Hace veinte años, el 24 de marzo de 1999, trece Estados miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), incluidos Estados Unidos, Francia y Alemania, bombardearon la República Federal de Yugoslavia. Esta guerra duró setenta y ocho días y fue alimentada por mentiras de los medios de comunicación diseñadas para alinear las opiniones de las poblaciones occidentales con las del estado mayor. Los serbios cometen “genocidio”, “juegan al fútbol con las cabezas cortadas, los cuerpos despellejados, arrancan los fetos de las mujeres embarazadas asesinadas y los fríen”, afirmó el ministro alemán de Defensa, el socialdemócrata Rudolf Scharping, cuyos comentarios fueron cubiertos por los medios de comunicación; mataron a “100.000 a 500.000 personas” (TF1, 20 de abril de 1999), incineran a sus víctimas en “estufas similares a las utilizadas en Auschwitz” (The Daily Mirror, 7 de julio).
Una por una esas informaciones falsas serán destruidas a pedazos -pero después de que el conflicto hubiera terminado- incluyendo la investigación del periodista estadounidense Daniel Pearl (The Wall Street Journal, 31 de diciembre de 1999). También se desinfló una de las manipulaciones más sonoras de finales del siglo XX: el plan Potkova (herradura), un documento que pretendía demostrar que los serbios habían programado la “limpieza étnica” de Kosovo. Su distribución por Alemania en abril de 1999 sirvió de pretexto para la intensificación de los bombardeos. Lejos de ser usuarios paranoicos de internet, los principales deformadores fueron los gobiernos occidentales, la OTAN y los medios de comunicación más respetados.
Entre ellos, Le Monde, un diario cuyas posiciones editoriales sirvieron de referencia para el resto de la galaxia mediática francesa. Su redacción, dirigida por Edwy Plenel, admite haber “tomado partido por la intervención”. En la primera página de la edición del 8 de abril de 1999 aparece un artículo de Daniel Vernet que anuncia “un plan de ‘herradura’ para deportar a los kosovares”. El periodista utiliza la información dada a conocer el día anterior por el ministro alemán de Asuntos Exteriores, el ecologista Joschka Fischer. El “plan del gobierno de Belgrado que detalla la política de limpieza étnica aplicada en Kosovo […] se llama ’Horseshoe’, probablemente para simbolizar las tenazas tendidas sobre la población albanesa”, escribe Vernet, para quien el asunto “parece suscitar pocas dudas».
Dos días después, el diario repitió el crimen a lo ancho de su primera plana: “Cómo había preparado Milosevic para la limpieza étnica”. El plan serbio “Potkova” programó el éxodo forzado de los kosovares ya en octubre de 1998 y siguió aplicándose durante las negociaciones de Rambouillet. Le Monde se refiere a un “documento de origen militar serbio” y retoma las afirmaciones de funcionarios alemanes, hasta el punto de reproducir la nota de síntesis completa -lo que ahora llamaríamos los “elementos del lenguaje»- distribuida a los periodistas por el Inspector General del ejército alemán. Berlín pretendía entonces justificar ante un público más bien pacifista la primera guerra librada por el Bundeswehr desde 1945, además contra un país ocupado cincuenta años antes por la Wehrmacht.
Sin embargo, ese plan era falso: no procede de las autoridades serbias, sino que fue elaborado a partir de elementos recopilados por los servicios secretos búlgaros y transmitidos a los alemanes por ese país, que a continuación intentó incorporarse a la OTAN con todas sus furzas. La historia la reveló el 10 de enero de 2000 el semanario Der Spiegel y fue confirmada doce años más tarde por el ex ministro búlgaro de Asuntos Exteriores.
En retrospectiva, el documento debería haber sido aún más desconfiado porque se dice que “herradura” es “potkovica” en serbio, no “potkova”, como señaló el diputado alemán Gregor Gysi el 15 de abril de 1999 en el Bundestag. En marzo de 2000, el general de brigada alemán Heinz Loquai expresó en un libro sus “dudas sobre la existencia de tal documento”; su investigación obligó al Sr. Scharping a admitir que no tenía una copia del “plan” original. Al mismo tiempo, el portavoz del Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia describe los elementos del llamado plan como “material no concluyente” (Hamburger Abendblatt, 24 de marzo de 2000), y la fiscal Carla Del Ponte ni siquiera se referirá a él en la acusación de Milosevic en 1999 y 2001.
La guerra, explicó Plenel poco después de que comenzara el bombardeo, “es el reto más loco para el periodismo. Aquí es donde demuestra o no su credibilidad, su fiabilidad. “El investigador nunca se ha retractado de este gran vacío con el “amor por los pequeños hechos reales” que proclama en su panfleto a favor de la intervención de la OTAN. Le Monde volverá a mencionar la falsificación, pero como si siempre la hubiera considerado con cautela: “Horseshoe” sigue siendo un documento muy controvertido, cuya validez “nunca ha sido probada” (16 de febrero de 2002). Los periodistas Jean-Arnault Dérens y Laurent Geslin, especialistas en los Balcanes, describen el plan Potkova como “un arquetipo de las noticias falsas difundidas por los ejércitos occidentales y recogidas por los principales periódicos europeos”.
La celebración de un aniversario por sí solo no habría justificado una vuelta a este asunto. Pero algunas de sus consecuencias aún pesan en la vida internacional. Para lo que fue su primera guerra desde su nacimiento en 1949, la OTAN decidió atacar a un Estado que no había amenazado a ninguno de sus miembros. Alegaba un motivo humanitario y actuaba sin un mandato de las Naciones Unidas. Tal precedente sirvió a Estados Unidos en 2003 cuando invadió Irak, ayudado una vez más por una campaña masiva de desinformación. Unos años más tarde, la declaración de independencia de Kosovo en febrero de 2008 socavaría el principio de la inviolabilidad de las fronteras. Y Rusia se basaría en esta independencia cuando, en agosto de 2008 reconoció la independencia de Abjasia y Osetia del Sur, dos territorios que se habían separado de Georgia. Luego, en marzo de 2014, cuando se anexionó Crimea.
Dado que la guerra de Kosovo fue dirigida por la mayoría de los gobiernos “de izquierda” y apoyada por la mayoría de los partidos conservadores, a nadie le interesa revertir las falsificaciones oficiales. Y es fácil entender que los periodistas más obsesionados con el tema de las noticias falsas también prefieren buscar en otra parte.
https://www.monde-diplomatique.fr/2019/04/HALIMI/59723