Enrique Milanés León.— Tras más de 400 llamados al diálogo a la oposición, en medio del chillido de una violencia escuálida y patética que no tiene más recurso que el vuelque nacional ni otro fin que el entreguismo de la patria, Nicolás Maduro ha sacado de su chistera de presidente obrero una carta formidable: el Congreso de los Pueblos, para escuchar –por sobre los cócteles molotov que, en político suicidio, parecen haber dejado sordos, ciegos y mudos a sus adversarios– la nítida voz de la masa.
Más allá de su físico, que se describe por sí solo, el humilde dirigente sindical y activista político devenido mandatario gracias a sus méritos y al milagro de la Revolución, no deja de crecer frente al tablero en que (se) juega, junto al pueblo, el destino de la equidad global frente a uno de los adversarios más poderosos y desleales que los terrícolas hayamos padecido. A derecha e izquierda, en su país y fuera de él, Maduro ha entendido y sostenido que, aun en la contienda, el diálogo es esencial, idea que puede leerse en esta frase suya: «Con una mano peleo; con la otra, construyo».
El proceso, cuyo clímax va del pasado sábado a este lunes, pero que debe erigirse en herramienta permanente, tiene como columna vertebral la idea de Chávez de que solo el pueblo salva al pueblo.
Ciertamente, más que la petrolífera reserva de la discordia, el núcleo de cuanto se disputa en la riquísima nación es ese «yacimiento» de gente corajuda, rarísima en estos tiempos de sometimiento al poder global y a las oligarquías territoriales. Sin ese pueblo, Venezuela apenas sería una rayita más en el cabo de nácar de la pistola del imperio, que estaría, de paso, matando en otro lugar.
Como fue y sigue inspirando Chávez, Maduro es hoy el guía que en medio del laberinto impide que el gigante de las siete leguas aplaste con sus botas a millones de pobres que solo el proceso bolivariano sacó de las catatumbas del olvido para hacerlos, de veras, dueños del país. ¿No sufre problemas? Sí, muchos, y de eso habla ahora mismo.
Estos días de/muestran aquí, de nuevo, que el rol del pueblo en la construcción socialista no es escuchar y cumplir sino decir y gobernar. El Presidente está atento a la inmensa tribuna que desde más de 16 800 asambleas de base en 2 500 comunidades adelantan el avance al estado comunal que puede, como no puede ningún arsenal, blindar la Revolución.
Es tal el tejido global que no se habla de Venezuela sin tocar la Casa Blanca… y viceversa. Donald Trump, que aún debe estar medio bizco y a medio teñir ante el fracaso en la puesta escénica de su último guion de golpe, estará choqueado ahora con un paso que no puede entender porque él, que sabe tanto de millones… de dólares, desconoce del todo los millones de «people».
Ahí está el formidable adversario que el magnate no ha sabido considerar. En Venezuela el poder popular es –junto al Ejército que no se quiebra– la explicación primigenia de la resistencia. Lo cívico militar pasó de escribirse en dos palabras a fundirse en una, porque los recios generales que no se arredran ni se dejan comprar salieron de la masa y no minaron sus puentes con ella. A resultas, el paso más reciente ha sido integrar a las Fuerzas Armadas una milicia popular que se ha erigido en la principal custodia de los bienes de todos.
Si Nicolás Maduro es un tirano para los tiranos de este mundo, el pueblo sabe muy bien que, en todo caso, su paladín en Miraflores es el jefe que no descansa, y el que más arriesga, al frente de un proyecto de dictadura, sí, pero del proletariado.
Además de la certeza de Chávez de que no basta con que el pueblo esté unido; debe estar organizado, las asambleas comunales de este fin de semana sostienen una práctica iniciada aquí por el gigante barinés y defendida por su continuador: la rectificación, no solo como herramienta de progreso sino como el principio de admitir errores.
Así como un supremo sabio de revoluciones llamó un día a «cambiar todo lo que debe ser cambiado», el Gobierno Bolivariano establecerá el Plan de cambios dentro de la Revolución, una vez recogidas las propuestas de militantes de partidos del Polo Patriótico, gobernadores, alcaldes y miembros de movimientos sociales y comunales, actores políticos que no se han cohibido en fustigar, junto a la guerra multidimensional del imperio y sus mayordomos, los muy criollos burocratismos, inoperancia estructural de ciertos estamentos del Estado, endeblez salarial, agobio de precios y la lenta –para muchos ciudadanos– respuesta judicial contra golpistas consuetudinarios.
Lo dice a coro toda Venezuela: solo el pueblo salva al pueblo, pero también deja claro que solo él vence al agresor. En esta guerra desigual, a Donald Trump le han hundido sus asesores y le han fallado los reportes de inteligencia porque ninguno de ellos parece contemplar la inteligencia arraigada de los patriotas comunes.
«Todos los pícaros son tontos. Los buenos son los que ganan a la larga» –decía Martí en La Edad de Oro a los niños de América– y a tal punto son tontos los halcones «adultos» en la Casa Blanca que siguen empeñados en buscar 20 000 militares cubanos que no existen, sin darse cuenta de que tienen a la vista una fuerza de 30 millones de hijos de Simón Bolívar. ¿Quién creen ustedes que ganará?
En contexto:
Este fin de semana se instalaron 16 841 asambleas a lo largo de toda Venezuela y sesionó la Jornada Nacional de Diálogo y Rectificación con la participación de gobernadores, alcaldes, protectores y militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), para recoger propuestas en torno a la paz y la justicia social, la economía, la transformación popular y revolucionaria del Estado, la protección social del pueblo y la ciudad socialista.
Según reporta vtv, el Congreso Bolivariano de los Pueblos se sumó al debate, en respuesta al llamado realizado por el presidente Nicolás Maduro el pasado 1ro. de mayo, para perfeccionar métodos e impulsar y consolidar los cambios necesarios en la Revolución Bolivariana.
Este domingo el canciller ruso Serguéi Lavrov sostuvo un encuentro en Moscú con su homólogo venezolano Jorge Arreaza, en el que se condenó la campaña estadounidense para derrocar al Gobierno legítimo de Venezuela.
Lavrov instó a los ee. uu. y a todos aquellos que los apoyan a abandonar sus planes irresponsables y a actuar exclusivamente en el marco del derecho internacional», pues «solo los venezolanos tienen derecho a determinar el destino de su país, para lo que se necesita un diálogo inclusivo de todas las fuerzas políticas». Dijo también que los intentos de «cambiar por la fuerza el Gobierno en Caracas no tienen nada que ver con el proceso democrático y solo socavan la perspectiva de una solución política de la crisis, y que Rusia espera que Washington «entienda la humillación que para toda América Latina supondría el uso de la fuerza militar en Venezuela».
El jefe de la diplomacia rusa advirtió que «cualquier uso de la fuerza que eluda la Carta de las Naciones Unidas y la decisión del Consejo de Seguridad amenaza con consecuencias desastrosas para toda la arquitectura moderna de la seguridad internacional», y que en la reciente conversación telefónica entre los presidentes Vladimir Putin y Donald Trump, este último no expresó ese tipo de intenciones y se dialogó sobre «cómo ayudar al pueblo venezolano a salir de esta crisis».
Por su parte, el canciller venezolano Jorge Arreaza resaltó el interés de Rusia porque se respete la Carta de las Naciones Unidas (ONU) y se proteja no solo a Venezuela, sino a todos los países de América Latina y el Caribe ante las amenazas de EE.UU. en la región.
Luego del encuentro con Lavrov, Arreaza aseguró que los pueblos de la región no pueden aceptar la nueva arremetida basada en la Doctrina Monroe de 1823, con la que se pretende imponer además, leyes en contra de la soberanía de Cuba. Detalló, además, que Venezuela cuenta con equipos sofisticados militares rusos y una amplia cooperación bilateral en materias como la financiera, cultural y energética, entre otras.
Para este lunes está previsto un encuentro en Rovaniemi, Finlandia, entre el canciller ruso y el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, cuyo tema central será Venezuela, aunque es probable que se aborden otros asuntos como la situación en Siria y en Ucrania.
