Por Elías Jaua Milano
Hay un patrón en las llamadas “resistencias” que pululan por el mundo de hoy, todas reclaman la supremacía religiosa, racial o ideológica, y todas son alentadas y financiadas por el aparato militar industrial de los Estados Unidos de Norteamérica, y sus socios de la OTAN. Lo mismo es en Ucrania que en Siria, lo mismo es en Charlottesville, USA, que, en Altamira, Venezuela.
Una amenaza recorre el mundo, las élites mundiales han decidido batallar ya no solo por los recursos materiales de todos los países, otra vez deliran por la imposición totalitaria de su cosmovisión cultural. Los supremacistas no toleran el desafío que les han plantado los pueblos soberanos, luchando por ampliar sus derechos económicos y culturales, incluyendo la batalla que libra el propio pueblo estadounidense, en este sentido.
Tal cual lo hicieron en Europa, en la década de los 20, 30 y 40 del siglo pasado, el aparato cultural, financiero y militar del mundo ha decidido activar su ejército de reserva, el lumpen cultural, en las sociedades que han decidido destruir para detener el avance libertario de los pueblos. Este lumpen, organizado en grupos paramilitares, ejecutan acciones de odio que lleven al fratricidio social y que justifiquen la imposición de formas de gobiernos absolutistas, bajo el pretexto de la intervención humanitaria para preservar la civilización.
A veces la estrategia falla, como ha ocurrido recientemente en nuestra Patria, y entonces tienen que mostrar la cara y amenazar de manera directa como lo ha hecho Trump, de manera injustificada y desproporcionada a Venezuela. No menos grave ha sido la gira del Vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, por varios países de América Latina y la complicidad de la mayoría de los gobiernos que lo recibieron. La historia no absolverá a estas oligarquías lacayas que le dieron el escenario para agredir a un pueblo libre, digno, noble y pacífico, como lo es el venezolano.
Frente a la amenaza supremacista, los venezolanos y venezolanas que amamos profundamente esta Patria nuestra, estamos obligados a fortalecer la unión nacional contra el intervencionismo, a promover la hermosa espiritualidad colectiva que poseemos frente a la inoculación del odio, a elevarnos con madurez estratégica sobre las provocaciones y conflictos estériles, a lograr que prevalezcan los valores democráticos por encima de los desplantes autoritarios, vengan estos de donde vengan, y a transformar todo lo que haya que transformar para garantizar una vida cotidiana gratificante para todos y todas, que erradique el caldo de cultivo social que permite la emergencia del fascismo como fenómeno de masas.
En fin, quienes amamos a nuestra Patria estamos obligados a garantizar la Independencia, la dignidad y la paz nacional por encima de cualquier otro interés subalterno. Como cantaba Alí Primera: “Hay que armarnos con la luz para vencer la oscurana, así lo enseñó Jesús”.