El aspecto geopolítico de la resolución anticomunista de Estrasburgo.

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*Alberto Fazolo / La Atalaya Roja (atalayaroja.wordpress.com)

El Parlamento Europeo ha aprobado una resolución que en la práctica equipara nazismo y comunismo. Se trata de una operación ideológica revisionista, que tiene claros fines geopolíticos. Sobre sus aspectos ideológicos se ha escrito mucho, sobre sus aspectos geopolíticos no tanto.

La geopolítica es una disciplina fascinante, apasionante, incluso iluminadora, pero casi nunca exhaustiva. Si adoptamos como única clave de lectura la geopolítica, raramente podríamos interpretar los fenómenos de manera correcta. Sin tener en debida cuenta la esfera ideológica, religiosa, cultural, no podríamos nunca comprender los fenómenos en toda su complejidad.

En las últimas décadas en los países occidentales se ha asistido a una difusa sustitución de la esfera ideológica por la geopolítica. En parte se debe al legado de la caída del bloque socialista, pero en parte ya se venía anticipando: el reposicionamiento y el transformismo de muchas fuerzas políticas era un brevísimo anticipo de estos eventos.

Sin querer indagar en esa causa-efecto de aquella fase, sí debemos constatar un hecho: concentrándose solamente en la geopolítica no se es consciente de la complejidad de estos eventos.

En la desestabilización de los países del bloque socialista acontecida entre 1980 y 1990 había un componente ideológico predominante. El cambio de registro viene a partir de 1999, año en el cual la socialdemocracia de Europa y EEUU facilitó el desencadenamiento de una guerra contra Yugoslavia.

Si bien la Yugoslavia de Milosevic conservaba algunos elementos del socialismo, claramente ya no era aquella Yugoslavia de Tito y no representaba una fuerza hegemónica en el plano internacional. La guerra fue desencadenada principalmente por motivos geopolíticos, porque Yugoslavia no estaba dispuesta a secundar los proyectos expansionistas de Occidente.

El caso más flagrante de sustitución de ideología por geopolítica se dio en 2013, cuando la Unión Europea (todavía entonces con las fuerzas socialdemócratas en primera línea), los EEUU y la OTAN fomentaron un golpe de Estado fascista en Ucrania. Por puros fines geopolíticos en Europa se apoyan, sostienen y alzan al poder a organizaciones de perfil neonazi. Una afrenta a todas las víctimas del nazi-fascismo y una amenaza para la paz.

En estos berenjenales siempre están metidos los socialdemócratas y los “ex-comunistas”, quienes deben realizar un “acto de fe” y certificar la renuncia a esas ideologías.

Lo hemos visto en Yugoslavia, en Ucrania y en el Parlamento Europeo de Estrasburgo, donde gran parte de la izquierda ha votado a favor de la resolución contra el comunismo.

Discurso análogo al de la ideología se puede ver relativamente en el integrismo islámico, utilizado y sostenido por los países occidentales para operaciones geopolíticas. Con una desconcertante ingenuidad se ha pensado que el integrismo islámico estaba dispuesto a servir a las potencias occidentales sin contrapartidas. Solamente quien ve el mundo a través de las gafas de la geopolítica en exclusividad puede cometer un error tan garrafal. No hay más que recordar, por ejemplo, las guerras en Afganistán, el Cáucaso u Oriente Medio.

La resolución es un ataque contra los comunistas que hoy en Europa son muy débiles, no representando una amenaza para los intereses políticos o económicos, no hay posibilidad de incidir en los procesos de toma de decisiones. Los poderes fuertes no tienen ningún interés en cambiar esta situación.

La UE ha renunciado a la ideología en favor de la geopolítica y todo apunta a que se va a mover solamente en este ámbito. La resolución recopila toda la retórica fascistoide y revisionista sobre todo de cara a los países considerados del “cinturón negro”, esto es, la zona de Europa donde se encuentran países que plantearon o plantean un acercamiento a Rusia y donde desde Occidente se han derrocado gobiernos para instalar en su lugar regímenes hiper-reaccionarios o filo-nazis.

Se trata de una barrera que va del Mar Báltico al Mar Negro (más otros Estados a lo largo de la frontera rusa) y que comprende Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Hungría y Ucrania, que todavía no forma parte de la UE. Casi todos los países donde el comunismo gobernaba han padecido o están padeciendo la rehabilitación del período colaboracionista con el III Reich.

Entre la UE y Rusia se está consumando un desencuentro geopolítico que tiene sus propios procesos cíclicos, unas veces muy duro y otras veces más atenuado.

Esto, por una parte, es caracterizado como una guerra económica (de cuyas manifestaciones más claras son las sanciones); por otra parte tenemos la presión ejercida contra el llamado Cinturón Negro antes citado. Presiones que, sin embargo, no se limitan a la esfera geopolítica (como ingenuamente cree la UE), sino que traspasan hasta la esfera ideológica. De hecho, el pueblo de la ex-URSS no permanece impasible al retorno de los nazis y cierra filas entorno a los valores del antifascismo y de la memoria histórica.

Este es el motivo por el cual en los últimos años en Rusia (y no solamente allí) se está dando una adhesión en masa a las movilizaciones antifascistas y a las celebraciones de la Segunda Guerra Mundial.

El ideal antifascista es el elemento clave de la cohesión social rusa y el plebiscitario consenso que obtiene Putin (el 77% de los votos en las últimas elecciones presidenciales) se debe ampliamente al hecho de que se erija en intérprete de este sentimiento.

La resolución sostiene que para Rusia “el desarrollo de un Estado democrático continuará siendo obstaculizado mientras el gobierno, la élite y la propaganda política continúen encubriendo los crímenes cometidos por el régimen totalitario soviético […] e invita por tanto a la Comisión a contrastar resueltamente tales esfuerzos”. Rusia no es ya un país socialista y no exalta a la URSS, aquello que exalta el Gobierno ruso es el espíritu antifascista y el papel jugado en la derrota del III Reich. Cosas que, en teoría, deberían ser compartidas por la UE. Por lo tanto, podemos entender cuán espuria es la resolución, ocultando un choque geopolítico detrás de una pantalla ideológica. Sirve para dar legitimidad a una nueva fase ofensiva contra Rusia por parte de la UE, la OTAN y los EEUU.

En definitiva, la resolución es un atentado a la paz interna e internacional, sea porque criminaliza de manera injusta a una fuerza política de primera importancia en la Historia de Europa, sea porque parece que representa el preludio a una nueva tentativa de penetración imperialista.

La UE demuestra no haber entendido nada, incluido el hecho de que Rusia no se dejará intimidar por una resolución del Parlamento Europeo, y sobre todo, que el uso exclusivo de la geopolítica creará cortocircuitos. Si la UE rehabilita el fascismo con fines geopolíticos (como lo está haciendo en Europa del Este, a pesar del contenido de su propia resolución) comete un crimen y un insulto a la memoria histórica. Pero, sobre todo, se coloca en el lado equivocado de la trinchera. Equivocado porque es el del “mal”, también porque es el lado perdedor. La Historia así lo narra y los comunistas todavía estamos listos para demostrarlo.

Los comunistas no sacrificaremos jamás la ideología a cambio de la geopolítica, y estaremos siempre en primera línea en la lucha contra el fascismo, el revisionismo y el imperialismo.

1 COMENTARIO

  1. En lineas generales estoy de acuerdo;no obstante, el capital nunca olvida la lucha ideológica, porque sabe que los pueblos desideologizados,sin conciencia de clase y,ante las futuras crisis económicas,serán más fáciles de manipular y engañar.Por tanto la batalla geopolitica es inseparable de la ideológica.

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