Rosita, la pequeñita de la familia, corría por los pasillos del Carrefour de Hoya de la Plata. Marcos Hormiga, su padre, la seguía con la vista, observándola con mucho cuidado por las recientes desapariciones de niños/as en la isla. Maribel su madre andaba con sus ojos verdes puestos en las estanterías mirando los precios de cada producto. Ambos llevaban en paro varios años, ya no tenían ingresos en la familia, solo la ayuda de alimentos de los servicios sociales, una tapadera insuficiente para cuatro bocas hambrientas. Afuera habían dejado el coche con el depósito casi vacío. Hormiga le echaba gasoil cuando podía, apenas cinco euros, lo que le daba para recorrer algunos km mientras echaba currículos en todos lados sin que nadie lo llamara.
La chiquitilla llegó a la sección de juguetes, en ese instante su pequeño mundo se llenó de colores, miraba, tocaba, palpaba, hasta olía esas fragancias que recuerdan a los envoltorios de los Días de Reyes, cuando había trabajo en la casa y se podían permitir que cada miembro tuviera su regalito, la colonia de Marcos y la espuma de afeitar, el vestido escotado de Maribel, los paquetitos de las dos hermanitas colocados ordenadamente junto a los zapatos viejos, él vasito de ron para el rey Gaspar, el pisquito de queso, unos polvorones, para que la noche se les hiciera leve a esos seres mágicos, montados en camellos azules, volando en su viaje por cada rincón del planeta, repartiendo regalos por la geografía del infinito.
La niña pedía, quería que le compraran todo, su padre y su madre la conducían con disimulo a las ofertas de no más de tres euros, las de cinco ya eran mucho para unas carteras vacías.
Al final un muñequito, un ratoncito enanito que no superaba los dos euros, la niña parecía comprender que no se podía gastar más, que no había recursos en aquella casa empobrecida: “¿No es caro verdad mamá?”
Salieron con mucha vergüenza por la caja de menos de diez productos, la cajera los miró, entendió todo, ella misma había pasado por lo mismo hacía menos de dos meses.
Partieron en el destartalado auto hacia el barrio de Zarate, en la cocina una nevera vacía, los tristes garbanzos guisados del almuerzo, varios huevos para hacer la tortilla francesa de la cena de las niñas, en la tv el presidente Rajoy hablaba de que Grecia les debía dinero, un discurso ininteligible para almas puras, las que nunca han robado el patrimonio del pueblo.
Las dos niñas jugaban entre risas con el minúsculo roedor, la vieja gata Rosa parecía mirarlas con mucha pena, afuera medio barrio gritaba el gol del ascenso a primera del equipo local. Maribel y Marco se abrazaron en el balcón, miraban el mar que se divisaba entre las torres de hormigón.
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Imagen vídeo situación pobreza en España de la ONG «Educo»