La tortura y la lucha de clases

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“El Estado es el arma de represión de una clase sobre otra.” -El Estado y la revolución-V. I. Lenin.

En España se tortura.

Esta realidad, silenciada por todos los medios de comunicación del capital, reducida a actuaciones marginales cuando no pueden ser silenciadas por su fuerte repercusión entre el pueblo trabajador, queda probada por cifras y testimonios contundentes.

Así, según la “Coordinadora para la prevención de la Tortura”, más de 7.500 personas han denunciado haber sido objeto de torturas o tratos moralmente degradante por parte de la Policía desde 2004 hasta 2014. Además, el informe dice literalmente que: “Por lo pronto, respecto a los últimos 4 años estudiados, si podemos avanzar que aquellos en los que ha habido más movilizaciones sociales (el 2011 y el 2012 en torno al 15M, y el 2014 en torno a las movilizaciones de protesta y solidaridad por Gamonal y el desalojo de Can Vies), han supuesto los de mayor número de personas afectadas en toda la serie de datos recogida por los informes de la CPDT.”

En España se tortura con fines políticos.

La represión es una de las principales herramientas con las que cuentan los monopolios para poder ejercer su dominio político, económico y social. El miedo que infunde al pueblo la posibilidad de poder ser sometido a la represión legal (multas, detenciones, prisión, etc.) se suma a la represión ilegal, que puede ir desde las amenazas bajo manga de la Policía Nacional, las agresiones físicas, o en los casos más graves, el acoso policial y la tortura.

Por eso, es muy importante luchar contra el discurso de la socialdemocracia que reduce las torturas a cuestiones marginales, que pueden ser resueltas con una depuración interna de los “Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado”, o que, en el peor de los casos, sitúan su raíz en el “Ministro de Interior de turno”, de modo que la mera sustitución del ínclito es suficiente para terminar con la tortura.

Esto es falaz, puesto que sustituye la raíz clasista del Estado, como herramienta de opresión de una clase sobre otra, tanto por medios legales como ilegales, por el del Estado, por la concepción liberal del mismo, como órgano de gestión de los bienes públicos y mantenimiento de orden, en el marco constitucional nacido de la correlación de fuerzas resultante de la 2ª Guerra Mundial.

El capitalismo, para salir de su crisis, necesita cambiar las normas del juego, y por ello, junto al aumento de la explotación mediante el empeoramiento de las condiciones laborales y la privatización de los servicios públicos, necesita un aumento de la represión que enfrente la lucha de clases que estas medidas desatan.

El marco constitucional nacido de la 2ª Guerra Mundial esta muriendo, y en una tercera transición, esta naciendo el nuevo marco de dominación, en el que las formalidades democráticas, lejos de ensancharse, se limitan, la represión, lejos de atenuarse, aumenta, la explotación, en lugar de reducirse, se recrudece, en definitiva, la lucha de clases, lejos de apagarse, se acentúa y se sitúa en una posición superior.

La tortura no desaparecerá como herramienta de represión mientras los monopolios tengan el poder. No son casos aislados, es una necesidad objetiva de los monopolios para alcanzar sus objetivos. La única forma de enfrentarla con efectividad, en lo inmediato, es la solidaridad obrera y popular, haciendo que cada caso de tortura tenga un coste político para el enemigo de clase, porque agudice la confrontación de clases. Sin embargo, la única solución definitiva para este problema, es que tomemos el poder en nuestras manos.

Luis Muñoz Gutiérrez

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