Turquía nunca hubiera podido atacar el nordeste de Siria sin la aprobación de Estados Unidos porque, una vez que los yihadistas han fracasado, las milicias kurdas son el único brazo armado que tienen los imperialistas en la zona.
Es sabido que los imperialistas traicionan a sus peones en todas partes, ya que no los consideran más que como carne de cañón, de los que pueden desahacerse en cuanto dejan de necesitarlos.
Por lo demás, es una traición por partida doble: la de Estado Unidos a los kurdos sigue a la traición de los kurdos al gobierno de Damasco.
Turquía sigue jugando con dos barajas. Como dijo Erdogan en su reciente discurso ante la ONU, “el mundo es más grande que cinco”, en referencia a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y los Estados Unidos.
Tiene razón Erdogan: por sí mismos los cinco han demostrado su incapacidad para imponer su política en Oriente Medio. La Guerra de Siria es la mejor prueba de ello. Necesitan contar con los actores que se mueven sobre el terreno.
Turquía mantiene buenas relaciones con Rusia y, al mismo tiempo, sigue siendo importante para Estados Unidos. Pero no es el juguete que fue durante la Guerra Fría. La presencia de Rusia en la región le proporciona poderosos argumentos y un margen de maniobra mucho mayor.
Rusia y Siria se oponen a la agresión turca, pero no tienen ninguna prisa. Les basta con esperar a que los kurdos se pongan en sus brazos. En Moscú hablan de la posición “maximalista” de los kurdos en su relación con el gobierno de Damasco. Eso significa que llevan tiempo negociando con ellos y que hasta la fecha no han logrado ponerse de acuerdo por un motivo evidente: los kurdos creían en su protector y no necesitaban más. Creían que estaban en una posición de fuerza, cuando en realidad no tenían otra fuerza que no fuera el Pentágono.
Ahora se dan cuenta de su verdadera dimensión. Incluso es posible que hayan aprendido quiénes son sus únicos amigos, una lección básica por la que empieza cualquier cursillo rápido de estrategia.
Turquía le sirve en bandeja al gobierno de Damasco la unidad territorial de Siria, una de las claves de la guerra iniciada en 2011. Una reciente declaración del Ministro de Asuntos Exteriores turco, Mevlüt Çavuşoğlu, dijo que Ankara había “apoyado y seguirá apoyando la integridad territorial de Siria desde el comienzo de la crisis”.
Rusia sólo se opone a la incursión turca de boquilla porque quiere ampliar su cooperación con Ankara, más allá de la Guerra de Siria. Moscú quiere asegurarse de que no va a haber enfrentamientos a gran escala, que serían la excusa perfecta para que grupos del estilo Al-Qaeda o el Califato Islámico desembarcaran en el Cáucaso, como ocurrió hace 20 años.
El ataque turco refuerza muy especialmente la posición rusa, que quiere desempeñar un papel mediador en Oriente Medio, en general, entre los los turcos y los sirios, entre los kurdos y los sirios y entre los kurdos y los turcos. Todas las partes involucradas estarían de acuerdo en un punto clave: que el intermediario está en Moscú.