La sucia herencia de los golpes militares abre de nuevo las venas de Bolivia.

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El golpe de Estado en Bolivia dejó boquiabierto al mundo que vivía convencido de que los tiempos de las intervenciones sangrientas militares habían quedado en la historia. Todos se equivocaron, incluyendo al mismo Evo Morales al desestimar el poder norteamericano.

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Por Vicky Peláez.

“Los que cierran el camino pacífico a las revoluciones,
abren al mismo tiempo, las puertas a las revoluciones violentas”
,
— John F. Kennedy (1917-1963).

Desde la aparición del líder indígena y cocalero en la escena política de Bolivia hace 13 años, el poder norteamericano desató una guerra híbrida contra el Gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) usando todos sus trucos sucios para deshacerse del que fue declarado en 2009 por las Naciones Unidas el Héroe de la Pachamama.

Desgraciadamente, Washington logró su objetivo orquestando un golpe de Estado teledirigido después de siete meses de una intensa campaña para enlodar a Evo Morales y al MAS.

Lo nuevo y lo más trágico en este acontecer fue la actuación de la Central Obrera Boliviana (COB) que lejos de defender, pidió la salida de Evo Morales antes que lo hiciera el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Bolivianas (FAB), el general Williams Kaliman y el comandante general de la Policía, el general Vladimir Yuri Calderón.

El 10 de noviembre, la COB, tras el aumento de la violencia desatada por la derecha boliviana agrupada en torno al candidato Carlos de Mesa Gilbert y al jefe del Comité Cívico de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho Vaca, magnate e integrista cristiano, pidió al presidente Morales “renunciar si era necesario… El pueblo está pidiendo… Si es para el bien del país, si es por la salud del país, que renuncie nuestro presidente”.

Suena paradójico que la principal central sindical del país con 60 sindicatos afiliados que representan cerca de un millón de obreros, campesinos, profesionales, trabajadores asalariados, independientes y estudiantes se olvidara rápidamente de los 13 años de crecimiento económico, estabilidad política e inclusión social que promovió el primer presidente indígena en la historia boliviana, a quien el recientemente elegido mandatario argentino, Alberto Fernández, caracterizó como “el primer presidente de Bolivia que se parece a los bolivianos”.

Es difícil de entender las razones de los sindicalistas de no defender a Evo Morales, quien mejoró la vida de millones de bolivianos, devolviendo la dignidad a los más desposeídos, los alfabetizó y recuperó los recursos naturales que estaban en manos de corporaciones extranjeras como la española Repsol, Petrobras de Brasil, la francesa Total y los ductos en manos de compañías norteamericanas.

Evo Morales contó durante una entrevista a Rebelión en junio de 2016: “Teníamos en 2005 un Estado mendigo, un Estado limosnero. En la parte económica todo era impuesto por el Fondo Monetario Internacional. El Fondo tenía su oficina en el Banco Central de Bolivia. La CIA era un parásito que tenía sus oficinas en el Palacio Nacional. El grupo militar de EEUU tenía las suyas en la sede de las Fuerzas Armadas en el Gran Cuartel General de Miraflores. Cuando había conflicto político y los partidos de la derecha se peleaban, el embajador de Estados Unidos era el padrino…Teníamos una democracia pactada. Todo era pacto. Era legal, pero no había legitimidad”.

El Gobierno de Evo Morales logró refundar al país políticamente. En lo económico, hizo nacionalizar los recursos naturales y las empresas estratégicas, y en lo social, organizó la redistribución de la riqueza. Sin embargo, al concentrar toda su atención en lo económico y social para mejorar la vida de los bolivianos descuidó o no tuvo suficiente tiempo para cambiar la mentalidad militar basada en la doctrina norteamericana de la seguridad nacional.

Tal vez se confió inocentemente en las palabras del general Williams Kaliman, quien lo llamaba “hermano Evo” y se declaraba “anticolonialista e institucionalista” irónicamente, como lo hacía Pinochet en la época de Salvador Allende. No se produjeron grandes transformaciones ideológicas en las Fuerzas Armadas. Es más, se quedaron intactas las directrices de la seguridad hemisférica diseñadas por el Comando Sur norteamericano. No cambió nada con la aparición de nuevos tenientes o capitanes provenientes de los sectores populares hablando aymara. A diferencia de Venezuela, el Gobierno del MAS no logró crear una fuerte unión cívico-militar.

Recién en 2016 se inauguró la Escuela de Comando Antiimperialista, General Juan José Torres Gonzales a la que deben asistir todos los militares que desean ascender al grado de capitán. Allí, los asistentes tienen que tomar obligatoriamente varios cursos afines a la ideología de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) y en especial el curso de Geopolítica del Imperialismo. Lo que quería hacer Evo Morales era crear una réplica inversa de la Escuela de las Américas que actualmente se llama Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad.

El 9 de agosto pasado, el presidente Morales propuso inclusive la creación de un Comando Sur Antiimperialista con la participación de Bolivia, Venezuela, Nicaragua y Cuba. Ya era tarde porque el golpe diseñado en EEUU que incluía a los sectores civiles, empresariales, religiosos, policiales y militares estaba en marcha bajo la supervisión de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Las Fuerzas Armadas y las policiales estaban listas también para tomar parte decisiva en la destitución de Evo Morales y solamente estaban esperando su oportunidad. No hay que olvidar que desde la independencia de Bolivia en 1825 hasta 2019 hubo 189 golpes en 194 años. Tan solo el 6 de octubre de 1970, el país tuvo seis gobernantes en 24 horas.

Y tal oportunidad se presentó finalmente a los militares después de que el expresidente de Bolivia Carlos de Mesa Gilbert y el próspero empresario santacruceño, Luis Fernando Camacho Vaca, supremacista blanco y golpista, hicieron todo lo posible para desestabilizar a Bolivia desatando violencia a nivel nacional contra el Gobierno del MAS so pretexto del fraude electoral desconociendo los resultados electorales de las elecciones y finalmente exigiendo abiertamente la renuncia de Evo Morales.

Todo esto sucedió después de una larga preparación que se comenzó, según el periodista Álvaro Verzi Rangel en abril pasado cuando el Gobierno de Donald Trump asignó 100.000 dólares a la consultora CLS Strategies que posee la mayor base de datos de bolivianos dentro y fuera del país.

A la vez, la estación de la CIA en La Paz tomó el control de redes de WhatsApp filtrando noticias falsas para alarmar y asustar la población. El periódico digital boliviano, Primera Línea reveló que el mismo día de las elecciones, el Sistema de Cómputos de votos fue intervenido por misteriosos hackers norteamericanos.

El mismo día del golpe, se inició una campaña para legitimar la destitución del presidente. Se crearon 4.500 cuentas nuevas en Twitter sin tener ningún seguidor para instalar el hashtag #BoliviaNoHayGolpe.

El 15 de octubre pasado, el mismo Evo Morales denunció que un vehículo de la Embajada norteamericana ofreció a los habitantes de los Yungas obras en esta zona a cambio de que no voten por Evo Morales en las elecciones del 20 de octubre. De acuerdo a Álvaro Verzi Rangel, el Departamento de Estado norteamericano contrató al especialista israelí y exasesor de Benjamín Netanyahu para promover desestabilización del régimen de Evo Morales, manipulación de encuestas, diseminación de fake news para producir erosión social, cultural y política en el país orquestando acciones violentas en Tarija, Chuquisaca, Oruro y La Paz.

Los funcionarios del Departamento de Estado acreditados en Bolivia, Mariane Scott y Rolf Olson, mantuvieron reuniones con diplomáticos de Brasil, Argentina, Paraguay, Colombia, España, Ecuador y Chile en La Paz para pedir su colaboración en acciones de desestabilización del Gobierno de Evo Morales y fragmentación de las Fuerzas Armadas y fuerzas policiales.

La violencia dirigida por Luis Fernando Camacho, llamado el ‘Macho’ por su prepotencia, oratoria exacerbada, racismo y su fanatismo religioso produjo quemas de tribunales electorales, ánforas, actas de elecciones, casas de maestros y autoridades del MAS. La casa de la hermana del presidente fue quemada y la casa del mandatario en Cochabamba fue saqueada después de la renuncia de Evo Morales el pasado 10 de noviembre. Según se dio a conocer por redes sociales comandos del golpe cívico-militar-policial querían quemar la casa del vicepresidente Álvaro García Linera, uno de los grandes intelectuales de América Latina y su biblioteca con más de 30.000 libros. Las bandas de Camacho empezaron una cacería de los periodistas afines al Gobierno.

El director del periódico rural José Aramayo fue amarrado a un árbol en el barrio paceño Miraflores mientras otros periodistas lo entrevistaban en esta situación. Los medios estatales BTV, RPN y la radio de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia fueron intervenidos y hasta el canal cultural privado Abia Yala TV fue desalojado.

Fue un golpe supremacista blanco de las élites bolivianas agrupadas en torno al expresidente Carlos Mesa partidario del neoliberalismo y al líder del Comité Cívico de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, quien desde su juventud estaba ligado a grupos paramilitares que “realizaban actos de racismo y discriminación contra habitantes e instituciones indígenas”, según la Federación Internacional por los Derechos Humanos.

Su exclamación al entrar al Palacio de Gobierno, con la Biblia en la mano y el rosario, “¡nunca más volverá la Pachamama al Palacio de Gobierno!” explica claramente su racismo y su desprecio a la gran mayoría de la población de Bolivia representada por los aymaras.

Tanto es el odio de las élites bolivianas a lo autóctono de su país que hasta declararon una guerra a la wiphala, el símbolo que representa a las comunidades andinas y que fue elevada a bandera nacional en la Constitución de 2008. Los grupos paramilitares de Camacho recorren La Paz quemando y pisoteando la wiphala que encuentran a su paso.

Pero además del sentimiento enfermizo de odio hacia Evo Morales por líder de estas bandas, Luis Fernando Camacho tiene también razones económicas debido a las pérdidas y deudas millonarias que sufrieron sus empresas al nacionalizar el indio, el gas en Santa Cruz.

En tales condiciones no le quedaba otra alternativa a Evo Morales que abandonar el país especialmente después de la emisión de orden de su aprehensión y el desplazamiento de policías y militares a Chapare para arrestarlo y posiblemente ejecutarlo bajo cualquier pretexto. Por intermedio del recién elegido presidente de Argentina, Alberto Fernández, el Gobierno mexicano le otorgó el asilo político a Evo Morales y envió al canciller Marcelo Ebrard para garantizar la seguridad del presidente depuesto.

En vuelo de retorno a México, el Gobierno peruano de Martín Vizcarra y el ecuatoriano de Lenín Moreno mostraron su verdadera esencia de “perritos falderos y sumisos” de EEUU al negar el permiso al canciller del país amigo México, Marcelo Ebrard, de sobrevolar Perú y Ecuador por “razones políticas”.

Esto hace recordar el retorno de Evo Morales en 2013 a Bolivia de Moscú cuando Italia, España, Francia y Portugal no le permitieron al avión presidencial entrar en su espacio aéreo. Posteriormente se supo que la orden provino de la CIA. Ahora la historia se repitió otra vez.

Evo Morales ya está a salvo en México y dispuesto, según sus declaraciones, a “seguir luchando” por su país. Mientras tanto la violencia, persecución, arrestos, disparos están amedrentando a la población de La Paz y otras ciudades. A la vez el proceso de la consolidación del golpe avanza sus pasos con el respaldo de Donald Trump, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, otro “perrito faldero” de Washington y la comisionada de relaciones exteriores de la Unión Europea, Federica Mogherini, que interpretaron al golpe de Estado como “reposición de la legalidad constitucional”.

También reconocieron como presidente de Bolivia a la exconductora de televisión Jeanine Áñez Chávez después de su aceptación por la Fuerza Armada y la fuerza Policial. Para darnos cuenta de lo que representa esta actual lideresa temporal de Bolivia vale la pena recordar lo que ella tuiteó el 14 de abril de 2013: “Sueño con una Bolivia libre de ritos satánicos indígenas. La ciudad no es para indios, que se vayan al Altiplano o al Chaco”.

Se olvidan los golpistas y esta señora descrita en México como “teñida de güera y con aires de raza aria” que la última palabra siempre pertenece al pueblo. Por lo pronto los Ponchos Rojos ya están en La Paz prometiendo una revolución de wiphala. La Coordinadora de las Seis Federaciones de Trópico decretó un plan de lucha para bloquear las carreteras del país y organizar un cerco sobre la ciudad de La Paz. La conformación de un proceso de resistencia avanza en El Alto, en las zonas rurales, en carreteras, ciudades.

Álvaro García Linera, el principal intelectual del MAS al abordar el avión mexicano junto con Evo Morales recordó la frase de Túpac Katari: “Volveremos y seremos millones”, agregando después: “Luchar, vencer, caerse. Levantarse, luchar, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino”.

 

Fuente: Sputnik

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