El secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, dice que el presidente de Siria, Bashar al-Asad, debe ser alejado del poder.
“Vemos por qué, eventualmente, Al- Asad deberá ser alejado del poder”, dijo el martes el jefe del Departamento de Defensa de EE.UU. (el Pentágono) en una intervención en el Instituto de Paz en Washington. Justifica sus palabras aduciendo que unas elecciones organizadas por Damasco carecerán de “credibilidad” para el pueblo sirio y la comunidad internacional.
Añade que, en contrapartida, Estados Unidos está comprometido a encontrar un acuerdo para zanjar la crisis de más de siete años en el país árabe mediante el proceso de Ginebra (Suiza). Y pone en entredicho los esfuerzos de Rusia para resolver el conflicto sirio, arguyendo que su actuación en el proceso de paz de Siria en Astaná (capital kazaja) o en la ciudad rusa de Sochi “no han producido nada que valga la pena”.
A los estadounidenses, a Mattis en particular, poco les importa lo que opine al respecto el pueblo sirio, que, como parecen olvidar, es el único que tiene el derecho a decidir sobre el futuro de su país sin intervención extranjera alguna. Postura que, de hecho, defienden tanto Siria, como sus aliados en la región, es decir, Rusia e Irán. Estos dos países, más Turquía —garantes del proceso de paz en Siria—, frente a lo que dice Mattis, han logrado acuerdos exitosos para acabar con la crisis siria y garantizar la soberanía del país árabe.
Pero el objetivo ulterior de EE.UU. y de algunos países occidentales siempre ha sido derrocar a Bashar al-Asad y por ello se sirven de los terroristas, que, a su mando y con su ayuda, tratan de obstaculizar los avances y logros de Damasco para poner fin a la guerra devastadora.
