El mito del CSI: el FBI ha condenado a 60 inocentes por chapuzas en las pruebas de ADN

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Es algo que no verás en ninguna serie de CSI en la tele, pero el 19 de abril de 2015 el FBI entonó un “mea culpa” más que justificado por llevar a 60 acusados a la cárcel con pruebas erróneas de ADN. Tres de ellos fueron ejecutados y el resto pasó largos años en el corredor de la muerte.

La manera en que los forenses practican las pruebas en los juicios son una chapuza. Una inspección interna del organismo detectó errores en los análisis de ADN y posteriormente la central de policía publicó un comunicado en el que calculaba en unos 60 los condenados a muerte con dichas pruebas y testimonios calificados como “dudosos”.

El FBI admitió errores en el análisis del cabello al microscopio y en informes de los laboratorios presentados en jucios criminales, lo cual ya no sucede —asegura la policía— porque, además del cabello, se analiza también el ADN mitocondrial.

Una vez que han hecho correr la sangre, el FBI prometieron que tales errores no volverían a ocurrir porque a partir de entonces iban a analizar los restos “con el máximo rigor” y para ello dispondrán de más medios.

El Ministerio de “Justicia” también se comprometió a informar de los errores a los afectados para que los tribunales rectificaran las condenas emitidas en base a tales fallos.

Será un poco difícil que le puedan informar a uno de esos afectados porque le ejecutaron en Texas en 1997 en base a dichos errores. Otro afectado se pasó 27 años encerrado por culpa del FBI y nunca le devolverán la vida que le arrebataron, ni los carceleros, ni los jueces, ni los fiscales, ni los policías… ni el mismísimo dios.

La inspección del FBI ha redactado un listado de sugerencias para que en el futuro los analistas “científicos” las tomen en consideración. Recomiendan revisar las piezas de convicción y alertar a los acusados de que sus condenas se han podido dictar en base a análisis y testimonios poco fiables.

No es un asunto nuevo. En 1997 otra inspección ya apuntó importantes irregularidades cometidas por 13 analistas del laboratorio del FBI de Quantico, en Virginia. Para los que nos piden las fuentes de nuestras informaciones, aquí les dejamos una muestra de lo que The Guardian calificó como un “desastre masivo”:

Thirty years in jail for a single hair: the FBI’s ‘mass disaster’ of false conviction
— https://www.theguardian.com/us-news/2015/apr/21/fbi-jail-hair-mass-disaster-false-conviction
The FBI Laboratory’s Latest Scandal
— https://www.theatlantic.com/politics/archive/2015/04/csi-is-a-lie/390897/

Después de aquel primer “escándalo” han pasado 20 años y las recomandaciones no han servido para nada. Al FBI no le importa seguir admitiendo irregularidades y errores, lo que debería ser preocupante, sobre todo en un país, como Estados Unidos, donde la pena de muerte es el deporte nacional.

Las pruebas forenses de ADN son una comedia. En muchos países se comercializa ADN falso para dejar en el escenario del crimen y despistar a los sabuesos de las películas de policías. Ya lo llaman “robo de identidad genética”. Lean lo siguiente, que es una noticia de 2009 sobre los “mitos” del CSI que embaucan a los telespectadores:

CSI Myths: The Shaky Science Behind Forensics
— https://www.popularmechanics.com/science/health/a4535/4325774/

Los análisis informáticos del FBI, como los que acusan a Rusia de piratear los servidores del partido demócrata, son una risa, o mejor dicho, son hilarantes, para jugar con el nombre de Hillary (Hilaria en castellano, que produce risa):

Let’s Call Out CSI: Cyber’s Hilariously Absurd Technobabble
— https://www.wired.com/2015/05/csi-cyber-tech-talk/

Los forenses se sienten comprometidos por las series de la tele y han enumerado seis razones por las cuales son absurdas:

The CSI Effect: 6 Reasons Why TV Crime Shows are Patently Absurd
— http://forensicoutreach.com/library/the-csi-effect-6-reasons-why-tv-crime-shows-are-patently-absurd/

Un estudio australiano ha demostrado que los perros-policía que detectan los alijos de droga por el olfato se equivocan en el 74 por ciento de los casos.

Por el contrario, nadie ha demostrado nunca que las huellas dactilares sean únicas para cada persona. Una huella no demuestra nada; a lo máximo es un indicio o una presunción, no una prueba. En 2006 la Universidad de Southampton pidió a seis “expertos” famosos y reconocidos especialistas en Dactiloscopia, que volvieran a examinar las huellas dactilares que ya habían analizado con anterioridad. Sólo dos de ellos llegaron a las mismas conclusiones.

En febrero de 2009 un informe de la Academia de Ciencias de Estados Unidos ya explicó que creer en las pruebas forenses es como como creer en el milagro de los panes y peces del que habla la Biblia: “Con excepción del análisis del ADN, ninguno de los métodos utilizados en materia de policía científica y técnica ha demostrado de manera rigurosa que tenía la capacidad, de manera permanente y con un algún grado de certidumbre, de demostrar un lazo entre un resto y un individuo o una fuente específica. Aunque se hayan emprendido investigaciones en ciertas disciplinas, existe una falta notable de apoyo por los pares y estudios públicos que establezcan las bases científicas y la validez de numerosos métodos de política científica y técnica”.

En 2004 un joven de 23 años, Todd Willingham, fue ejecutado por el asesinato de sus tres hijos pequeños mediante el incendio de su vivienda. Tras la ejecución, un contra-análisis del New Yorker demostró todo lo contrario: el incendio no fue intencionado:

http://www.newyorker.com/reporting/2009/09/07/090907fa_fact_grann

Ya saben: al juicio no faltó ninguno de esos “expertos” de pacotilla que es a quien habría que poner entre rejas. Uno de ellos fue un siquiatra que calificó a Willingham como un “sociópata muy peligroso”.

La “sociopatía” es la típica estupidez inventada en las universidades de Estados Unidos para que los policías y los foreses cometan sus crímenes con absoluta impunidad.

Las personas como Willingham son asesinados legalmente por una única razón: son pobres y no tienen dinero para pagarse un abogado que trabaje en su defensa con un mínimo de decencia profesional.

En Estados Unidos hay una fundación, Innocence Project, que ha logrado liberar de la cárcel a 242 personas encerradas a pesar de ser inocentes; la mitad de ellos habían sido condenados gracias a “pruebas científicas”.

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