El coronavirus y la guerra comercial.

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Kike Parra.— Se suele decir que en el amor y en la guerra todo vale. Y el hecho claro y contundente es que estamos en un proceso bélico de alcance mundial en lo que respecta a la economía. Las tensiones entre China y EEUU han ido creciendo a lo largo de los últimos años y las políticas arancelarias y proteccionistas son contestadas con políticas arancelarias y proteccionistas de la contraparte.

La pugna no es algo exclusivo de estas dos potencias, pero sí las que más evidencian esta liza.

Teorías conspirativas al margen que sitúan la política de Trump al frente de la guerra bacteriológica, lo que sí resulta evidente, es que China es la gran damnificada (en lo económico) por la alarma social que el coronavirus causa y ha causado en el mundo.

En este sentido, la aparición de la enfermedad y el tratamiento internacional protocolario y comunicativo, tuvo respuesta inmediata en los frágiles y especulativos mercados del capitalismo. La apertura a principios de febrero de la bolsa China, tras la celebración de su Año Nuevo, marcó un retroceso en su valoración de 7,72% en Shangai y 8,45 % en Shenzhen.

La fluctuabilidad bursátil no ayuda a pensar que esto tenga consecuencias en la economía productiva; sin embargo, hay expertos próximos al Fondo Monetario Internacional (FMI), que apuntan a que el coronavirus tendrá las mismas consecuencias negativas que ha tenido la guerra comercial en 2019 sobre el PIB global. Los bienes de consumo, el turismo, el transporte y las actividades relacionadas con la materia prima ya se están viendo afectadas de forma más que sensible. En la medida que la enfermedad se propague o se detenga, la incidencia sobre la economía China principalmente y mundial, de forma subsidiaria, será mayor o menor.

Las medidas que el 31 de enero fueron anunciadas por EEUU como “preventivas” ante la extensión de la epidemia fueron las máximas posibles y las causantes de incendiar la alarma internacional que amenazó con ser declarada “pandemia mundial”.

Empresas como las americanas Amazon o Nvidia, la sueca Ericcson o la surcoreana LG, al igual que Sony, fueron las primeras en anunciar que no participarían en la Mobile World Congress de Barcelona ante la “emergencia global” declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), a pesar que ningún contagio de la enfermedad se había producido en España. Según anunció Sony, la ausencia fue para salvaguardar la seguridad y salud de sus empleados, clientes y medios de comunicación, echando así, más leña al fuego y poniendo un palo más a las ruedas del tren chino del 5G que encabeza la carrera tecnológica mundial.

Es necesaria la lucha internacional coordinada contra la propagación de la epidemia, pero también se precisa transparencia y situarla en sus justos términos.

El pasado año, España registró 6.300 muertes relacionadas con el virus de la gripe.

Según la OMS, el impacto mortal de la gripe en regiones pobres supera el 10% de los casos graves. El coronavirus tiene una tasa de mortandad inferior al 2% y aunque su propagación es superior a la gripe, en términos de contagio, esta última puede llegar al 20% de la población mundial. Las muertes en ambas enfermedades afecta fundamentalmente a la población mayor de 60 años con problemas de salud previos.

El avance en el tratamiento de la enfermedad es espectacular y desde el pasado 25 de enero se elaboran fármacos efectivos, algunos fruto de la biotecnología cubana y de la cooperación entre pueblos. De nuevo Cuba como ejemplo, frente a la lógica de la política de rapiña en las relaciones internacionales del capitalismo… y es que como dijimos al principio, en el amor y en la guerra todo vale. La revolución al servicio de los pueblos es una muestra más de amor a la humanidad.

1 COMENTARIO

  1. El ministro de sanidad español (que es filósofo y no médico), debería aprender del impresionante plan desarrollado en China desde el comienzo de la crisis sanitaria.

    El gobierno del país más contaminado por ese bicho llamado covid-19, es el que lo combate con más contundencia y eficacia, construyendo hospitales en 10 días, con capacidad para mil personas o una fàbrica de mascarillas en una semana.

    Pese a todas las dificultades que entraña esa batalla, China ha logrado rebajar drásticamente el número de contagiados y no cesa en la búsqueda de toda clase de técnicas para mitigar la expansión y curar a las personas afectadas.

    Esta semana, la sanidad del país que gobierna el Partido Comunista, comandada por doctores y expertos, pero no filósofos, aunque los hay y muy admirados, decidió aplicar dos métodos que están dando frutos muy positivos: algunos de los enfermos graves ya han recibido o células madre o plasma sanguíneo de personas ya sanas que superaron la enfermedad y también se han curado.

    Mientras tanto, el pueblo chino sigue demostrando una admirable disciplina, cumpliendo a rajatabla las indicaciones de los médicos, expertos, científicos (mujeres y hombres) para ganar esa guerra y acabar con covid-19.

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