Socialismo y euro: crisis e incompatibilidad de intereses capital-trabajo (II)

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El estado: una herramienta de dominación de clase

El estado surge como resultado de la lucha de clases: frente a la organización política medieval, caracterizada por el fraccionamiento del poder en las instituciones feudales y religiosas, el estado moderno concibe el poder político centralizado. De esta forma, la burguesía, nueva clase social hegemónica, puede hacer efectiva su dominación.

Es hasta tal punto el estado una herramienta de clase que cuando es necesario para sus intereses de clase la burguesía lo adecua sin arriesgarse a hacerlo pasar por una legitimación, siquiera formal. No existe el estado neutral, pese al pensamiento hegemónico y pese a cierta izquierda también que afirma sin sonrojarse que “al socialismo o casi al socialismo se puede llegar con la Constitución, ya que los artículos del 128 al 131 hablan de la planificación de la economía, del acceso de los trabajadores a los medios de producción, de que el Estado puede tener una banca pública y nacionalizar empresas”[1].

Es así como en 2011 la burguesía se dio autogolpes en Italia y Grecia, derrocando los presidentes electos, Berlusconi y Papandreu, para imponer a Monti y Papadimos, justificándose en la necesidad de gobiernos técnicos para hacer frente a la crisis. Lo cierto es que tanto como Monti y Papadimos tenían que cumplir políticamente con las medidas que exigía la Troika, y por ello fueron elegidos ellos dos a dedo por el capital, porque era necesario implementar a un determinado ritmo unas determinadas políticas.

A este respecto –el carácter de clase de las instituciones políticas- Durao Barroso había sido muy claro alrededor de año y medio antes, cuando afirmó –pese a lo que digan las constituciones- que Grecia, Portugal y España necesitarían dictaduras militares para superar la crisis, en caso de que la población se opusiese a las medidas de ajuste[2]. Así pues, y pese a que en Portugal y España no hayan necesitado recurrir a las dictaduras –países disciplinados y que, en el caso de España, incluyó una reforma constitucional que no fue refrendada por la ciudadanía- en Italia y Grecia no dudaron en saltarse su propia institucionalidad y poner a hombres que respondían, directamente, a sus intereses y necesidades.

Por lo tanto, si el estado aparece como un problema, si el estado es considerado como una herramienta de la burguesía para ejercer su dominio, la lucha contra el euro, la Unión Europea y el estado forman una triada en la que la supervivencia de cualquiera de los tres elementos asegura la continuidad de una u otra forma del poder burgués y, por tanto, el sometimiento de la clase trabajadora a las necesidades del capital.

Grecia y el Gobierno Tsipras, o cómo no hay salida en el marco del euro

Así pues, nos encontramos ante gobiernos nacionales y una Unión Europea de carácter burgués. El rasgo distintivo, con respecto a las economías que no son de la zona euro, lo aporta el Gobierno Tsipras: la demostración real, más allá del campo teórico, de que no hay salida para la clase trabajadora bajo el euro –y, añadiríamos, bajo la Unión Europea imperialista y bajo un gobierno nacional burgués. Porque el problema del pueblo griego no se circunscribe al euro, sino a la reducción de la lucha de clases al terreno electoral y a la negación de la revolución por el actor que tenía que haber jugado ese papel histórico, el KKE. No obstante, Syriza es ejemplificadora de lo que supone, una vez más, la socialdemocracia y, en este caso histórico, la socialdemocracia limitada por la moneda única- porque no hay salida bajo el capitalismo que, como es sabido, no resuelve las crisis sino que las aplaza. Así pues, el problema real es romper con el capitalismo.

“Dejando la viabilidad [de salir de la zona euro] formal a un lado, ¿sería deseable que el impago a iniciativa por el deudor se llevara a cabo dentro de los límites de la zona euro? La respuesta es negativa. En primer lugar, sería más difícil para el país deudor hacer frente a una crisis bancaria doméstica sin pleno dominio sobre su política monetaria. En términos más generales, si los bancos se pusieran bajo la propiedad pública a raíz de un impago soberano, pero siguieran perteneciendo al sistema euro, sería prácticamente imposible utilizarlos con el fin de reformar la economía. En segundo lugar, la permanencia en la zona euro ofrecería poco beneficio para el incumplidor, en términos de acceso a los mercados de capitales o de rebaja del coste de la financiación. En tercer lugar, la opción de la devaluación sería imposible, lo que eliminaría un componente vital de la recuperación. La acumulación de deuda de los países periféricos está inextricablemente ligada a la moneda común y el problema volvería a aparecer si el país moroso se mantuviera dentro de la zona euro[3].

Pero Grecia no sería ningún modelo: era muy importante que no fuese modelo, pues a todas luces “no es necesario decir que si se produjeran acontecimientos decisivos en un país periférico habría importantes repercusiones sobre el resto de la zona euro. Por un lado, lo que es válido de forma individual para Grecia también se puede considerar válido para España y Portugal (y probablemente para Irlanda, aunque no se ha considerado en este artículo). Existen diferencias significativas entre los tres países, como se estableció anteriormente, pero su comprometida situación como países periféricos de la zona euro es similar. Si uno de ellos adoptara una decisión de impago, renegociación y salida del euro, se generaría un importante efecto demostración para los demás”[4].

Política contra euro: soberanía de la clase trabajadora contra hegemonía del bloque dominante

No es en el terreno electoral, político, institucional, ni siquiera en el terreno económico en el que la clase trabajadora, la mayoría social, puede lograr una salida favorable a sus intereses. En todos esos campos no cabe más que la continuidad –con matices, pero continuidad- de aquello que estamos viviendo.

Y es que no se trata de hacerse con el gobierno porque no se trata de gestionar, no se trata de dirigir el proceso de acumulación capitalista, sino, por el contrario, de lo que se trata es de impedir la gestión de la burguesía y de impugnar el modo de producción capitalista.

Lo electoral, político, institucional y económico son el reflejo de la lucha de clases: ese es el lugar en el que se definen las políticas de todo tipo –y, también, sus matices-: sociales, económicas, democráticas… Es en la lucha de clases donde se han definido las políticas del Gobierno Tsipras, y del Gobierno Rajoy. Es en la lucha de clases donde se impone que el peso de la crisis recaiga sobre la clase trabajadora.

De lo que se trata no es de hacerse con el gobierno, porque las políticas están limitadas, como hemos visto, por la pertenencia a la Unión Europea y al euro; de lo que se trata no es de crear falsas ilusiones: ya sabía la clase trabajadora, y así lo reflejaban sus organizaciones, que el estado no es reformable: tampoco es reformable la Unión Europea. El euro, mecanismo para el ajuste salarial y para garantizar la tasa creciente de explotación, tampoco es reformable. Es necesario, pues, impugnar la sociedad establecida a nivel global: no hay que retrotraerse a lo local frente a un sistema cuya dominación es global. La salida favorable para la clase trabajadora pasa por destruir la maquinaria institucional y burocrática de la burguesía en su conjunto para poder construir su poder de clase.

La salida de la crisis en coordenadas favorables a la clase trabajadora no vendrá desde los gobiernos burgueses, ya estén dirigidos por organizaciones clásicas o de nueva formación. La salida a la crisis favorable al interés de la mayoría de la población, la clase trabajadora sólo puede ser obra de la clase trabajadora, porque requiere impugnar el euro, la Unión Europea y los respectivos gobiernos nacionales, de forma que sólo puede ser obra de la clase trabajadora, ya sea porque se haga con el poder, ya sea porque agudice las contradicciones a la burguesía y esta prefiera romper con el euro si la disyuntiva es entre mantenerse en el euro o la revolución social.

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[1] Lara, Cayo; declaraciones en Las Palmas, recogidas por Canarias Semanal, 10 de octubre del 2011. Disponible en http://vimeo.com/31369891

[2] http://www.dailymail.co.uk/news/article-1286480/EU-chief-warns-democracy-disappear-Greece-Spain-Portugal.html

[3] Lavapistas et al; El fantasma del impago en Europa, en Revista de Economía Crítica, nº11, primer semestre 2011.

[4] Ibidem. La negrita es propia.

Fuente: Herri Gorri

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