El campo de concentración de niños en Homestead, en la Florida -el mayor de EE.UU.- incrementará capacidad.
Le escena diaria: niños en un campo de concentración. Por encima de cercas y guardias, los gestos, en un intento de breve libertad. Fueron separados de sus familias y pasan el día entre atropellos a la inocencia. Esta es la interpretación de los derechos humanos según Donald Trump.
Desde hace más de cinco semanas, este grupo de activistas mantiene una protesta permanente. Los niños detenidos responden con gestos de corazones, pero también con gritos de desesperación.
Dicho crecimiento se traduce en ganancias para las corporaciones que administran la cárcel. Uno de los involucrados aquí es el exjefe de gabinete de Trump, John Kelly, quien visitó las instalaciones ocultándose de la prensa.
Mientras, un dilema moral: muchos de estos carceleros de niños son inmigrantes o tienen familias que podrían ser sujetas al mismo tratamiento racista de las detenciones.
Buena parte de la prensa corporativa estadounidense prefiere concentrarse en minucias o chanchullos financieros protagonizados por Donald Trump. No obstante, la verdadera crisis en Estados Unidos es, actualmente, la sistemática violación de los derechos humanos.
Marcelo Sánchez, Miami