Los mercados financieros y la elite internacional se juegan mucho en las elecciones del 20D en España. Por ello, todos los líderes de la derecha europea se han reunido en fechas recientes en Madrid alrededor de Rajoy para defender públicamente la causa del PP.
De momento, se han desactivado los procesos electorales en Grecia y Portugal a favor de la troika y de los intereses capitalistas de las multinacionales. Las elites internacionales harán cualquier cosa para evitar un triunfo de la izquierda que ponga en solfa sus preponderancia ideológica, política y económica.
En el caso de Grecia, aunque nominalmente esté en el poder político la izquierda de Syriza, ya sabemos que las primeras intenciones de Tsipras y los suyos han claudicado ante las brutales presiones de Merkel, Bruselas y el FMI. El premier heleno ha traicionado el sentir mayoritario expresado en las urnas por su pueblo, llevando a cabo lo contrario de lo que los votantes le encomendaron que hiciese: enfrentarse con dignidad a la ideología neoliberal de vender todo a la empresa privada y erosionar los derechos civiles y laborales de la clase trabajadora.
Por lo que respecta a Portugal, el movimiento táctico ha sido de mayor finura maquiavélica. Existiendo un pacto previo que daba la mayoría absoluta a una coalición de izquierdas (socialistas, el partido de corte similar a Podemos y los comunistas), el presidente de la República, usando y abusando de sus cometidos constitucionales, ha encargado formar gobierno en minoría a la derecha, lo que puede suponer a medio plazo nuevos comicios en el país vecino.
Conjurados los peligros griego y luso, ahora le toca el turno a España. Palabras mayores. Si aquí sucediera un imprevisto electoral demasiado virado hacia actitudes izquierdistas, sonarían todas las alarmas en los despachos privilegiados de la Unión Europea, toda vez que podría marcarse una tendencia contagiosa en el resto de socios comunitarios.
Por su tamaño y capacidad de influencia, España preocupa más. Y lo mejor es prevenir antes que curar heridas de diagnóstico reservado.
En este contexto se inscribe la actualidad política española y la panorámica general de los partidos políticos, amén de los movimientos bajo cuerda de los poderes fácticos.
Sutilmente se está llevando a la opinión pública ante un escenario de bipartidismo tradicional consolidado en torno al 65 por ciento de los apoyos de PP y PSOE, con un 20 por ciento añadido gracias al invento de laboratorio de Ciudadanos, un engendro que rescatará los votos que huyen de Rajoy y de Sánchez. Para eso ha nacido y crecido a marchas forzadas el nuevo partido de Rivera.
Rivera valdrá tanto para un roto como para un descosido y ofrecerá su aval de savia nueva regeneracionista a PP o al PSOE en función de la coyuntura concreta. Las evidencias son incuestionables: con el PSOE en Andalucía y con el PP en la Comunidad de Madrid. Los ensayos están resolviendo a favor de las tesis clásicas bipartidistas su sensible pérdida de votos.
Ni la fuerte irrupción de Podemos podrá, salvo sorpresa mayúscula, contrarrestar la fuerza mediática irresistible que está tomando la nueva tríada “bipartidista” de PP y PSOE junto al lavado de fachada de Ciudadanos. Además, Podemos y su timidez política merodeando la ideología socialdemócrata le quita apoyos entre la clase trabajadora, que siente la pujanza de Rivera como más auténtica, festiva, simple, explícita y de espíritu más joven.
La moderación calculada de Iglesias, tras un radicalismo verbal de enganche muy notable y espectacular, está facilitando que el hueco de líder rebelde sin pasado lo venga ocupando Rivera de manera muy fácil y casi sin oposición alguna.
Huelga decir que IU recogerá alguna migaja electoral sin posibilidad de incidir en los tiempos políticos que se vislumbran a corto plazo.
Todo parece atado y bien atado para que en España no se produzcan sobresaltos políticos después del 20D. Ciudadanos y la atonía de Podemos están tabicando cualquier salida factible al huracán neoliberal de las últimas décadas.
Una vez más la estrategia de la derecha y de los poderes fácticos está diseñando el futuro a solas, sin el concurso de la izquierda real y de la clase trabajadora. Podemos redujo la capacidad crítica y la movilización social de amplias capas de asalariados, parados y pobres con un discurso que daba la sensación de poder asaltar los cielos de un mundo más justo, rebelde y solidario. Pero en la realidad, Iglesias y los suyos se han echado atrás y ya solo piensan en tener un grupo parlamentario suficiente para intentar, tal vez, un gobierno de coalición con el PSOE, si bien tal eventualidad se antoja una quimera al día de hoy.
Hacía falta mucha energía para mover ficha contra los poderes fácticos internacionales y las elites autóctonas. Podemos se ha dado cuenta sobre la marcha de que era ir demasiado lejos con alforjas tan ruidosas pero tan pequeñas a la vez. La socialdemocracia es un atavío menor para una empresa tan grandiosa y, además, para ello ya existe una versión más genuina, el PSOE de Sánchez.
Podemos huye desde hace tiempo de la confrontación política, eludiendo los conflictos de fondo de la realidad estructural del capitalismo. Hace falta mucha imaginación, decisión, coherencia ideológica y altura de miras para arrostrar una hazaña tan elevada desde la soledad de Podemos. Se ha demostrado bien a las claras que el eje dinamizador entre casta y gente corriente adolecía de profundidad intelectual y recorrido sociopolítico.
Podría decirse que estamos donde solíamos, en el mismo bipartidismo de siempre desde 1978, con Ciudadanos rellenando el hueco dejado a la intemperie por los recortes sucesivos y el desgaste subsiguiente de Zapatero y Rajoy.
En política nunca existen los vacíos absolutos. Como Podemos e IU han sido incapaces de llevar a su hogar el deterioro social, el miedo inducido por el sistema está buscando entre dudas y vacilaciones un lugar seguro en la sonrisa amable y las indefiniciones populistas de Ciudadanos y la imagen electoral de Rivera.
Otro fracaso más de la izquierda timorata y de ideología deslavazada que entregará los resortes del poder, por enésima vez, a la vieja derecha de Rajoy, la derecha nueva de Ciudadanos y el gesto izquierdista sin mayores connotaciones progresistas del PSOE, la pata imprescindible para que el capitalismo siga asentado en España de modo estable sin sufrir menoscabo electoral ante las tropelías del neoliberalismo globalizador de los últimos años.
El 20D no se esperan noticias halagüeñas para la clase trabajadora. Otros cuatro largos años de recortes en derechos, libertades y precariedad vital se están escribiendo ahora mismo por actores ajenos (los mercados, las elites, la tecnocracia de Bruselas, la OTAN, el FMI…) a la voluntad popular. Decantarse por PP, PSOE o Ciudadanos será votar por los que jamás se presentan a las urnas y dictan en la sombra lo que tienen que hacer los políticos entregados a la causa capitalista.