Raúl Antonio Capote.— «Es alarmante que cada año se inviertan sumas exorbitantes en la industria de la guerra y se modernicen los arsenales nucleares existentes, en lugar de destinar esos recursos a fomentar la paz, combatir el hambre y la pobreza, y a la implementación de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible», denunció el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, desde su cuenta en Twitter.
Los gastos militares a nivel mundial en el año 2018, según el Instituto para Estudios sobre la Paz Internacional de Estocolmo (Sipri), alcanzaron la cifra de un billón 816 000 millones de dólares, lo que representa unos 802 000 millones de dólares más que en 1998.
Como cada año, en el mes de marzo pasado el Gobierno de EE. UU. presentó ante el Congreso la propuesta para el presupuesto del Año Fiscal 2020, en el cual están incluidos los fondos planificados para el Departamento de Defensa (DOD), que sobrepasan los 718 000 millones de dólares, cifra superior a los 716 000 millones destinados a ese fin en el presupuesto del año fiscal 2019.
La propuesta significa más del 95 % de los 750 000 millones de dólares solicitados por la administración Trump para los gastos de la «seguridad nacional».
La ambición sin límites de un sistema sustentado en las ganancias, en un planeta donde hay cada vez más y más potentes armas nucleares, nos puede conducir a la destrucción.
Hoy más que nunca adquieren especial vigencia las palabras de Fidel en el discurso pronunciado en el acto en que le fuera entregado el Premio Lenin de la Paz, el 19 de marzo de 1962: «La lucha por la paz significa luchar por salvar a la humanidad de una destrucción apocalíptica, significa luchar por salvar a cientos de millones de vidas de hombres, de mujeres, de jóvenes, de ancianos y de niños».