Sandra no podía parar de llorar cuando vio el caso de Rosa, la anciana de Reus que falleció tras un incendio que originó una vela. “Lo pasé feo, feo”. Ella sabía lo que era tener cortado el suministro eléctrico por impago. Entre diciembre de 2015 y enero de 2016 vivió con sus hijos 20 días sin luz y sin agua. “Más de una vez se me cayó la vela encima. Cocinaba con una cosita de camping gas y mis hijos enfermaban mucho. Era pleno invierno”.
A Sandra le cortaron la luz “sin previo aviso”, a pesar de su situación de extrema vulnerabilidad: no tenía ingresos, es víctima de violencia machista y tiene dos hijos a su cargo, uno de ellos discapacitado. Después “de tanta lucha y gracias al asesoramiento de la Alianza contra la Pobreza Energética (APE)“, vive en un piso para víctimas de violencia género en Barcelona y ayuda a los que sufren el drama energético.
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Nota: Nos sigue haciendo mucha “gracia” eso de la “pobreza energética” expresión utilizada para disimular y dulcificar, lo que es pobreza a secas vinculada al dilema del “o comes o pagas la luz”. Ambas cosas a la vez es imposible para muchísimos pobres. Millones de pobres más, tendrían el mismo dilema si no recibieran ayuda de sus familias.