Bolton, el consejero belicoso de un presidente que dice no querer la guerra

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AFP.— Los sonidos de las botas resuenan en el cara a cara entre Estados Unidos e Irán, y en el lado estadounidense un hombre está en la maniobra: John Bolton, el neoconservador ansioso por las acciones bélicas que aconseja a Donald Trump, el presidente que dice odiar las guerras.

Una declaración del asesor de Seguridad Nacional, enviada un domingo por la noche, evidenció la escalada que se intensifica desde hace una decena de días. En una «advertencia clara e inequívoca al régimen iraní», Bolton anunció el 5 de mayo que enviaría un portaaviones al Golfo Pérsico en respuesta a amenazas armadas que no están muy claras a día de hoy.

Un golpe maestro de Bolton, consideraron muchos observadores

El hombre, que hizo carrera con los neoconservadores del equipo de George W. Bush a principios de la década del 2000, incluso como embajador ante la ONU, nunca se ha arrepentido de haber sido uno de los arquitectos de la invasión de Estados Unidos a Irak en el 2003.

Y algunos, incluso en el bando republicano, siguen desconfiando del halcón reclutado en marzo del 2018 por la Casa Blanca después de haber criticado durante años sus opiniones belicosas en Fox News, el canal favorito del presidente.

«Conociendo a Bolton, no me sorprendería que estuviera tratando de fabricar una crisis», dijo a la AFP Barbara Slavin, del grupo de expertos del Consejo Atlántico. «El presidente de Estados Unidos todavía dice que no quiere una nueva guerra (…) pero Bolton siempre ha abogado por atacar a Irán», resume preguntándose: «¿Realmente se trata de la política exterior de Trump o es una apuesta personal?».

Sobre Venezuela comienzan a salir noticias sobre la impaciencia del multimillonario republicano. Según The Washington Post, Trump está enojado con su asesor por engañarlo sobre la posibilidad de presionar al presidente socialista Nicolás Maduro tan rápido para sacarlo del poder.

A su manera, el mandatario tuvo que salir públicamente al rescate de Bolton.

–Trump «modera a John»–

«John es muy bueno, John tiene una visión muy dura de las cosas pero está bien», dijo.

«De hecho, soy yo quien modera a John, lo que es bastante increíble», bromeó Trump, poco dado al uso de la moderación. Antes de dar la clave de esta extraña convivencia dice: «Tengo a John, y tengo otras personas que son más ‘palomas’ (pacífico) que él. Aunque al final, soy yo el que toma las decisiones».

Los dos hombres comparten varias convicciones: un unilateralismo radical, una defensa visceral de la soberanía nacional y una crítica que roza el odio hacia organizaciones multilaterales como la ONU o la Corte Penal Internacional. En contraposición, el presidente aislacionista prometió desvincularse de los «conflictos interminables» en el mundo al considerarlos demasiado caros, mientras en general su asesor es conocido por su intervencionismo.

A medida que las tensiones continúan aumentando con Irán, las opiniones divergen sobre el verdadero papel del «asesor de Seguridad Nacional», una posición altamente estratégica en la implementación de la política exterior de Estados Unidos.

«John Bolton no tiene tanta influencia», señaló un diplomático europeo, que le restó importancia al decir que Trump es «el único que importa» cuando toma decisiones. Según él, «Boltondemostró que estaba listo para trabajar para un presidente que está dispuesto a negociar con la mitad del planeta» que él mismo querría «bombardear».

Sobre Corea del Norte, el asesor abogó por realizar ataques preventivos, justo antes de participar en las cumbres entre Trump y Kim Jong-un.

Otros creen que sus opiniones a favor de cambios de regímenes, desde Venezuela hasta Irán, están ganando terreno.

«Parece a la vez duro y firme, dos cosas que complacen a Trump», señala Robert Guttman, de la Universidad Johns Hopkins, quien piensa que la confrontación con Teherán puede ser algo tentador para la campaña de reelección en el 2020. «No creo que le disguste al Presidente parecer severo y aumentar la presión sobre Irán», coincide Barbara Slavin.

De hecho, Bolton parece querer llevar al extremo la doctrina oficial de la seguridad nacional, «la paz por la fuerza», incluso más que Trump. Con el riesgo, temen sus detractores, que la escalada no degenerará en conflicto.

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Miguel Hernández… «Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye.»

«Ya sabéis, compañeros en penas, fatigas y anhelos, que la palabra homenaje huele a estatua de plaza pública y a vanidad burguesa. No creo que nadie entre nosotros haya tratado de homenajear a nadie de nosotros hoy, al reunirnos, en la sabrosa satisfacción de comer como en familia. Se trata de otra cosa. Y yo quiero que esta comida no dé motivo para pronunciar palabras de significación extraña de nuestro modo de ser revolucionario. Esta comida es justo premio a los muchos merecimientos hechos en su vida de espectro por uno de nosotros, durante los veinticinco días que ha conllevado consigo mismo, con la paciencia de un muerto efectivo, allá, en la ultratumba de esta cárcel. El hambre que he traído de aquella trasvida fantasmal a esta otra vida real de preso: el hambre que he traído, y que no se me va de mi naturaleza, bien merece el recibimiento del tamaño de una vaca: Eso sí; como poeta, he advertido la ausencia del laurel… en los condimentos. Por lo demás, el detalle del laurel no importa, ya que para mis sienes siempre preferiré unas nobles canas. Quedamos, pues, en que hoy me ha correspondido a mí ser pretexto para afirmar, sobre una sólida base alimenticia, nuestra necesidad de colaboración fraterna en todos los aspectos y desde todos los planos y arideces de nuestra vida. Hoy que pasa el pueblo, quien puede pasar, por el trance más delicado y difícil de su existencia, aunque también el más aleccionador y probatorio de su temple, quiero brindar con vosotros. Vamos a brindar por la felicidad de este pueblo: por aquello que más se aproxima a una felicidad colectiva. Ya sabéis. Es preciso que brindemos. Y no tenemos ni vino ni vaso. Pero, ahora, en este mismo instante, podemos levantar el puño, mentalmente, clandestinamente, y entrechocarlo. No hay vaso que pueda contener sin romperse la sola bebida que cabe en un puño: el odio. El odio desbordante que sentimos ante estos muros representantes de tanta injusticia: el odio que se derrama desde nuestros puños sobre estos muros: que se derramará. El odio que ilumina con su enérgica fuerza vital la frente y la mirada y los horizontes del trabajador. Pero, severamente, cuidaremos en nosotros que este odio no sea el del instinto y la pasión irrefrenada. Ese odio primigenio sólo conduce a la selva. Y nuestro odio no es el tigre que devasta: es el martillo que construye. Vamos, pues, a brindar». Miguel Hernández

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