Los “chalecos amarillos” han cumplido ya seis meses de movilizaciones semanales con el mayor saldo represivo de la reciente historia de Francia: 13 muertos, 4.000 heridos y más de 10.000 detenidos.

El movimiento, que nació el 17 de noviembre en las carreteras, se trasladó pronto a los centros de las ciudades y entonces la policía cambió de política, pasando a la represión abierta. En total, 11 muertes están asociadas a la represión policial, incluyendo el de Zineb Redouane, una octogenaria golpeada por una lata de gas lacrimógeno disparada por la policía en Marsella contra la ventana de su casa.

Las manifestaciones se han convertido en un delito por el que 12.000 personas han sido detenidas, con 1.800 juicios rápidos, según cifras del Ministerio de Justicia.

Los jueces han dictado más de 400 órdenes de detención y han encarcelado a otros tantos manifestantes. Además, han emitido casi 2.000 citaciones a los acusados para someterlos a juicio.

El 3 de abril la ministra de Justicia, Nicole Belloubet, informó al Senado de que se habían dictado casi 2.000 condenas de prisión contra diversos manifestantes.

Según el Ministerio del Interior, a principios de marzo había 2.200 manifestantes heridos pero las cifras reales superan los 10.000.

Durante los enfrentamientos cada vez más frecuentes entre los manifestantes y la policía, la brutalidad se hizo cada vez más insistente hasta el punto de que se han abierto unas 240 investigaciones por parte de la inspección de la propia policía, según la cadena de televisión BFM.

Alrededor de 160 de ellas se refieren a agresiones que tuvieron lugar en París. Además, los manifestantes han presentado 290 denuncias contra miembros de la policía.

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