Mikhail Metzel / Reuters

Puede que China y Rusia no sean capaces de construir una alianza institucional como la OTAN pero, según las métricas del siglo XX, ya han formado “una entente” contra los intereses occidentales, asegura el columnista Jeff Hawn en el portal político estadounidense The Hill.

Este hombre opina que Washington y Bruselas creen que Moscú y Pekín son incapaces de tener una alianza permanente y duradera por su histórica hostilidad mutua —aunque su último conflicto fue en 1969—, sus disputas territoriales y su rivalidad por influir en Asia Central, pero logran acuerdos mutuamente beneficiosos por su desconfianza común ante la política de Estados Unidos.

Hawn destaca que “la Séptima Flota de EE.UU. tiene sus bases en Japón” y “miles de tropas estadounidenses están desplegadas en Corea”, unos recursos militares “a corta distancia del litoral de China, el corazón de su economía y el hogar de la mayoría de su población”. Por este motivo, tanto Rusia como China consideran que Washington y sus aliados “intentan restringir sus respectivos esfuerzos para asegurar regiones de importancia estratégica para ellos”.

Para este analista de la consultora Stratfor, la principal ventaja de la cooperación entre Rusia y China es que ninguno representa una amenaza existencial para el otro. Así, su objetivo es “compensar la hegemonía global de EE.UU. y crear esferas de influencia que impulsarán su propia seguridad y crecimiento económico”.

En función de esta situación, “tal vez la pregunta no debería ser si China y Rusia formarían una alianza, sino si ya lo han hecho” y “lo fuerte que puede ser”, concluye Jeff Hawn.

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