La posición de los comunistas en torno a las cuestiones del ejército en las democracias burguesas

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«Una confusión todavía mayor, si cabe, tenían que producir en las cabezas de los obreros algunas manifestaciones de diversos órganos del Partido Comunista de Checoslovaquia en punto a los problemas del ejército y de los armamentos. Indudablemente, nuestro partido obró acertadamente al intervenir en los asuntos del ejército. Indudablemente, el Partido Comunista de Checoslovaquia obró y obra acertadamente al plantear una serie de reivindicaciones concretas encaminadas a la democratización del ejército, y cuya realización puede entorpecer el abuso del ejército por el fascismo. El proletariado tiene el máximo interés en que, en la lucha contra el fascismo, el ejército no esté al lado de los fascistas, sino al lado de sus adversarios. Sería una miopía y un error funesto el que la clase obrera se desinteresase de lo que ocurre dentro del ejército y con el ejército. Ha sido y es, por tanto absolutamente acertado reclamar medidas para la democratización del ejército y luchar porque éste no se convierta en un hogar de reacción y de fascismo. Pero el aprobar la política de armamentos que mantiene el actual gobierno y el clamar incluso por el refuerzo de los armamentos, es algo completamente falso e inadmisible desde el punto de vista obrero. Y, sin embargo, se ha hecho:

«Ningún trabajador honrado de nuestra república está hoy en contra del ejército ni en contra de los armamentos. ¡El ejército merece lo mejor de todo, y si no tenemos más remedio que armarnos contra el fascismo que nos amenaza vamos todos con las armas en la mano. ¡Y queremos que estas armas sean las más posibles, que sean las mejores! El señor ministro de la Defensa Nacional presentó en la Comisión de Defensa el programa de las peticiones materiales formuladas por la dirección del Ejército. ¡Eran muchas, pero son necesarias! Si no fuesen las ganancias que tiene que embolsarse la sociedad de los hijos y los yernos, el ejército tendría en vez de un cañón, suministrado por los patrióticos fabricantes checoslovacos de armamentos, dos cañones; en vez de un aeroplano, dos; dos ametralladoras en vez de una. Todos tenemos que hacer sacrificios por el ejército. Tienen que hacer sacrificios los obreros, los pequeños industriales, los campesinos, los empleados del Estado, los funcionarios. También tendrán que sacrificar sus vidas en la guerra. Pero quieren tener la seguridad de que a costa de sus duros sacrificios nadie se embolse cientos de millones». (Artículo del diario «Rudé Právo»; órgano oficial del Partido Comunista de Checoslovaquia, 27 de noviembre de 1935)

Si uno no lo viese con sus propios ojos, no creería que en un periódico comunista pudieran publicarse cosas como ésta. Y, sin embargo, esto se publicó en el «Rudé Pravó», órgano central del Partido Comunista de Checoslovaquia. El autor del citado artículo era, manifiestamente, un elemento extraño, enemigo del proletariado y del partido. Es cierto, en verdad, que en otras manifestaciones del partido no se llega a estas espantosas tergiversaciones de los principios de clase. Pero el hecho de que después de aparecer una cosa tan inaudita no se expulsase inmediatamente del partido a su autor con látigo de hierro, como a un agente del enemigo de clase, revela que dentro del partido no había una posición clara, consecuente, bolchevique en cuanto al ejército. Parece que los camaradas han olvidado alguna de las cosas fundamentales: el problema del carácter de clase del ejército, que el carácter de clase del ejército lo decide el hecho de que clase tiene el poder en sus manos, que el ejército burgués es un ejército burgués y sigue siendo por tanto, un instrumento de opresión de la burguesía, aun cuando el gobierno sea un gobierno burgués no fascista, en el que participan incluso socialistas; y que, por tanto, la clase obrera no puede conceder armamentos y medios a tal ejército y a tal gobierno, si no quiere traicionar sus propios intereses de clase. En vez de explicar pacientemente a los obreros todo esto, el Partido Comunista de Checoslovaquia consintió manifestaciones inauditas como la que citamos más arriba.

Los camaradas se rindieron, manifiestamente, en este caso a las campañas de agitación del adversario. Este escribía en todos los tonos: «Si los comunistas son efectivamente partidarios de la defensa de la república, no tienen más remedio que votar el presupuesto del ejército. Pues ¿cómo de otro modo vamos a defender la república?». Y esto, visto superficialmente, parece lógico. Pero sólo si se mira superficialmente. La realidad es otra. El pueblo trabajador de Checoslovaquia quiere defender su país contra Hitler y los demás fascistas extranjeros. ¿Puede confiarse para esto en la burguesía? No puede, absolutamente no. No hablemos de la burguesía alemana y húngara, cuyas relaciones amistosas con Hitler y Horthy son harto conocidas. Hablemos de la burguesía checa y eslovaca. ¿No conspiran ya hoy con Henlein los Kramar, Strshibrny, Stoupal y Klinka, y no guiñan ya el ojo a Berlín? ¿No hay en el actual gobierno fuertes corrientes reaccionarias que abogan por la creación de un amplio bloque reaccionario que apoderándose del gobierno iniciaría una política interior y exterior a gusto de los Kramars, es decir, orientada hacia Berlín? ¿Acaso los partidos socialistas gubernamentales no impulsan estas aspiraciones reaccionarias con su política de colaboración de clases, su eterna capitulación ante la reacción y su repulsa contra el frente único? ¿Y no existe, como resultado de toda esto, el peligro de que los que hoy más claman acerca de la defensa de la república, un buen día vendan al Berlín de Hitler esta república con todos sus atributos, incluyendo, por tanto, el ejército? ¿Cómo puede el pueblo trabajador defenderse contra este peligro? No tiene, manifiestamente, más que un camino: concentrando sus fuerzas en un frente popular antifascista, oponiéndose a la burguesía dominante, aislando a ésta dentro del pueblo y dificultándole la posibilidad de abusar del poder armado contra los intereses del pueblo: es decir, sólo desplegando la lucha de clases contra la burguesía. Pero ¿qué significa, bajo las actuales condiciones, votar por el presupuesto militar del actual gobierno? Significa darle confianza a éste, renunciar a la lucha de clases, y en último término, poner incluso el destino de la independencia nacional en manos de quienes no son los llamados a defenderla.

Por tanto, precisamente porque abogamos realmente por la defensa de la república contra el fascismo de dentro y de fuera, no queremos votar al actual gobierno ni a la burguesía dominante recursos financieros para comprar armamentos; porque sabemos que, en manos de la burguesía, se emplearán algún día no sólo contra los intereses de clase, sino también contra los intereses nacionales del pueblo trabajador. Por eso decimos a los obreros y a todo al pueblo trabajador: que su lucha contra el fascismo de fuera no puede ser tampoco en el fondo, más que una lucha de clases contra su propia burguesía. Y una parte de esta lucha de clases contra la propia burguesía es la lucha por la democratización del ejército, para barrer de él los nidos del fascismo, para que los soldados obtengan todos los derechos de ciudadanía, para que el ejército se sienta animado en sus sectores fundamentales de espíritu combativo antifascista, para que el fascismo no logre abusar del ejército para los aventureros nacionales y extranjeros.

En la determinación de la actitud ante el gobierno, ante el Estado burgués y ante el ejército, acaso algunos camaradas se han dejado extraviar por las relaciones que actualmente median entre Checoslovaquia y la Unión Soviética. La Unión Soviética se halla en la actualidad unida a Checoslovaquia por un tratado de asistencia mutua. ¿Acaso esto hace cambiar las relaciones entre el proletariado y la burguesía dentro de Checoslovaquia? En modo alguno. Los intereses del proletariado soviético son los mismos del proletariado mundial. Sin embargó las formas y los métodos de su defensa pueden ser diferentes. La razón de esto está en que el proletariado de la Unión Soviética actúa y procede como clase dominante, y el proletariado de los demás países, por el contrario, como clase oprimida. En este caso concreto, el gobierno de la Unión Soviética firmó un tratado con la burguesía dominante de Checoslovaquia con el fin de prolongar la paz. Esto cae de lleno dentro del interés del pueblo trabajador de todos los países. Pero el proletariado oprimido de Checoslovaquia, no selló con la burguesía dominante de Checoslovaquia ningún pacto para asegurar, digamos, la paz civil. Y la burguesía dominante de Checoslovaquia no selló con el proletariado checoslovaco, ningún pacto de que ella no utilizará el ejército contra el proletariado. El interés del proletariado checoslovaco es, y sigue siendo, sacudir tan pronto como sea posible el yugo capitalista, lo mismo que el interés de la burguesía sigue siendo mantener en la servidumbre al proletariado de Checoslovaquia, explotarlo y oprimirlo. De donde se desprende: que la correlación de clases entre el proletariado y la burguesía de Checoslovaquia no cambia por efecto de un tratado del gobierno burgués checoslovaco con la Unión Soviética. Y esto se refiere también, naturalmente, al ejército, quien diga «nuestro» ejército, es decir, el ejército checoslovaco, es hoy un aliado del Ejército Rojo; por tanto, debéis aprobar el presupuesto militar, simplifica la cosa. No, la cosa no es tan sencilla.

El pueblo trabajador sólo puede confiar un ejército a un gobierno que sea un verdadero gobierno del pueblo. ¿Acaso lo es el actual gobierno de coalición de Checoslovaquia? Nada de eso; todo el mundo sabe que no lo es. Por eso la «amistad» con el Ejército Rojo no va tampoco muy allá. Fijémonos en un solo caso. El hecho de que un antiguo general en activo de Koltchak, el general Wojtzeehovsky, sea gobernador militar de Bohemia, es una prueba contundente de que el ejército checoslovaco no está dirigido y administrado en interés del pueblo, y es también una prueba contundente de que ese ejército no es «nuestro» ejército, es decir, el ejército del pueblo trabajador. Cuando hayamos conseguido que el ejército sea realmente nuestro ejército, el ejército del pueblo trabajador, el verdadero aliado del ejército rojo; entonces no tenéis más que mirar a la Unión Soviética y ver lo que el pueblo trabajador bajo la dirección de los bolcheviques es capaz de hacer en punto a su poder defensivo. Pero frente a vosotros caballeros, sigue en pie la vieja norma: «Ni un hombre ni un céntimo». (Klement GottwaldPor la aplicación acertada de la línea del VIIº Congreso de la Komintern, 1936)

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