Leonel Nodal
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Cuando la portezuela del avión se abrió, dejó entrar una reverberante ráfaga de luz, que apenas dejaba ver la pista bordeada de arena. El aeropuerto, levantado por los británicos en las márgenes del golfo de Adén, conservaba el rústico semblante de instalación militar. Desde 1839 hasta 1963, habían tenido aquí un estratégico puesto de control a la entrada del mar Rojo y la ruta al canal de Suez.

Por aquellos días de nuestra primera visita a Yemen del Sur, en agosto de 1978, este se erguía como el único Estado árabe que desde 1967 emprendió una vía socialista de desarrollo.

Tan pronto uno entraba en contacto con los hombres y mujeres de Adén descubría una población laboriosa, de amables costumbres, dueña de una rica herencia cultural, de la que había sido despojada y ahora intentaba recobrar. Basta recordar los rascacielos de adobe y troncos de palmera de la ciudad de Shibam, en Hadramaut, edificados en el siglo III antes de Cristo, reconocidos como Patrimonio de la Humanidad.

Era visible el afán modernizador. Muchas mujeres, sobre todo jóvenes, prescindían del velo en la calle.

Jóvenes líderes deseosos de vencer la ignorancia y el atraso económico, inspirados en ideales socialistas, proclamaron la República Democrática Popular de Yemen (RDPY), algo insólito en aquel territorio que los romanos llamaron la Arabia Feliz.

Cuba figuró entre los países que apoyaron aquel proyecto de liberación. Médicos cubanos brindaban atención de salud a la población local y además fueron pieza clave en la creación, en 1975, de la Facultad de Medicina de Adén.

En marzo de 1977, como parte de una gira que lo llevó antes a Etiopía y Somalia, el presidente Fidel Castro visitó Yemen del Sur y departió con los profesores cubanos de Medicina y los felicitó por su noble misión.

A juicio de la periodista iraní Nazanin Amarian, «Yemen del Sur fue la primera nación árabe y musulmana que vivió entre 1967-1990 bajo un Gobierno socialista, dirigido por los comunistas, nacionalistas y liberales, mostrando que las personas musulmanas, lejos de ser fanáticas, apoyaban a un Gobierno laico que trabajaba por su bienestar y libertad».

El día antes de su llegada a Adén, en un acto público en Somalia, Fidel Castro advirtió el peligro que se cernía sobre los Estados progresistas de la región. «El imperialismo —alertó— siempre trató de dividir a los pueblos. El imperialismo quiere dividir a los pueblos árabes (…) quiere enfrentar a los pueblos unos contra otros, incluso llevar a los pueblos progresistas a la guerra entre sí. Para ello el imperialismo cuenta con muchos recursos y cuenta con los países reaccionarios».

Aquellas palabras explican cómo el sueño de la prosperidad en Yemen se transformó en la cruel pesadilla que atormenta al ahora más pobre de los países árabes.

Hambre, cólera y una guerra sin final

Asolados por la pobreza, la hambruna y el cólera, los yemenitas caen como moscas, atrapados en una guerra que desconoce cualquier tipo de reglas.

La crisis alcanza una magnitud tan insoportable que organismos internacionales la juzgan como un verdadero atentado a la decencia, un desafío a la sensibilidad humana, que reclama una solución inaplazable.

Los niños son de los más afectados por el conflicto. Foto: Getty Images

Stephen O’Brien, el coordinador de la ONU para Asuntos Humanitarios, informó a mediados de agosto, durante una sesión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que «millones de yemenitas enfrentan hoy una triple tragedia: el espectro de la hambruna, el mayor brote de cólera en un año y las carencias y la injusticia derivadas de un conflicto brutal que el mundo ha permitido que se prolongue y que es completamente evitable. Esta tragedia humana es deliberada y gratuita, es política y se puede detener con voluntad y coraje».

Asalto a la prosperidad social

Las calamidades que sufre Yemen comenzaron a partir de la unificación del Norte y el Sur, como parte de una maniobra instigada por fuerzas regionales y externas, para erradicar el proyecto socialista ensayado en Adén.

En el Norte, la guerra civil iniciada en 1962, puso fin a la monarquía del Reino de Yemen tras un golpe de Estado por parte de militares republicanos y nasseristas, apoyados por Egipto.

En 1970, Arabia Saudita reconoció a la República Árabe de Yemen. Poco tiempo después Yemen del Norte comenzó a alinearse con británicos y saudíes.

Lejos de afianzar las pautas republicanas, el país siguió fiel a los principios islámicos y capitalistas. Las diferencias de desarrollo con el sur se acentuaron, cuando en la década de 1980 se descubrió petróleo en la RDPY.

Norte y Sur siguieron rumbos diferentes y por momentos conflictivos hasta que el 22 de mayo de 1990 se concretó una frágil unificación bajo la presidencia de Alí Abdullah Saleh, quien gobernaba Yemen del Norte desde 1978.

La unificación, a raíz de la desaparición de la Unión Soviética, sumada a divisiones internas, abrió paso al desmantelamiento de la república socialista.

Según explica Nazanin Amarian, «el asalto de la derecha a las políticas sociales en el Sur, la supresión de la sanidad y educación universal y gratuita, las pensiones para ancianos y discapacitados, la privatización de grandes empresas y fábricas, arrastró a la mitad de la población, en su mayoría jóvenes menores de 30 años, a la pobreza, desesperación y la protesta».

Condenados a la miseria eterna

En 2011 la ola de estallidos sociales iniciados en Túnez y Egipto, que arrasó a los Gobiernos de esas naciones y se extendió por la región, tocó las puertas de Yemen.

Cientos de personas murieron en la represión de masivas manifestaciones que pedían el fin de la corrupción, la represión y la destitución del presidente.

En 2012, tras un intento de asesinato que le quemó la mitad del cuerpo, Saleh fue destituido y asumió su puesto el vicepresidente Abd Rabbuh Mansur al Hadi.

Saleh había enfrentado varias sublevaciones contra su régimen. La primera la desencadenó el asesinato, en 2004, de Hussain Badr al Din al Huthi, fundador del movimiento que tomó su nombre.

¿Quíenes son los hutíes o huzíes?

Los hutíes son musulmanes chiitas de la minoría zaydí, una rama del Islam, seguida por una parte importante de los habitantes del país. El movimiento nombrado Ansarolá o Seguidores de Alá es una formación religiosa y tiene una facción armada.

En 2014 rebeldes hutíes llamaron a protestas masivas por el aumento del precio del combustible, avanzaron hacia el sur y en septiembre tomaron la capital del país, Saná.

En febrero de 2015 fuerzas hutíes disolvieron el Parlamento y obligaron a renunciar al presidente Hadi, quien huyó a Adén. Allí revocó su renuncia.

En marzo de 2015 una coalición liderada por Arabia Saudita intervino en el conflicto para exterminar la rebelión de los hutíes y reponer en su cargo al presidente Hadi.

Cifras y hechos de la crisis yemenita

El informe de O’Brien al Consejo de Seguridad revela que:

•Más de tres millones de personas debieron abandonar sus hogares.

•Más de 17 millones de yemenitas —el 60 por ciento de la población del país— sufren inseguridad alimentaria y desnutrición.

•Más de tres millones de niños y mujeres embarazadas o lactantes sufren desnutrición aguda.

•Unos 400 000 de esos menores podrían morir de forma inminente.

•Unos diez millones de niños —el 80 por ciento de la población infantil de Yemen— necesita ayuda humanitaria urgente.

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