«Por lo general, todos, socialdemócratas y revisionistas, se manifiestan por la liberación nacional de los pueblos. Hoy de lo que suelen olvidarse es de su liberación social. No les importa demasiado un movimiento de liberación nacional siempre que las burguesías y sectores pequeño burgueses de los países afectados dirijan los procesos en colaboración con uno u otro imperialismo según las circunstancias y lugar y los mantengan en la órbita del capitalismo en general y de uno u otro imperialismo. En efecto, muchos movimientos de liberación nacional que han movilizado en su justa lucha a pueblos enteros, tras la toma de poder o han pasado a depender de otro imperialismo o han continuado bajo la órbita de sus antiguos colonizadores. En ambos casos, en beneficio de las nuevas burguesías nacionales dirigentes de los procesos de liberación nacional, que no social. (…) Separar la lucha por la liberación nacional de la lucha por la revolución social y por la dictadura del proletariado es tanto como abandonar dicha lucha en manos de las burguesías de cada país, aliadas, en definitiva, en connivencia, con uno u otro imperialismo. (…) El apoyo de los comunistas ha de ir orientado a impulsar la liberación nacional hacia la liberación social y a tomar su dirección, eso significa fomentar la lucha de clases en el seno de los movimientos de liberación nacional y lucha porque el proletariado y su partido, siempre que lo haya, gane terreno en ellos o impulsar a su cabeza a los sectores más oprimidos y explotados de la población. (…) Se trata, precisamente de eso, de que en nuestra época del proletariado de las naciones oprimidas ha de tener también su política independiente de clase que ha de ir más allá del simple objetivo de «liberación nacional», que no debe pararse ahí y que debe llevar la lucha de clases hacia adelante y no practicar la unidad nacional en todos los terrenos con su propia burguesía. Cuánto más ha de ser así, si la burguesía propia se muestra, bajo la disculpa de combatir al imperialismo extranjero, como reaccionaria, oscurantista y sanguinaria». (M. Serrada; Los comunistas ante los movimientos de liberación nacional; Publicado en «Vanguardia Obrera», Nº 500, 1985)
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Miguel Hernández… «Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo...
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«Ya sabéis, compañeros en penas, fatigas y anhelos, que la palabra homenaje huele a estatua de plaza pública y a vanidad burguesa. No creo que nadie entre nosotros haya tratado de homenajear a nadie de nosotros hoy, al reunirnos, en la sabrosa satisfacción de comer como en familia. Se trata de otra cosa. Y yo quiero que esta comida no dé motivo para pronunciar palabras de significación extraña de nuestro modo de ser revolucionario. Esta comida es justo premio a los muchos merecimientos hechos en su vida de espectro por uno de nosotros, durante los veinticinco días que ha conllevado consigo mismo, con la paciencia de un muerto efectivo, allá, en la ultratumba de esta cárcel. El hambre que he traído de aquella trasvida fantasmal a esta otra vida real de preso: el hambre que he traído, y que no se me va de mi naturaleza, bien merece el recibimiento del tamaño de una vaca: Eso sí; como poeta, he advertido la ausencia del laurel… en los condimentos. Por lo demás, el detalle del laurel no importa, ya que para mis sienes siempre preferiré unas nobles canas. Quedamos, pues, en que hoy me ha correspondido a mí ser pretexto para afirmar, sobre una sólida base alimenticia, nuestra necesidad de colaboración fraterna en todos los aspectos y desde todos los planos y arideces de nuestra vida. Hoy que pasa el pueblo, quien puede pasar, por el trance más delicado y difícil de su existencia, aunque también el más aleccionador y probatorio de su temple, quiero brindar con vosotros. Vamos a brindar por la felicidad de este pueblo: por aquello que más se aproxima a una felicidad colectiva. Ya sabéis. Es preciso que brindemos. Y no tenemos ni vino ni vaso. Pero, ahora, en este mismo instante, podemos levantar el puño, mentalmente, clandestinamente, y entrechocarlo. No hay vaso que pueda contener sin romperse la sola bebida que cabe en un puño: el odio. El odio desbordante que sentimos ante estos muros representantes de tanta injusticia: el odio que se derrama desde nuestros puños sobre estos muros: que se derramará. El odio que ilumina con su enérgica fuerza vital la frente y la mirada y los horizontes del trabajador. Pero, severamente, cuidaremos en nosotros que este odio no sea el del instinto y la pasión irrefrenada. Ese odio primigenio sólo conduce a la selva. Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye. Vamos, pues, a brindar». Miguel Hernández
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La “Nación” no existe, es un engaño de la clase explotadora, al igual que cuando dice la burguesía que la explotación del hombre por el hombre o la lucha de clases no existen en el capitalismo.
Solo citaré un elemento falso de entre los elementos falsos que componen el concepto de “nación”, “el territorio”. ¿Cómo un colectivo humano puede afirmar como propio una determinada porción del planeta tierra cuando ningún ser humano ni tampoco la humanidad entera produjo nunca ni siquiera un ínfima parte del planeta? luego científica y legítimamente ningún ser humano puede ser propietario de una porción del planeta ni tener más derechos que otro sobre ese territorio o sus recursos naturales, agua, aire, etc.