En el estado de Arkansas, en EE.UU., ejecutarán a 8 presos en 10 días para evitar que ‎caduque un componente de la inyección letal.‎

Mejor matar a que se eche a perder la inyección letal. Tras 12 años de interrupción de la pena capital, el pequeño estado de Arkansas (sur de EE.UU.) va a matar a ocho presos en tan solo 10 días. Será la mayor ejecución en cadena en EE.UU. desde la reinstauración de la pena máxima en 1977, informaron el viernes los medios estadounidenses.

El motivo para acabar con la vida de tantos condenados en tan poco tiempo es, según la Coalición para Abolir la Pena de Muerte de Arkansas, evitar que caduque uno de los tres componentes de la inyección letal. Las últimas existencias de la sustancia, un ansiolítico de efecto rápido, expiran en mayo. Y las posibilidades de obtener nuevas partidas son extremadamente difíciles dada la negativa de la industria a facilitarlas para ejecuciones.

Las órdenes firmadas por el gobernador Asa Hutchinson se cumplirán entre el 17 y el 27 de abril. En el corredor de la muerte de Arkansas penan en la actualidad 34 condenados. Los ocho elegidos han agotado sus recursos legales. Todos son hombres, la mitad negros. Cometieron sus delitos en 1991 y 2000.

Hutchinson, un republicano que ha hecho de la pena de muerte una de sus banderas políticas, ha declarado que se trata de una “acción necesaria”: “Hay que cumplir la ley pero también es importante ofrecer una clausura a las familias de las víctimas que han vivido en la incertidumbre tanto tiempo”.

Tradicionalmente la inyección letal, el método de ejecución más empleado en EE.UU., se componía de pentotal sódico (duerme), bromuro de pancuronio (paraliza) y cloruro de potasio (infarta).

La primera sustancia dejó de emplearse debido a la resistencia de los fabricantes. El midazolam, se ha vinculado con horrores. Uno de los casos más terribles fue el de Clayton Lockette, ejecutado en abril de 2014. Entre atroces convulsiones, su agonía duró 43 minutos. Un infierno en el que el preso, atado a la camilla, llegó a alertar a sus verdugos que “algo no funcionaba”.

“Si falla el midazolam, el condenado se mantiene consciente y sufre un dolor inmenso, es una tortura letal y sin escapatoria. Algo inhumano”, recordó el abogado de tres de los presos.

Ese espanto terminal puede repetirse en Arkansas con los 8 presos que serán ejecutados.

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