El hombre de Washington para el Golpe de Estado en Venezuela: Carlos Vecchio

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La historia del ascenso del cerebro del cambio de régimen a través de instituciones de la élite estadounidense y la industria petrolera encierra la esencia de la oposición venezolana.

El 24 de mayo fue un día de celebración, ganado a pulso, para Carlos Vecchio, el hombre con el encargo de la Administración Trump de estar al frente del intento de golpe de Estado contra Venezuela, en la capital de los Estados Unidos.

Su rostro estaba considerablemente oscurecido por el video granulado del momento en el que él y su pandilla se asomaron por la ventana del tercer piso del edificio, mientras izaba una bandera sin estrenar, en la antigua misión diplomática de Venezuela en Washington DC. Pero Vecchio claramente brillaba mientras un público reducido de simpatizantes aupaban desde abajo.

Por fin, en una pantanosa tarde de primavera, Vecchio había llegado como el “embajador” de Venezuela en los Estados Unidos […] Vecchio fue fundamental para sentar las bases para lo que sería el golpe de la Administración Trump.

Luego de pasar al exilio en 2014, Vecchio se convirtió en el “cerebro” detrás de la oposición venezolana en los Estados Unidos. Y mucho antes de que Trump asumiera su mandato, el abogado con labia se estaba congraciando con funcionarios estadounidenses y debatiendo planes para lograr el cambio de régimen en Caracas.

En entrevistas con medios estadounidenses, Vecchio se vende a sí mismo como un político natural que fue forzado al exilio por la brutalidad del gobierno venezolano. Este relato no sólo borra su responsabilidad en la promoción de la violencia opositora, sino que suprimió aspectos fundamentales de su currículo que arrojan una nueva luz sobre las fuerzas que propalaron el ascenso del “embajador” de un régimen golpista designado por los Estados Unidos.

Su carrera no comenzó en la agresiva escena política venezolana, sino por el contrario, con una prometedora carrera en la industria petrolera. De hecho, Vecchio entró en la arena en 2007, sólo luego de que Hugo Chávez exitosamente expulsó a ExxonMobil, su empleador para aquel entonces. Por años, Vecchio lideró la batalla legal de Exxon contra el gobierno de Chávez.

Este detalle revelador ha sido curiosamente omitido en entrevistas con medios estadounidenses simpatizantes, y es brevemente mencionado en su autobiografía. Sin embargo, es crítico comprender su rol emergente, especialmente cuando Juan Guaidó trastabilla en casa.

El gobierno venezolano acusó a Vecchio de robar 70 millones de dólares de Citgo, la compañía hermana de PDVSA radicada en los Estados Unidos que fue colocada bajo su control cuando la Administración Trump lanzó su intento de golpe en enero. No queda claro quién le está pagando el sueldo al “embajador” y su creciente procesión de activistas profesionales de oposición, pero la disputa sobre los activos de Citgo ofrecen una pista.

Vecchio ha tratado estos episodios incómodos como ruido de fondo, en su lugar enfocándose en su rueda de prensa del 18 de junio en el USNS Comfort de la armada estadounidense. Una vez en cubierta, Vecchio estará hombro con hombro con el vicepresidente Mike Pence y el jefe del Comando Sur. Luego el barco-hospital desplegará velas hacia América del Sur en otra maniobra provocadora apuntando a socavar la soberanía del país.

Puede que el golpe haya perdido dirección en Caracas, pero el cabildeo de Vecchio por la intervención desde Washington avanza a toda máquina.

En los años que anteceden a este momento crucial, a Vecchio lo canalizaron por instituciones elitistas de la costa este, alisado por becas y subvenciones firmadas sucesivamente por el gobierno estadounidense. Considerando su trayectoria, no es ninguna sorpresa que su periplo eventualmente lo llevara derechito a Washington.

“Me había dado cuenta de que necesitaba ser parte del cambio que quería ver”, le dijo a The Yale Globalist.

Personaje central en el golpe de Trump, con vínculos duraderos con una de las compañías petroleras detrás del empuje por el cambio de régimen, Vecchio juega su papel con precisión. Contado en páginas autobiográficas, en entrevistas con lustrosas revistas del Ivy League (la red de universidades de la elite estadounidense), y a través de archivos financieros de la USAID, su historia destila la esencia de la oposición venezolana.

La educación del niño Carlos

Anidado en el exuberante valle que se extiende en el montañoso estado nororiental de Monagas, el municipio agrario de Caripe fue el telón de fondo de la infancia de Carlos Vecchio. Hogar de uno de los parques nacionales emblemáticos de Venezuela, la Cueva del Guácharo, Caripe es un pueblo adormecido repleto de cafetales y otro cultivos de temperatura templada como papas y fresas. Cuando Carlos nació en la capital del estado, Maturín, en 1969, el clan de los Vecchio tenía poco menos de un siglo viviendo en Caripe.

De acuerdo a su autobiografía de 2018, titulada “Libres: el nacimiento de una nueva Venezuela”, su bisabuelo, Rafaelle, llegó de Italia al oriente venezolano alrededor de 1889. Su padre, Rafael, fue un político prestando servicio como concejal por tres períodos consecutivos. En sus memorias y entrevistas, Carlos dibuja a su padre como un hombre comprometido con el pueblo. Asignado con las tareas de resolver disputas y monitorear el registro de tierras local, a Rafael se le encomendó la supervisión de la clase terrateniente de Caripe como miembro del partido de centro-derecha Copei.

“Mi padre fue un político, así que lo llevo en la sangre”, reflexionaba en una entrevista con el medio que sin ironía alguna se llama el Yale Globalist.

Por años, Copei representó en toda regla los intereses de la jerarquía eclesiástica, la clase terrateniente y la oligarquía venezolana en los pasillos del gobierno. Rafael Vecchio no sólo se desempeñó como concejal por Copei y como candidato a la alcaldía de Caripe, sino también como el Secretario Regional del partido.

“Aunque era sólo un niño, yo participé en muchos mítines, particularmente en el municipio, acompañando a mi padre a todos lados”, recordó en una conversación con The Politic.

“Sentí que era mi responsabilidad el entrar en política luego de ver los esfuerzos de mi papá”.

Cuando le llegó el momento de reubicarse en la capital de Venezuela para trabajar, como muchos jóvenes con ambiciones políticas, decidió estudiar Derecho. En 1992, el mismo año en el que Hugo Chávez saltó al centro de la atención política luego de su intento fallido de dirigir un alzamiento militar, Vecchio recibió su diploma en Derecho de la Universidad Central de Venezuela.

Según el Washington Diplomat, luego de la escuela de derecho, el político en ciernes “ganó una beca Fullbright que le permitió estudiar en [la universidad de] Georgetown, y luego en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard, donde realizó un posgrado en administración pública, eventualmente regresando a Venezuela para enseñar en escuelas públicas y sumergirse gradualmente en la política opositora”.

Aunque se graduó en Derecho en 1992, Vecchio no llega a Harvard hasta 1998. Este relato abreviado, contado una y otra vez en medios en lengua inglesa, pasan por encima unos cuantos años cruciales en su vida.

Una beca completa, cortesía del gobierno de los Estados Unidos

Luego de graduarse, los estudiantes de Derecho deben decidir dónde emplear sus talentos recién adquiridos. Vecchio decidió estar mejor capacitado para el campo anodino, pero rentable, en el ámbito del derecho tributario. En 1994 comenzó a trabajar en la consultoría jurídica de la compañía petrolera nacional, Petróleos de Venezuela (PDVSA). Para ese momento PDVSA todavía estaba controlada por la oligarquía nacional y la élite gerencial, y así se mantendría hasta que Chávez se movilizara para socializar la empresa.

El currículo de Vecchio es similar al de sus pares de la high de la oposición venezolana. Leopoldo López, quien más adelante fundaría el partido Voluntad Popular con Vecchio, también trabajó para PDVSA en la era pre-Chávez, ejerciendo como consultor y analista de 1996 a 1998. Igualmente, el dos veces derrotado candidato presidencial, Henrique Capriles, también trabajó como abogado tributario, no para la industria petrolera sino para el servicio fiscal de Venezuela, antes de ser co-fundador de Primero Justicia junto a López en el año 2000. Estas personas representan el recambio generacional de la oligarquía venezolana que vieron su futuro truncado por el ascenso de Chávez.

Las ambiciones tempranas en la carrera de Vecchio eran avivadas por obtener ganancias petroleras. En 1994 comenzó su relación profesional con Mobil, ofreciendo consultoría legal con la empresa petrolera antes de que se fusionara con Exxon. Escribe en su libro que con Mobil “estaba ganando seis veces más de lo que ganaba en PDVSA”. Sin embargo, fue mientras trabajaba en PDVSA que “veía con interés los carteles de la beca Fullbright”. Con apenas un dominio parcial del inglés, aplicó por el programa patrocinado por el Departamento de Estado hasta que, por fin, lo logró en 1998.

La embajada de los Estados Unidos en Caracas pareciera ser una ubicación extraña para tener una entrevista para una beca académica, pero era ahí exactamente donde el abogado ansioso tendría una entrevista para obtener su beca. Vecchio escribe haberse aprendido al caletre las respuestas mientras se preparaba para la entrevista, notando que “si me sacaban de guión se arruinaría todo”.

Afortunadamente para él, cuando le preguntaron de imprevisto qué haría él “si usted fuera el ministro de finanzas de Venezuela”, un panelista empático le permitió responder en español. Vecchio se fue de esa reunión lleno de confianza. Unos meses después, sentado en su oficina en Mobil, recibe la noticia de la embajada de que había ganado la beca completa.

“Le vamos a pagar todo”, le informó la embajada una tarde de julio. Para enero de 1999, Vecchio estaba en Washington con una beca financiada por Estados Unidos en sus manos. Días después, se inaugura el primer mandato de Chávez como presidente. La Revolución Bolivariana había comenzado, así como la reacción violenta de la oligarquía.

Encontrando un mentor político apoyado por los Estados Unidos en Harvard

Estando en la capital estadounidense, Vecchio dice que “estudiaba más de doce horas al día” para aprender inglés y completar su máster en Derecho tributario en la Universidad de Georgetown.

“Todo lo que tengo en la vida es gracias a la educación”, le contó a The Politic en 2013. “Me di cuenta de que si necesitaba ser un político, tenía que educarme y prepararme muy bien”.

A pesar de carecer de un inglés fluido, cuenta que aplicó para varios trabajos estando en ese país. Como con la solicitud de la beca Fullbright, el abogado corporativo con determinación superó su ansiedad por una segunda lengua para amarrar un contrato lucrativo.

“Cuando me toca hablar tengo mucha dificultad pero hice lo mejor que pude”, escribe en su libro, “y resulta que me aceptan ¡un trabajo en Nueva York para cuando termine el posgrado [en Georgetown]! En el 2000 trabajaría en Nueva York, 110 mil dólares anuales, al firmar me daban 10 mil dólares. Me sentía como si fuese un pelotero de las Grandes Ligas”.

Vecchio trabajó con la compañía cuyo nombre no revela por tres fructíferos meses antes de avanzar hacia la Escuela de Gobierno Kennedy, la famosa institución donde se entrena a la gente joven que busca hacer carrera en la política del establishment por las luces rectoras de la economía neoliberal y la política exterior intervencionista.

Actualmente la Kennedy School tiene dentro de su profesorado al ex presidente colombiano Juan Manuel Santos, la ex embajadora ante la ONU de Obama, Samantha Power, y el economista Ricardo Haussman -otro de los principales asesores de la administración golpista de Guaidó-. También resulta ser el alma máter del futuro compañero en la fundación de Voluntad Popular, Leopoldo López.

“La Escuela de Gobierno Kennedy me dio especialmente un gran sentido de lo que estaba ocurriendo en el mundo, y me permitió ver a mi país como parte de un mundo globalizado en vez de un país que solamente estaba aislado y preocupado únicamente en sus asuntos internos”, le explicó a The Politic.

Fue en el campus de Harvard donde Vecchio encontró a Elías Santana, su mentor político, un activista veterano que viajó a Boston para movilizar a la oposición al proceso constituyente iniciado por Chávez en 1999. Santana ya tenía años trabajando de forma cercana con grupos apoyados por los Estados Unidos para promover la “educación del votante” en Venezuela. Cuando conoció a Vecchio, Santana le dio al estudioso abogado su primer empujón hacia el activismo.

En palabras de Vecchio, “ese fue mi primer vínculo, digamos, con un actor político de vinculación nacional no enfocado en los partidos sino con una asociación civil”. Y este no era un vínculo menor.

Queremos Elegir, el grupo de Santana, se había estado coordinando con la USAID y la Fundación Internacional de Sistemas Electorales (IFES, por sus siglas en inglés) financiada por el Departamento de Estado desde 1993, cuando el IFES seleccionó a Queremos Elegir como una de las “dos asociaciones civiles [consideradas] como interlocutoras adecuadas para promover programas de educación para el voto” en Venezuela, a pesar del hecho de que estaba “limitado” y empleaba “sólo a un integrante pagado”.

El IFES caracterizaba a Queremos Elegir como “parte de una agenda” que exigía “un papel mayor del sector privado en la solución de problemas comunitarios y nacionales”. Volantes producidos por el grupo para su distribución durante la elección presidencial de 1998 abiertamente agradecían al Banco Interamericano de Desarrollo (controlado por los Estados Unidos) por el financiamiento de su producción.

Para el año 2000, Queremos Elegir dirigía el esfuerzo por suspender las próximas elecciones presidenciales, las primeras que iban a darse bajo la recién ratificada constitución. En su libro ¿El suicidio de los elefantes?, el investigador Rickard Lalander escribía que Santana y su socia en Queremos Elegir, Liliana Borges, “jugaron papeles importantes en el mega proceso electoral del 2000. Fueron llamados por la Corte Suprema como voces de la sociedad civil venezolana (y la descentralización) para manifestar sus razones para posponer las elecciones”.

Al año siguiente, el nuevo gobierno de Chávez se enfrentó con las primeras manifestaciones anti-gobierno de la sociedad civil. Conocido como el “Movimiento 1.011”, emergieron como respuesta a un decreto presidencial que buscaba reformas moderadas para expandir la educación pública y crear programas deportivos y de alfabetización en colaboración con el gobierno cubano. Esta era la línea roja para la oposición venezolana. Liderizado por Santana, los oponentes de Chávez presionaron a padres y profesores para que denunciaran lo que ellos etiquetaban como la “cubanización e ideologízación” de la educación.

Chávez “intentó inmiscuirse con nuestras escuelas y la sociedad civil no va a aceptar esto”, le dijo Santana a CNN en una manifestación en enero de 2001 descrita como “la mayor protesta contra el gobierno del presidente Hugo Chávez para la fecha”.

En sus memorias, Vecchio explica cómo Santana lo invitó a asistir a un encuentro del 1.011 en Caracas cercano a su final de período en Harvard.

“Fue tanta la cantidad de gente que no pude ver a Elías”, dijo Vecchio de la concentración, “creo que fue el primer acto de protesta cívica de la sociedad venezolana contra el Decreto 1.011 y de donde nace la asociación civil Movimiento 1.011”.

Aunque la campaña fracasó, moldeó los contornos del movimiento fervientemente anticomunista que eventualmente orquestaría el fallido golpe de Estado contra Chávez en abril de 2002. Vecchio regresó a Harvard a terminar sus estudios antes de aquel día aciago, pero no perdió tiempo para movilizarse con los grupos antigobierno tan pronto regresara.

“Cuando llego a Venezuela”, recuerda, “a quien llamé primero fue a Elías”.

El hombre de Exxon en Venezuela encuentra su camino

Al momento de mudarse de nuevo a Venezuela, en septiembre de 2001, Chávez ya tenía casi tres años al mando. El país estaba en el medio de un cambio trepidante: en 1999, más de tres cuartos de los votantes aprobaron una nueva Constitución que ampliaba la participación política y fomentaba los derechos de las mujeres, trabajadores, los pobres del campo y los pueblos indígenas. Estas reformas adelantaron la perspectiva de un nuevo conjunto de leyes que amenazaban los estrechos intereses de las clases dominantes del país, así como de las corporaciones estadounidenses.

El antiguo empleador de Vecchio, Mobil, se había fusionado con Exxon y para el momento todavía operaba en Venezuela. Pero su también otrora empleador, PDVSA, estaba en la mira de la Revolución Bolivariana conducida por Chávez. Venezuela había nacionalizado sus reservas durante los años 70, sin embargo las reformas neoliberales instituidas veinte años después abrieron la industria a las finanzas privadas. Chávez buscaba revertir ese proceso, colocando a la jerarquía de PDVSA, en otros tiempos intocable, en peligro.

La decisión de reemplazar la totalidad de la junta directiva de PDVSA a inicios de 2002 lo enfrentaba directamente con la élite del país, provocando una huelga petrolera que paralizó la economía del país y aceleró el impulso por defenestrarlo del poder.

Para ese momento, Vecchio, gracias a su mentor Santana, cosechaba su influencia dentro del sector en expansión de las ONG. “Cuando regreso definitivamente al país, en septiembre de 2001, Elías me cuenta que estaban explorando la posibilidad de crear una nueva asociación”, escribe en Libres.

Cuatro meses después, en enero de 2002, junto a Elías y otras personas fundaron Ciudadanía Activa, una autodenominada “asociación civil” enfocada en la “descentralización” política.

El 11 de abril de 2002, la oposición venezolana activó su jugada contra Chávez, secuestrándolo, reteniéndolo en una isla y removiéndolo temporalmente del poder. El presidente de Fedecámaras, Pedro Carmona, fue colocado al timón de un”gobierno de transición” establecido en el infamemente antidemocrático “Decreto Carmona”. Como representante de la “sociedad civil” que firmó el documento del 12 de abril estaba Rocío Guijarro, cofundadora, junto a Vecchio y Santana, de Ciudadanía Activa.

Aunque el golpe fracasó en menos de 48 horas gracias a la movilización popular, Ciudadanía Activa sigue operando al día de hoy. Se reveló que recibió 76 mil 900 dólares de la USAID los años inmediatamente posteriores al golpe, aunque el monto real que Ciudadanía Activa ha cosechado del gobierno estadounidense todavía se desconoce.

Habiendo fracasado en el derrocamiento contra Chávez vía un golpe, la USAID expandió su huella dentro de la sociedad civil venezolana. En agosto de 2002, la subsidiaria del Departamento de Estado montó en Caracas una extensión de la Oficina de Iniciativas para la Transición (OTI, por sus siglas en inglés) y contrató a una firma privada denominada Development Alternative Incoporated (Desarrollo Alternativo Incorporado, DAI, por sus siglas en inglés) para desembolsar fondos para grupos anti-gobierno.

Uno de los viejos amigos de Vecchio resultó ser quien supervisaba el multimillonario proyecto de DAI. En su autobiografía, Vecchio escribe sobre un personaje llamado Antonio Iskandar, un “gran amigo” con el que vivió al mudarse a Washington para estudiar en Georgetown. También antiguo empleado de PDVSA, Iskandar se desplazó para prestar servicios como “Asesor de Programas” para la OTI Caracas, en sus propias palabras, “diseñando los primeros programas de subvención… trabajando con organizaciones de la sociedad civil”.

Curiosamente, Vecchio no menciona el trabajo de su amigo en la operación de cambio de régimen estadounidense, apenas describiéndolo como un compañero de gran ayuda. Hoy en día, Iskandar todavía trabaja para DAI, que fue nombrada por la USAID como “Gran Socio de Negocios del año” en 2018.

En entrevistas en inglés, Vecchio pasa por encima sus actividades en los años inmediatamente posteriores al golpe de 2002. Por ejemplo, en una conversación con The Yale Globalist, se describió a sí mismo simplemente como un “profesor en una universidad local”. No obstante, en realidad, estaba sentando las bases para la transición política en casa, involucrándose de lleno con grupos de la sociedad civil financiados por los Estados Unidos mientras mantenía lo que ha descrito como una carrera “exitosa” como abogado tributario.

Nunca hizo mención en los medios gringos al hecho de que trabajaba para la ExxonMobil mientras que los esfuerzos de Chávez por expulsar a las compañías extranjeras alcanzaba su cenit.

En The Yale Globalist encuadró su entrada en la política como una respuesta temprana al ascenso del chavismo. “Fue en 2001”, reportó la revista, “cuando Carlos vio lo que estaba pasando y se dio cuenta de que ‘uno no podía ignorar más lo que sucedía'”. Examinándolo más a detalle, pareciera que su transición a la política fue una vez que Chávez prevaleciera en el proceso de nacionalización de la industria petrolera venezolana, de este modo destruyendo sus oportunidades para florecer dentro de la misma.

En 2007, el Comandante logró de forma exitosa que Exxon y otras compañías extranjeras entregaran proyectos petroleros vitales al gobierno. Fue ahí cuando Vecchio emergió como un portavoz de facto de la oposición dentro de la industria, quejándose en medios estadounidenses de la “discriminación” chavista.

“Seré despedido”, se lamentaba Vecchio en una entrevista con Marketplace, “porque este gobierno me discriminará”.

Según Marketplace, para ese momento había estado intentando “levantar una lucha legal infructífera” contra la reestructuración de la industria petrolera venezolana “por años”.

Mientras Exxon desmontaba sus oficinas, cuenta Vecchio que le ofrecieron un puesto en la compañía en Qatar. Rechazó la oferta de consolación, y en su lugar se dio el empujón en la lucha contra el chavismo. “Mi decisión es quedarme en Venezuela para sumarme al cambio”, escribió. “No puedo pedir un cambio para mi país si no somos capaces de formar parte de ese cambio”.

Cuando Carlos conoció a Leopoldo: la creación de un bromance político

A pesar de haber prosperado dentro del mundo corporativo, cuando se trató de política, siempre parecía que Vecchio llegara en segundo lugar. En su primer intento electoral, en 2007 se lanzó como “ciudadano independiente” para la alcaldía del pudiente municipio Chacao, al este de Caracas. El municipio era uno de los hogares de la alta sociedad caraqueña, ofreciéndole a Vecchio el lugar perfecto para poner a prueba sus habilidades adquiridas en Harvard.

Ese año las elecciones por la alcaldía de Chacao se habían convertido en una guerra civil entre pre-candidatos que competían para asumir el legado de Leopoldo López. La estrella en ascenso de la oposición cuyo lanzamiento a la fama incluía la participación de un secuestro de un ministro del gobierno durante el fallido golpe de Estado cinco años antes, por lo que López fue inhabilitado para aspirar a cargos de elección acusado de haber empleado su posición en PDVSA a finales de los 90 para financiar ilegalmente la fundación de su partido, Primero Justicia.

Vecchio rápidamente se retiró de la carrera, culpando de su fracaso a la sobresaturación de competencia en el distrito. No obstante su gesto no pasó desapercibido, ya que López le agradeció personalmente la decisión de retirarse.

Vecchio escribe en su autobiografía que a través de este episodio él y López se convirtieron en “hermanos políticos”. Fue el inicio de una relación que transformó a la oposición venezolana. Vecchio nunca ganó una elección y nunca lo hará, pero gracias al lazo con López, tampoco necesitaría un escaño en el parlamento para alcanzar la influencia que deseaba.

Engendrando un partido en el tubo de ensayo gringo del cambio de régimen

A finales de 2007, la economía venezolana rugía. Chávez y sus aliados demostraban ser imbatibles y los progresistas se apuntaban victorias en países en toda América Latina. Estados Unidos estaba desesperado por encontrar cualquier medida para revertir el cambio de época que barría el continente. Un nuevo intento vino de la mano de la Generación 2007, un grupo de operadores juveniles entrenados por los Estados Unidos que proveyeron el vehículo perfecto para que Vecchio y López radicalizaran a la oposición del país.

En mayo, miles de estudiantes de clase media y alta se lanzaron a las calles para protestar contra la decisión del gobierno de no renovar la concesión de transmisión de Radio Caracas Televisión, un canal de oposición que se arrogó el crédito del golpe que momentáneamente derrocó a Chávez años atrás.

Las manifestaciones rápidamente se transformaron en una revuelta contra un referendo en ciernes por una reforma constitucional en torno a la propuesta de declarar a Venezuela una nación socialista. Tal como reportaron Max Blumenthal y Dan Cohen para The Grayzone, el movimiento estaba dirigido por activistas entrenados por el Centro para la Aplicación de Acciones y Estrategias No-Violentas (CANVAS, por sus siglas en inglés) financiado por la NED y la CIA. Era el inicio de la “Generación del 2007”.

Sus líderes estaban directamente patrocinados por la OTI de la USAID. Tal como un contratista vinculado a sus proyectos le explicó a Tim Gill y Rebecca Hansen para The Nation, “los Estados Unidos realizaron un movimiento arriesgado y trajeron un montón de dinero para los estudiantes a través de la OTI, que como resultado de eso creció bastante”.

“Estoy orgulloso. Es como ver a tu hijo e hija crecer”, continúa el contratista. “Los conocí desde que comenzaron a crecer… los líderes potenciales para cuando (y si es que hay) un cambio de gobierno, y nosotros fuimos los que les enseñamos a dar sus primeros pasos”.

Previo a esta movilización, la oposición venezolana estaba desmoralizada, sufriendo un golpe tras otro en los colegios electorales. Pero gracias a la Generación 2007, lograron infringirle a Chávez una derrota inusual, impidiendo el referendo para instituir el Socialismo del Siglo XXI. Esta victoria trajo nuevos rostros que se encarrilaron en las ONG, incluyendo al futuro líder del golpe, Juan Guaidó, cuya única mención en el libro aparece en una sección reflexionando sobre la emergencia de la Generación 2007. La escena estaba preparada para un reagrupamiento político que pudiera apalancar el entusiasmo de los movimientos de laboratorio hacia el poder real.

En 2009, López y Vecchio fundaron Voluntad Popular, un partido que reflejaba los intereses de la clase empresarial y la sensibilidad radical e intransigente del liderazgo juvenil.

“Comenzamos a visualizar más una organización política que un movimiento”, escribió Vecchio en su autobiografía.

Vecchio estaba preparado para esta tarea desde sus tiempos en Harvard. En una entrevista de 2013 para The Politic, reflexionó: “Mientras estaba en la Kennedy School aprendí mucho sobre las mejores prácticas políticas y cómo las podía implementar en mi país”.

Y como en prácticamente todos los esfuerzos de Vecchio, la mano oculta del gobierno de los Estados Unidos facilitó el camino.

“Ya que la USAID/OTI no podía financiar directamente a los partidos políticos”, escriben Gill y Hansen, “trabajaron con los dirigentes de los partidos, incluyendo aquellos de Voluntad Popular, para ayudar a los activistas de oposición a armar” grupos comunitarios anti-gobierno.

“Incluso desarrollamos nuevas ONG que para los ojos del gobierno aparentaban ser muy neutrales”, una fuente de la OTI le confesó a los dos académicos. “Así que les dimos dinero… estaban alejando a gente de Chávez de una forma sutil”.

Al montar Voluntad Popular, Vecchio efectivamente fusionó a los florescientes líderes de la Generación 2007 con las redes establecidas por las ONG apoyadas por los Estados Unidos en todo el país, unificándolas bajo el paraguas del liderazgo de López, un hombre ampliamente visto como el candidato nacional de mayor carisma de la oposición.

A diferencia de otros partidos de oposición, Voluntad Popular cuidadosamente se vendió de una manera en la que no enajenara a aquellos que reconocían los logros sociales alcanzados por el chavismo. En 2014 fueron admitidos en la Internacional Socialista, estatus que habilitó al partido el representarse a sí mismo como progresista no sólo para los venezolanos, sino para izquierdistas en todo Occidente (el ultra militarista Partido Laborista israelí también es integrante de la Internacional Socialista).

Al ser presionados para describir la plataforma del partido, Vecchio pugnaba por ofrecer algo más que compromisos cliché con la “democracia” y la “libertad”.

No obstante, una posición, por sobre todas las demás, ha quedado claramente articulada: “Queremos que el petróleo sea un commodity en la arena internacional”, el ex empleado de Exxon, Mobil y PDVSA le dijo a The Politic. Para lo que ha quedado el presunto compromiso de Voluntad Popular con el “socialismo”…

Desde su formación en 2009, Voluntad Popular ha reunido un apoyo decepcionante en las urnas, recientemente llegando de tercero en las elecciones parlamentarias de 2015. A pesar de pugnar por ganar votos reales, López y Vecchio han demostrado una asombrosa habilidad para provocar el caos e incluso violencia letal en las calles de Venezuela en tiempos de crisis.

‘Tenemos que crear caos en las calles’

Luego de la muerte intempestiva de Hugo Chávez en 2013, la oposición venezolana cayó en cuenta de que se había equivocado gravemente en apostar a que la Revolución Bolivariana muriera con su líder. Luego de perder las elecciones presidenciales contra Nicolás Maduro en abril y sufrir una redoblona en las elecciones municipales siete meses después, los líderes opositores entraron en pánico. Cuando Maduro los invitó a entablar un diálogo nacional, en vez de eso Voluntad Popular se lanzó a las calles.

El 23 de enero de 2014, López se unió a la líder opositora notoriamente extremista, también apoyada por los Estados Unidos, María Corina Machado, para lanzar la campaña “La Salida”, convocando a demostraciones masivas para forzar la renuncia de Maduro.

“Tenemos que crear caos en las calles a través de la lucha cívica responsable”, tronó Machado.

Los esfuerzos de López por fomentar disturbios alcanzaron su cima el 12 de febrero. Flanqueado por Vecchio y Guaidó, el agitador de cabello castaño desde la tarima en la Plaza Venezuela de Caracas exigió a los manifestantes a marchar hacia la oficina de la Fiscal General. Poco después de que los líderes de Voluntad Popular dejaran la escena, protestantes antigobierno acataron el llamado de López y trataron de incendiar el edificio gubernamental.

La violencia condujo a una orden de arresto tanto para López como Vecchio bajo acusaciones por instigación a delinquir, daño a propiedades, incendio a edificio público y conspiración. López fue arrestado el 18 de febrero, pero la violencia callejera de “La Salida” continuó hasta mediados de mayo.

Al final de “La Salida”, la campaña de caos de la oposición había contribuido a la muerte de 49 personas, más de 800 heridos y aproximadamente 10 mil millones de dólares en daños a la propiedad.

“La propuesta de ‘La Salida’ tenía una visión de largo aliento”, reflexionaba Vecchio en su libro. “Era un esquema progresivo”.

Luego del arresto de López, Vecchio desapareció por 108 días antes de reaparecer en el sitio más esperado de todos.

De Yale a mandamás de Voluntad Popular

En los meses precedentes a “La Salida”, Vecchio pasó una breve temporada alejado de Voluntad Popular para asistir a cursos en otra institución exclusiva de la costa este norteamericana.

Esta vez en el programa Maurice R. Greenberg World Fellow en la Universidad de Yale, nombrado así en honor al antiguo CEO del mega banco de inversiones AIG y vicepresidente honorario en el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés). Unos años antes, la colega instigadora de “La Salida”, María Corina Machado, disfrutó de la misma asociación, programa financiado por la Open Society Foundation de George Soros, la USAID, el German Marshall Fund vinculado a la OTAN y la Asian Society (bajo financiamiento de Rockefeller) entre otros.

En comentarios hechos a The Politic, Vecchio dijo que viajó a New Haven (lugar donde se encuentra la Universidad de Yale) “para ver lo que podía aprender… y lo que podía aplicar en Venezuela, particularmente en innovación social, relaciones internacionales y el papel del petróleo en la comunidad internacional”.

Claramente vio a Yale como otro paso en el camino al cambio de régimen, señalando que “también funciona para contarle a la gente lo que está ocurriendo en mi país, y para preparar los próximos grandes pasos que tienen que darse”.

Mientras que Vecchio no desarrolló de qué iban esos “pasos”, en pocos meses de su regreso a Caracas en diciembre de 2013, Venezuela había descendido a una tormenta política, López estaría en prisión y él había decidido pasar a la clandestinidad. Su desaparición llevó a sus antiguos profesores y alumnos en New Haven a un estado elevado de ansiedad.

“Apenas hace dos meses, Carlos Vecchio asistía a clases haciendo amistades con profesores y alumnos en el campus de la universidad de Yale”, reportó The Politic el 20 de febrero de 2014. “Ahora, el antiguo World Fellow de Yale es el objetivo de una orden de arresto en Venezuela”.

“Estamos profundamente preocupados por la seguridad de Carlos Vecchio: actualmente se encuentra escondido en Venezuela con acceso limitado a la comunicación”, Michael Capello, el director del programa, manifestaba preocupado.

“Esto era principalmente un movimiento pacífico que había intentado trabajar por reformas a través de la participación en el sistema político”, agregó Capello, profesor de pediatría y miembro del CFR. “Creo que merece ser celebrado”.

A principios de junio de 2014, Vecchio reaparece en Nueva York. Ahí, explicó en su primera entrevista desde que abandonó Venezuela que López y sus colegas decidieron que era mejor trabajar por el partido desde fuera del país.

“Ellos consideraron que soy más útil en este momento denunciando los abusos que continúan existiendo contra los derechos humanos en Venezuela a nivel internacional”, le dijo a CNN en Español, “así que eso es lo que vamos a hacer”.

Con López bajo arresto domiciliario e incapacitado para maniobrar internacionalmente, los días de Vecchio como “el número dos” se habían terminado. A partir de ese momento, comenzó a comportarse como el líder de la oposición venezolana en los Estados Unidos, embarcándose en un esfuerzo concertado para convencer a funcionarios de alto nivel estadounidenses que apoyar a Voluntad Popular era su mejor apuesta para alcanzar el cambio de régimen.

Vecchio escribió sobre el bombardeo cabildero en su libro: “Me tocaba reunirme en el Congreso Norteamericano, la Casa Blanca, el Departamento de Estado, con profesores de las universidades norteamericanas, diferentes embajadores, organizaciones civiles influyentes en Estados Unidos”.

Cortejar a Almagro, volcar a la OEA contra Venezuela

En marzo de 2015, la Administración Obama emitió una orden ejecutiva declarando a Venezuela como una “amenaza a la seguridad nacional”. Sin ofrecer evidencia del peligro que el país constituye para el público estadounidense, la orden criticaba “el erosionamiento de las garantías de los derechos humanos y la persecución de opositores políticos”, una clara referencia al arresto de López. Las sanciones fueron consiguientemente prolongadas por las administraciones Obama y Trump en una serie escalonada de medidas coercitivas unilaterales apuntando al corazón de la economía de Venezuela.

Mientras Vecchio hacía lobby con funcionarios estadounidenses en los esfuerzos por el cambio de régimen, le prestó particular atención a Luis Almagro, el canciller uruguayo que había asumido el puesto de Secretario General de la OEA en mayo de 2015. Escribió sobre haber tenido “una larga conversación” sobre Venezuela,”aproveché para decirle quiénes éramos nosotros en Voluntad Popular: que creíamos en la democracia, en una economía que no estuviese completamente en manos del Estado, [y que] creíamos en la iniciativa privada”.

También dijo que él y Almagro “empezamos a preparar el informe para que al menos la OEA asuma el tema de Venezuela y pueda ir evaluando la posibilidad de aplicar la Carta Democrática Interamericana”.

Un año después, Almagro presentó un informe de 114 páginas sobre la situación en Venezuela e hizo un llamado a un referendo sobre el mandato de Maduro, declarando que “la situación que hoy enfrenta Venezuela es el resultado directo de las acciones de quienes actualmente se encuentran en el poder”. Tal como Vecchio esperaba, Almagro invocó el Artículo 20 de la Carta Democrática, reservada para instancias en las que el gobierno de un Estado miembro “altera seriamente el orden democrático”.

La hostil obsesión de Almagro con Venezuela llevó al país a retirarse de la OEA a finales de abril de 2017. La para entonces canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, condenó al Secretario General como “un traidor a todo lo que representa la dignidad de un diplomático latinoamericano”.

Pero Vecchio se refería a Almagro en términos luminosos. “Los venezolanos no tendremos nunca cómo agradecerle su lucha a favor de restituir la democracia en Venezuela. Por eso siempre le digo que es el uruguayo más venezolano”.

En el prólogo a la autobiografía de Vecchio, Almagro acredita al abogado venezolano de ser una inspiración. “Carlos Vecchio fue el primer líder político venezolano que vino a mí a denunciar el tema Venezuela a partir del momento en que asumí como Secretario General de la OEA”, recordó.

Tres años después, cuando la Administración Trump dio inicio al golpe en Venezuela, Almagro aseguró que la OEA reconociera a Guaidó como presidente encargado y aceptó al representante designado para el grupo, Gustavo Tarre, en una violación explícita de la propia carta de la organización.

Almagro mediante, Vecchio había marchado a través de una institución internacional sentando el trabajo preliminar para que los Estados Unidos intensificaran la prosecución del cambio de régimen en Caracas.

De activista por el cambio de régimen a ‘embajador’ ante los Estados Unidos

En enero de 2019, el partido de Vecchio, Voluntad Popular, recibió el mandato que estaba buscando para liderizar a Venezuela.

La victoria que su partido había alcanzado no provino de voto popular alguno, sino gracias al reconocimiento unilateral de la Administración Trump a Juan Guaidó, el presidente de la legalmente difunta Asamblea Nacional venezolana, como presidente del país. A los días del reconocimiento formal de Guaidó el 23 de enero, la Casa Blanca le dio la bienvenida a Vecchio como el nuevo “embajador” ante Washington.

Cuando Trump dio su discurso sobre el Estado de la Unión a inicios de febrero y proclamó la decisión de su administración de reconocer a Guaidó, Vecchio estaba sentado en la cámara del Capitolio como invitado de honor del senador Marco Rubio.

Un titular para el momento del Miami Herald anunciaba que “Carlos Vecchio dirige a Venezuela desde los Estados Unidos”.

El rotativo probadamente anti-Maduro informó: “Los últimos cuatro años, Carlos Vecchio ha sido una figura habitual en los restaurantes en el Doral, junto a legisladores y dirigentes comunitarios mientras despotricaban contra Maduro”. El Herald señaló que Vecchio decidió dedicar su tiempo en “la ciudad con el mayor porcentaje de venezolanos en todo el país”, en vez de Washington o Nueva York.

“Conozco a Carlos Vecchio desde hace mucho tiempo”, manifestó el senador por la Florida, Rick Scott. Su homólogo, Rubio, dijo de Vecchio que “ya todos sabemos quién es”.

Guillermo Zubillaga, director senior del Programa de Políticas Públicas y Relaciones Corporativas del Consejo para las Américas, difícilmente podía contener su emoción al hablar de Vecchio con el Herald.

“Estoy seguro de que Carlos está perfectamente apto para ser un diplomático”, dijo efusivamente. “Le puedes preguntar a cualquier figura de la oposición de cualquier otro partido y te dirán que no tienen nada en contra de él”.

Zubillaga celebró la habilidad de Vecchio para encantar a miembros de los dos partidos principales de los Estados Unidos, destacando las posiciones pro-golpistas de demócratas como la congresista Debbie Wasserman-Schultz como “evidencia de su trabajo”.

De acuerdo a Zubillaga, Vecchio “tiene algo que pocas personas en Washington tienen: apoyo de ambos partidos a su causa”.

Pero mientras el golpe se arrastra y Maduro permanece firmemente afianzado, los cheerleaders de Vecchio aprenderían que el apoyo bipartito de los Estados Unidos no garantiza el apoyo popular donde más se necesita.

La batalla por la embajada en Washington

El primero de mayo, al día siguiente del putsch militar fallido en Caracas, un Vecchio determinado marchó por la calle 30 en el vecindario pudiente de Georgetown preparando su propio golpe de Estado. Por más de 24 horas, docenas de simpatizantes de Guaidó rodearon la embajada de Venezuela, y lo que se decía entre los activistas anti-guerra apostados adentro era que Vecchio iba a intentar entrar en la embajada ese día.

En los momentos previos a la llegada de Vecchio, una turba de simpatizantes del golpe protegidos por el Servicio Secreto se desplazaron en manada a la embajada, acosando a los activistas fuera y amedrentando a los que estaban dentro del edificio.

Muchos de los opositores recurrieron a provocaciones racistas, sexistas y homofóbicas, amenazándolos violentamente, incluso vandalizando la embajada. Sus feas demostraciones no concordaban con la imagen elegante que Vecchio aparentaba, pero podía resultarle familiar a cualquiera que haya testimoniado el caos atizado por su partido a lo largo de los años en Venezuela.

Cuando representantes del gobierno golpista comenzaron a ir apareciendo para la rueda de prensa de Vecchio al final de la tarde, fueron recibidos con cantos atronadores por parte del Colectivo de Protección de la Embajada, amplificados con altoparlantes retumbando desde las ventanas del tercer piso:

“¿Cuántos golpes hacen falta? ¡Vecchio es un fake!”.

Los gritos desde arriba ahogaron la alocución de Vecchio cuando llegó al lugar. Fue forzado a pegar la retirada de la escena en lo que se suponía que iba a ser su vuelta al ruedo sin siquiera intentar ingresar a su supuesta embajada. Serían veintitrés largos días antes de que fuera capaz de poner un pie dentro del edificio.

La coautora de este trabajo, Anya Parampil, estuvo integrada como periodista dentro de la embajada a lo largo de la resistida al embate. Intentó varias veces preguntarle a Vecchio, pero o era violentada por sus sigüis cuando se aproximada o ignorada. Vecchio no respondió a las solicitudes de entrevistas ni a las preguntas enviadas antes de la publicación de este artículo.

En el medio de la batalla por la embajada, los poderosos aliados de Vecchio le dieron un premio de consolación. En la noche del 14 de mayo, el senador Rick Scott le presentó al aspirante a diplomático con el Premio a la Libertad del Instituto Internacional Republicano (IRI, por sus siglas en inglés). La organización financiada por ExxonMobil y la NED le había dedicado un premio planteado “para honrar a los individuos que han trabajado para adelantar la libertad y la democracia en sus países” al “pueblo venezolano”.

“Gracias Elliot”, exclamó Vecchio mientras daba su discurso de aceptación, señalando hacia el enviado especial para Venezuela de Trump, y felón convicto por el escándalo Irán-Contras, Elliot Abrams. “Gracias por convertirte en un amigo en esta pelea”.

Luego de la ceremonia, Vecchio fue llevado a la embajada venezolana, donde le dio el premio a la multitud de activistas pro-golpe que todavía se concentraban en las afueras. Al igual que en su aparición previa en los predios de la embajada, los activistas bramaron consignas burlescas desde los altavoces dentro del edificio.

Vecchio se mezcló con la turba, descolocado por el desprecio implacable. Varios días después, una vez que agentes de los Estados Unidos hicieron una redada a la embajada arrestando a los activistas que se encontraban dentro, Vecchio regresó una vez más para exaltar a sus seguidores y prestar declaraciones a los medios.

“¡Hemos liberado la embajada!”, anunció, flanqueado por la turba estridente de emigrados.

Habrá sido incapaz de suministrar servicios consulares como renovación de visas debido al fracaso del golpe, pero ya estaba preparado para declarar un triunfo significativo.

“Estoy agradecido por la paciencia del pueblo venezolano”, continuó. “Pero también tengo que agradecerle al gobierno de los Estados Unidos: ¡muchas gracias! Y gracias al presidente Trump, también. Gracias al Departamento de Estado. Gracias a los servicios de seguridad que fueron de una ayuda increíble… el Servicio Secreto, a todos los cuerpos de seguridad, a la policía local… ¡muchas gracias!”.

Con esta larga lista de agradecimientos públicos, el antiguo abogado de Exxon reveló las verdaderas fuerzas detrás del movimiento político que representa. Entre Washington y Miami, entre la diáspora venezolana y la élite política estadounidense, Carlos Vecchio había encontrado a su electorado, sin haber ganado un solo voto.

https://thegrayzone.com/2019/06/18/exxon-ambassador-carlos-vecchio-venezuela-coup-lobbyist/
https://cubainformacion.tv/index.php/america-latina/82093-de-exxon-a-qembajadorq-como-carlos-vecchio-se-convirtio-en-el-principal-lobista-del-golpe-de-estado

Vía:MPR

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