Años de miseria y opresión son el combustible del estallido social que hoy atestiguamos. Entre 1996 y 2005 el ascenso de la lucha de masas frenó el proyecto capitalista de saqueo de las riquezas nacionales y desconocimiento de las conquistas populares. Sin embargo, el liderazgo del campo popular recayó en el error de 1944 y renunció a un proyecto propio de toma del poder para colocarse a la cola de la burguesía reformista alimentando ilusiones sobre un proyecto de modernización capitalista.
De 2006 a 2017, la clase dominante intentó aplanar al movimiento de masas mediante el soborno y la persecución. El Estado financió la creación de sindicatos serviles y se dictó una legislación terrorista que criminalizó la protesta social. Todo apuntaba a lograr la paz social soñada por los opresores que permita el reparto a manos llenas de renta petrolera entre los grandes grupos económicos (La Favorita, ElJuri, El Rosado, etc.) y las transnacionales (Odebrecht, Halliburton), que durante este período obtuvieron ganancias nunca antes vistas (3.200 millones de utilidad para la banca).
Al asumir el nuevo gobierno la presión social se expresó en los paros de arroceros y maiceros en la Costa, la protesta de pescadores en Puerto Bolívar, las manifestaciones estudiantiles por recorte de presupuesto, los conflictos obreros por los despidos masivos en el sector público y privado, y la creciente conflictividad por la entrega de nuestro territorio a las corporaciones mineras.
La contradicciones del capitalismo ecuatoriano condujeron de modo inexorable a la crisis económica que estalló en el 2013 y se profundizó en los años siguientes. Con el fin de mantener las altas tasas de rentabilidad, obtenidas con el festín del decenio, la burguesía considera necesario barrer con todas las conquistas de los trabajadores ecuatorianos, retrocediendo a condiciones de trabajo de inicios del siglo XX, al tiempo que direcciona los fondos de la salud y educación a los jugosos contratos de las alianzas público-privadas y concesiones.
El régimen criminalizó la lucha popular utilizando bandas policiacas de provocadores que recurrieron al vandalismo y saqueos, un viejo truco de la maquinaria represiva. Se alentó el racismo contra las comunidades indígenas y se extendió el estigma de “salvajes” contra los pobres de las ciudades. El Estado desató la violencia de los cuerpos armados cobrando varias vidas y dejando a muchos con heridas y mutilaciones. Los ministros amenazaron al pueblo con la legislación terrorista del decenio de Alianza PAIS (en especial el Código Integral Penal) y los capitalistas incapaces de aceptar el conflicto social endilgaron toda la movilización al accionar de secta correísta. En radio y televisión, los periodistas exigían mano dura y trataban a obreros y campesinos de vulgares delincuentes, retomando el viejo argumento que justificó las masacres de 1922, 1929 y 1959. Toque de queda, censura mediática, represión indiscriminada configuran el estado de sitio contra los trabajadores del campo y la ciudad.
Incapaces de aplacar la situación mediante la represión, el gobierno recurre a la Iglesia para tender la trampa de la negociación bilateral con el fin de fracturar la voluntad unitaria del campo popular e incluso de confrontar a obreros con indígenas. La única forma de evitar esto es continuar con la movilización, lograr que esta convoque a más y más sectores populares, conformar asambleas populares en todos los barrios, comités estudiantiles en todos los colegios y universidades, organizar Comités de Seguridad Obrera y Popular para evitar los actos de saqueo por los agentes infiltrados del Estado y los delincuentes, permitir el paso de alimentos para que los habitantes de los barrios populares se reabastezcan.
¡Por la derogatoria del Decreto 883!
¡Renuncia inmediata y enjuiciamiento del ministro Jarrín y la ministra Romo por sus crímenes contra el pueblo!
¡Retiro del proyecto de las reformas antiobreras!
¡La lucha nos da lo que la ley y el patrón nos niegan!
¡Con la fuerza de los trabajadores romper las leyes de los explotadores!
Organizarse es comenzar a vencer
Unión de la Juventud de la Izquierda Revolucionaria