El 28 de marzo de 1942 el terror fascista acababa con la vida de Miguel Hernández en la prisión de Alicante, por ser uno de los adalides de la defensa de la clase trabajadora y de la soberanía de los pueblos de España frente a las fieras sanguinarias de la oligarquía capitalista y latifundista y el imperialismo internacional. Por naturaleza comunista, no dudó en cantar a los pueblos soviéticos en su lucha contra el pasado y frente a la opresión, solidarios siempre con la clase obrera internacional. En poemas como La sombra de Lenin se propaga o en El labrador de más aire, o en Rusia, publicado en esta entrada, no duda en llamar a los trabajadores de las Españas a seguir el ejemplo de los bolcheviques, de Lenin o de Stalin, en su lucha contra los parásitos y vendepatrias para tomar el poder y administrarlo en nombre de los que siempre trabajaron:

«Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos
Has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,
Y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,
Como a un esfuerzo inmenso le cabe: inmensamente.
De unos hombres que apenas a vivir se atrevían
Con la boca amarrada y el sueño esclavizado:
De unos cuerpos que andaban, vacilaban, crujían,
Una masa de férreo volumen has forjado
«.

Miguel Hernández en Rusia

En septiembre de 1937, Miguel Hernández había viajado a la URSS (Moscú, Leningrado, Kiev y Járkov) como miembro de una Delegación oficial que el Gobierno de la II Republica Española decidió enviar a Moscú para asistir al V festival de Teatro Soviético. El «poeta del pueblo», vate de los trabajadores de todas las Españas, visitó «la patria espiritual de los trabajadores» con entusiasmo, siendo testigo de la superioridad humana del socialismo frente al capitalismo:

«En los pueblos de la URSS como en los de España late un sentimiento familiar, fraternal
de la vida, cegado en otros países, y en los del dominio fascista sobre todo, por un
resentimiento de castrados incapaces de convivir con sus semejantes y solo capaces de
hacer arma mortífera de sus calamidades y defectos
«.

Igual, descubre la creciente potencia industrial, creativa, social de los soviéticos, transformadores de la sociedad de la muerte en un mundo de vida:

«Rusia nevada de hambre, dolor y cautiverios.
Ayer sus hijos iban a la muerte vencidos,
Hoy proclaman la vida y hunden sus cementerios.
Ayer iban sus ríos derritiendo los hielos,
Quemados por la sangre de los trabajadores.
Hoy descubren industrias, maquinarias, anhelos,
Y cantan rodeados de fábricas y flores
«.

En su viaje dejó algunas cartas, notas de viaje y algún poema escrito, en los que describiría la emoción que vivió al pasear, mirar y llenarse de alegría por el futuro en este mundo nuevo en el que los trabajadores y los campesinos construían, codo con codo, un mundo sin explotación, rodeado del apoyo popular en su lucha por la democracia republicana, encontrando en la URSS el aliado natural contra los enemigos de la humanidad: el capital y el fascismo.

A continuación, en este día en el que recordamos su vida, su solidaridad, su humanidad, al conmemorarse su asesinato por aquellos que más odiaba y que hoy siguen haciendo del mundo una tierra ensangrentada y llena de dolor, compartimos algunas de aquellas impresiones que hicieron al «poeta del pueblo», Miguel Hernández, todavía más seguro del triunfo, más tarde o más temprano, de la humanidad frente a la barbarie:

“ La URSS y España, fuerzas hermanas”

Salir de España, donde vivir es vivir en carne viva, y más hoy que nunca; atravesar los Pirineos fue para mí arrancarme de un mundo cálido, desnudo, hirviendo de pasión dentro de la paz y la guerra y hacerme pesar ante una humanidad de cartón, sentada en una comodidad de trenes de primera clase y un silencio de pobres fieras aisladas: hienas leyendo el periódico, sapos eructando chocolate, zorros y lobos mirándose de reojo y gruñendo de tener que rozarse Cuerpo humanos aficionados a no serlo y propensos a ser larvas, molusco y carnes de pulpo y caracol viscosa, lenta. Esta misma impresión recibí al pasar por Europa camino de la URSS. Peor había de ser la recibido, a mi regreso de la URSS, atravesando la isla de Europa: Inglaterra, donde vi a los hombres más encerrados en un egoísmo de aguiluchos. Rapaces y en una elegancia monótona, uniforme, llena de bombines, cuellos duros y hoteles como cárceles recreo: una elegancia de presidarios capitalistas, que es elegancia, si lo es, por el traje, no por la anatomía, todas la rigideces y composturas.

En mi viaje a través de la regiones que tuve que transitar para llegar a la patria espiritual de los trabajadores del mundo entero no pude rectificar un gesto hostil, que me salió en la boca y en la frente al enfrentarme con una humanidad automática, mecanizada, sorda por indiferencia egoísta al clamor de los pueblos atropellados; manca para darles ayuda por inhumanidad perezosa, por temor a tender los brazos y retirarlos manchados de sangre.

Miguel Hernández en el frente republicano contra el terrorismo fascista

Al pisar tierras de la URSS volví a sentir sobre mi rostro y mi alma el viento humano respirado por los hombres que no olvidan su ser de carne y hueso, su materia primera ennoblecida por el contacto diario con el trabajo y la vida de los demás. En los pueblos de la URSS como en los de España late un sentimiento familiar, fraternal de la vida, cegado en otros países, y en los del dominio fascista sobre todo, por un resentimiento de castrados incapaces de convivir con sus semejantes y solo capaces de hacer arma mortífera de sus calamidades y defectos. Hitler y Mussolini son dos tipos representativos de esta casta de introvertidos que entienden que la vida es un sillón alto y aislado desde el cual se puede mirar con cejas de superioridad y dirigir despreciativamente el movimiento del mundo.

«En trenes poseídos de una pasión errante
Por el carbón y el hierro que los provoca y mueve,
Y en tensos aeroplanos de plumaje tajante
Recorro la nación del trabajo y la nieve.
De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas,
Sale una voz profunda de maquinas y manos,
Que indica entre mujeres: Aquí están tus hermanas,
Y prorrumpe entre hombres: Estos son tus hermanos».

Escribí estos versos y los que les suceden recorriendo las Repúblicas Soviéticas. En sus campos y sus ciudades se convive familiar, comunicativamente. El comunismo es convivencia, relación fraternal de los hombres en sus trabajos y en sus luchas. El fascismo dice al hombre: La vida eres tu solo: todo debe de ser para ti. El comunismo, la experiencia de mi viaje por la URSS, me hace afirmar esto firmemente, señala a cada persona: La vida no eres tu solo, que es además el resultado mejor de la unión de tus actividades materiales y espirituales con las mismas actividades de los demás.

En los trenes, en las calles, en los caminos, donde menos se esperaba, el pueblo soviético venia hacia nosotros con los brazos tendidos de sus niños, sus mujeres, sus trabajadores. España y su tragedia tienen una resonancia profunda en el corazón popular de la URSS; y yo he traído de allá una emoción y una decisión de vencer, exasperada por el entusiasmo que vi reflejado en cada boca, en cada mirada, en cada puño de aquellos habitantes que aprendieron desde lejos gritándola nuestra dura consigna de no ser vencido: ¡No Pasarán!.

El interés de la URSS por nuestra suerte en la guerra alcanza febrilmente a las aldeas y los lugares más escondidos. Tienen una gran fe en nuestra victoria, y Madrid es para ellos la capital del heroísmo. Yo he cantado la obra gigantesca realizada por el pueblo soviético que vive y trabaja con alegría y confianza en el porvenir del mundo.

“Rusia” (poema)

En trenes poseídos de una pasión entrante
Por el carbón y el hierro que los provoca y mueve,

Y en tensos aeroplanos de plumaje tajante
Recorro la nación del trabajo y la nieve.
De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas,
Sale una voz profunda de máquinas y manos,
Que indica entre mujeres: Aquí están tus hermanas,
Y prorrumpe entre hombres: Estos son tus hermanos.
Basta mirar: se cubre de verdad la mirada.
Basta escuchar: retumba la sangre en las orejas.
De cada aliento sale la ardiente bocanada
De tantos corazones unidos por parejas.
Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos
Has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,
Y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,
Como a un esfuerzo inmenso le cabe: inmensamente.
De unos hombres que apenas a vivir se atrevían
Con la boca amarrada y el sueño esclavizado:
De unos cuerpos que andaban, vacilaban, crujían,
Una masa de férreo volumen has forjado.
Has forjado una especie de mineral sencillo,
Que observa la conducta del metal mas valioso,
Perfecciona el motor, y señala el martillo,
La hélice, la salud, con un dedo orgulloso.
Polvo para los zares, los retales bandidos:
Rusia nevada de hambre, dolor y cautiverios.
Ayer sus hijos iban a la muerte vencidos,
Hoy proclaman la vida y hunden sus cementerios.
Ayer iban sus ríos derritiendo los hielos,
Quemados por la sangre de los trabajadores.
Hoy descubren industrias, maquinarias, anhelos,
Y cantan rodeados de fábricas y flores.
Y los ancianos lentos que llevan una huella
De zar sobre sus hombros, interrumpen el paso,
Por desplumar alegres su alta barba de estrella
Ante el joven fulgor que remoza su ocaso.
Las chozas se convierten en casas de granito.
El corazón se queda desnudo entre verdades.
Y como una visión real de lo inaudito,
Brotan sobre la nada bandadas de ciudades.
La juventud de Rusia se esgrime y se agiganta
Como un arma afilada por los rinocerontes.
La metalurgia suena como dichosa de garganta.
Y vibran los martillos de pie sobre los montes.
Con las inagotables vacas de oro yacente
Que ordeñan los mineros de los montes Urales,
Rusia edifica un mundo feliz y transparente
Para los hombres llenos de impulsos fraternales.
Hoy que contra mi patria clavan sus bayonetas
Legiones malparidas por una torpe entraña,
Los girasoles rusos, como ciegos planetas,
Hacen girar su rostro de rayos hacia España.
Aquí esta Rusia entera vestida de soldado,
Protegiendo los niños que anhela la trilita
De Italia y de Alemania bajo el sueño sagrado,
Y que del vientre mismo de la madre los quita.
Dormitorios de niños españoles: zarpazos
De inocencia que arrojan de Madrid, de Valencia,
A Mussolini, a Hitler, los dos mariconazos,
La vida que destruyen manchados de inocencia.
Frágiles dormitorios al sol de la luz clara,
Sangrienta de repente y erizada de astillas.
¡ Si arrojara, me advierte desde su tumba viva
Lenin, con pie de mármol y voz de bronce quieto,
Mientras contempla inmóvil el agua constructiva
Que fluye en forma humana detrás de su esqueleto.
Rusia y España, unidas como fuerzas hermanas,
Fuerza serán que cierre las fauces de la guerra.
Y solo se vera tractores y manzanas,
Panes y juventud sobre la tierra.

La Fábrica-ciudad” (poema)
(En una ciudad de la URSS –Jarkov- he asistido al nacimiento multiplicado, numeroso,
rápido del tractor).

Son al principio un leve proyecto sobre planos,
Propósitos, palabras, papel, la nada apenas,
Esos graves tractores que parten de las manos
Como ganaderías sólidas con cadenas.
Se congregan metales de zonas diferentes,
Prueban su calidad los finos probadores,
La función, la forja, los metálicos clientes.
Y empieza el nacimiento veloz de los tractores.
Id conmigo a la fabrica-ciudad: venid, que quiero

Contemplar con los pueblos las creaciones violentas,
La gestación del aire y el parto del acero,
El hijo de las manos y de las herramientas.
La fábrica se halla guardada por las flores,
Los niños, los cristales, en dirección al día.
Dentro de ella son leves trabajos y sudores,
Porque la libertad puso allí la alegría.
Fragor de acero herido, resoplidos brutales,
Hierro latente, hierro candente roturado,
Trepidando, piafando, rodando en espirales,
En ruedas, en motores a caballo huracanado.
Una visión de hierro, de fortaleza innata,
Un clamor de metales probados, perseguidos,
Mientras de nave en nave se encabrita y desata
Con llamas de sudor y grasa los obreros.
Chimeneas de humo largo, sordo, grasiento,
Acosan con penumbras a la creadora masa,
A la generadora masa que obra el portento,
El tractor con los dientes sepultados en grasa.
Hornos de fogonazos: perspectivas de lumbre.
Irradian los carbones como el sol, las calderas,
Los lavaderos donde llega la muchedumbre
Del metal que retiene sus escorias primeras.
Laten motores como del agua poseídos,
Hélices submarinas, martillos, campanarios,
Correas, ejes, chapas. Y se oyen estallidos,
Choques de terremotos, rumores planetarios.
Leones de azabache, por estas naves grises,
Selvas civilizadas, calenturientas moles,
Reducen los obreros de todos los países
Como si trabajaran en la creación de soles.
En la sección de fraguas y sonidos mas puros,
Se hacen mas consistentes las domadas fierezas.
Y el tornillo penetra como un sexo seguro,
Tenaz, uniendo partes, desarrollando piezas.
Veloz de mano en mano, crece el tractor y pasa
A ser un movimiento de titán laborioso,
Un colosal anhelo de hacer la espiga rasa,
Fértiles los baldíos, dilatado el reposo.
Ya va a llegar el día feliz sobre la frente
De los trabajadores: aquel día profundo
En que sea el minuto jornada suficiente
Para hacer un tractor capaz de arar el mundo.
Ya despliega el vigor su piel generadora,
Su central de energías, sus titánicos rastros.
Y los hombres se entregan a la función creadora
Con la seguridad suprema de los astros.
La fábrica-ciudad estalla en su armonía
Mecánica de brazos y aceros impulsores
Ya un grito de sirenas, arroja sobre el día,
En un grandioso parto, raudales de tractores.

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