a crear?

«El primer decreto de la Comuna fue la supresión del ejército permanente para sustituirlo por el pueblo armado». (Karl Marx; «Guerra civil en Francia», 1871)

Esta reivindicación figura hoy en los programas de todos los partidos que deseen llamarse socialistas. ¡Pero lo que valen sus programas nos lo dice mejor que nada la conducta de nuestros socialrevolucionarios y mencheviques, que precisamente después de la revolución del 27 de febrero han renunciado de hecho a poner en práctica esta reivindicación!

«La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de París. Eran responsables y podían ser revocados en todo momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera. La policía, que hasta entonces había sido instrumento del gobierno central, fue despojada inmediatamente de todos sus atributos políticos y convertida en instrumento de la Comuna, responsable ante ésta y revocable en todo momento. Y lo mismo se hizo con los funcionarios de todas las demás ramas de la administración. Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los que desempeñaban cargos públicos lo hacían por el salario de un obrero. Todos los privilegios y los gastos de representación de los altos dignatarios del Estado desaparecieron junto con éstos. Una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, instrumentos de la fuerza material del antiguo gobierno, la Comuna se apresuró a destruir también la fuerza de opresión espiritual, el poder de los curas. Los funcionarios judiciales perdieron su aparente independencia. En el futuro debían ser elegidos públicamente, ser responsables y revocables». (Karl Marx; «Guerra civil en Francia», 1871)

Por tanto, la Comuna sustituye la máquina estatal destruida, aparentemente «sólo» por una democracia más completa: supresión del ejército permanente y completa elegibilidad y amovilidad de todos los funcionarios. Pero, en realidad, este «sólo» representa un cambio gigantesco de unas instituciones por otras de un tipo distinto por principio. Aquí estamos precisamente ante uno de esos casos de «transformación de la cantidad en calidad»: la democracia, llevada a la práctica del modo más completo y consecuente que puede concebirse, se convierte de democracia burguesa en democracia proletaria, de un Estado –fuerza especial para la represión de una determinada clase– en algo que ya no es un Estado propiamente dicho.

Todavía es necesario reprimir a la burguesía y vencer su resistencia. Esto era especialmente necesario para la Comuna, y una de las causas de su derrota está en no haber hecho esto con suficiente decisión. Pero aquí el órgano represor es ya la mayoría de la población y no una minoría, como había sido siempre, lo mismo bajo la esclavitud y la servidumbre que bajo la esclavitud asalariada. ¡Y, desde el momento en que es la mayoría del pueblo la que reprime por sí misma a sus opresores, no es ya necesaria una «fuerza especial» de represión! En este sentido, el Estado comienza a extinguirse. En vez de instituciones especiales de una minoría privilegiada –la burocracia privilegiada, los jefes del ejército permanente–, puede llevar a efecto esto directamente la mayoría, y cuanto más intervenga todo el pueblo en la ejecución de las funciones propias del poder del Estado tanto menor es la necesidad de dicho poder.

En este sentido, es singularmente notable una de las medidas decretadas por la Comuna, que Marx subraya: la abolición de todos los gastos de representación, de todos los privilegios pecuniarios de los funcionarios, la reducción de los sueldos de todos los funcionarios del Estado al nivel del «salario de un obrero». Aquí es precisamente donde se expresa de un modo más evidente el viraje de la democracia burguesa a la democracia proletaria, de la democracia de la clase opresora a la democracia de las clases oprimidas, del Estado como «fuerza especial» para la represión de una determinada clase a la represión de los opresores por la fuerza conjunta de la mayoría del pueblo, de los obreros y los campesinos. ¡Y es precisamente en este punto tan evidente –tal vez el más importante, en lo que se refiere a la cuestión del Estado– en el que las enseñanzas de Marx han sido más relegadas al olvido! En los comentarios de popularización –cuya cantidad es innumerable– no se habla de esto. «Es uso» guardar silencio acerca de esto, como si se tratase de una «ingenuidad» pasada de moda, algo así como cuando los cristianos, después de convertir el cristianismo en religión del Estado, se «olvidaron» de las «ingenuidades» del cristianismo primitivo y de su espíritu democrático-revolucionario.

La reducción de los sueldos de los altos funcionarios del Estado parece «simplemente» la reivindicación de un democratismo ingenuo, primitivo. Uno de los «fundadores» del oportunismo moderno, el ex-socialdemócrata E. Bernstein, se ha dedicado más de una vez a repetir esas burlas burguesas triviales sobre el democratismo «primitivo». Como todos los oportunistas, como los actuales kautskianos, no comprendía en absoluto, en primer lugar, que el paso del capitalismo al socialismo es imposible sin un cierto «retorno» al democratismo «primitivo» –pues ¿cómo, si no, pasar a la ejecución de las funciones del Estado por la mayoría de la población, por toda la población en bloque?–; y, en segundo lugar, que este «democratismo primitivo», basado en el capitalismo y en la cultura capitalista, no es el democratismo primitivo de los tiempos prehistóricos o de la época precapitalista. La cultura capitalista ha creado la gran producción, fábricas, ferrocarriles, el correo y el teléfono, etc., y sobre esta base, una enorme mayoría de las funciones del antiguo «poder del Estado» se han simplificado tanto y pueden reducirse a operaciones tan sencillísimas de registro, contabilidad y control, que estas funciones son totalmente asequibles a todos los que saben leer y escribir, que pueden ejecutarse en absoluto por el «salario corriente de un obrero», que se las puede –y se las debe– despojar de toda sombra de algo privilegiado y «jerárquico».

La completa elegibilidad y la amovilidad en cualquier momento de todos los funcionarios sin excepción; la reducción de su sueldo a los límites del «salario corriente de un obrero»: estas medidas democráticas, sencillas y «evidentes por sí mismas», al mismo tiempo que unifican en absoluto los intereses de los obreros y de la mayoría de los campesinos, sirven de puente que conduce del capitalismo al socialismo. Estas medidas atañen a la reorganización del Estado, a la reorganización puramente política de la sociedad, pero es evidente que sólo adquieren su pleno sentido e importancia en conexión con la «expropiación de los expropiadores» ya en realización o en preparación, es decir, con la transformación de la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción en propiedad social.

«Al suprimir las dos mayores partidas de gastos, el ejército y la burocracia, la Comuna convirtió en realidad la consigna de todas las revoluciones burguesas: un gobierno barato». (Karl Marx; «Guerra civil en Francia», 1871)

Entre los campesinos, al igual que en las demás capas de la pequeña burguesía, sólo «prospera», sólo «se abre paso» en sentido burgués, es decir, se convierten en gentes acomodadas, en burgueses o en funcionarios con una situación garantizada y privilegiada, una minoría insignificante. La inmensa mayoría de los campesinos de todos los países capitalistas en que existe una masa campesina (y estos países capitalistas forman la mayoría), se halla oprimida por el gobierno y ansía derrocarlo, ansía un gobierno «barato». Esto puede realizarlo sólo el proletariado, y, al realizarlo, da al mismo tiempo un paso hacia la transformación socialista del Estado.

La abolición del parlamentarismo

«La Comuna debía ser, no una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo, legislativa y ejecutiva al mismo tiempo. En vez de decidir una vez cada tres o cada seis años qué miembros de la clase dominante han de representar y aplastar al pueblo en el parlamento, el sufragio universal debía servir al pueblo, organizado en comunas, de igual modo que el sufragio individual sirve a los patronos para encontrar obreros, inspectores y contables con destino a sus empresas». (Karl Marx; «Guerra civil en Francia», 1871)

Esta notable crítica del parlamentarismo, trazada en 1871, figura también hoy, gracias al predominio del socialchovinismo y del oportunismo, entre las «palabras olvidadas» del marxismo. Los ministros y parlamentarios profesionales, los traidores al proletariado y los «mercachifles» socialistas de nuestros días han dejado íntegramente a los anarquistas la crítica del parlamentarismo, y sobre esta base asombrosamente juiciosa han declarado toda crítica del parlamentarismo ¡como «anarquismo»! No tiene nada de extraño que el proletariado de los países parlamentarios «adelantados», asqueado de «socialistas» como los Scheidemann, David, Legien, Sembat, Renaudel, Henderson, Vandervelde, Stauning, Branting, Bissolati y Cía., haya puesto cada vez más sus simpatías en el anarcosindicalismo, a pesar de que éste es hermano carnal del oportunismo.

Pero para Marx la dialéctica revolucionaria no fue nunca esa vacua frase de moda, esa bagatela en que la han convertido Plejánov, Kautsky y otros. Marx sabía romper implacablemente con el anarquismo por su incapacidad para aprovecharse hasta del «establo» del parlamentarismo burgués –sobre todo cuando se sabe que no se está ante situaciones revolucionarias–, pero, al mismo tiempo, sabía también hacer una crítica auténticamente revolucionario proletaria del parlamentarismo.

Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales parlamentarias, sino también en las repúblicas más democráticas.

Pero si planteamos la cuestión del Estado, si enfocamos el parlamentarismo como una de las instituciones del Estado, desde el punto de vista de las tareas del proletariado en este terreno, ¿dónde está entonces la salida del parlamentarismo? ¿Cómo es posible prescindir de él?

Hay que decir, una y otra vez, que las enseñanzas de Marx, basadas en la experiencia de la Comuna, están tan olvidadas, que para el «socialdemócrata» moderno –léase: para los actuales traidores al socialismo– es sencillamente incomprensible otra crítica del parlamentarismo que no sea la anarquista o la reaccionaria.

La salida del parlamentarismo no está, naturalmente, en la abolición de las instituciones representativas y de la elegibilidad, sino en transformar las instituciones representativas de lugares de charlatanería en corporaciones «de trabajo»: «La Comuna debía ser, no una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo, legislativa y ejecutiva al mismo tiempo».

«No una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo»: ¡este tiro va derecho al corazón de los parlamentarios modernos y de los «perrillos falderos» parlamentarios de la socialdemocracia! Fijaos en cualquier país parlamentario, de Norteamérica a Suiza, de Francia a Inglaterra, Noruega, etc.: la verdadera labor «de Estado» se hace entre bastidores y la ejecutan los ministerios, las oficinas, los Estados Mayores. En los parlamentos no se hace más que charlar, con la finalidad especial de embaucar al «vulgo». Y tan cierto es esto, que hasta en la república rusa, república democrático-burguesa, antes de haber conseguido crear un verdadero parlamento, se han puesto de manifiesto en seguida todos estos pecados del parlamentarismo. Héroes del filisteísmo podrido como los Skóbelev y los Tsereteli, los Cerno y los Avkséntiev se las han arreglado para envilecer hasta a los Soviets, según el patrón del más sórdido parlamentarismo burgués, convirtiéndolos en vacuos lugares de charlatanería. En los Soviets, los señores ministros «socialistas» engañan a los ingenuos aldeanos con frases y con resoluciones. En el gobierno, se desarrolla un rigodón permanente, de una parte para «cebar» con puestecitos bien retribuidos y honrosos al mayor número posible de socialrevolucionarios y mencheviques, y, de otra parte, para «distraer la atención» del pueblo. ¡Mientras tanto, en las oficinas y en los Estados Mayores «se desarrolla» la labor «del Estado»!

El «Dielo Naroda», órgano del partido gobernante de los «socialistas revolucionarios», reconocía no hace mucho en un editorial –con esa sinceridad inimitable de las gentes de la «buena sociedad» en la que «todos» ejercen la prostitución política– que hasta en los ministerios regentados por «socialistas» –¡perdonad la expresión!–, que hasta en estos ministerios ¡subsiste sustancialmente todo el viejo aparato burocrático, funcionando a la antigua y saboteando con absoluta «libertad» las iniciativas revolucionarias! Y aunque no tuviésemos esta confesión, ¿acaso la historia real de la participación de los socialrevolucionarios y los mencheviques en el gobierno no demuestra esto? Lo único que hay de característico en esto es que los señores Chernov, Rusánov, Sensínov y demás redactores del «Dielo Naroda», asociados en el ministerio con los kadetes, han perdido el pudor hasta tal punto, que no se avergüenzan de contar públicamente, sin rubor, como si se tratase de una pequeñez, ¡que en «sus» ministerios todo está igual que antes! Para engañar a los campesinos ingenuos, frases revolucionario-democráticas, y para «complacer» a los capitalistas, el laberinto burocrático-oficinesco: he ahí la esencia de la «honorable» coalición.

La Comuna sustituye el parlamentarismo venal y podrido de la sociedad burguesa por instituciones en las que la libertad de crítica y de examen no degenera en engaño, pues aquí los parlamentarios tienen que trabajar ellos mismos, tienen que ejecutar ellos mismos sus leyes, tienen que comprobar ellos mismos los resultados, tienen que responder directamente ante sus electores. Las instituciones representativas continúan, pero desaparece el parlamentarismo como sistema especial, como división del trabajo legislativo y ejecutivo, como situación privilegiada para los diputados. Sin instituciones representativas no puede concebirse la democracia, ni aun la democracia proletaria; sin parlamentarismo, sí puede y debe concebirse, si la crítica de la sociedad burguesa no es para nosotros una frase vacua, si la aspiración de derrocar la dominación de la burguesía es en nosotros una aspiración seria y sincera y no una frase «electoral» para cazar los votos de los obreros, como es en los labios de los mencheviques y los socialrevolucionarios, como es en los labios de los Scheidemann y Legien, los Sembat y Vandervelde.

Es sobremanera instructivo que, al hablar de las funciones de aquella burocracia que necesita también la Comuna y la democracia proletaria, Marx tome como punto de comparación a los empleados de «cualquier otro patrono», es decir, una empresa capitalista corriente, con «obreros, inspectores y contables».

En Marx no hay ni rastro de utopismo, en el sentido de que invente y fantasee sobre la «nueva» sociedad. No, Marx estudia como un proceso histórico-natural cómo nace la nueva sociedad de la antigua, estudia las formas de transición de la antigua a la nueva sociedad. Toma la experiencia real del movimiento proletario de masas y se esfuerza en sacar las enseñanzas prácticas de ella. «Aprende» de la Comuna, como todos los grandes pensadores revolucionarios no temieron aprender de la experiencia de los grandes movimientos de la clase oprimida, no dirigiéndoles nunca «sermones» pedantescos –por el estilo del «no se debía haber empuñado las armas», de Plejánov, o de la frase de Tsereteli: «una clase debe saber moderarse–.

No cabe hablar de la abolición repentina de la burocracia, en todas partes y hasta sus últimas raíces. Esto es una utopía. Pero el destruir de golpe la antigua máquina burocrática y comenzar a construir inmediatamente otra nueva, que permita ir reduciendo gradualmente a la nada toda burocracia, no es una utopía; es la experiencia de la Comuna, es la tarea directa, inmediata, del proletariado revolucionario.

El capitalismo simplifica las funciones de la administración del «Estado», permite desterrar la «administración burocrática» y reducirlo todo a una organización de los proletarios –como clase dominante– que toma a su servicio, en nombre de toda la sociedad, a «obreros, inspectores y contables».

Nosotros no somos utopistas. No «soñamos» en cómo podrá prescindirse de golpe de todo gobierno, de toda subordinación, estos sueños anarquistas, basados en la incomprensión de las tareas de la dictadura del proletariado, son fundamentalmente ajenos al marxismo y, de hecho, sólo sirven para aplazar la revolución socialista hasta el momento en que los hombres sean distintos. No, nosotros queremos la revolución socialista con hombres como los de hoy, con hombres que no puedan arreglárselas sin subordinación, sin control, sin «inspectores y contables».

Pero a quien hay que someterse es a la vanguardia armada de todos los explotados y trabajadores: al proletariado. La «administración burocrática» específica de los funcionarios del Estado, puede y debe comenzar a sustituirse inmediatamente, de la noche a la mañana, por las simples funciones de «inspectores y contables», funciones que ya hoy son plenamente accesibles al nivel de desarrollo de los habitantes de las ciudades y que pueden ser perfectamente desempeñadas por el «salario de un obrero».

Organizaremos la gran producción nosotros mismos, los obreros, partiendo de lo que ha sido creado ya por el capitalismo, basándonos en nuestra propia experiencia obrera, estableciendo una disciplina rigurosísima, férrea, mantenida por el poder estatal de los obreros armados; reduciremos a los funcionarios del Estado a ser simples ejecutores de nuestras directivas, «inspectores y contables» responsables, amovibles y modestamente retribuidos –en unión, naturalmente, de técnicos de todas clases, de todos los tipos y grados–: he ahí nuestra tarea proletaria, he ahí por dónde se puede y se debe empezar al llevar a cabo la revolución proletaria. Este comienzo, sobre la base de la gran producción, conduce por sí mismo a la «extinción» gradual de toda burocracia, a la creación gradual de un orden –orden sin comillas, orden que no se parecerá en nada a la esclavitud asalariada–, de un orden en que las funciones de inspección y de contabilidad, cada vez más simplificadas, se ejecutarán por todos siguiendo un turno, acabarán por convertirse en costumbre, y, por fin, desaparecerán como funciones especiales de una capa especial de la sociedad.

Un ingenioso socialdemócrata alemán de la década del 70 del siglo pasado, dijo que el correo era un modelo de economía socialista. Esto es muy exacto. Hoy, el correo es una empresa organizada según el patrón de un monopolio capitalista de Estado. El imperialismo va convirtiendo poco a poco todos los trusts en organizaciones de este tipo. En ellos vemos esa misma burocracia burguesa, entronizada sobre los «simples» trabajadores, agobiados de trabajo y hambrientos. Pero el mecanismo de la gestión social está ya preparado en estas organizaciones. No hay más que derrocar a los capitalistas, destruir, por la mano férrea de los obreros armados, la resistencia de estos explotadores, romper la máquina burocrática del Estado moderno, y tendremos ante nosotros un mecanismo de alta perfección técnica, libre del «parásito» y perfectamente susceptible de ser puesto en marcha por los mismos obreros unidos, dando ocupación a técnicos, inspectores y contables y retribuyendo el trabajo de todos éstos, como el de todos los funcionarios del «Estado» en general, con el salario de un obrero. He aquí una tarea concreta, una tarea práctica que es ya inmediatamente realizable con respecto a todos los trusts, que libera a los trabajadores de la explotación y que tiene en cuenta la experiencia ya iniciada prácticamente –sobre todo en el terreno de la organización del Estado– por la Comuna.

Organizar toda la economía nacional como lo está el correo para que los técnicos, los inspectores, los contables y todos los funcionarios en general perciban sueldos que no sean superiores al «salario de un obrero», bajo el control y la dirección del proletariado armado: he ahí nuestro objetivo inmediato. He ahí el Estado que nosotros necesitamos y la base económica sobre la que este Estado tiene que descansar. He ahí lo que darán la abolición del parlamentarismo y la conservación de las instituciones representativas, he ahí lo que librará a las clases trabajadoras de la prostitución de estas instituciones por la burguesía.

Organización de la unidad de la nación

«En el breve esbozo de organización nacional que la Comuna no tuvo tiempo de desarrollar, se dice claramente que la Comuna debía ser la forma política hasta de la aldea más pequeña del país. Las comunas elegirían la «delegación nacional» de París. (…) Las pocas, pero importantes funciones que aun quedarían entonces al gobierno central no se suprimirían, como falseando conscientemente la verdad se ha dicho, sino que serían desempeñadas por funcionarios comunales, es decir, rigurosamente responsables. (…) No se trataba de destruir la unidad de la nación, sino por el contrario, de organizarla mediante un régimen comunal. La unidad de la nación debía convertirse en una realidad mediante la destrucción de aquel poder del Estado que pretendía ser la encarnación de esta unidad, pero quería ser independiente de la nación y estar situado por encima de ella. De hecho, este poder del Estado no era más que una excrecencia parasitaria en el cuerpo de la nación. (…) La tarea consistía en amputar los órganos puramente represivos del viejo poder estatal y arrancar sus legítimas funciones de manos de una autoridad que pretende colocarse sobre la sociedad, para restituirlas a los servidores responsables de ésta». (Karl Marx; «Guerra civil en Francia», 1871)

Hasta qué punto los oportunistas de la socialdemocracia actual no han comprendido –tal vez fuera más exacto decir que no han querido comprender–estos razonamientos de Marx, lo revela mejor que nada el libro herostráticamente célebre del renegado Bernstein:

«Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia». Refiriéndose precisamente a las citadas palabras de Marx, Bernstein escribía que en ellas se desarrolla un programa «que, por su contenido político, presenta, en todos sus rasgos esenciales, la mayor semejanza con el federalismo de Proudhon. Pese a todas las demás diferencias que separan a Marx y al «pequeñoburgués» Proudhon –Bernstein pone esta palabra entre comillas, queriendo darle una intención irónica–, en estos puntos el curso de las ideas es el más afín que cabe en ambos». Naturalmente, prosigue Bernstein, que la importancia de las municipalidades va en aumento, pero «a mí me parece dudo so que esta abolición –Auflösung – literalmente: disolución– de los Estados modernos y la transformación completa –Umwandlung: cambio radical– de su organización, tal como Marx y Proudhon la describen –formación de la Asamblea Nacional con delegados de las asambleas provinciales o regionales, integradas a su vez por delegados de las comunas–, tendría que ser la obra inicial de la democracia, desapareciendo, por tanto, todas las formas anteriores de las representaciones nacionales». (Eduard Bernstein; «Las premisas del socialismo», 1899)

Esto es sencillamente monstruoso: ¡Confundir las concepciones de Marx sobre la «destrucción del poder estatal, del parásito», con el federalismo de Proudhon. Pero esto no es casual, pues al oportunista no se le pasa siquiera por las mientes pensar que aquí Marx no habla en manera alguna del federalismo por oposición al centralismo, sino de la destrucción de la antigua máquina burguesa del Estado, existente en todos los países burgueses.

Al oportunista sólo se le viene a las mientes lo que ve en torno suyo, en medio del filisteísmo mezquino y del estancamiento «reformista», a saber: ¡sólo las «municipalidades»! El oportunista ha perdido la costumbre del pensar siquiera en la revolución del proletariado.

Esto es ridículo. Pero lo curioso es que nadie haya contendido con Bernstein acerca de este punto. Bernstein fue refutado por muchos, especialmente por Plejánov en la literatura rusa y por Kautsky en la europea, pero ni uno ni otro han hablado de esta tergiversación de Marx por Bernstein.

El oportunista se ha desacostumbrado hasta tal punto de pensar en revolucionario y de reflexionar acerca de la revolución, que atribuye a Marx el «federalismo», confundiéndole con el fundador del anarquismo, Proudhon. Y Kautsky y Plejánov, que quieren pasar por marxistas ortodoxos y defender la doctrina del marxismo revolucionario, ¡guardan silencio acerca de esto! Nos encontramos aquí con una de las raíces de ese extraordinario bastardeamiento de las ideas acerca de la diferencia entre marxismo y anarquismo, que es característico tanto de los kautskianos como de los oportunistas y del que habremos de hablar todavía más.

En los citados pasajes de Marx sobre la experiencia de la Comuna, no hay ni rastro de federalismo. Marx coincide con Proudhon precisamente en algo que no ve el oportunista Bernstein. Marx discrepa de Proudhon precisamente en aquello en que Bernstein ve una afinidad.

Marx coincide con Proudhon en que ambos abogan por la «destrucción» de la máquina moderna del Estado. Esta coincidencia del marxismo con el anarquismo –tanto con el de Proudhon como con el de Bakunin– no quieren verla ni los oportunistas ni los kautskianos, pues ambos han desertado del marxismo en este punto.

Marx discrepa de Proudhon y de Bakunin precisamente en la cuestión del federalismo –para no hablar siquiera de la dictadura del proletariado–. El federalismo es una derivación de principio de las concepciones pequeñoburguesas del anarquismo. Marx es centralista. En los pasajes suyos citados más arriba, no se contiene la menor desviación del centralismo. ¡Sólo quienes se hallen poseídos de la «fe supersticiosa» del filisteo en el Estado pueden confundir la destrucción de la máquina del Estado burgués con la destrucción del centralismo!

Y bien, si el proletariado y los campesinos pobres toman en sus manos el poder del Estado, se organizan de un modo absolutamente libre en comunas y unifican la acción de todas las comunas para dirigir los golpes contra el capital, para aplastar la resistencia de los capitalistas, para entregar a toda la nación, a toda la sociedad, la propiedad privada sobre los ferrocarriles, las fábricas, la tierra, etc., ¿acaso esto no será el centralismo? ¿Acaso esto no será el más consecuente centralismo democrático, y además un centralismo proletario?

A Bernstein no le cabe, sencillamente, en la cabeza que sea posible un centralismo voluntario, una unión voluntaria de las comunas en la nación, una fusión voluntaria de las comunas proletarias para aplastar la dominación burguesa y la máquina burguesa del Estado. Para Bernstein, como para todo filisteo, el centralismo es algo que sólo puede venir de arriba, que sólo puede ser impuesto y mantenido por la burocracia y el militarismo.

Marx subraya intencionadamente, como previendo la posibilidad de que sus ideas fuesen tergiversadas, que el acusar a la Comuna de querer destruir la unidad de la nación, de querer suprimir el poder central, es una falsedad consciente. Marx usa intencionadamente la expresión «organizar la unidad de la nación», para contraponer el centralismo consciente, democrático, proletario, al centralismo burgués, militar, burocrático.

Pero… no hay peor sordo que el que no quiere oír. Y los oportunistas de la socialdemocracia actual no quieren, en efecto, oír hablar de la destrucción del poder del Estado, de la eliminación del parásito.

La destrucción del Estado-parásito

Hemos citado ya, y vamos a completarlas aquí, las palabras de Marx relativas a este punto.

«Generalmente, las nuevas creaciones históricas están destinadas a que se las tome por una reproducción de las formas viejas, y aun ya caducas, de vida social con las cuales las nuevas instituciones presentan cierta semejanza. Así, también esta nueva Comuna, que viene a destruir el poder estatal moderno, ha sido considerada como una resurrección de las Comunas medievales, como una federación de pequeños Estados, con arreglo al sueño de Montesquieu y los girondinos, como una forma exagerada de la vieja lucha contra el excesivo centralismo. (…) Por el contrario, el régimen comunal habría devuelto al organismo social todas las fuerzas que hasta entonces venía devorando el Estado, parásito que se nutre a expensas de la sociedad y entorpece su libre movimiento. Con este solo hecho habría iniciado la regeneración de Francia. (…) El régimen comunal habría colocado a los productores rurales bajo la dirección ideológica de las capitales de sus provincias y les habría ofrecido aquí, en los obreros de la ciudad, los representantes naturales de sus intereses. La sola existencia de la Comuna implicaba, como algo evidente, un régimen de autonomía local, pero no ya como contrapeso a un poder del Estado que ahora sería superfluo». (Karl Marx; «La guerra civil en Francia», 1871)

«Destrucción del poder estatal», que era una «excrecencia parasitaria», su «amputación», su «aplastamiento», el «poder del Estado que ahora sería superfluo»: he aquí cómo se expresa Marx al hablar del Estado, valorando y analizando la experiencia de la Comuna.

Todo esto fue escrito hace poco menos de medio siglo, pero hoy hay que proceder a verdaderas excavaciones para llevar a la conciencia de las grandes masas un marxismo no falseado. Las conclusiones deducidas de la observación de la última gran revolución vivida por Marx fueron dadas al olvido precisamente al llegar el momento de las siguientes grandes revoluciones del proletariado.

«La variedad de interpretaciones a que ha sido sometida la Comuna y la variedad de intereses que han encontrado su expresión en ella demuestran que era una forma política perfectamente flexible, a diferencia de las formas anteriores de gobierno, que habían sido todas esencialmente represivas. He aquí su verdadero secreto: la Comuna era en esencia el gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política, descubierta, al fin, bajo la cual podía llevarse a cabo la emancipación económica del trabajo. (…) Sin esta última condición el régimen comunal habría sido una imposibilidad y una impostura». (Karl Marx; «La guerra civil en Francia», 1871)

Los utopistas se habían dedicado a «descubrir» las formas políticas bajo las cuales debía producirse la transformación socialista de la sociedad. Los anarquistas se desentendían del problema de las formas políticas en general. Los oportunistas de la socialdemocracia actual tomaron las formas políticas burguesas del Estado democrático parlamentario como el límite del que no podía pasarse y se rompieron la frente de tanto prosternarse ante este «modelo», considerando como anarquismo toda aspiración a romper estas formas.

Marx dedujo de toda la historia del socialismo y de las luchas políticas que el Estado deberá desaparecer y que la forma transitoria para su desaparición –la forma de transición del Estado al no Estado– será «el proletariado organizado como clase dominante». Pero Marx no se proponía descubrir las formas políticas de este futuro. Se limitó a la investigación precisa de la historia francesa, a su análisis y a la conclusión a que llevó el año 1851: se avecina la destrucción de la máquina del Estado burgués.

Y cuando estalló el movimiento revolucionario de masas del proletariado, Marx, a pesar del revés sufrido por este movimiento, a pesar de su fugacidad y de su patente debilidad, se puso a estudiar qué formas había revelado.

La Comuna es la forma, «descubierta, al fin», por la revolución proletaria, bajo la cual puede lograrse la emancipación económica del trabajo.

La Comuna es el primer intento de la revolución proletaria de destruir la máquina del Estado burgués, y la forma política, «descubierta, al fin», que puede y debe sustituir a lo destruido.

Más adelante, en el curso de nuestra exposición, veremos que las revoluciones rusas de 1905 y 1917 prosiguen, en otras circunstancias, bajo condiciones diferentes, la obra de la Comuna, y confirman el genial análisis histórico de Marx». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la Revolución, 1917)

Estado de «derecho»

Anarquistas en Barcelona, independentistas en Galiza… El Ministerio del Interior no descansa y para eso utiliza la famosa teoría del “entorno”. Pero el “entorno” ¿de quién? Ayer la Guardia Civil hizo otra redada, esta vez contra “el entorno” de Resistencia Galega.

La operación represiva, denominada Jaro, se desarrolló a primera hora de la mañana en varias localidades gallegas y llevó a los calabozos a nueve independentistas, entre ellos Antom Arias Curto, que fue uno de los dirigentes del desaparecido Exército Guerrilheiro do Povo Galego Ceive.

Además de Arias Curto, en la operación fueron detenidos Joam Peres, Borja Mejuto, Joam Fernandes (Cake), José Antom Gonzales Maceiras (Muros), los hermanos Óscar y Salvador Gomes, Enrique T.F. y Sabela I.G. Excepto Salvador Gomes, que quedó libre debido a sus problemas de salud, el resto de los detenidos fueron trasladados a Madrid.

La Guardia Civil se desplazó desde Madrid para realizar las detenciones y los registros en los domicilios de los detenidos y en locales en Santiago, Boiro, Muros, Ourense, Pontevedra, Vigo y Lugo. No aparecieron armas, ni explosivos, ni nada de nada.

Sin embargo, para justificar las detenciones el Ministerio del Interior se ha sacado de la manga que Arias Curto es uno de los principales dinamizadores del “entramado de apoyo al terrorismo”.

Pero más allá de las notas oficiales para consumo de la prensa, no hay de “terrorismo”, ni tampoco hay ningún “entramado”. Los han detenido por ejercer su libertad de expresión y se justifican con la patente de corso del famoso “enaltecimiento del terrorismo”.

Según reconoce la propia Guardia Civil los detenidos realizaban actos a favor de presos políticos. El pasado 11 de octubre conmemoraron el Día da Galiza combatente en Vigo. Un crimen terrible.

En la terminología característica de la Guardia Civil, los detenidos son “el núcleo duro” de Causa Galiza, un movimiento político. Como esto suena demasiado inofensivo le añaden unas gotas de picante: a su vez Causa Galiza es el “brazo político” de Resistencia Galega.

¿Cuál es el crimen que han cometido los detenidos? Los nueve detenidos, dice la nota oficial, participaron en el acto de 11 de octubre y en otros de apoyo a los presos condenados como miembros de Resistencia Galega.

La intervención de la Guardia Civil levantó un enorme clamor ya que para intimidar, a pesar de que los detenidos no tenían armas, iban fuertemente armados.

Para el Ministerio del Interior esta operación supone un “duro golpe”, aunque no dicen contra quién. También amenaza con eso de que “no se descartan nuevas detenciones”.

Bajo este Estado nadie puede descartar nunca “nuevas detenciones” que son en realidad muy viejas, las de siempre.

movimientopoliticoderesistencia.blogspot.com.es

Nota: Ocultamos siempre los rostros policiales. A ello nos obliga la dictadura española.

Y si por un casual desapareciera la policía, ahí estarán estos

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La destrucción de la poesía

El narco de poca monta recogió un gran fleje de billetes de 1.000 pesetas, entregados en mano por el guardia civil. No habían pasado cinco años de la muerte de Franco, la pseudomemocracia española daba sus primeros pasos, la consigna del nuevo régimen era clara: Enganchar a la droga a millones de jóvenes en Euskadi, Catalunya, Madrid, Galicia, Valencia, Andalucía, Asturias y las islas, anular su capacidad de lucha, cualquier iniciativa revolucionaria.

El narcotraficante comenzó disciplinadamente el reparto entre sus vendedores habituales de Tamaraceite, La Isleta, El Risco de San Nicolás, San José…, se vendía muy barata, en muchos casos se regalaba a muchachos que apenas superaban los 15 años, de repente la dama blanca inundó los barrios de las islas, cada pueblo del archipiélago sintió los estragos de este derivado del opio, para en pocos meses, apenas medio año, comenzar a verse heroinómanos como zombis por las calles, gente muy flaca, robando radio casetes de los coches, forzando comercios, pegando tirones para conseguir dinero para la dosis diaria.

Nada que ver con los efectos de la coca, el hachís, la mariguana, las anfetaminas que se conseguían con receta en farmacias. Aquello era distinto, destruía familias, los afectados, chicos y chicas, les robaban a sus propias familias para drogarse cada día.

Una verdadera plaga de papelinas y alucinaciones colectivas convirtió las islas en un verdadero territorio comanche: atracos, muertes con la jeringuilla en el brazo en cualquier portal, en los parques de la ciudad de Las Palmas, en barrios como Schamann, Escaleritas, El Batán, Pedro Hidalgo, Guanarteme, no había un lugar donde no se vieran las víctimas de la premeditada estrategia del estado, siguiendo instrucciones de los cerebros de los servicios secretos norteamericanos, tal como ya venían haciendo en otros países, sobre todo de Latinoamérica, que prepararon a conciencia con la dictadura fascista el necesario recambio de régimen, la conversión de un sistema totalitario en un montaje monárquico con los mismos franquistas cambiados de chaqueta, con parte de una izquierda PSOE-PCE cómplice directa de este escarnio a la memoria, a la dignidad de quienes pagaron con su vida o la cárcel su lucha por la democracia, argumentando que era para evitar que los sectores más involucionistas dieran un nuevo golpe de estado, que la “reconciliación” de las dos Españas era necesaria, abonando el terreno para solo una de sus Españas, la del saqueo, la corrupción y el terrorismo de estado.

Firmaron los “Pactos de la Moncloa”, elaboraron una Constitución a la medida del poder financiero, de la banca, una Carta Magna de la que no se ha cumplido casi nada, impusieron un nuevo formato de dictadura, con los mismos ladrones y criminales en el poder, construyendo un nuevo país sobre los huesos de las fosas comunes y cunetas de más de medio millón de demócratas y antifascistas asesinados, masacrados en 40 años de terror, torturas y crímenes de lesa humanidad.

“El Chinchilla” se hizo millonario en pocos años como otros de su misma calaña, algunos se reciclaron en constructores, otros hicieron sus pinitos en política como concejales o consejeros de los Ayuntamientos y Cabildos, destruyeron las vidas de cientos de miles de familias canarias, vascas, catalanas, valencianas…, la muerte inundó los barrios humildes, arrasó por la pacífica vida de millones personas honradas, de jóvenes que habían corrido muchas veces delante de los grises, que tenían la esperanza de una sociedad mejor, más justa, democrática, participativa, donde los valores de la República se recuperaran para un pueblo con inmensas ansias de libertad, pero todo fue una mentira, muchos acabaron sus días inyectándose la última dosis en cualquier basurero, viendo lo borroso del mundo, una especie de sueño, de pesadilla irreal antes de cerrar los ojos para siempre.

http://viajandoentrelatormenta.blogspot.com.es/

Imagen: Un joven sin sentido en Bellvitge con la jeringuilla colgando del brazo y al fondo el rostro deshecho de su madre.


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En Austria hablan de paz y en Siria despliegan tropas

Los criminales contumaces no pueden hablar de paz como lo hizo ayer Kerry en la capital austríaca. Rusia advierte a EE.UU. contra una operación terrestre en Siria ¿Para qué sirve entonces Viena? Pese a la buena voluntad rusa de resolver los conflictos vía negociación, no servirá para nada. Como los acuerdos de Minks sobre Ucrania. No es nada nuevo. Revisen la historia.

Rusia advirtió hoy a Estados Unidos contra una operación terrestre en Siria después de que el Pentágono adelantara ayer la posibilidad de «acciones directas sobre el terreno» contra el Estado Islámico (EI).

«EE. UU. ya viola burdamente el derecho internacional al organizar de manera ilegal una operación aérea en territorio de Siria, ya que no tiene ni el beneplácito del Conejo de Seguridad de la ONU ni la petición de las autoridades» sirias, afirmó la presidenta del Senado ruso, Valentina Matviyenko, a medios locales.

Matviyenko agregó que «si incluso se trata de alguna clase de operación terrestre, entonces esto será pisotear de nuevo y de manera grosera el derecho internacional».

Subrayó que Rusia se toma muy en serio las declaraciones hechas por el jefe del Pentágono estadounidense, Ashton Carter, ante el Comité de Servicios Armados del Senado.

«Esto ya es inadmisible. Esto es demasiado», dijo.

La presidenta de la cámara alta del Parlamento ruso insistió en que Rusia «sigue interesada en que EE. UU. se sume a nuestra operación en Siria para combatir juntos al EI».

«Esperamos que este llamamiento sea escuchado», agregó.

Carter anunció ayer un reforzamiento de la campaña militar estadounidense contra los yihadistas en Irak y Siria, que se traducirá en más ataques aéreos y «acciones directas sobre el terreno» en la provincia siria de Raqa.

«No vamos a contenernos a la hora de apoyar» operaciones contra el EI o de «realizar esas misiones directamente, ya sea con ataques desde el aire o acciones directas sobre el terreno», dijo Carter.

Durante la audiencia, el jefe del Pentágono reiteró las críticas contra la campaña militar del Kremlin en Siria y denunció que las fuerzas rusas «están atacando principalmente a la oposición siria», lo que contribuye a «alimentar» la «trágica guerra civil» en ese país.

El presidente ruso, Vladímir Putin, acusó la pasada semana a Estados Unidos de practicar un «doble juego» al declarar la guerra al terrorismo y utilizar a los yihadistas como «ariete» para derrocar al régimen de Bachar al Asad.

es.rbth.com

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Sospechoso accidente de aviación

Un avión comercial ruso, con más de 200 pasajeros a bordo, se estrelló sobre Egipto, según lo confirmó el primer ministro egipcio, Sherif Ismail.

Ismail declaró que convocará un comité de emergencia a nivel de gabinete para manejar la tragedia.

La nave, un Airbus A-321 de la aerolínea Kogalymavia, acababa de despegar del balneario egipcio Sharm el Sheikh, en el Mar Rojo, con destino San Petersburgo.

Al comienzo, hubo informes conflictivos sobre la suerte de la aeronave. Unas fuentes decían que había desaparecido sobre Chipre, otras que el avión había abandonado sano y salvo el espacio aéreo egipcio y había hecho contacto con controladores aéreos de Turquía.

La mayoría de los pasajeros eran turistas rusos.

BBC

Discrepancias en la política interior; Stalin, 1929

«He hablado más arriba de los cambios operados en las relaciones de clase y de la lucha de clases dentro de nuestro país. Decía que el grupo de Bujarin está contagiado de ceguera y no ve estos cambios, no comprende las nuevas tareas del partido. Decía que eso origina en la oposición bujarinista un estado de desconcierto, temor a las dificultades, predisposición a capitular ante ellas.

No se puede afirmar que estos errores de los bujarinistas hayan caído del cielo. Lejos de ello, están relacionados con la fase de desarrollo superada ya, y que se llama período de restauración de la economía nacional, durante el cual el trabajo de edificación marchaba por una vía pacífica, pudiéramos decir que de por sí, durante el cual no sedaban aún esos cambios en las relaciones de clase que se producen ahora, ni existía aún esa agudización de la lucha de clases que en los momentos actuales observamos.

Pero hoy estamos en una nueva fase de desarrollo, distinta del período anterior, del período de la restauración. Hoy nos encontramos en un nuevo período de edificación, en el período de la reestructuración de toda la economía nacional sobre la base del socialismo. Este nuevo período origina nuevos cambios en las relaciones de clase, agudiza la lucha de clases y requiere nuevos métodos de lucha, que reagrupemos nuestras fuerzas, mejoremos y fortalezcamos todas nuestras organizaciones.

La desgracia del grupo de Bujarin consiste, precisamente, en que vive en el pasado, en que no ve los rasgos característicos de este nuevo período y no comprende la necesidad de aplicar nuevos métodos de lucha. De ahí su ceguera, su desconcierto, su pánico ante las dificultades.

La lucha de clases

¿Cuál es la base teórica de esta ceguera y de este desconcierto del grupo de Bujarin?

Yo creo que la base teórica de esta ceguera y de este desconcierto es el modo falso, no marxista, que Bujarin tiene de abordar el problema de la lucha de clases en nuestro país. Me refiero a la teoría no marxista de Bujarin sobre la integración de los kulaks en el socialismo, a su incomprensión de la mecánica de la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado.

Se ha citado aquí varias veces el conocido pasaje del folleto de Bujarin: «El camino hacia el socialismo» de 1927, que habla de la integración de los kulaks en el socialismo. Pero se ha citado con algunas mutilaciones. Permitidme que yo lo lea íntegro. Es necesario hacerlo así, camaradas, para poner de manifiesto hasta qué punto se aparta Bujarin de la teoría marxista de la lucha de clases. Escuchad:

«La red fundamental de nuestras organizaciones cooperativas campesinas estará formada por células cooperativas no de tipo kulak, sino «de trabajadores», que se integrarán en el sistema de nuestros organismos del Estado y se convertirán, de este modo, en eslabones de la cadena única de la economía socialista. De otra parte, los nidos cooperativos de los kulaks irán integrándose, exactamente del mismo modo, a través de los bancos, etc., en este sistema; pero serán, hasta cierto punto, un cuerpo extraño, al estilo, por ejemplo, de las concesiones». (Nikolái Bujarin; El camino hacia el socialismo 1927)

Al citar este pasaje del folleto de Bujarin, algunos camaradas prescindieron, no sé por qué, de la última parte, que habla de los concesionarios. Rozit, deseoso, por lo visto, de ayudar a Bujarin, lo aprovechó para gritar desde su asiento que se tergiversaba el texto de Bujarin. Y lo notable es que la sal de toda la cita reside, precisamente, en esta última parte, referente a los concesionarios. Pues, si se coloca en un mismo plano a los concesionarios y a los kulaks, y éstos se integran en el socialismo, ¿a qué conclusión se llega? Sólo se puede llegar a una conclusión, a saber: que también los concesionarios se integran en el socialismo, que en el socialismo no se integran solamente los kulaks, sino también los concesionarios. (Hilaridad general)

Tal es la conclusión obligada.

Rozit: Bujarin dice «un cuerpo extraño».

Stalin: Bujarin no dice «un cuerpo extraño», sino «hasta cierto punto, un cuerpo extraño». Es decir, que los kulaks y los concesionarios son, «hasta cierto punto», un cuerpo extraño dentro del sistema del socialismo. Pero el error de Bujarin consiste, precisamente, en esto, en creer que los kulaks y los concesionarios se integran en el socialismo a pesar de ser, «hasta cierto punto», un cuerpo extraño.

He ahí a qué estupideces lleva la teoría de Bujarin.

Los capitalistas de la ciudad y del campo, los kulaks y los concesionarios, integrándose en el socialismo: hasta esa estupidez ha llegado Bujarin.

No, camaradas, no es ése el «socialismo» que nosotros necesitamos. Que se quede con él Bujarin.

Hasta ahora, los marxistas-leninistas habíamos pensado que entre los capitalistas de la ciudad y del campo, de una parte, y, de otra parte, la clase obrera, existe un antagonismo irreconciliable de intereses. En ello, precisamente, descansa la teoría marxista de la lucha de clases. Pero ahora, según la teoría de Bujarin acerca de la integración pacífica de los capitalistas en el socialismo, todo esto se trastrueca, desaparece el antagonismo irreconciliable entre los intereses de clase de los explotadores y de los explotados, y los explotadores se integran en el socialismo.

Rozit: Eso no es cierto, pues se presupone la dictadura del proletariado.

Stalin: Pero la dictadura del proletariado es la forma más aguda de la lucha de clases.

Rozit: De eso se trata.

Stalin: Y por lo que dice Bujarin, se llega a la conclusión de que los capitalistas se van integrando en esta misma dictadura del proletariado. ¿Cómo no lo comprende, Rozit? ¿Contra quién se debe luchar? ¿Contra quién se debe dirigir esta forma de la lucha de clases, la más aguda de todas, si los capitalistas de la ciudad y del campo van integrándose en el sistema de la dictadura del proletariado?

La dictadura del proletariado es necesaria para mantener una lucha implacable contra los elementos capitalistas, para aplastar a la burguesía y extirpar las raíces del capitalismo. Pero si los capitalistas de la ciudad y del campo, si el kulak y el concesionario se van integrando en el socialismo, ¿qué falta hace la dictadura del proletariado?; y si hace falta, ¿para aplastar a qué clase?

Rozit: De eso se trata, de que, según Bujarin, la integración presupone lucha de clases.

Stalin: A lo que se ve, Rozit se ha juramentado para ayudar a Bujarin. Pero le presta un flaco servicio, como el oso de la fábula, pues, queriendo salvarle, lo que en realidad hace es empujarle para que se ahogue sin remedio. Bien se dice que «un oso servicial es más peligroso que un enemigo». (Hilaridad general)

Una de dos: o entre la clase capitalista y la clase obrera, que llegó al poder y ha implantado su dictadura, media un antagonismo irreducible de intereses, o no media este antagonismo de intereses, en cuyo caso no quedará más camino que proclamar la armonía de los intereses de clase.

Una de dos: o la teoría marxista de la lucha de clases, o la teoría de la integración de los capitalistas en el socialismo; o el antagonismo irreducible de los intereses de clase, o la teoría de la armonía de los intereses de clase.

Todavía puede uno comprender a «socialistas» del tipo de Brentano o de Sidney Webb, que predican la integración del socialismo en el capitalismo y del capitalismo en el socialismo, pues estos «socialistas» son, en el fondo, antisocialistas, son unos liberales burgueses. A quien no se puede comprender es a un hombre que, deseando ser marxista, predique la teoría de la integración de la clase capitalista en el socialismo.

En su discurso, Bujarin ha intentado respaldar la teoría de la integración de los kulaks en el socialismo con una conocida cita de Lenin, afirmando que Lenin dice lo mismo que él.

Esto es falso, camaradas. Esto es una burda e intolerable calumnia contra Lenin.

He aquí esa cita de Lenin:

«Naturalmente, en nuestra República Soviética, el régimen social se basa en la colaboración de dos clases, los obreros y los campesinos, colaboración en la que ahora se admite también, bajo ciertas condiciones, a los «nepmanes», es decir, a la burguesía». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Como tenemos que reorganizar la Inspección Obrera, 25 de enero de 1923)

Como veis, aquí no se habla para nada de la integración de la clase capitalista en el socialismo. Lo único que se dice es que, «bajo ciertas condiciones», en la colaboración de los obreros y los campesinos «admitimos» también a los nepmanes, es decir, a la burguesía.

¿Qué significa esto? ¿Significa que así admitimos la posibilidad de que los nepmanes vayan integrándose en el socialismo? Naturalmente que no. Esta cita de Lenin sólo puede ser interpretada así por quien haya perdido la vergüenza. Esto quiere decir, simplemente, que, por ahora, no aniquilamos la burguesía, que, por ahora no le confiscamos sus bienes, sino que le permitimos que siga existiendo bajo ciertas condiciones, es decir, siempre y cuando se someta sin reservas a las leyes de la dictadura del proletariado, que conducen a la progresiva limitación de los capitalistas y a su desplazamiento gradual de la vida económica.

¿Se puede desplazar a los capitalistas y extirpar las raíces del capitalismo sin una encarnizada lucha de clases? No, no se puede.

¿Se puede suprimir las clases propugnando, en la teoría y en la práctica, la integración de los capitalistas en el socialismo? No, no se puede. Esa teoría y esa actuación práctica sólo sirven para fomentar y perpetuar las clases, pues la tal teoría es opuesta a la teoría marxista de la lucha de clases.

Pues bien, la cita de Lenin se basa absoluta e íntegramente en la teoría marxista de la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado.

¿Qué puede haber de común entre la teoría de Bujarin sobre la integración de los kulaks en el socialismo y la teoría de Lenin sobre la dictadura como forma encarnizada de la lucha de clases? Es evidente que entre una y otra no hay ni puede haber la menor afinidad.

Bujarin entiende que, bajo la dictadura del proletariado, la lucha de clases debe extinguirse y desaparecer para que se llegue a la supresión de las clases. Lenin, por el contrario, enseña que las clases sólo pueden ser suprimidas mediante una lucha de clases tenaz, lucha que bajo la dictadura del proletariado es todavía más encarnizada que antes.

«La supresión de las clases es obra de una larga, difícil y tenaz lucha de clases, que no desaparece –como se lo imaginan los banales personajes del viejo socialismo y de la vieja socialdemocracia– después del derrocamiento del poder del capital, después de la destrucción del Estado burgués, después de la implantación de la dictadura del proletariado, sino que se limita a cambiar de forma, haciéndose en muchos aspectos todavía más encarnizada». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Un saludo a los obreros húngaros, 29 de mayo de 1919)

Eso es lo que Lenin dice acerca de la supresión de las clases.

Supresión de las clases mediante una encarnizada lucha de clase del proletariado: tal es la fórmula de Lenin.

Supresión de las clases mediante la extinción de la lucha de clases y la integración de los capitalistas en el socialismo: tal es la fórmula de Bujarin.

¿Qué puede haber de común entre estas dos fórmulas?

La teoría bujarinista de la integración de los kulaks en el socialismo es, por tanto, el abandono de la teoría marxista-leninista de la lucha de clases y una aproximación a la teoría del socialismo de cátedra [4].

Ahí está el origen de todos los errores de Bujarin y de sus amigos.

Podrá objetarse que no vale la pena extenderse demasiado en la teoría bujarinista de la integración de los kulaks en el socialismo, puesto que ella misma habla –y no sólo habla, sino que clama– en contra de Bujarin. ¡Eso es falso, camaradas! Mientras esta teoría permanecía en estado latente, podía no prestársele atención, ¡pues no son pocas las necedades que se encuentran en los escritos de diferentes camaradas! Así lo hicimos hasta ahora. Pero últimamente la situación ha cambiado. La fuerza ciega del elemento pequeño burgués, desatada estos últimos años, empezó a dar vida a esta teoría antimarxista, por lo cual cobró actualidad. Hoy ya no es posible decir que esta teoría permanece en estado latente. Hoy, esta peregrina teoría de Bujarin pretende ser la bandera de la desviación derechista en nuestro partido, la bandera del oportunismo. Por eso, no podemos ya pasar de largo ante ella, sino que tenemos el deber de deshacerla como teoría falsa y dañina, para facilitar a nuestros camaradas del partido la lucha contra la desviación de derecha.

La agudización de la lucha de clases

El segundo error de Bujarin, derivado del primero, consiste en su modo falso, no marxista, de abordar el problema de la agudización de la lucha de clases, del incremento de la resistencia de los elementos capitalistas contra la política socialista del poder soviético.

¿De qué se trata? ¿No será que los elementos capitalistas se desarrollan más rápidamente que el sector socialista de nuestra economía, por lo que intensifican su resistencia, minando la edificación socialista? No, no se trata de eso. Además, es falso que los elementos capitalistas se desarrollen más rápidamente que el sector socialista. Si fuera así, la edificación socialista se hallaría ya al borde de la ruina.

De lo que se trata es de que el socialismo mantiene eficazmente la ofensiva contra los elementos capitalistas, de que el socialismo crece más rápidamente que los elementos capitalistas, de que, en consecuencia, disminuye el peso relativo de los elementos capitalistas y, precisamente porque disminuye el peso relativo de los elementos capitalistas, éstos se ven en peligro mortal y redoblan su resistencia.

Y por el momento pueden hacerlo, no sólo porque cuentan con el apoyo del capitalismo mundial, sino porque, a pesar de disminuir su peso relativo y a pesar de disminuir también su desarrollo relativo, comparado con el del socialismo, sigue el desarrollo absoluto de los elementos capitalistas, lo que, en cierto grado, les permite acumular fuerzas para oponerse al ascenso del socialismo.

Sobre esta base es como, en la fase actual del desarrollo y bajo la presente correlación de las fuerzas, se agudiza la lucha de clases y aumenta la resistencia de los elementos capitalistas de la ciudad y del campo.

El error de Bujarin y de sus amigos consiste en que no comprenden una verdad tan sencilla y tan evidente como ésta. Su error consiste en que no abordan la cuestión de un modo marxista, sino al modo filisteo, intentando explicar la agudización de la lucha de clases con todo género de razones fortuitas: la «ineptitud» del aparato soviético, la política «imprudente» de los dirigentes locales, la «falta» de flexibilidad, las «exageraciones», etc., etc.

He aquí, por ejemplo, una cita tomada del folleto de Bujarin «El camino hacia el socialismo» de 1927, que muestra la carencia absoluta de un criterio marxista al abordar el problema de la agudización de la lucha de clases:

«Aquí y allá, la lucha de clases en el campo estalla en sus antiguas manifestaciones; esta agudización la provocan, por lo común, los elementos kulaks. Cuando, por ejemplo, los kulaks o las gentes que se lucran a costa del prójimo, y que se infiltraron en los organismos del poder soviético, comienzan a disparar contra los corresponsales rurales, esto es una manifestación de la lucha de clases en su forma más aguda [lo cual es falso, pues la forma más aguda de la lucha de clases es la insurrección – Anotación de I.V. Stalin]. Pero estos casos suelen darse, generalmente, allí donde el aparato local soviético es todavía débil. A medida que se mejore este aparato, a medida que se fortalezcan todas las células de base del poder soviético, a medida que mejoren y se refuercen las organizaciones locales del partido y del Komsomol en la aldea, esta clase de fenómenos se harán cada vez más raros, cosa que es de una evidencia meridiana, y acabarán por desaparecer sin dejar huella». (Nikolái Bujarin; El camino hacia el socialismo 1927)

Resulta, pues, que la agudización de la lucha de clases obedece a razones imputables al aparato de los soviets, a la aptitud o la ineptitud, a la fuerza o la debilidad de nuestras organizaciones de base.

Resulta, por ejemplo, que el sabotaje de los intelectuales burgueses en Shajti, que es una forma de resistencia de los elementos burgueses al poder soviético y una forma de agudización de la lucha de clases, no lo explica la correlación de las fuerzas de clase, los progresos del socialismo, sino la ineptitud de nuestro aparato.

Resulta que, hasta que se dio el sabotaje en masa en el distrito de Shajti, nuestro aparato era bueno; pero después, en el momento de producirse ese sabotaje en masa, el aparato se convirtió de súbito en algo completamente inservible.

Resulta que, hasta el año pasado, cuando el acopio de cereales marchaba por inercia y la lucha de clases no se había agudizado todavía particularmente, nuestras organizaciones locales eran buenas y hasta ideales; pero el año pasado, cuando la resistencia de los kulaks adquirió formas especialmente agudas, nuestras organizaciones se convirtieron de súbito en algo malo e inservible en absoluto.

Esto no es explicación, sino una caricatura de explicación; esto no es ciencia, sino charlatanería.

¿Cómo se explica, en realidad, esta agudización de la lucha de clases?

La explican dos causas.

Primera: nuestros avances, nuestra ofensiva, el desarrollo de las formas socialistas de la economía, tanto en la industria como en la agricultura, desarrollo que lleva aparejado el desplazamiento correspondiente de ciertos grupos de capitalistas de la ciudad y del campo. Todo consiste en que estamos viviendo bajo la fórmula de Lenin de «quién vencerá a quién»: o nosotros les hacemos morder el polvo a los capitalistas, y les damos, como decía Lenin, la batalla final y decisiva; o ellos nos hacen morder el polvo a nosotros.

Segunda: la circunstancia de que los elementos capitalistas no están dispuestos a retirarse voluntariamente de la escena, sino que se resisten y seguirán resistiéndose al socialismo, pues ven que se les acerca su última hora. Y pueden todavía ofrecer resistencia, porque, a pesar de la disminución de su peso relativo, siguen creciendo en términos absolutos: la pequeña burguesía de la ciudad y del campo hace brotar de su seno, como decía Lenin, cada día y cada hora, capitalistas de mayor o menor cuantía, y estos elementos capitalistas toman todas las medidas para defender su existencia.

En la historia no se ha dado jamás el caso de que las clases moribundas se retirasen voluntariamente de la escena. No se ha dado jamás en la historia el caso de que la burguesía agonizante no apelase a sus últimas fuerzas para defender su existencia. Lo mismo si nuestro aparato soviético de base es bueno que si es malo, nuestros avances, nuestra ofensiva, reducirán y desplazarán a los elementos capitalistas, y éstos, las clases agonizantes, ofrecerán resistencia por encima de todo.

Tales son las razones de la agudización de la lucha de clases en nuestro país.

El error de Bujarin y de sus amigos consiste en que identifican el aumento de la resistencia de los capitalistas con el aumento de su peso relativo. Pero esta identificación carece de todo fundamento. Y carece de fundamento porque si los capitalistas se resisten, esto no quiere decir, ni mucho menos, que hayan llegado a ser más fuertes que nosotros. Ocurre, precisamente, lo contrario. Las clases agonizantes no ofrecen resistencia porque sean más fuertes que nosotros, sino porque el socialismo crece más rápidamente que ellas, y ellas se hacen más débiles que nosotros. Y precisamente porque se hacen más débiles, presienten que se acerca su última hora y se ven obligadas a resistirse con todas sus fuerzas, por todos los medios.

Tal es la mecánica de la agudización de la lucha de clases y de la resistencia de los capitalistas en el momento histórico actual.

¿Cuál debe ser la política del partido ante ese estado de cosas?

El partido debe poner en guardia a la clase obrera y a las masas explotadas del campo, elevar su combatividad y desarrollar su capacidad de movilización para la lucha contra los elementos capitalistas de la ciudad y del campo, para la lucha contra los enemigos de clase que se resisten.

La teoría marxista-leninista de la lucha de clases es buena, entre otras cosas, porque facilita la movilización de la clase obrera contra los enemigos de la dictadura del proletariado.

¿Por qué son nocivas la teoría bujarinista de la integración de los capitalistas en el socialismo y la concepción bujarinista del problema de la agudización de la lucha de clases?

Porque adormecen a la clase obrera, quitan capacidad de movilización a las fuerzas revolucionarias de nuestro país, desmovilizan a la clase obrera y facilitan la ofensiva de los elementos capitalistas contra el poder soviético.

El campesinado

El tercer error de Bujarin se refiere al campesinado. Es sabido que la cuestión de los campesinos es una de las más importantes de nuestra política. En nuestras condiciones, el campesinado lo forman diversos grupos sociales: campesinos pobres, campesinos medios y kulaks. Es lógico que nuestra actitud ante esos grupos no pueda ser la misma. Los campesinos pobres son un pilar de la clase obrera, los campesinos medios son aliados y los kulaks son enemigos de clase: tal es nuestro criterio ante esos grupos sociales. Todo ello es lógico y sobradamente conocido.

Sin embargo, Bujarin ve las cosas de manera algo distinta. En su modo de enjuiciar a los campesinos, desaparece toda diferenciación de éstos, toda clasificación en grupos sociales, y sólo subsiste una mancha gris llamada aldea. Para él, el kulak no es kulak, el campesino medio no es campesino medio, y todo es miseria en la aldea. Así lo ha dicho aquí en su discurso: ¿acaso nuestro kulak puede ser llamado kulak? Si es un mendigo, ha dicho. Y nuestro campesino medio ¿se parece en algo a un campesino medio?, preguntaba aquí Bujarin. Es un pordiosero, un muerto de hambre. Se comprende que ese punto de vista acerca de los campesinos es falso de arriba abajo e incompatible con el leninismo.

Lenin decía que los campesinos individuales son la última clase capitalista. ¿Es exacta esta afirmación? Sí, absolutamente exacta. ¿Por qué se califica a los campesinos individuales de última clase capitalista? Porque, de las dos clases fundamentales que integran nuestra sociedad, el campesinado es una clase cuya economía se basa en la propiedad privada y en la pequeña producción mercantil. Porque, el campesinado, mientras lo compongan campesinos individuales dedicados a la pequeña producción mercantil, engendrará y no podrá por menos de engendrar capitalistas, constante e ininterrumpidamente.

Esta circunstancia tiene para nosotros una importancia decisiva, cuando se trata de nuestra actitud marxista ante el problema de la alianza de la clase obrera con los campesinos. Esto significa que lo que nosotros necesitamos no es una alianza cualquiera con los campesinos, sino únicamente una alianza basada en la lucha contra los elementos capitalistas del campesinado.

Como veis, la tesis de Lenin sobre el campesinado como última clase capitalista, lejos de contradecir la idea de la alianza de la clase obrera con el campesinado, da una base a esta alianza, como alianza de la clase obrera con la mayoría de los campesinos contra los elementos capitalistas en general, y contra los elementos capitalistas del campesinado, de la aldea, en particular.

Lenin planteó esta tesis para mostrar que la alianza de la clase obrera con los campesinos sólo puede ser sólida a condición de que se base en la lucha contra esos mismos elementos capitalistas que el campesinado engendra.

El error de Bujarin consiste en que no comprende ni admite esta cosa tan sencilla, en que se olvida de los grupos sociales existentes en la aldea, en que de su campo visual se esfuman los kulaks y los campesinos pobres, quedando solamente una masa única de campesinos medios.

Esto es una indudable desviación de Bujarin hacia la derecha, contraria a la desviación «izquierdista», trotskista, que no ve en la aldea más grupos sociales que los campesinos pobres y los kulaks, y de cuyo campo visual se esfuman los campesinos medios.

¿Cuál es la diferencia entre el trotskismo y el grupo de Bujarin en lo que se refiere a la alianza con los campesinos? Que el trotskismo se declara contra la política de una alianza sólida con las masas de campesinos medios, mientras que el grupo bujarinista es partidario de cualquier alianza con el campesinado en general. Huelga demostrar que ambas orientaciones son falsas y que tanto vale la una como la otra.

El leninismo aboga sin reservas por una alianza sólida con las masas fundamentales campesinas, por la alianza con los campesinos medios, pero no por una alianza cualquiera, sino por una alianza con éstos que asegure el papel dirigente de la clase obrera que fortalezca la dictadura del proletariado y que facilite la obra de la supresión de las clases:

«Por acuerdo entre la clase obrera y el campesinado puede entenderse lo que se quiera. Si no se tiene presente que, desde el punto de vista de la clase obrera, el acuerdo sólo es tolerable, acertado y posible en principio cuando apoya a la dictadura de la clase obrera y constituye una de las medidas encaminadas a la supresión de las clases, la fórmula del acuerdo de la clase obrera con el campesinado no es, naturalmente, más que una fórmula que mantienen en sus concepciones todos los enemigos del poder soviético y todos los enemigos de la dictadura». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Informe en la Xº Conferencia de toda Rusia del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, 1921)

Y más adelante:

«Ahora, el proletariado tiene en sus manos el Poder y lo dirige. El proletariado dirige al campesinado. ¿Qué significa dirigir al campesinado? Significa, en primer lugar, orientarse hacia la supresión de las clases, y no hacia el pequeño productor. Si nos desviáramos de esta línea fundamental y cardinal, dejaríamos de ser socialistas y caeríamos en el campo de esos pequeño burgueses, en el campo de los eseristas y mencheviques, que son hoy los más encarnizados enemigos del proletariado». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Informe en la Xº Conferencia de toda Rusia del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, 1921)

Tal es el punto de vista de Lenin sobre la alianza con las masas fundamentales del campesinado, con los campesinos medios.

El error del grupo de Bujarin, en lo que se refiere a los campesinos medios, consiste en que no ve el doble carácter, la doble situación que ocupa el campesino medio entre la clase obrera y los capitalistas. «Los campesinos medios son una clase vacilante», decía Lenin. ¿Por qué? Porque el campesino medio, de una parte, es un trabajador, cosa que lo acerca a la clase obrera, mientras que, de otra parte, es un propietario, cosa que lo acerca a los kulaks. De ahí las vacilaciones del campesino medio. Y esto no es cierto sólo desde el punto de vista teórico. Estas vacilaciones se manifiestan también en la práctica todos los días y a todas horas.

«El campesino, como trabajador, se inclina hacia el socialismo, prefiriendo la dictadura de los obreros a la dictadura de la burguesía. Pero, como vendedor de cereales, el campesino se inclina hacia la burguesía, hacia el comercio libre, es decir, vuelve la vista atrás, al capitalismo «habitual», al viejo capitalismo «tradicional». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Un saludo a los obreros húngaros, 29 de mayo de 1919)

Por eso, la alianza con el campesino medio sólo puede ser sólida si va dirigida contra los elementos capitalistas, contra el capitalismo en general, si asegura el papel dirigente de la clase obrera dentro de esta alianza y si facilita la obra de supresión de las clases.

El grupo de Bujarin olvida estas cosas tan sencillas y tan lógicas.

La NEP y las relaciones mercantiles

El cuarto error de Bujarin se refiere a la cuestión de la NEP –Nueva Política Económica–. Aquí el error de Bujarin consiste en no ver el doble carácter de la NEP, en no ver más que uno de sus aspectos. Cuando, en 1921, implantamos la NEP, dirigimos su filo contra el comunismo de guerra, contra el régimen y el orden de cosas que prohibían toda libertad para el comercio privado. Entendíamos y seguimos entendiendo que la NEP significa cierta libertad para el comercio privado. Bujarin se acuerda de este aspecto del asunto. Y eso está muy bien.

Pero Bujarin se equivoca al creer que la NEP no tiene más que ese aspecto. Olvida que también tiene otro. Se trata de que la NEP no significa en absoluto la libertad completa para el comercio privado, el libre juego de precios en el mercado. La NEP es libertad para el comercio privado dentro de ciertos límites, dentro de cierto marco, a condición de que se asegure el papel regulador del Estado en el mercado. Este es, precisamente, el segundo aspecto de la NEP, aspecto más importante para nosotros que el primero. En el mercado de nuestro país no existe el libre juego de precios, como ocurre ordinariamente en los países capitalistas. Nosotros fijamos el precio de los cereales en lo fundamental. Fijamos los precios de los artículos manufacturados. Nos esforzamos en aplicar una política de reducción del coste de producción y de rebaja de precios de los artículos manufacturados, tratando de mantener la estabilidad de los precios de los productos agrícolas; ¿No es evidente que este régimen peculiar y específico del mercado no existe en ningún país capitalista?

De aquí se desprende que, mientras haya NEP, tienen que subsistir sus dos aspectos: el primero, dirigido contra el régimen del comunismo de guerra, y cuya finalidad es proporcionar cierta libertad para el comercio privado, y el segundo, dirigido contra la plena libertad para el comercio privado, y cuya finalidad es asegurar el papel regulador del Estado en el mercado. Eliminad uno de los aspectos, y habrá desaparecido la nueva política económica.

Bujarin cree que a la NEP sólo puede amenazarle el peligro de «izquierda», de quienes pretenden acabar con toda libertad de comercio. Esto es falso. Esto es un craso error. Además, este peligro es ahora el menos real, pues no hay actualmente o casi no hay en nuestros organismos locales ni centrales quien no comprenda toda la necesidad y la conveniencia de mantener cierta libertad de comercio.

Mucho más real es el peligro de derecha, el peligro que representan quienes pretenden suprimir el papel regulador del Estado en el mercado, quienes pretenden «emancipar» el mercado y abrir así una era de plena libertad para el comercio privado. No cabe la menor duda de que este peligro de ruptura de la NEP desde la derecha es hoy día mucho más real.

Conviene no olvidar que la fuerza ciega del elemento pequeño burgués actúa precisamente en este sentido, en el sentido de hacer fracasar la NEP desde la derecha. Conviene también recordar que las lamentaciones de los kulaks y de los elementos acomodados, que las lamentaciones de los especuladores y acaparadores, por las que se dejan influir a menudo muchos de nuestros camaradas, disparan contra la NEP precisamente desde este flanco. El hecho de que Bujarin no vea este segundo peligro, verdaderamente real, de ruptura de la NEP, atestigua de modo indudable que ha cedido a la presión de la fuerza ciega del elemento pequeño burgués.

Bujarin recomienda «normalizar» el mercado y «maniobrar» con los precios de acopio de los cereales por zonas, es decir, la subida de los precios de los cereales. ¿Qué significa esto? Significa que no le satisfacen las condiciones soviéticas del mercado, que desea acabar paulatinamente con el papel regulador del Estado sobre el mercado y que propone hacer concesiones a la fuerza ciega del elemento pequeño burgués que torpedea la NEP por la derecha.

Supongamos por un momento que seguimos los consejos de Bujarin. ¿Qué ocurriría? Elevaríamos los precios de los cereales, pongamos por caso, en el otoño, al comenzar el período de los acopios. Pero como en el comercio hay siempre gente, especuladores y acaparadores de toda laya, que pueden pagar los cereales tres veces más caro, y como nosotros no podemos competir con los especuladores, pues ellos compran, a lo sumo, unos diez millones de puds, mientras que nosotros tenemos que comprar cientos de millones, resultará que los poseedores de cereales seguirán reteniéndolos, esperando a que suban todavía más los precios. Es decir, que, al llegar la primavera, que es cuando el Estado empieza a sentir más necesidad de cereales, tendríamos que volver a aumentar los precios. ¿Y qué significaría subir los precios de los cereales en la primavera? Significaría sacrificar a los pobres y a las gentes modestas del campo –que se ven obligados a comprar cereales, en la primavera, en parte para la siembra y en parte para el consumo–, pues comprarían los mismos cereales que vendieron en el otoño a precio más bajo. ¿Es que, con estas operaciones, íbamos a conseguir algún resultado serio, en el sentido de obtener la cantidad suficiente de cereales? Lo más probable es que no lográsemos nada, pues siempre habría especuladores y acaparadores que se las arreglarían para pagar de nuevo el doble y el triple por esos mismos cereales. Y tendríamos que estar dispuestos a elevar nuevamente los precios de los cereales, esforzándonos en vano en atajar a los especuladores y acaparadores.

De eso se deduce que, puestos en el camino de elevar los precios de los cereales, tendríamos que seguir elevándolos constantemente, sin la menor garantía de poder conseguir cereales en cantidad suficiente.

Pero la cosa no para ahí:

En primer lugar, la elevación de los precios de acopio de los cereales nos obligaría luego a elevar también los precios de las materias primas que produce la agricultura, para mantener cierta proporción en los precios de los productos agrícolas.

En segundo lugar, la elevación de los precios de acopio de los cereales nos impediría mantener el bajo precio del pan en las ciudades; es decir, que tendríamos que subir también los precios de venta del pan. Y como no podemos ni debemos perjudicar a los obreros, nos veríamos obligados a elevar rápidamente los salarios. Y esto conduciría forzosamente a aumentar también los precios de los artículos manufacturados, pues, de lo contrario, se produciría un trasiego de recursos de la ciudad al campo, perjudicial para la industrialización.

Y como resultado de esto, tendríamos que nivelar los precios de los artículos manufacturados y los productos agrícolas, no sobre la base de precios con tendencia a la baja o, por lo menos, estabilizados, sino sobre la base de precios con tendencia al alza, tanto del pan como de los artículos manufacturados.

Dicho en otros términos: tendríamos que orientarnos al encarecimiento de los artículos manufacturados y de los productos agrícolas.

Fácil es comprender que estas «maniobras» con los precios acabarían forzosa y totalmente con la política soviética de precios, acabarían con el papel regulador del Estado en el mercado y dejarían en libertad completa la fuerza ciega del elemento pequeño burgués.

¿Quién saldría ganando con ello?

Sólo los sectores acomodados de la ciudad y del campo, pues el encarecimiento de los artículos manufacturados y de los productos agrícolas los haría forzosamente inasequibles tanto para la clase obrera como para los campesinos pobres y los sectores modestos del campo. Saldrían ganando los kulaks y los campesinos acomodados, los nepmanes y otras clases pudientes.

También esto sería una ligazón, pero una ligazón muy particular: la ligazón con los sectores pudientes del campo y de la ciudad. Y los obreros y los sectores modestos del campo tendrían perfecto derecho a preguntamos: ¿qué Poder es éste, de los obreros y campesinos o de los kulaks y los nepmanes?

La ruptura con la clase obrera y con los sectores modestos del campo y la ligazón con los sectores pudientes del campo y de la ciudad: eso es lo que nos traería la «normalización» bujarinista del mercado y las «maniobras» con los precios de los cereales por zonas.

Es evidente que el partido no puede seguir ese camino funesto.

Hasta qué punto embrolla Bujarin todas las ideas sobre la NEP y hasta qué punto es prisionero de la fuerza ciega del elemento pequeño burgués se ve, entre otras cosas, por su actitud más que negativa hacia las nuevas formas de intercambio de mercancías entre la ciudad y el campo, entre el Estado y los campesinos. Bujarin se indigna e injuria porque el Estado sea un proveedor de mercancías para los campesinos, y éstos se vayan convirtiendo en proveedores de cereales para el Estado. Según él, esto es vulnerar todas las normas de la NEP, poco menos que torpedearla. ¿Por qué?, nos preguntamos, ¿a título de qué?

¿Qué puede haber de malo en que el Estado, la industria del Estado, sea la que provea de mercancías a los campesinos sin intermediarios, y en que los campesinos sean los que suministren cereales para la industria, para el Estado, sin intermediarios también?

¿Qué puede haber de malo, desde el punto de vista del marxismo y de la política marxista, en que los campesinos se hayan convertido ya en proveedores de algodón, de remolacha y de lino para las necesidades de la industria del Estado, y la industria del Estado en proveedora de mercancías urbanas, de simientes y de instrumentos de producción para estas ramas de la economía rural?

El método de la contratación es aquí el fundamental para fijar estas nuevas formas de intercambio de mercancías entre la ciudad y el campo. Pero ¿acaso el método de contratación es incompatible con los postulados de la NEP?

¿Qué puede haber de malo en que los campesinos se hagan proveedores del Estado también en cereales, y no sólo en algodón, remolacha y lino, utilizando el mismo método de la contratación?

¿Por qué al comercio en partidas pequeñas, al comercio al por menor se le puede llamar intercambio de mercancías, y el comercio en partidas grandes, sobre la base de contratos previamente establecidos –contratación– que determinen los precios y la calidad de los productos, no se puede considerar como intercambio de mercancías?

¿Acaso es difícil comprender que estas nuevas formas de intercambio en masa de mercancías con arreglo al método de la contratación entre la ciudad y el campo han surgido precisamente sobre la base de la NEP y constituyen un importantísimo paso adelante de nuestras organizaciones hacia el fortalecimiento de la dirección socialista, planificada, de la economía nacional?

Bujarin ha dejado de comprender estas cosas tan sencillas y tan lógicas.

El llamado «Tributo»

El quinto error de Bujarin –me refiero a los errores principales– consiste en la deformación oportunista de la línea del partido en el problema de las «tijeras» entre la ciudad y el campo, en el problema del llamado «tributo».

¿A qué se refiere la conocida resolución de la reunión conjunta del Buró Político y del Presídium de la Comisión de Control Central. –de febrero de 1929– acerca de las «tijeras»? Se refiere a que, además de los impuestos ordinarios, directos e indirectos, que los campesinos satisfacen al Estado, abonan otro superimpuesto, al pagar de más los artículos manufacturados y al cobrar de menos los precios de los productos agrícolas.

¿Es cierto que existe en la realidad ese superimpuesto satisfecho por el campesinado? Sí, es cierto. ¿Qué otros nombres tiene? Se le llama también «tijeras», «trasiego» de recursos de la agricultura a la industria con objeto de impulsar más rápidamente esta última.

¿Es necesario ese «trasiego»? Entre nosotros no hay discrepancias acerca de que el «trasiego», como medida provisional, es necesario, si es que de veras queremos mantener el rápido ritmo de desarrollo de la industria. Y el crecimiento rápido de la industria debemos mantenerlo a toda costa, pues no lo requiere sólo la propia industria, sino que en primer lugar lo exige la agricultura, lo exigen los campesinos, quienes necesitan ahora más que nada tractores, maquinaria agrícola y abonos.

¿Podemos suprimir ahora mismo ese superimpuesto? Por desgracia, no. Deberemos suprimirlo en la primera oportunidad, dentro de unos años, pero ahora no podemos hacerlo.

Y ese superimpuesto, obtenido como resultado de las «tijeras», constituye «algo semejante a un tributo». No es tributo, sino «algo semejante a un tributo». Es «algo semejante a un tributo» que satisfacemos por nuestro atraso. Ese superimpuesto es necesario para impulsar el desarrollo de la industria y terminar con nuestro atraso.

¿No significará esto que explotamos al campesinado al gravarlo con ese impuesto adicional? No, no significa eso. La naturaleza del poder soviético no permite que el Estado explote a los campesinos de ninguna manera. En los discursos de nuestros camaradas en el Pleno de julio [5] se dijo explícitamente que dentro del régimen soviético quedaba excluida la explotación de los campesinos por el Estado socialista, pues el ascenso constante del bienestar de los campesinos trabajadores es ley del desarrollo de la sociedad soviética, y esto descarta toda posibilidad de explotación del campesinado.

¿Puede soportar el campesinado ese impuesto adicional? Sí, puede soportarlo. ¿Por qué?

Porque, primero, el pago de ese impuesto adicional coincide con un ambiente de mejoramiento continúo de la situación material del campesinado.

Porque, segundo, el campesino tiene su hacienda personal, cuyos ingresos le permiten satisfacer el impuesto adicional, cosa que no puede decirse del obrero, el cual carece de hacienda personal y entrega, a pesar de ello, todas sus energías a la causa de la industrialización.

Porque, tercero, la cuantía del impuesto adicional disminuye de año en año.

¿Hacemos bien en calificar el impuesto adicional de «algo semejante a un tributo»? Sin duda alguna. Estas palabras suscitan en nuestros camaradas la idea de que el impuesto adicional es algo desagradable e indeseable y de que no se debe admitir su vigencia durante mucho tiempo. Al calificar así el impuesto adicional sobre el campesinado, queremos decir que lo descontamos, no porque ése sea nuestro deseo, sino por necesidad, que los bolcheviques debemos tomar todas las medidas para acabar con este impuesto adicional a la primera posibilidad, cuanto antes.

Tal es el fondo del problema de las «tijeras», del «trasiego», del «superimpuesto», de lo que en los documentos antes aludidos se califica de «algo semejante a un tributo».

Bujarin, Rýkov y Tomski trataron de aferrarse a la palabra «tributo» y empezaron a acusar al partido de seguir una política de explotación militar-feudal del campesinado. Pero ahora, hasta los ciegos ven que se trataba de un intento deshonesto de los bujarinistas de difamar de la manera más grosera a nuestro partido. Hasta ellos mismos se ven ahora obligados a reconocer tácitamente el estrepitoso fracaso de sus habladurías acerca de la explotación militar-feudal.

Una de dos: o bien los bujarinistas admiten que en el momento actual son inevitables las «tijeras» y el «trasiego» de recursos de la agricultura a la industria, y entonces deben reconocer el carácter calumnioso de sus acusaciones y la completa razón que asistía al partido; o bien niegan que en el momento actual sean inevitables las «tijeras» y el «trasiego»; pero, en este caso, que lo digan abiertamente, para que el partido pueda incluirlos en la categoría de los adversarios de la industrialización de nuestro país.

Yo podría, en todo caso, mencionar varios discursos de Bujarin, Rýkov y Tomski, en los que admiten sin reservas, como algo inevitable en el momento presente, las «tijeras», el «trasiego» de recursos de la agricultura a la industria. Y eso es reconocer la fórmula de «algo semejante a un tributo».

Y bien, ¿siguen manteniendo el punto de vista del «trasiego», el punto de vista de la conservación de las «tijeras» en el momento presente, sí o no? Que lo digan sin rodeos.

Bujarin: El trasiego es necesario, pero «tributo» es una palabra desgraciada. (Hilaridad general)

Stalin: Quiere decir que con relación al fondo del problema no tenemos discrepancias; quiere decir que el «trasiego» de recursos de la agricultura a la industria, las llamadas «tijeras», el impuesto adicional, ese «algo semejante a un tributo», constituye un recurso necesario, pero temporal, de la industrialización del país en el momento presente.

Muy bien. ¿De qué se trata, pues?, ¿a qué viene ese alboroto? ¿No agrada la palabra «tributo» o «algo semejante a un tributo» por considerar que no debe emplearse en la literatura marxista?

Pues bien, hablaremos de la palabra «tributo».

Yo afirmo, camaradas, que esta palabra hace ya mucho que adquirió carta de naturaleza en nuestra literatura marxista, por ejemplo, en los artículos del camarada Lenin. Eso puede asombrar a gentes que no leen a Lenin, pero es así, camaradas. Bujarin se ha «desgañitado» aquí afirmando que la literatura marxista no puede admitir la palabra «tributo». Le indigna y le asombra que el Comité Central del partido y los marxistas en general se permitan emplear la palabra «tributo». Pero ¿qué tiene eso de particular, si está probado que esta palabra adquirió hace mucho carta de naturaleza en los artículos de un marxista como el camarada Lenin? ¿O es que Lenin no reúne los requisitos necesarios para un marxista desde el punto de vista de Bujarin? Pues bien, decidlo, abiertamente, queridos camaradas.

Tomad, por ejemplo, el artículo de un marxista como Lenin: «Acerca del infantilismo de «izquierda» y del espíritu pequeño burgués» –de mayo de 1918–y leed el pasaje siguiente:

«El pequeño burgués que esconde sus miles es un enemigo del capitalismo de Estado y aspira a invertir esos miles única y exclusivamente en provecho propio, en contra de los pobres, en contra de toda clase de control del Estado; y el conjunto de estos miles forma una base de muchos miles de millones para la especulación, que malogra nuestra edificación socialista. Supongamos que determinado número de obreros aporta en varios días valores por una suma igual a 1.000. Supongamos, además, que de esta suma tenemos una pérdida igual a 200, como consecuencia de la pequeña especulación, de las dilapidaciones de todo género y de las maniobras de los pequeños propietarios para «salvar» las normas y los decretos soviéticos. Todo obrero consciente dirá: si yo pudiera aportar 300 de esos 1.000, a condición de que se implantase un orden y una organización mejores, aportaría con gusto 300 en lugar de 200, ya que con el poder soviético reducir luego este «tributo», supongamos, hasta 100 ó 50 será una tarea muy fácil, una vez que se impongan el orden y la organización, una vez que sea vencido por completo el sabotaje de la pequeña propiedad privada contra todo monopolio de Estado». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Acerca del infantilismo de «izquierda» y del espíritu pequeño burgués, 5 de mayo de 1918)

Me parece que está claro. ¿Diréis, basándoos en esto, que el camarada Lenin era partidario de la política de explotación militar-feudal de la clase obrera? ¡Probad a hacerlo, queridos camaradas!

Una voz: Sin embargo, nunca se ha empleado el concepto de «tributo» para el campesino medio.

Stalin: ¿No pensará usted que el campesino medio está más cerca del partido que la clase obrera? Es usted un marxista de pacotilla. (Hilaridad general)

Si se puede hablar de «tributo» refiriéndose a la clase obrera, de la que nosotros somos el partido, ¿por qué no se va a poder decir lo mismo del campesino medio, que no es, en fin de cuentas, más que un aliado nuestro?

Habrá gente reparona capaz de pensar que la palabra «tributo» es en el artículo «Acerca del infantilismo de «izquierda» un lapsus del camarada Lenin, un lapsus casual. La comprobación muestra, sin embargo, que las sospechas de la gente reparona carece de toda base. Tomad otro artículo, más bien un folleto del camarada Lenin: «Sobre el impuesto en especie» –de 1921 y leed la página 324 –del t.XXVI, pág. 324–. Veréis que el camarada Lenin repite literalmente el párrafo que acabo de citar acerca del «tributo». Tomad, en fin, el artículo del camarada Lenin «Las tareas inmediatas del poder soviético» de 1918 y leed el t. XXII, pág. 448, y veréis que Lenin también habla allí del «tributo» ya sin comillas que pagamos por nuestro atraso en la organización de la contabilidad y del control ejercidos desde abajo por todo el pueblo».

Resulta que la palabra «tributo» está muy lejos de ser un vocablo casual en los artículos de Lenin. El camarada Lenin emplea esta palabra para subrayar el carácter temporal del «tributo», para poner en tensión la energía de los bolcheviques y orientarla en el sentido de suprimir, a la primera posibilidad, ese «tributo» que la clase obrera paga por nuestro atraso, por nuestros «defectos».

Resulta que, al emplear la expresión «algo semejante a un tributo», me encuentro en compañía de marxistas bastante buenos, en compañía del camarada Lenin.

Bujarin decía aquí que los marxistas no deben tolerar en su literatura la palabra «tributo». ¿A qué marxistas se refería? Si se refería a marxistas, dicho sea con perdón, del estilo de Slepkov, Maretski, Petrovski, Rozit, etc., que tiran mucho más a liberales que a marxistas, se comprende muy bien la irritación de Bujarin. Pero si se refería a marxistas de veras, al camarada Lenin, por ejemplo, hay que decir que la palabra «tributo» adquirió hace ya mucho entre ellos carta de naturaleza, y Bujarin, que conoce poco las obras de Lenin, se ha equivocado de medio a medio.

Pero el problema del «tributo» no termina aquí. No es casual que Bujarin y sus amigos la tomaran con la palabra «tributo» y hablaran de política de explotación militar-feudal del campesinado. Es indudable que con el alboroto acerca de la explotación militar-feudal querían significar su extremo descontento por la política de nuestro partido que, con relación a los kulaks, aplican nuestras organizaciones. El descontento por la política leninista del partido en la dirección del campesinado, el descontento por nuestra política de acopio de cereales, el descontento por nuestra política de desarrollo máximo de los koljóses y los sovjóses, el deseo, en fin, de «emancipar» el mercado y de establecer la plena libertad para el comercio privado: eso es lo que reflejan los alaridos de Bujarin acerca de la política de explotación militar-feudal del campesinado.

No conozco en la historia de nuestro partido otro ejemplo de que se le acusase de seguir una política de explotación militar-feudal. Tal arma contra el partido no procede del arsenal marxista. ¿De dónde procede? Del arsenal de Miliukov, el líder de los demócratas constitucionalistas. Cuando los demócratas constitucionalistas quieren encizañar a la clase obrera y al campesinado, suelen decir: ustedes, señores bolcheviques, edifican el socialismo sobre los huesos del campesinado. Con sus vociferaciones acerca del «tributo», Bujarin hace coro a los señores Miliukov, marcha a remolque de los enemigos del pueblo.

El ritmo del desarrollo de la industria y las nuevas formas de ligazón entre la ciudad y el campo

Y, por último, el ritmo del desarrollo de la industria y las nuevas formas de la ligazón entre la ciudad y el campo. Es ésta una de las cuestiones más importantes en nuestras discrepancias. Su importancia reside en que en ella vienen a confluir todos los hilos de nuestras discrepancias prácticas en orden a la política económica del partido.

¿Qué formas nuevas de ligazón son éstas? ¿Qué significa eso desde el punto de vista de nuestra política económica?

Significa, ante todo, que, además de las viejas formas de ligazón entre la ciudad y el campo, en que la industria satisfacía principalmente las necesidades personales del campesino –en cuanto a percal, calzado, artículos textiles en general, etc–. Necesitamos nuevas formas de ligazón, en que la industria satisfaga las necesidades de producción de la hacienda campesina –en cuanto a maquinaria agrícola, tractores, simientes escogidas, abonos, etc–.

Si antes satisfacíamos principalmente las necesidades personales del campesino, preocupándonos poco de las necesidades de producción de su hacienda, ahora, sin dejar de atender a sus necesidades personales, debemos preocuparnos intensamente del abastecimiento de maquinaria agrícola, tractores, abonos, etc., cosa que se relaciona directamente con la reestructuración de la producción agrícola sobre una nueva base técnica.

Mientras se trataba de levantar la agricultura y de que los campesinos pusieran en cultivo las tierras que pertenecieron a los terratenientes y kulaks, podíamos contentarnos con las viejas formas de ligazón. Pero ahora, que se trata de la reestructuración de la agricultura, esto ya no basta. Ahora hay que ir más allá, ayudando al campesinado a reestructurar la producción agrícola sobre la base de una nueva técnica y del trabajo colectivo.

Esto significa, en segundo lugar, que, a la par que reequipamos nuestra industria, debemos comenzar a reequipar también en serio nuestra agricultura. Estamos reequipando, y en parte hemos reequipado ya, nuestra industria, dándole una nueva base técnica, dotándola de máquinas nuevas modernas y de cuadros nuevos y más capaces. Estamos construyendo fábricas nuevas y modernizando y ampliando las antiguas; impulsamos la metalurgia, la industria química y la construcción de maquinaria. Sobre esta base crecen las ciudades, se multiplican los nuevos centros industriales y se amplían los antiguos. Sobre esta base aumenta la demanda de productos alimenticios y de materias primas para la industria. Pero la agricultura sigue empleando los viejos aperos y los viejos y patriarcales métodos de cultivo de la tierra, los viejos y primitivos medios técnicos, ya hoy inservibles o casi inservibles, las viejas formas de gestión y de trabajo, propias de la pequeña hacienda campesina individual.

¿Qué nos dice, por ejemplo, el hecho de que, mientras antes de la revolución había en nuestro país unos 16 millones de haciendas campesinas, hoy haya 25 millones por lo menos? ¿Qué significa esto sino que la agricultura va tomando un carácter más atomizado y disperso? Y una particularidad de las pequeñas haciendas dispersas es que no pueden utilizar debidamente la técnica, la maquinaria, los tractores, los adelantos de la ciencia agronómica y producen poco para el mercado.

De ahí la escasez de producción agrícola de uso mercantil.

De ahí el peligro de una ruptura entre la ciudad y el campo, entre la industria y la agricultura.

De ahí la necesidad de impulsar la agricultura, de imprimirle el ritmo de desarrollo de nuestra industria.

Pues bien, para eliminar este peligro de ruptura es necesario comenzar a reequipar a fondo la agricultura sobre la base de una nueva técnica. Y para ello es preciso ir agrupando paulatinamente en grandes haciendas, en koljóses, las haciendas campesinas individuales dispersas; es necesario organizar la agricultura sobre la base del trabajo colectivo, ampliar las colectividades; es necesario desarrollar los viejos sovjóses y organizar nuevos, aplicar sistemáticamente las formas de la contratación en masa en todas las ramas fundamentales de la agricultura; es necesario fomentar el sistema de las estaciones de máquinas y tractores, que ayudan a los campesinos a aprender el manejo de los nuevos elementos técnicos y a colectivizar el trabajo. En una palabra, es necesario ir pasando gradualmente las pequeñas haciendas campesinas individuales a la gran producción colectiva, pues sólo la gran producción de tipo colectivo es capaz de utilizar íntegramente las realizaciones de la ciencia y los nuevos elementos técnicos y de hacer avanzar con pasos de «siete leguas» nuestra agricultura.

Eso no quiere decir, naturalmente, que debamos abandonar las haciendas individuales de los campesinos pobres y medios. No, no quiere decir eso. La hacienda individual de los campesinos pobres y medios desempeña y seguirá desempeñando en el futuro inmediato un papel predominante en cuanto al suministro de víveres y materias primas para la industria. Precisamente por ello es necesario apoyar a las haciendas individuales de los campesinos pobres y medios no agrupados aún en koljóses.

Pero esto significa que la sola hacienda campesina individual ya no es suficiente. De ello dan fe nuestras dificultades en punto al acopio de cereales. Por eso hay que complementar el fomento de la hacienda individual del campesino pobre y medio impulsando por todos los medios las formas colectivas de la economía y los sovjóses.

Por eso es necesario tender un puente entre las haciendas individuales de los campesinos pobres y medios y las formas colectivas de la economía mediante la contratación en masa, las estaciones de máquinas y tractores, desarrollando por todos los medios el movimiento cooperativo, para facilitar a los campesinos el paso de su pequeña hacienda individual al cauce del trabajo colectivo.

Sin observar estas condiciones, será imposible dar un impulso serio a la agricultura. Sin estas condiciones, será imposible resolver el problema cerealista. Sin estas condiciones, será imposible sacar a los campesinos modestos de la ruina y de la miseria.

Esto significa, finalmente, que es necesario desarrollar en todos los sentidos nuestra industria como el medio principal que ayude a reestructurar la producción agrícola; que es necesario impulsar la metalurgia, la industria química y la construcción de maquinaria; que es necesario construir fábricas detractores, fábricas de maquinaria agrícola, etc.

Huelga demostrar que es imposible el desarrollo de los koljóses, que es imposible el desarrollo de las estaciones de máquinas y tractores, sin incorporar a las masas fundamentales campesinas a las formas de gestión colectiva a través de la contratación en masa, sin dotar a la agricultura de una cantidad considerable de tractores, de máquinas agrícolas, etc.

Pero sin desarrollar nuestra industria a ritmo acelerado es imposible proporcionar al campo maquinaria agrícola y tractores. De ahí el ritmo rápido de desarrollo de nuestra industria, como clave para la reestructuración de la agricultura sobre la base del colectivismo.

Tales son el sentido y la importancia de las nuevas formas de la ligazón.

El grupo de Bujarin se ve obligado a reconocer de palabra la necesidad de las nuevas formas de la ligazón. Pero no es más que un reconocimiento verbal, hecho con el propósito de hacer pasar, bajo la tapadera del reconocimiento verbal de las nuevas formas de la ligazón, algo que es todo lo contrario. En realidad, Bujarin está en contra de las nuevas formas de la ligazón. Para Bujarin, el punto de partida no es el ritmo rápido de desarrollo de la industria, como palanca para la reestructuración de la producción agrícola, sino el desarrollo de la hacienda campesina individual. Para él, en primer plano figura la «normalización» del mercado y la admisión del libre juego de los precios en el mercado de los productos agrícolas, la admisión de la libertad completa para el comercio privado. De ahí su recelo hacia los koljóses, lo que se advirtió en su discurso en el Pleno de julio del Comité Central y en las tesis que presentó en vísperas de este mismo Pleno. De ahí su enemiga a todas y cada una de las medidas extraordinarias contra los kulaks para el acopio de cereales.

Es sabido que Bujarin huye de las medidas extraordinarias como el «diablo del agua bendita».

Es sabido que Bujarin sigue todavía sin poder comprender que, en las condiciones actuales, el kulak no aportará de buen grado, espontáneamente, la suficiente cantidad de cereales.

Así lo demuestran dos años de experiencia de trabajo nuestro en el acopio de cereales.

¿Y qué hacer si, a pesar de todo, escasea el grano mercantil? Bujarin contesta: no molestéis a los kulaks con medidas extraordinarias y traed trigo del extranjero. No hace mucho que nos proponía importar unos 50 millones de puds de trigo, es decir, que invirtiésemos en ello unos 100 millones de rublos en moneda extranjera. ¿Y si necesitamos las divisas para importar maquinaria con destino a la industria? Bujarin replica: hay que dar preferencia a la importación de trigo, relegando a un segundo plano, por lo que se ve, la importación de maquinaria para la industria.

Se llega, pues, a la conclusión de que, para resolver el problema cerealista y reestructurar la agricultura, lo principal no es el rápido ritmo de desarrollo de la industria, sino el fomento de la hacienda campesina individual, incluyendo la hacienda del kulak, sobre la base del mercado libre con el libre juego de los precios.

Por donde nos encontramos con dos planes diferentes de política económica.

Plan del partido:

1) Estamos reequipando la industria –reestructuración–.

2) Comenzamos a reequipar en serio la agricultura –reestructuración–.

3) Para esto es necesario ampliar la organización de koljóses y sovjóses y emplear la contratación en masa y las estaciones de máquinas y tractores como medios para establecer una ligazón de producción entre la industria y la agricultura.

4) Por lo que se refiere a las dificultades de acopio de cereales en estos momentos, es necesario reconocer como admisibles las medidas extraordinarias pasajeras, respaldadas por el apoyo social de las masas de campesinos pobres y medios, como uno de los recursos para vencer la resistencia de los kulaks y sacarles la mayor cantidad posible de excedentes de grano, indispensables para evitar las importaciones de trigo y destinar las divisas al desarrollo de la industria.

5) La hacienda individual de los campesinos pobres y medios ocupa y seguirá ocupando todavía una situación predominante en cuanto al abastecimiento del país de víveres y materias primas, pero ella sola de por sí no basta ya; por eso hay que complementar el desarrollo de las haciendas individuales de los campesinos pobres y medios con el desarrollo de los koljóses y sovjóses, con la contratación en masa y con el desarrollo intensivo de las estaciones de máquinas y tractores, para facilitar el desplazamiento de los elementos capitalistas de la agricultura y el paso gradual de las haciendas campesinas individuales al cauce de las grandes haciendas colectivas, al cauce del trabajo colectivo.

6) Mas, para conseguir todo esto, es necesario, ante todo, intensificar el desarrollo de la industria, de la metalurgia, de la industria química y de la construcción de maquinaria, la construcción de fábricas de tractores, de maquinaria agrícola, etc. De otro modo, será imposible resolver el problema de los cereales, lo mismo que será imposible reestructurar la agricultura.

Conclusión: la clave para la reestructuración de la agricultura está en el rápido ritmo de desarrollo de nuestra industria.

Plan de Bujarin:

1) «Normalización» del mercado, admisión del libre juego de los precios en el mercado y elevación de los precios de los cereales, sin reparar en que esto puede conducir al encarecimiento de los artículos manufacturados, de las materias primas y del pan.

2) Estimular por todos los medios las haciendas campesinas individuales, amortiguando en cierta medida el ritmo de desarrollo de los koljóses y sovjóses –tesis de Bujarin en julio, discurso de Bujarin en el Pleno de julio–.

3) Dejar que los acopios marchen por sí solos excluyendo siempre, y cualesquiera que sean las condiciones, incluso la aplicación parcial de medidas extraordinarias contra los kulaks, aunque estas medidas tengan el apoyo de la masa de los campesinos medios y pobres.

4) En caso de escasez de trigo, importarlo, invirtiendo en ello unos 100 millones de rublos.

5) Si no hay bastantes divisas para cubrir la importación de trigo y de maquinaria industrial, reducir la importación de esta última y, por tanto, amortiguar el ritmo de desarrollo de nuestra industria; de lo contrario, la agricultura «se estancará» o incluso «decaerá».

Conclusión: la clave para la reestructuración de la agricultura está en desarrollar la hacienda campesina individual.

¡Tal es el giro que toman las cosas, camaradas!

El plan de Bujarin es un plan de amortiguamiento del ritmo de desarrollo de la industria y de quebrantamiento de las nuevas formas de la ligazón.

Tales son nuestras disensiones.

A veces preguntan: ¿no nos habremos retrasado en cuanto al desarrollo de las nuevas formas de la ligazón en cuanto al desarrollo de los koljóses, de los sovjóses, etc.?

Hay quien afirma que el partido se ha retrasado dos años, por lo menos, en este asunto. Eso es falso, camaradas. Es absolutamente falso. Eso sólo pueden decirlo los vocingleros «izquierdistas», que no tienen idea de lo que es la economía de la Unión Soviética.

¿Qué significa retrasarse en este asunto? Si se trata de haber previsto la necesidad de los koljóses y los sovjóses, diremos que lo hicimos ya durante la Revolución de Octubre. Que el partido previó la necesidad de los koljóses y sovjóses ya entonces, en el período de la Revolución de Octubre, es cosa que nadie puede poner en duda. Finalmente, se puede consultar nuestro programa, aprobado en el VIIIº Congreso del partido –en marzo de 1919–. En él aparece formulada con toda claridad la necesidad de los koljóses y sovjóses.

Pero el simple hecho de que la dirección de nuestro partido previese la necesidad de los koljóses y sovjóses no bastaba para despertar y organizar un movimiento de masas en pro de ellos. Por tanto, de lo que se trata no es de prever, sino de realizar el plan de la organización de koljóses y sovjóses. Mas, para realizar este plan, eran necesarias diversas condiciones, que no se daban antes en nuestro país y que no se han dado hasta estos últimos tiempos.

Ahí está la cuestión, camaradas.

Para poder llevar a la práctica el plan de un movimiento de masas en pro de los koljóses y sovjóses, era necesario, ante todo, que la dirección del partido tuviese en este aspecto el apoyo del partido en su conjunto. Y nuestro partido, como se sabe, pasa de un millón de afiliados. Por tanto, era necesario convencer a la gran masa del partido de que la política de su dirección era acertada. Esto en primer lugar.

Para ello era necesario también que entre los campesinos se produjese un movimiento de masas en pro de los koljóses, que los campesinos no desconfiasen de los koljóses, sino que afluyesen a ellos por su propio impulso, convenciéndose en la práctica de las ventajas de los koljóses sobre la hacienda individual. Y eso es un asunto serio, que requiere cierto tiempo. Esto en segundo lugar.

Para ello era necesario, además, que el Estado dispusiese de los medios materiales precisos para financiar la organización de los koljóses, para financiar los koljóses y sovjóses. Y eso suponía cientos y cientos de millones de rublos, queridos camaradas. Esto en tercer lugar.

Para ello era necesario, finalmente, un desarrollo de la industria en grado más o menos suficiente, a fin de proporcionar a la agricultura maquinaria agrícola, tractores, abonos, etc. Esto en cuarto lugar.

¿Se puede afirmar que todas estas condiciones concurrían ya en nuestro país hace dos o tres años? No, no se puede afirmar.

No se debe olvidar que somos un partido gobernante, y no un partido de oposición. Los partidos de oposición pueden lanzar consignas –me refiero a las consignas prácticas cardinales del movimiento– para cumplirlas después de la toma del Poder. Nadie puede reprochar a un partido de oposición que no cumpla sus consignas cardinales al momento, pues todo el mundo comprende que no es él quien gobierna, sino que son otros partidos.

Pero la cosa cambia por completo cuando se trata de un partido gobernante, como lo es nuestro Partido Bolchevique. Las consignas de un partido así no son simples consignas de agitación, sino mucho más, pues tienen la fuerza de decisiones prácticas, fuerza de ley, de algo que es necesario realizar inmediatamente. Nuestro partido no puede lanzar una consigna práctica y luego dar largas a su realización. Esto sería engañar a las masas, para lanzar una consigna práctica, sobre todo una consigna tan importante como la del paso de masas de millones de campesinos al cauce del colectivismo, es menester que se den ya las condiciones necesarias para poder cumplirla inmediatamente; es necesario, finalmente, crear, organizar estas condiciones. Por eso no bastaba con que la dirección del partido hubiera previsto la necesidad de los koljóses y sovjóses. Por eso necesitábamos también las condiciones necesarias para realizar, para llevar a la práctica inmediatamente nuestras consignas.

¿Estaba la masa de nuestro partido dispuesta a impulsar por todos los medios la organización de koljóses y sovjóses hace dos o tres años, pongamos por caso? No, entonces todavía no estaba dispuesta a hacerlo. El viraje serio de las masas del partido hacia las nuevas formas de la ligazón no comenzó a producirse hasta que se presentaron las primeras dificultades importantes en él acopio de cereales. Hubieron de darse estas dificultades para que la masa del partido advirtiese en todo su alcance la necesidad de apresurar la creación de las nuevas formas de la ligazón y, sobre todo, de los koljóses y sovjóses, y apoyase resueltamente en esta empresa a su Comité Central. Ahí tenéis una condición con la que no contábamos antes y que ahora existe.

¿Había, hace dos o tres años, un movimiento serio de las masas de millones de campesinos en favor de los koljóses y de los sovjóses? No, no lo había. Todo el mundo sabe que hace dos o tres años los campesinos miraban con malos ojos a los sovjóses y despreciaban a los koljóses, viendo en ellos una especie de inútiles «comunas». ¿Y ahora? Ahora, es otra cosa. Ahora tenemos ya capas enteras de campesinos que ven en los sovjóses y los koljóses una fuente de ayuda a sus haciendas en forma de semillas, de ganado de raza, de maquinaria, de tractores, etc. Ahora no hay más que darles máquinas y tractores, y la organización de koljóses avanzará con ritmo acelerado.

¿A qué se debe este viraje producido en ciertas capas, bastante amplias, de los campesinos? ¿Que favoreció este viraje?

Ante todo, el desarrollo de las cooperativas y del movimiento cooperativo. No cabe duda de que sin el potente desarrollo de la cooperación, sobre todo de las cooperativas agrícolas, que han abonado entre los campesinos el terreno psicológico en sentido propicio para los koljóses, no existiría esa inclinación hacia los koljóses, que se manifiesta ahora en capas enteras de la masa campesina.

También tuvo gran importancia la existencia de koljóses bien organizados, que daban a los campesinos buenos ejemplos de cómo se podía mejorar la agricultura, unificando las pequeñas haciendas campesinas en grandes haciendas colectivas.

Y cumplió también su papel la existencia de sovjóses bien organizados, que ayudaban a los campesinos a mejorar sus haciendas. No me refiero ya a otros factores que todos vosotros conocéis sobradamente. Ahí tenéis otra condición con la que no contábamos antes y que ahora existe.

¿Puede afirmarse, además, que hace dos o tres años estábamos en condiciones de financiar en serio los koljóses y los sovjóses, invirtiendo en ello cientos de millones de rublos? No, no puede afirmarse. Sabéis perfectamente que entonces escaseaban los recursos incluso para impulsar ese mínimo de industria sin el cual es imposible toda industrialización; eso sin hablar ya de reestructurar la agricultura. ¿Podíamos retirar estos recursos de la industria, base de la industrialización del país, y transferidos a los koljóses y los sovjóses? Es evidente que no podíamos hacerlo. ¿Y ahora? Ahora poseemos recursos para desarrollar los koljóses y los sovjóses.

¿Se puede, finalmente, afirmar que hace dos o tres años contaba ya nuestra industria con una base suficiente para proporcionar a la agricultura máquinas, tractores, etc. en grandes cantidades? No, no se puede afirmar. La tarea consistía entonces en crear una base industrial mínima para dotar a la agricultura de máquinas y tractores en el futuro. La creación de esta base absorbía por aquel entonces nuestros exiguos recursos financieros. ¿Y ahora? Ahora disponemos de esa base industrial para la agricultura. O, cuando menos, se está creando con ritmo acelerado.

Vemos, por tanto, que las condiciones necesarias para el desarrollo en masa de los koljóses y los sovjóses no han sido creadas en nuestro país hasta los últimos tiempos.

Así es como están las cosas, camaradas.

Por eso no se puede afirmar que hayamos emprendido con retraso el desarrollo de las nuevas formas de la ligazón.

Bujarin como teórico

Tales son, en lo fundamental, los principales errores de Bujarin, teórico de la oposición derechista, en los problemas capitales de nuestra política.

Se dice que Bujarin es un teórico de nuestro partido. Eso es cierto, naturalmente. Pero le ocurre que, en cuanto a teoría, no lo tiene todo en su sitio. Basta fijarse en el cúmulo de sus errores relativos a los puntos de la teoría y la política del partido que acabamos de examinar. No es posible que esos errores, que se refieren a la Komintern, a la lucha de clases, a la agudización de la lucha de clases, al campesinado, a la NEP, a las nuevas formas de la ligazón, no es posible que todos esos errores sean fruto de la casualidad. No, esos errores no son casuales. Esos errores de Bujarin responden a su viciosa orientación teórica, a sus lagunas teóricas. Sí, Bujarin es un teórico, pero no es un teórico marxista a carta cabal, es un teórico que tiene todavía mucho que aprender para ser un teórico marxista.

Se habla de la conocida carta del camarada Lenin sobre Bujarin como teórico. Veamos lo que dice esa carta:

«En cuanto a los jóvenes miembros del Comité Central –dice Lenin–, diré algunas palabras acerca de Bujarin y de Piatakov. Son, a mi juicio, los que más se destacan –entre los más jóvenes–, y en ellos se debería tener en cuenta lo siguiente: Bujarin no sólo es un valiosísimo y notable teórico del partido, sino que, además, se le considera legítimamente el favorito de todo el partido; pero sus concepciones teóricas muy difícilmente pueden calificarse de enteramente marxistas, pues hay en él algo escolástico –jamás ha estudiado y creo que jamás ha comprendido por completo la dialéctica–». (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética; Acta taquigráfica del Pleno de julio de 1926; Carta de Lenin al Congreso, 25 de diciembre de 1922)

Es, por tanto, un teórico sin dialéctica. Un teórico escolástico. Un teórico cuyas «concepciones teóricas muy difícilmente pueden calificarse de enteramente marxistas». Así define Lenin a Bujarin como teórico.

Comprenderéis, camaradas, que un teórico semejante tiene todavía que aprender. Y si Bujarin comprendiese que su formación como teórico no está aún terminada, que todavía necesita aprender, que es un teórico que aun no domina todavía la dialéctica, cuando la dialéctica es el alma del marxismo; si comprendiese esto, sería más modesto, con lo cual el partido sólo saldría ganando. Pero lo malo es que Bujarin no peca de modesto. Lo malo es que, lejos de pecar de modesto, se atreve incluso a dar lecciones a nuestro maestro Lenin en buen número de problemas, sobre todo en la cuestión del Estado. Eso es lo malo de Bujarin.

Permitidme que me remita con este motivo a la conocida discusión teórica promovida en 1916 entre Lenin y Bujarin a propósito del Estado. Ello nos es importante para que se vea qué desmedidas pretensiones alimenta Bujarin, quien aspira a dar lecciones a Lenin, y dónde están las raíces de sus fallas teóricas en problemas tan importantes como la dictadura del proletariado, la lucha de clases, etc.

Como es sabido, la revista «La Internacional Juvenil» [6] publicó en 1916 un artículo de Bujarin, con la firma de «Nota Bene», que, en el fondo, atacaba al camarada Lenin. Bujarin escribía en ese artículo:

«Es completamente erróneo querer buscar las diferencia entre los socialistas y los anarquistas en el hecho de que los primeros sean partidarios y los segundos adversarios del Estado. En realidad, la diferencia entre ellos consiste en que la socialdemocracia revolucionaria pretende organizar la nueva producción social cómo producción centralizada, es decir, la más progresiva técnicamente, mientras que la producción descentralizada de los anarquistas no significaría sino un paso atrás a la vieja técnica, a la vieja forma de empresa. (…) Para la socialdemocracia, que es, o por lo menos debiera ser, la educadora de las masas, hoy más que nunca es necesario subrayar su hostilidad de principio frente al Estado. La actual guerra ha puesto de manifiesto lo profundas que son las raíces de la concepción estatal en el espíritu de los obreros». (La Internacional Juvenil, 1916)

Lenin criticó estas opiniones de Bujarin en un conocido artículo, que se publicó en 1916:

«Esto es falso. El autor plantea la cuestión de la diferente actitud de los socialistas y los anarquistas respecto al Estado, pero su respuesta no se refiere a esta cuestión, sino a otra, a la de su diferente actitud ante la base económica de la sociedad futura. Esto es, indudablemente, muy importante y necesario. Pero de aquí no se desprende que se pueda olvidar lo fundamental de la diferente actitud de los socialistas y los anarquistas ante el Estado. Los socialistas son partidarios de utilizar el Estado moderno y sus instituciones en la lucha por la emancipación de la clase obrera, y también defienden la necesidad de utilizar el Estado como forma peculiar de transición del capitalismo al socialismo. Esa forma de transición, que también es Estado, es la dictadura del proletariado. Los anarquistas pretenden «abolir» el Estado, «hacerlo saltar» –«sprengen»–, como dice en un pasaje el camarada «Nota Bene», atribuyendo por error esta idea a los socialistas. Los socialistas –el autor cita, por desgracia de un modo demasiado incompleto, unas palabras de Engels que guardan relación con el tema– reconocen la «muerte lenta», la «extinción» paulatina del Estado después de la expropiación de la burguesía». (…) «Para «subrayar» la «hostilidad de principio» respecto al Estado, es necesario comprenderla con toda «claridad» y la claridad es, precisamente, lo que le falta al autor. Y la frase sobre «las raíces de la concepción estatal» no puede ser más confusa, no es ni marxista ni socialista. No es la «concepción estatal» la que choca con la negación del Estado, sino la política oportunista –es decir; la actitud oportunista, reformista, burguesa ante el Estado– la que choca con la política revolucionaria socialdemócrata –es decir, con la actitud revolucionaria socialdemócrata ante el Estado burgués y ante la utilización del Estado contra la burguesía, para derrocarla–. Son cosas muy, muy distintas». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; La Internacional Juvenil, una crítica, 1916)

¡Creo que está clara la cuestión, como también está claro en qué charca semianarquista había caído Bujarin!

Sien: Lenin no había expuesto todavía en aquel entonces en forma amplia la necesidad de «hacer saltar» el Estado. Bujarin, con sus errores anarquistas, se acercaba a la formulación de este problema.

Stalin: No, ahora no se trata de eso, sino de la actitud ante el Estado en general; se trata de que, según Bujarin, la clase obrera debe ser, por principio, enemiga de todo Estado, comprendido el Estado de la clase obrera.

Sien: Lenin sólo hablaba en aquel entonces de la utilización del Estado, pero sin referirse para nada en su crítica de Bujarin al concepto de «hacer saltar» el Estado.

Stalin: Se equivoca usted; «hacer saltar» el Estado no es una fórmula marxista, sino anarquista. Me atrevo a asegurarle que de lo que en este caso se trata es de que los obreros deben, según Bujarin –y los anarquistas–, subrayar su hostilidad de principio contra todo Estado y, por tanto, también contra el Estado del período de transición, contra el Estado de la clase obrera.

Pruebe a explicar a nuestros obreros que la clase obrera debe mantener una hostilidad de principio contra la dictadura proletaria, que también es un Estado.

La posición de Bujarin, expuesta en su artículo de «La Internacional Juvenil», niega el Estado en el período de transición del capitalismo al socialismo.

Bujarin se deja escapar una «pequeñez»; todo el período de transición, durante el cual la clase obrera, si realmente quiere aplastar a la burguesía y edificar el socialismo, no puede prescindir de su propio Estado. Esto lo primero.

Segundo: es falso que el camarada Lenin no se refiriese, en su crítica de entonces, a la teoría de «hacer saltar», de «abolir» el Estado en general. Lenin no sólo se refería a esta teoría, según se ve por las citas que acabo de mencionar, sino que la criticó como teoría anarquista, contraponiéndole la teoría de la creación y utilización de un Estado nuevo después del derrocamiento de la burguesía, el Estado de la dictadura proletaria.

Finalmente, no se debe confundir la teoría anarquista de «hacer saltar» y «abolir» el Estado con la teoría marxista de la «extinción» del Estado proletario o de la «demolición», de la «destrucción» de la máquina estatal burguesa. Hay quien propende a confundir estas dos ideas distintas, creyendo que son expresiones de un mismo pensamiento. Pero esto es falso. Lenin criticaba la teoría anarquista de «hacer saltar», de «abolir» el Estado en general, partiendo precisamente de la teoría marxista de la «demolición» de la máquina estatal burguesa y de la «extinción» del Estado proletario.

Tal vez no estará de más citar aquí, para mayor claridad, unas cuartillas del camarada Lenin acerca del Estado, escritas muy probablemente a fines de 1916 ó a comienzos de, 1917 –antes de la revolución de febrero de 1917–. Este manuscrito nos permite comprobar fácilmente: a) que, al criticar los errores semianarquistas de Bujarin en la cuestión del Estado, Lenin arrancaba de la teoría marxista de la «extinción» del Estado proletario y de la «demolición» de la máquina estatal burguesa; b) que, aunque Bujarin, según la expresión de Lenin, estuviese «más cerca de la verdad que Kautsky», sin embargo, «en vez de desenmascarar a los kautskianos, les ayuda con sus propios errores».

Dice así este manuscrito:

«La carta de Engels a Bebel del 18-28 de marzo de 1875 tiene una importancia excepcional para el problema del Estado».

Copio literalmente el pasaje más importante:

«El Estado popular libre se ha convertido en el Estado libre. Gramaticalmente hablando, Estado libre es un Estado que es libre respecto a sus ciudadanos, es decir, un Estado con un gobierno despótico. Habría que abandonar toda esa charlatanería acerca del Estado, sobre todo después de la Comuna, que no era ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra. Los anarquistas nos han echado en cara más de la cuenta eso del «Estado popular», a pesar de que ya la obra de Marx contra Proudhon, y luego el «Manifiesto Comunista», dicen claramente que, con la implantación del régimen social socialista, el Estado se disolverá por sí mismo –sich auflast– y desaparecerá. Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de Estado popular libre: mientras el proletariado necesite –subrayado por Engels– todavía del Estado, no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir. Por eso nosotros propondríamos decir siempre, en vez de la palabra Estado –subrayado por Engels–, la palabra «Comunidad» –Gemeinwesen–, una buena y antigua palabra alemana, que equivale a la palabra francesa «Commune». (Carta de Friedrich Engels a August Bebel, escrita entre el 18 y el 28 de marzo de 1875)

Este es, quizás, el pasaje más destacado y, sin duda alguna, el más duro, por decirlo así, «contra el Estado», de Marx y Engels.

1) «Hay que abandonar toda esa charlatanería acerca del Estado».

2) «La Comuna no era ya un Estado, en el verdadero sentido de la palabra». ¿Qué era, pues? ¡Una forma de transición del Estado al no Estado, evidentemente!.

3) «Los anarquistas nos han «echado en cara» bastante –in die Zähne geworfen; literalmente: restregado las narices– eso del «Estado popular» –o sea, que a Marx y Engels les avergonzaba este error manifiesto de sus amigos alemanes; sin embargo, pensaban –y en las circunstancias de entonces tenían, claro, razón– que ese error era incomparablemente menos grave que el de los anarquistas–.

4) «El Estado se disolverá por sí mismo –comparad más adelante: «se extingue» con la implantación del régimen social socialista».

5) «El Estado es una institución transitoria, necesaria en la lucha, en la revolución» –necesaria para el proletariado, se entiende–.

6) «El Estado se necesita no para la libertad, sino para someter –Niederhaltung no significa, hablando con exactitud, someter, sino impedir la restauración, mantener sumisos– a los adversarios del proletariado».

7) «Cuando haya libertad, no habrá Estado».

8) «Nosotros» –o sea, Engels y Marx– propondríamos decir «siempre» –en el programa–, en vez de «Estado», «Comunidad» –Gemeinwesen– ¡¡¡«Commune»!!!

De ahí se desprende hasta qué punto han vulgarizado y adulterado a Marx y Engels, no sólo los oportunistas, sino también Kautsky.

¡¡Los oportunistas no han comprendido ni una sola de estas ocho riquísimas ideas!!

Han tomado solamente las necesidades prácticas del presente: utilizar la lucha política, utilizar el Estado actual para instruir y educar al proletariado, para «arrancar concesiones». Esto es exacto –contra los anarquistas–, pero no es todavía más que 1/100 de marxismo, si cabe emplear un término aritmético.

En su obra de propagandista y en su labor toda de publicista, Kautsky ha ocultado totalmente –¿O ha olvidado? ¿O no ha comprendido?– los puntos 1, 2, 5, 6, 7, 8 y el «Zerbrechen» de que habla Marx en su polémica con Pannekoek en 1912 ó 1913 –ver más abajo, págs. 45-47–, Kautsky ha caído ya por completo en el oportunismo al tratar esta cuestión.

De los anarquistas nos distingue (a) la utilización del Estado ahora y (b) durante la revolución proletaria –«dictadura del proletariado»–, puntos de la mayor importancia práctica, en este mismo momento. –¡Y es esto lo que olvidó Bujarin!–

De los oportunistas, verdades más profundas, «más eternas» sobre (aa) el carácter «temporal» del Estado, (bb) el daño de las «charlatanerías» acerca de ese carácter ahora, (cc) el carácter de la dictadura del proletariado, que no tiene enteramente el carácter de Estado, (dd) la contradicción entre el Estado y la libertad, (ee) la mayor exactitud de la idea –concepción, término programático– de «comunidad» en vez de Estado,(ff) la «destrucción» –Zerbrechen– de la máquina burocrático-militar.

No hay que olvidar tampoco que la dictadura del proletariado la impugnan directamente los oportunistas declarados de Alemania –Bernstein, Kolb, etc–., e indirectamente el programa oficial y Kautsky, al silenciarla en su propaganda diaria y al tolerar a renegados como Kolb y Cía.

A Bujarin se le escribió en agosto de 1916: «deja que terminen de madurar tus ideas sobre el Estado». Pero él, sin dejarlas madurar, se lanzó a la prensa como «Nota Bene» y lo hizo de tal modo que, en vez de desenmascarar a los kautskianos, ¡les ayudó con sus propios errores! Aunque, en el fondo, Bujarin está más cerca de la verdad que Kautsky». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Miscelánea, Vol. 14)

Tal es la breve historia de esta polémica teórica sobre el Estado.

Parece que la cosa está clara: Bujarin cometió errores semianarquistas; es tiempo de corregir estos errores y seguir en adelante las enseñanzas de Lenin. Pero así sólo pueden pensar los leninistas. Según resulta, Bujarin no es de este parecer. Afirma lo contrario: que quien incurrió en error no es él, sino Lenin; que no es él quien siguió o tiene que seguir las enseñanzas de Lenin, sino, al contrario, fue Lenin quien hubo de seguir las enseñanzas de Bujarin.

¿Os parece inverosímil, camaradas? Entonces, seguid escuchando. Después de esta polémica, sostenida en 1916, al cabo de nueve años, durante los cuales Bujarin guardó silencio, al año de la muerte de Lenin, precisamente en 1925, Bujarin publicó en la recopilación de trabajos titulada «La revolución del Derecho», un artículo «Aportación a la teoría del Estado imperialista», no aceptado en tiempos por la redacción de «Sbórnik Sotsial-Demokrata» [7] –es decir, por Lenin–. En una nota de este artículo Bujarin declara abiertamente que en esta polémica quien tenía la razón era él, y no Lenin. Podrá parecer inverosímil, pero es un hecho, camaradas.

Escuchad lo que dice esa nota:

«A este artículo, publicado en «La Internacional Juvenil», V. I. [es decir, Lenin] replicó con un suelto. El lector advertirá fácilmente que yo no incurría en el error que se me achacaba pues comprendía claramente la necesidad de la dictadura del proletariado; y, de otra parte, leyendo el suelto de Ilich, se ve que, por aquel entonces, él mantenía una posición falsa ante la tesis de «hacer saltar» el Estado –el Estado burgués, se entiende–, confundiendo este problema con el de la extinción de la dictadura del proletariado. Tal vez yo hubiera debido desarrollar más entonces el tema de la dictadura. Pero, para descargo mío, diré que por aquel entonces estaba tan extendida la epidemia socialdemocrática de ensalzamiento del Estado burgués, que era natural que yo concentrase toda la atención en el problema de hacer saltar esta máquina. (…) Cuando volví de Norteamérica a Rusia y vi a Nadezhda Konstantínovna –en nuestro VIº Congreso, celebrado en la clandestinidad, cuando V. I. estaba oculto–, sus primeras palabras fueron éstas: «V. I. me encarga que le diga que ahora ya no discrepa de usted en cuanto al problema del Estado». Estudiando el problema, Ilich había llegado a las mismas conclusiones respecto a la idea de «hacer saltar» el Estado; pero él desarrolló este tema y luego el de la dictadura de tal modo, que sentó toda una época en la evolución del pensamiento teórico en este sentido». (Revolutsia Prava, 1925)

Así escribe Bujarin de Lenin al año de la muerte de éste.

¡Ahí tenéis un botón de muestra de la fatuidad verdaderamente hipertrofiada de un teórico que tiene todavía mucho que aprender!

Es muy posible que, efectivamente, Nadezhda Konstantínovna dijese a Bujarin algo de lo que éste escribe. Pero ¿qué se deduce de ello? Se deduce simplemente qué Lenin tenía ciertas razones para pensar que Bujarin había renunciado o estaba dispuesto a renunciar a sus errores. Nada más. Pero Bujarin lo interpretó de otro modo. Y decidió que en adelante el creador, o por lo menos el inspirador, de la teoría marxista del Estado no debía ser considerado Lenin, sino él, Bujarin.

Hasta hoy nos habíamos considerado y seguimos considerándonos leninistas. Pero ahora resulta que tanto Lenin como nosotros, sus discípulos, somos bujarinistas. Resulta un poco ridículo, camaradas. Pero ¿qué queréis? Así ocurre cuando tenemos que habérnoslas con esa desmesurada fatuidad de Bujarin.

Podría, tal vez, pensarse que Bujarin cometió un lapsus en la nota al artículo a que hacíamos referencia, que dijo una necedad y luego se olvidó de ella. Pero ocurre que no es así. Resulta que Bujarin hablaba completamente en serio. A esa conclusión se llega, entre otras cosas, porque la afirmación hecha en esa nota acerca de los errores de Lenin y la razón de Bujarin fue repetida no hace mucho, en 1927, es decir, a los dos años de su primer ataque contra Lenin, en la semblanza biográfica que de Bujarin hizo Maretski, sin que a Bujarin se le ocurriese siquiera protestar de ese atrevimiento de Maretski. Es evidente que el ataque de Bujarin contra Lenin no puede atribuirse al azar.

Resulta, pues, que quien tiene razón es Bujarin, y no Lenin, y de que el inspirador de la teoría marxista del Estado no es Lenin, sino Bujarin.

Tal es, camaradas, el panorama de las adulteraciones teóricas y las pretensiones teóricas de Bujarin.

¡Y después de todo eso, este hombre se atreve a decir aquí, en su discurso, que en la posición teórica de nuestro partido hay «algo podrido», que en la posición teórica de nuestro partido existe una desviación hacia el trotskismo!

¡Y eso lo dice el mismo Bujarin que incurre –y que ha incurrido en el pasado– en numerosos y crasos errores teóricos y prácticos, el mismo Bujarin que hasta hace poco tenía por maestro a Trotski y que todavía ayer buscaba el bloque con los trotskistas contra los leninistas y corría hacia ellos por la puerta falsa!

¿No es ridículo todo esto, camaradas?

¿Plan Quinquenal o Plan Bienal?

Permitidme que pase ahora al discurso de Rýkov. Si Bujarin intentaba dar un fundamento teórico a la desviación derechista, Rýkov se esfuerza en su discurso por darle una base de propuestas prácticas, asustándonos con los «horrores» de nuestras dificultades en la agricultura. Ello no quiere decir que Rýkov se haya desentendido de las cuestiones teóricas. Ha hablado de ellas. Pero, al hacerlo, ha incurrido, por lo menos, en dos errores importantes.

En su proyecto de resolución sobre el plan quinquenal, que rechazó la Comisión del Buró Político, Rýkov dice que «la idea básica del plan quinquenal es el aumento de la productividad del trabajo del pueblo». Y a pesar de que la Comisión del Buró Político rechazó este punto de vista, absolutamente falso, Rýkov lo ha defendido aquí, en su discurso.

¿Es cierto que la idea básica del plan quinquenal, en el País Soviético, sea el aumento de la productividad del trabajo? No, eso es falso. Lo que nosotros necesitamos no es un aumento cualquiera de la productividad del trabajo del pueblo. Lo que necesitamos es un determinado aumento de la productividad del trabajo del pueblo: un aumento que garantice el predominio sistemático del sector socialista de la economía nacional sobre el sector capitalista. Un plan quinquenal que se olvidase de esta idea básica no sería plan quinquenal, sino una estupidez quinquenal.

El aumento de la productividad del trabajo en general interesa a cualquier sociedad, lo mismo a la sociedad capitalista que a la precapitalista. Lo que diferencia a la sociedad soviética de toda otra es, precisamente, que lo que le interesa no es un aumento cualquiera de la productividad del trabajo, sino el que garantiza el predominio de las formas socialistas de economía sobre las otras formas, y principalmente sobre las formas capitalistas de economía; el que garantiza, por tanto, el vencimiento y desplazamiento de las formas capitalistas de la economía. Y Rýkov se olvida de esta idea, que es realmente la idea básica del plan quinquenal de desarrollo de la sociedad soviética. Tal es su primer error teórico.

Su segundo error consiste en que no distingue o no quiere comprender la diferencia que hay, desde el punto de vista del intercambio de mercancías, entre los koljóses, por ejemplo, y cualquier forma de economía individual, comprendida la economía individual capitalista. Rýkov asegura que, desde el punto de vista del intercambio de mercancías en el mercado de cereales, desde el punto de vista de la obtención de cereales, él no ve ninguna diferencia entre los koljóses y los propietarios privados de cereales; por tanto, le es indiferente que compremos el grano a un koljós, a un propietario privado o a cualquier almacenista de trigo de la Argentina. Eso es absolutamente falso. Eso es repetir las conocidas manifestaciones de Frumkin, quien aseguró durante cierto tiempo que le era indiferente dónde y a quién se compraba el grano, si a un particular o a un koljós.

Eso es una manera solapada de defender, de rehabilitar, de justificar las maquinaciones de los kulaks en el mercado cerealista. El que esta defensa se haga desde el punto de vista del intercambio de mercancías no impide que sea, a pesar de todo, una justificación de las maquinaciones de los kulaks en el mercado de cereales. Si, desde el punto de vista del intercambio de mercancías, no hay diferencia entre las formas colectivas y las formas no colectivas de economía, ¿merece la pena fomentar los koljóses, merece la pena concederles exenciones, merece la pena entregarse a la difícil empresa de vencer a los elementos capitalistas en la agricultura? Es evidente que Rýkov parte de un punto de vista falso. Y éste es su segundo error teórico.

Pero esto lo decimos de pasada. Entremos ahora a examinar los problemas prácticos planteados en el discurso de Rýkov.

Rýkov afirmaba aquí que, además del plan quinquenal, es necesario otro plan paralelo: un plan bienal de fomento de la agricultura. Esta propuesta de un plan bienal paralelo la razonaba invocando las dificultades con que se tropieza en la agricultura. Decía que el plan quinquenal está bien y que él lo defiende; pero que, si al mismo tiempo adoptamos un plan bienal de la agricultura, estará aún mejor; de otro modo, la agricultura se estancará.

La propuesta parece que no encierra nada malo. Pero, si nos fijamos bien, vemos que este plan bienal de la agricultura está concebido para subrayar un supuesto carácter irreal y especulativo del plan quinquenal. ¿Podíamos nosotros aceptar tal cosa? No, no podíamos. Y le dijimos a Rýkov: si usted no está conforme con el plan quinquenal en lo que a la agricultura se refiere, si considera insuficientes las cantidades que en el plan quinquenal se destinan al fomento de la agricultura, díganos claramente cuáles son sus propuestas complementarias, qué nuevas inversiones propone; estamos dispuestos a incluir en el plan quinquenal esas sumas complementarias para la agricultura. ¿Y qué ocurrió? Ocurrió que Rýkov no tenía propuesta complementaria alguna acerca de nuevas inversiones para la agricultura. ¿A qué viene, pues, preguntamos, ese plan bienal paralelo de fomento agrícola?

Además del plan quinquenal –le dijimos también–, hay planes anuales, que son parte del plan quinquenal; en los de los dos primeros años podemos introducir las propuestas complementarias concretas que usted aporte para el incremento de la agricultura, si es que tiene propuestas que aportar. ¿Y qué sucedió? Sucedió que Rýkov no pudo ofrecer ningún plan concreto de asignaciones complementarias.

Entonces comprendimos que la propuesta del plan bienal de Rýkov no se inspiraba en el deseo de fomentar la agricultura, sino que se proponía subrayar un supuesto carácter irreal y especulativo del plan quinquenal y obedecía al deseo de desacreditarlo. Para el «espíritu», para guardar las apariencias, el plan quinquenal; para la realidad, para el trabajo práctico, el plan bienal: he ahí la estrategia de Rýkov. Rýkov sacaba a escena su plan bienal para luego, en el transcurso del cumplimiento práctico del plan quinquenal, oponer aquél a éste, rehacer el plan quinquenal y adaptarlo al plan bienal, reduciendo y cercenando las asignaciones destinadas a la industria.

Por esas razones, acordamos desestimar la propuesta de Rýkov de un plan bienal paralelo.

El área de siembra

Rýkov ha tratado de asustar aquí al partido asegurando que el área de siembra tiende a disminuir sistemáticamente en la Unión Soviética. Y, al decir esto, señalaba al partido, insinuando que la política del partido es la culpable de la disminución operada en el área de siembra. No ha dicho claramente que marchemos a la degradación de la agricultura, pero la impresión que deja su discurso es que existe algo parecido a degradación.

¿Es cierto que el área de siembra tiende a disminuir sistemáticamente? No, no es cierto. Rýkov ha operado aquí con las cifras medias del área de siembra de nuestro país. Pero el método de las cifras medias, no rectificadas con los datos por zonas, no se puede considerar un método científico.

Acaso Rýkov haya leído alguna vez «El desarrollo del capitalismo en Rusia» de Lenin. Si lo ha leído, debe recordar cómo critica Lenin a los economistas burgueses que emplean el método de las cifras medias sobre el aumento del área de siembra y prescinden de los datos por zonas. Es extraño que Rýkov repita ahora los errores de los economistas burgueses. Pues bien, si nos fijamos en el movimiento del área de siembra por zonas, es decir, si abordamos la cuestión de una manera científica, vemos que en unos sitios crece sistemáticamente, mientras que en otros disminuye a veces, debido, principalmente, a las condiciones meteorológicas, sin que haya datos para afirmar que en cualquier zona cerealista importante se acuse un descenso sistemático del área de siembra.

En efecto, últimamente se acusa un descenso del área de siembra en las zonas afectadas por las heladas o por la sequía, por ejemplo, en algunas regiones de Ucrania.

Una voz: No en toda Ucrania.

Shlijter: En Ucrania, la superficie de siembra ha aumentado un 2,7%.

Stalin: Me refiero a la parte esteparia de Ucrania. En cambio, en otras zonas no afectadas por condiciones climáticas adversas –por ejemplo, en Siberia, en el Volga, en el Kazajstán, en Bashkiria–, el área de siembra aumenta constantemente.

¿Cómo explicarse que el área de siembra aumente sistemáticamente en unas zonas y disminuya en otras de vez en cuando? No es posible, en efecto, afirmar que la política del partido sea una en Ucrania y otra en el Oriente o en el centro de la Unión Soviética. Esto es absurdo, camaradas. Es evidente que las condiciones climáticas tienen en ello una importancia considerable.

Cierto que los kulaks reducen el área de siembra, cualesquiera que sean las condiciones climáticas. Es muy probable que la «culpa» de esto la tenga la política del partido, consistente en apoyar a la masa de campesinos pobres y medios contra los kulaks. Pero ¿qué se deduce de ello? ¿Acaso nosotros nos comprometimos nunca a seguir una política que complaciese a todos los grupos sociales del campo, comprendidos los kulaks? ¿Acaso podemos aplicar, si queremos mantener una política marxista, una política que complazca a los explotadores y a los explotados? ¿Qué tiene de particular que, a consecuencia de nuestra política leninista de poner restricciones y desplazar a los elementos capitalistas del campo, los kulaks comenzasen a reducir parcialmente la superficie de siembra? ¿Acaso podía ser de otro modo?

Si se entiende que esta política es desacertada, que se nos diga francamente. ¿No resulta extraño que, llevadas del miedo, gentes que se llaman marxistas intenten presentar la reducción parcial de las sementeras de los kulaks como prueba de la reducción del área de siembra en general, olvidando que, además de los kulaks, hay campesinos pobres y medios, que siembran cada vez más, y que hay koljóses y sovjóses, cuya área de siembra aumenta con ritmo acelerado?

Finalmente, el discurso de Rýkov contiene otra inexactitud acerca del área de siembra. Rýkov se lamentaba aquí de que en ciertos sitios, donde más desarrollados se hallan los koljóses, comienzan a disminuir las sementeras individuales de los campesinos pobres y medios. Eso es cierto. Pero ¿qué hay de malo en ello? ¿Y cómo podría ser de otro modo? Si los campesinos pobres y medios comienzan a abandonar el cultivo individual y pasan al régimen colectivo, ¿no es evidente que el ensanchamiento y la multiplicación de los koljóses implican una reducción de las sementeras individuales de los campesinos pobres y medios? Pues, ¿qué queríais?

Los koljóses cuentan hoy con dos millones largos de hectáreas de tierra. Al terminar el plan quinquenal, tendrán más de 25 millones de hectáreas. ¿A costa de qué van a aumentar las sementeras de los koljóses? Acosta de las sementeras de los campesinos pobres y medios. Y vosotros ¿qué os imaginabais? ¿Hay, acaso, otro camino para llevar la hacienda individual de los campesinos pobres y medios al cauce de la hacienda colectiva? ¿Acaso no está claro que las sementeras de los koljóses tienen que incrementarse en numerosas zonas a costa de las sementeras individuales?

Es extraño que haya quien no quiera comprender estas cosas tan sencillas.

El acopio de cereales

Acerca de nuestras dificultades en el acopio de cereales se han contado aquí muchas leyendas. En cambio, no se han tomado en consideración los factores principales de nuestras dificultades específicas de este año en este problema.

Se ha olvidado, ante todo, que este año hemos recogido de 500 a 600 millones de puds de centeno y trigo –hablo del volumen global de la cosecha– menos que el año pasado. ¿Podía dejar de reflejarse esto en nuestro acopio de cereales? Naturalmente que no podía por menos de reflejarse.

¿Tendrá la culpa la política del Comité Central? No, la política del Comité Central no tiene nada que ver con ello. El fenómeno lo explican la mala cosecha en la zona esteparia de Ucrania –heladas y sequía– y la mala cosecha parcial del Cáucaso del Norte, de la Zona Central de Tierras Negras y de la región Noroeste.

Así se explica, principalmente, que para el 1 de abril del año anterior reuniésemos en Ucrania 200 millones de puds de centeno y trigo y este año sólo hayamos reunido de 26 a 27 millones de puds.

A ello se debe también que el acopio de trigo y centeno en la Zona Central de Tierras Negras se haya reducido casi a una octava parte y en el Cáucaso del Norte a la cuarta parte.

En algunas zonas del Oriente, el acopio de cereales es casi el doble que el año anterior. Pero esto no podía compensar ni ha compensado, naturalmente, el déficit de cereales de Ucrania, el Cáucaso del Norte y la Zona Central de Tierras Negras.

No debe olvidarse que, con cosechas normales, a Ucrania y al Cáucaso del Norte corresponde cerca de la mitad del acopio total de cereales de la U.R.S.S.

Es extraño que Rýkov no haya tenido en cuenta esta circunstancia.

Hay, finalmente, una segunda circunstancia, que es el factor principal de las dificultades específicas de este año en cuanto al acopio de cereales. Me refiero a la resistencia que los elementos kulaks oponen en el campo a la política de acopio de cereales del poder soviético. Rýkov ha pasado por alto esta circunstancia. Y pasar por alto este factor significa omitir lo principal en punto al acopio de cereales. ¿Qué nos dice la experiencia de los últimos dos años en este aspecto? Nos dice que las capas acomodadas del campo, poseedoras de un excedente considerable de cereales y que ocupan una posición importante en el mercado cerealista, no quieren entregarnos voluntariamente la cantidad necesaria de grano al precio que señala el poder soviético. Para abastecer las ciudades y los centros fabriles, el Ejército Rojo y las zonas destinadas a cultivos industriales, necesitamos al año unos 500 millones de puds de cereales. El curso espontáneo de los acopios proporciona cosa de 300 a 350 millones de puds. Los otros 150 millones hay que obtenerlos mediante una presión organizada sobre los kulaks y los sectores acomodados del campo. Así nos lo dice la experiencia del acopio de cereales en los dos últimos años.

¿Qué ha ocurrido estos dos años?, ¿a qué obedecen esos cambios?, ¿por qué bastaba antes el curso espontáneo de los acopios, mientras que ahora es insuficiente? Lo ocurrido es que estos años se han fortalecido los kulaks y los elementos acomodados del campo; que estos años de buena cosecha no han pasado en vano para ellos; que estos elementos se han fortalecido económicamente, han acumulado su capitalito, y ahora pueden maniobrar en el mercado, reteniendo los excedentes de cereales, en espera de precios altos, y haciendo negocio con otros cultivos.

Los cereales no se deben considerar como una mercancía ordinaria. Los cereales no son algodón, que no se come y que no es posible vender a todo el mundo. A diferencia del algodón, los cereales, atendidas las condiciones actuales de nuestro país, son un artículo que a todo el mundo apetece y sin el cual no se puede vivir. El kulak lo tiene en cuenta y retiene sus cereales, contagiando a cuantos los poseen. El kulak sabe que los cereales son la divisa de las divisas. El kulak sabe que los excedentes de cereales no son sólo un medio para enriquecerse él, sino también un medio para sojuzgar a los campesinos pobres. En las condiciones actuales, los excedentes de cereales son, en manos del kulak, un medio que lo fortalece económica y políticamente. Por eso, al tomar a los kulaks esos excedentes de cereales, además de facilitar el abastecimiento de las ciudades y del Ejército Rojo, despojamos a los kulaks de un medio de fortalecerse en el sentido económico y político.

¿Qué hace falta para obtener esos excedentes de cereales? Hace falta, lo primero, acabar con la psicología de la espontaneidad, por ser dañina y peligrosa. Hace falta organizar el acopio de cereales. Hace falta movilizar a las masas de campesinos pobres y medios contra los kulaks y organizar su apoyo social a las medidas del poder soviético para intensificar el acopio de cereales. El método de acopio de cereales aplicado en los Urales y en Siberia, con arreglo al principio de que los campesinos mismos fijen la cantidad de cereales a suministrar por cada uno, es importante precisamente porque permite movilizar a las capas trabajadoras del campo contra los kulaks para impulsar el acopio. La experiencia demuestra que este método nos da buenos resultados. Demuestra también que estos buenos resultados se consiguen en dos sentidos: primero, retiramos a los elementos acomodados del campo sus excedentes de cereales, facilitando de este modo el abastecimiento del país; segundo, movilizamos para ello a las masas de campesinos pobres y medios contra los kulaks, haciéndoles abrir los ojos políticamente y organizándolas como potente ejército político de millones de hombres en el campo. Ciertos camaradas no advierten esta segunda circunstancia, que es, precisamente, uno de los resultados importantes, si no el más importante de todos, del método de acopio empleado en los Urales y en Siberia.

Es verdad que este método se combina a veces con la aplicación de medidas extraordinarias contra los kulaks, lo que provoca cómicas lamentaciones de Bujarin y Rýkov. Pero ¿qué tiene esto de malo? ¿Por qué, a veces, bajo determinadas condiciones, no se puede recurrir a medidas extraordinarias contra nuestro enemigo de clase, contra los kulaks? ¿Por qué, si podemos detener a centenares a los especuladores de las ciudades y deportarlos al territorio de Turujansk, a los kulaks, que especulan con los cereales e intentan estrangular el poder soviético y sojuzgar a los campesinos pobres, no vamos a poder retirarles, por medio de la coerción social, los excedentes de cereales a los mismos precios con arreglo a los cuales entregan los cereales a nuestras organizaciones encargadas de los acopios los campesinos pobres y medios? ¿De dónde se deduce eso? ¿Acaso nuestro partido se ha manifestado nunca en principio contra la aplicación de medidas extraordinarias a los especuladores y a los kulaks? ¿Acaso no existe una ley contra la especulación?

Al parecer, Rýkov y Bujarin son enemigos por principio de todo cuanto sea aplicar contra los kulaks medidas extraordinarias. Pero eso es una política liberal burguesa, y no una política marxista. No podéis ignorar que, al implantarse la nueva política económica, Lenin se manifestaba incluso en favor de la vuelta a la política de los comités de campesinos pobres, claro está que bajo ciertas condiciones. ¿Y qué es la aplicación parcial de medidas extraordinarias contra los kulaks? No es ni una gota en el mar, comparada con la política de los comités de campesinos pobres.

Los adeptos del grupo de Bujarin confían en convencer al enemigo de clase de que renuncie voluntariamente a sus intereses y nos entregue voluntariamente sus excedentes de cereales. Confían en que el kulak, que se ha fortalecido, que especula, que tiene la posibilidad de desquitarse con otros cultivos y que esconde sus excedentes de cereales, nos va a entregar voluntariamente esos excedentes a nuestros precios de acopio. ¿Se habrán vuelto locos? ¿No está claro que no comprenden la mecánica de la lucha de clases, que no saben lo que son las clases?

¿Saben ellos cómo se mofan los kulaks de nuestros funcionarios y del poder soviético, en las asambleas campesinas convocadas para intensificar el acopio de cereales? ¿No conocen casos como, por ejemplo, aquel del Kazajstán, en que un agitador nuestro, después de pasarse dos horas tratando de convencer a los poseedores de trigo de que lo entregasen para alimentar al país, oyó que un kulak, con la pipa en la boca, le contestaba; «¡Baila un poco, muchacho, y te daré dos puds de trigo!»?

Voces: ¡Qué canallas!

Stalin: ¡Id a convencer a esa gente!

Sí, camaradas, una clase es una clase. Esto es una verdad irrefutable. El método de los Urales y de Siberia es bueno, precisamente, porque ayuda a enfrentar las capas de los campesinos pobres y medios contra los kulaks; porque ayuda a vencer la resistencia de los kulaks y les obliga a entregar los excedentes de trigo a los órganos del poder soviético.

La palabra más de moda en las filas del grupo de Bujarin es hoy la de «exageraciones» en el acopio de cereales. Esta palabra es entre ellos de uso corriente, porque les permite enmascarar su línea oportunista. Cuando quieren enmascarar su línea, acostumbran a decir: nosotros, naturalmente, no nos oponemos a que se presione sobre los kulaks, pero estamos contra las exageraciones que se cometen en este aspecto y que afectan al campesino medio. Siguen después cuentos «de miedo» acerca de estas exageraciones, nos leen cartas de «campesinos» y comunicaciones empavorecidas de algunos camaradas, por el estilo de Márkov, para llegar a una conclusión: es necesario abolir la política de presión sobre los kulaks.

¿Qué os parece? Puesto que se cometen exageraciones en la aplicación de una política acertada, se debe abandonar esta política acertada. Tal es el método ordinario de los oportunistas: invocan las exageraciones que se cometen en la aplicación de una línea acertada, para pedir la supresión de esta línea y sustituirla por otra oportunista. Además, los partidarios del grupo de Bujarin tienen buen cuidado de no decir que hay otra clase de exageraciones más peligrosas y más dañinas: las exageraciones que conducen a la fusión con los kulaks, a adaptarse a las capas acomodadas del campo, a sustituir la política revolucionaria del partido por la política oportunista de los desviacionistas de derecha.

Todos nosotros somos, naturalmente, contrarios a esas exageraciones. Todos somos contrarios a que los golpes descargados contra los kulaks caigan también sobre los campesinos medios. Esto es evidente y no puede suscitar duda alguna. Pero estamos resueltamente en contra de que, con esa charlatanería acerca de las exageraciones, a que con tanto afán se entrega el grupo de Bujarin, se pretenda anular la política revolucionaria de nuestro partido y suplantarla por la política oportunista del grupo de Bujarin. No, esa maniobra no prosperará.

Indicadnos siquiera sea una medida política del partido que no haya ido acompañada de estas o las otras exageraciones. De ahí se deduce que es preciso combatir las exageraciones. Pero ¿acaso es esto motivo para denigrar la línea del partido, que es la única línea acertada?

Tomemos una medida como la implantación de la jornada de siete horas. Indudablemente, es una de las medidas más revolucionarias implantadas por nuestro partido en estos últimos tiempos. Pero ¿quién ignora que esa medida, profundamente revolucionaria por su esencia, implica a menudo numerosas exageraciones, a veces de lo más escandalosas? ¿Quiere esto decir que debamos desechar la política de implantación de la jornada de siete horas?

¿Comprenden los partidarios de la oposición bujarinista en qué charca caen cuando quieren aprovecharse de las exageraciones que se producen en el acopio de cereales?

Las reservas de moneda extranjera y la importación de trigo

Unas palabras, finalmente, acerca de la importación de trigo y de las reservas de moneda extranjera. Ya he dicho que Rýkov y sus amigos más íntimos plantearon varias veces el problema de que se importase trigo. Rýkov hablaba, al principio, de la necesidad de importar de 80 a 100 millones de puds, lo que representa unos 200 millones de rublos en moneda extranjera. Más tarde planteó la necesidad de adquirir 50 millones de puds, es decir, por valor de 100 millones de rublos en moneda extranjera. Nosotros rechazamos la propuesta, decidiendo que era preferible apretar al kulak y sacarle los excedentes de cereales, que no son pocos, a gastar la moneda extranjera destinada a la importación de utillaje para nuestra industria.

Rýkov cambia ahora de frente. Ahora afirma que los capitalistas nos dan el trigo a crédito y que nosotros no lo queremos tomar. Ha dicho que por sus manos pasaron algunos telegramas indicativos de que los capitalistas nos querían vender trigo a crédito, presentando la cosa como si entre nosotros hubiera gentes que no quieren aceptar el trigo a crédito por capricho o por algún otro motivo incomprensible.

Todo eso, camaradas, son necedades. Sería ridículo pensar que los capitalistas del Occidente se han compadecido de súbito de nosotros y desean entregarnos varias decenas de millones de puds de trigo poco menos que gratis o a pagar a largo plazo. Eso, camaradas, son estupideces.

¿De qué se trata, pues? Se trata de que distintos grupos capitalistas nos están tanteando, vienen desde hace ya medio año tratando de sondear nuestras posibilidades financieras, nuestra solvencia, nuestra firmeza. Se dirigen a nuestros representantes comerciales en París, en Checoslovaquia, en Norteamérica y en la Argentina y nos ofrecen la venta de trigo a plazos muy reducidos, a pagar a los tres meses o, todo lo más, a los seis. Lo que pretenden no es tanto vendernos trigo a crédito como enterarse de si nuestra situación es efectivamente grave, de si de veras se nos han agotado las posibilidades financieras, de si nos mantenemos firmes desde el punto de vista de la situación financiera y ver si picamos en el anzuelo que nos lanzan.

En el mundo capitalista se discute ahora mucho acerca de nuestras posibilidades financieras. Unos dicen que estamos ya en quiebra y que la caída del poder soviético es cosa de meses, cuando no de semanas. Otros replican que eso no es cierto, que el poder soviético es fuerte, tiene posibilidades financieras y posee trigo en cantidad suficiente.

La tarea consiste actualmente en dar pruebas de la firmeza y la resistencia debidas, no dejarse llevar por las falsas promesas de que se nos proporcionará trigo a crédito y mostrar al mundo capitalista que no necesitaremos importarlo. No soy yo el único que piensa así. Así piensa la mayoría del Buró Político.

Por estas razones decidimos no aceptar la propuesta de los diversos bienhechores del género de Nansen, de que la Unión Soviética importase trigo a crédito por valor de un millón de dólares.

Por las mismas razones respondimos negativamente a todos esos espías del mundo capitalista que, en París, en Norteamérica y en Checoslovaquia, nos ofrecían pequeñas cantidades de trigo a crédito.

Por idéntico motivo acordamos hacer las máximas economías en el consumo de trigo, dar prueba del máximo espíritu de organización en el acopio de cereales. Perseguíamos con esto dos objetivos: por una parte, evitar la importación de trigo y guardar la moneda extranjera para la adquisición de maquinaria y, por otra parte, mostrar a todos nuestros enemigos que nos mantenemos firmes y no estamos dispuestos a dejarnos ganar por las promesas de dádivas.

¿Era acertada esa política? Yo opino que era la única política acertada. No sólo lo era porque descubríamos aquí, en el interior de nuestro país, nuevas posibilidades de obtener trigo. Lo era también porque, al evitar la importación de trigo y ahuyentar a los espías del mundo capitalista, fortalecíamos nuestra situación internacional, elevábamos nuestra solvencia y pulverizábamos las habladurías acerca del «próximo hundimiento» del poder soviético.

Hace unos días hemos sostenido negociaciones previas con unos representantes de los capitalistas alemanes. Prometen abrirnos un crédito de 500 millones, y parece que, en efecto, estiman necesario abrirnos ese crédito, a fin de asegurar los pedidos soviéticos para su industria.

Hace unos días ha estado en nuestro país una delegación de conservadores ingleses, que también considera necesario comprobar la solidez del poder soviético y la conveniencia de concedernos créditos para obtener pedidos industriales soviéticos.

Me parece que no tendríamos estas nuevas posibilidades en la obtención de créditos –de los alemanes primeramente, y, después, de un grupo de capitalistas ingleses– si no hubiésemos manifestado la necesaria firmeza a que antes me refería.

Por lo tanto, no se trata de que nos neguemos caprichosamente a recibir un trigo imaginario que nos vendan a un imaginario crédito a largo plazo. Se trata de adivinar cuál es la faz de nuestros enemigos, de adivinar sus verdaderas intenciones y de manifestar la firmeza necesaria para consolidar nuestra situación internacional.

Por eso, camaradas, nos negamos a importar trigo. Veis, pues, que el problema de la importación de trigo no es tan sencillo como lo pintaba aquí Rýkov. La importación de trigo es un problema que afecta a nuestra situación internacional.

Anotaciones de la edición

[4] Socialismo de cátedra: corriente de la ideología burguesa, principalmente en la economía política burguesa. Apareció en la segunda mitad del siglo XIX, en Alemania; más tarde adquirió gran difusión en Inglaterra, Norteamérica y Francia. Los partidarios de esta corriente, profesores liberales burgueses, que actuaban desde las cátedras universitarias –de donde procede la denominación de «socialismo de cátedra»–, combatían el marxismo y el movimiento obrero revolucionario en ascenso, procuraban ocultar las contradicciones del capitalismo y predicaban la conciliación de las clases. Los socialistas de cátedra negaban el carácter de clase, explotador del Estado burgués y afirmaban que éste es capaz, mediante reformas sociales, de perfeccionar el capitalismo. Engels escribió acerca de los socialistas de cátedra alemanes:

«Los socialistas de cátedra no rebasaron nunca, en el sentido teórico, el nivel de los economistas vulgares inclinados a la filantropía, y en el presente han caído hasta el nivel de los simples apologistas del socialismo de Estado de Bismarck». (Carta de Karl Marx y Friedrich Engels a Nikolai Frantsevich Danielson, 13 de noviembre de 1885)

Las ideas reformistas liberales burguesas de los socialistas de cátedra las propagaron en Rusia los marxistas legales. Los mencheviques rusos, los partidos oportunistas de la II Internacional y los socialistas de derecha contemporáneos, en su deseo de subordinar el movimiento obrero a los intereses de la burguesía y en su prédica de la integración pacífica y gradual del capitalismo en el socialismo, se deslizaron también hasta el socialismo de cátedra.

[5] Se tiene en cuenta el Pleno del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, celebrado del 4 al 12 de julio de 1928.

[6] «La Internacional Juvenil» –«Jugend Internationale»–: revista, órgano de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas; apareció en Zúrich desde septiembre de 1915 hasta mayo de 1918. De 1919 a 1941 se publicó como órgano del Comité Ejecutivo de la Internacional Juvenil Comunista. –De 1925 a 1928 apareció con el nombre de «Internacional Juvenil Comunista»–.

[7] «Sbórnik Sotsial-Demokrata» –«Recopilación del Socialdemócrata»–; lo edito el Comité Central del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en 1916 bajo la dirección inmediata de Lenin. Aparecieron dos números: uno en octubre y otro en diciembre de 1916». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili‬, ‎Stalin‬; Sobre la desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1929)

Dos fotos con todo en común

El saludo respetuoso al superior jerárquico: el pueblo.

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