La semana pasada, durante la visita de Netanyahu a Moscú, se produjo algo que calificaremos como  “un malentendido”, que resultaría puramente anecdótico de no ser por la candidez con la que muchos contemplan las relaciones internacionales.

Para entender la historia hay que remontarse a junio de 1982, en plena agresión de Israel contra Líbano. Durante la batalla llamada de Sultán Yacub desaparecieron tres soldados israelíes: Yehuda Katz, Zvi Feldman y Zachary Baumel.

Este último comandaba un tanque del 362 Batallón Blindado del Tsahal.

En Israel dijeron a sus familias que sus cuerpos estaban en algún lugar del valle de la Bekaa, es decir, en territorio libanés, por lo que no era fácil recuperarlos.

Sorpresivamente, el miércoles el ejército israelí anuncia que tras desplegar la Operación Canción Dulce Amarga en Siria ha recuperado el cadáver del sargento Baumel.

Era una doble mentira. La primera, el ejército israelí llevaba 37 años mintiendo al decir que los cadáveres estaban en el valle de la Bekaa. Lo cierto es que aprovechando la agresión contra Líbano, en 1982 había atacado también a Siria. El cadáver apareció en el campamento de refugiados palestinos de Yarmuk, muy cerca de Damasco.

La segunda mentira es que no fueron ellos quienes localizaron el cadáver, ni hubo tal Operación Canción Dulce Amarga. Lo encontraron los rusos, le practicaron la autopsia y entregaron los restos a Israel.

Luego, una tras otra, las mentiras se han ido encadenando al lado de las ocultaciones: “No hubo acuerdos ni negociaciones para regresar a Baumel. Fue devuelto en una operación militar”, precisó el portavoz del Tsahal, general de brigada Ronen Manelis. “No estamos diciendo dónde se encontró su cuerpo”, añadió.

Las mentiras y ocultaciones también tienen sus causas, que en este caso son las elecciones generales que celebran los israelíes. Netanyahu se quería poner una medalla que no le correspondía.

Pero eligió el peor momento posible porque delante de las narices, Putin le desmintió públicamente. En los anales de la diplomacia pocas veces se habrá visto un bochorno mayor que el padecido por Netanytahu en Moscú.

La moraleja es que, en contra de lo que solemos escuchar tantas veces, en estos territorios “no todos los gobiernos mienten”, ni mienten de la misma manera, ni por los mismos motivos. Tampoco todas las mentiras tienen el mismo alcance.

Nota, post data y addenda: llevamos una semana esperando que los cazadores de bulos denuncien a la prensa israelí e internacional por contar noticias falsas, pero es inútil. Nos vamos a acabar convirtiendo nosotros mismos en un detector de mentiras.

Lean la noticia según la versión de “Noticias de Israel”, que se vanagloriaba nada menos que de “la dedicación de Israel a sus tropas cautivas y desaparecidas, un aspecto fundamental de su ética y una meta a la que dedica considerables recursos”.

Pues lo que dijo Putin es que la “ética” y los “recursos” llegaron con su ejército, añadiendo además que el único apoyo con el que habían contado sus tropas era con el del ejército… sirio.

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