En los años 90, el Ejército de EEUU solicitó a Rusia la venta de una unidad de un tanque T-90 junto con el sistema de protección activa más moderno de la época, el Arena. Tras comprárselo casi todo a las ex repúblicas soviéticas, el Pentágono recibió su primer rechazo.

Al dirigirse a Rusia con esta solicitud, EEUU esperaba el mismo trato que tenía justamente tras la disolución de la URSS, cuando los estadounidenses lograron comprar varios equipos bélicos modernos de su rival, ahora fracturado, escribe Lev Romanov en su artículo para el medio ruso Vestnik-RM.

“[En aquella época] los militares de EEUU ya se habían apoderado de los tanques T-80U, los blindados BMP-3, los obuses autopropulsados Msta-S y varios sistemas antiaéreos al comprarlos de los países del Pacto de Varsovia. (…) Casi todas las armas soviéticas han sido ampliamente estudiadas por EEUU y la OTAN”, destacó el autor.

No obstante, el nuevo tanque ruso T-90, que entró en servicio ya tras la disolución de la URSS, estuvo fuera del alcance del Pentágono.

Así, EEUU quiso comprarse un T-90 dotado con el sistema de protección activa Arena para estudiarlo y, supuestamente, “comprarlo para sus propios tanques M1A2 Abrams”.

Rusia se negó a desvelar su primer secreto militar ‘propio’, y EEUU “satisfizo su curiosidad” en Ucrania, donde logró hacerse con algunas tecnologías similares, pero diferentes, concluyó el autor.

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