La Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) ha gastado, al menos, 123 millones de dólares desde 1990 en su cruzada para evitar restricciones al derecho de portar armas en Estados Unidos, que se considera la principal causa de la avalancha de muertos por violencia armada, que convierte a ese país en una anomalía en el mundo desarrollado.

Se trata de 4,5 millones de dólares anuales en promedio, invertidos en una nación que tiene más armas que habitantes: 357 millones entre 317 millones de personas,  la proporción más alta del planeta, según datos oficiales del 2013, citados por la prensa internacional.

Las más modestas iniciativas para abordar la amenaza del uso de armas automáticas no han llegado a nada, ni en el Congreso en Washington ni en la gran mayoría de los estados. No importa que en los primeros 45 días del 2018, hayan fallecido en EE. UU. 1 816 personas y resultaran heridas 3 125 por violencia armada, según datos del registro de la organización Gun Violence Archive. Eso equivale a una media de 40 muertos al día. Ha habido 30 tiroteos masivos, que reciben esa consideración cuando hay al menos cuatro muertos.

Mientras la indignación crece entre la población ante los tiroteos casi semanales y las tragedias cotidianas que dejan muertos y heridos, cada vez más el dedo acusador apunta hacia la todo poderosa Asociación Nacional del Rifle y un Congreso que no avanza en proyectos de solución a la escalada.

Se plantea que la NRA gastó en las elecciones del 2016 unos 54 millones de dólares, un 99 % en apoyo de candidatos del Partido Republicano. La organización desembolsó más de siete millones en anuncios de televisión en contra de Hillary Clinton. El resto fueron para apoyar las campañas de congresistas republicanos en el Congreso, destinándose gran parte del dinero a las elecciones más reñidas con candidatos del Partido Demócrata.

En total, la organización proarmas le ha entregado dinero y apoyo publicitario a 319 congresistas que hoy están en el Capitolio. No existe mejor aliado que la NRA y a la vez hay pocos que se atrevan a convertirla innecesariamente en enemigo.

En el ambiente electoral la NRA se moviliza muy eficazmente y elige los candidatos que más necesitan su ayuda.   Marco Rubio con sus ínfulas de futuro presidente, decidido a construir legado a costa de la guerra contra Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, o cualquier otro país latinoamericano, es sin dudas uno de los principales elegidos.

El oportunista y calculador anticubano es uno de los senadores que más dinero ha recibido de la Asociación Nacional del Rifle, que le ha donado 3 303 355 dólares. Ocupa el sexto lugar en una lista de diez legisladores que reciben donaciones por encima de 2 000 000, y que encabeza  John McCain, también del ala conservadora del Partido Republicano, con 7 740 521 dólares.

Estas son las estadísticas a las que la prensa estadounidense ha tenido acceso, lo que no descarta que las reales sean cifras superiores, dados los tejes y manejes que envuelven las «donaciones» y «servicios» que ofrece este tipo de organización.

La última masacre que tuvo por sede una escuela de la Florida ha elevado el tono de la polémica y las acusaciones contra Rubio.

El viernes 16 de febrero aparecieron tres vallas cerca de Miami que decían: «Masacre en escuela»; «¿Y todavía no hay control de las armas?», pregunta la segunda, y «¿Por qué, Marco Rubio?», indaga la tercera.

De acuerdo con un reportaje de la televisora CNN, las vallas móviles –patrocinadas por el grupo activista Avaaz y respaldada por otras organizaciones– se pegaron a un costado de un camión estacionado en Doral, cerca de la oficina del senador Marco Rubio.

Las vallas aparecieron solo dos días después de la matanza que ocurrió en la secundaria Marjory Stoneman Douglas High, en Parkland, Florida, que dejó un saldo de 17 muertos, la peor masacre cometida en una escuela de ese país desde la que sucedió en la escuela primaria en Sandy Hook, en Connecticut, en el 2012, donde fueron asesinadas 26 personas.

Señala un diario de Miami que entre estos dos incidentes, el Congreso ha hecho muy poco para hacer más severas las leyes sobre las armas de fuego.

Tras la masacre de Florida, los demócratas en el Congreso han pedido limitar la venta del fusil automático que, según la policía, usó el sospechoso en el tiroteo en Parkland.

Sin embargo, los republicanos, entre ellos Rubio, han dicho que la legislación que obstaculiza la venta de este tipo de armas no hubiera evitado la tragedia, algo que buscan decir las tres vallas, dijo Avaaz.

En declaraciones a la publicación estadounidense The Hill, Emma Ruby-Sachs, presidenta de Avaaz, ha expresado que: «Hoy hemos salido a la calle para preguntar ¿por qué, Rubio?. El senador ha sido criticado en todo el país por su ineficaz respuesta a lo ocurrido, calificando el hecho como “inexplicable”.

Nosotros los catalogamos “inexcusable”», afirmó.

«Florida tiene leyes muy laxas. Rubio ha sido apoyado por la NRA y nunca ha intentado reformar estas leyes. Es uno de los senadores que más contribuciones recibe de la NRA, y además tiene una calificación A de esta asociación, como mejor alumno», le señaló a EFE Ruby-Sachs.

«Muchas madres que hoy están llorando por sus hijos hubieran hecho estos carteles. Hoy quisimos poner esta conversación en la calle, ya que Rubio representa una clase política que todavía no ha respondido a ninguna de nuestras preguntas», dijo a la agencia de noticias EFE el portavoz de Avaaz, Oscar Soria.

Mientras tanto también hubo vuelo de avioneta atravesando los cielos de la Florida con un inmenso cartel cuestionando y demandando al  legislador, que decía textualmente: «Qué vergüenza Marco Rubio y la NRA».

Por su parte CNN reportó que en una emotiva manifestación en Fort Lauderdale, Florida, políticos y estudiantes de la escuela Marjory Stoneman Douglas pidieron una prohibición de armas como la que se utilizó para asesinar a 17 personas en ese colegio, y urgieron a los votantes a echar a los legisladores que se opongan a la medida o que acepten dinero de la Asociación Nacional del Rifle.

En un enérgico discurso, la estudiante Emma González, sobreviviente de la masacre, exigió a los legisladores nacionales hacer algo para prevenir los tiroteos masivos en escuelas. «Si todo lo que nuestro presidente y nuestro gobierno pueden hacer es enviar recuerdos y oraciones, entonces tal vez es momento de que las víctimas sean el cambio que necesitamos», dijo González.

Añadió que «Ciertamente no entendemos por qué debería ser más complicado hacer planes con amigos los fines de semana que comprar un arma automática o semiautomática». Exigió cambios en las leyes porque, dijo, estas no han cambiado, mientras que las armas sí lo han hecho.

Se dirigió a los políticos, y dijo a los que aceptan donaciones de campaña de la Asociación Nacional del Rifle: «¡Qué vergüenza!». Cientos de personas reunidas comenzaron a repetir: «¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza!».

Marco Rubio recibe millones; defiende la proliferación de armas que matan cada año a 34 000 personas en EE. UU. (93 por día), según la organización Campaign Brady; emprende proyectos maquiavélicos contra países de Nuestra América con los beneficios de las enormes operaciones de lobby y campañas publicitarias de la NRA, así como de sus esfuerzos movilizativos de electores a su favor, y después «reza» por las víctimas con frasecitas demagógicas multiplicadas y amplificadas por los propios mecanismos comunicacionales de la organización proarmas.

Las lágrimas de Marco Rubio las vimos en las películas de El Padrino, cuando los mafiosos mandaban a matar y después en el funeral daban el pésame a las viudas y sus hijos. El personaje no pasa de moda.

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