Borroka garaia da!.— Estar algunos días o un par de semanas en casa sin salir a nadie le supone un esfuerzo titánico e inconcebible. Hay más días que longanizas. Incluso puede ser beneficioso para reencontrarse con ese libro o videojuego que nunca pudiste acabar, con esa serie que no sabes su final. Con ese familiar al que tanto quieres y que al parecer el ritmo de vida no da muchas opciones para simplemente pasar el tiempo con él. Cortar con esa dinámica de vida que no recuerdas muy bien cuando te la pusiste si es que lo hiciste. Estar sin hacer nada o haciendo lo que tu quieras es una tranquilidad. Poder desconectar a lo que te han conectado. Recuperar un poco el tiempo aunque solo sea para pensar.
Claro que todo el primer párrafo de arriba es una utopía y hay algo que lo impide. Y la paradoja de ello es que las razones que lo impiden no tienen nada que ver contigo sino que vienen impuestas. La clase trabajadora tiene que sostener a los estados y al capitalismo y sin ella se derrumbarían irremediablemente, la clase burguesa no tendría de dónde sacar el beneficio y los gobernantes no tendrían a quién gobernar, de la misma manera que todo se derrumbaría si las que limpian o cuidan gratis dejarían de hacerlo.
Nos hablan de crisis sanitaria mundial, pero la inmensa mayoría de los que nos hablan de ello lo hacen como los anuncios navideños que quieren que se venda el turrón y para ello intentan jugar con tus sentimientos durante algún minuto. No porque les importen sino porque quieren ventas. De ahí que toda la alerta mundial surgida ahora no lo haya sido realmente por la salud y bienestar de la gente corriente sino por las consecuencias económicas para el mercado capitalista y sus grupos de poder. Sino, la alerta se hubiera dado hace ya demasiado tiempo pues se cuentan por cientos de miles las personas que mueren al año por deficientes sistemas sanitarios, enfermedades y situaciones fácilmente evitables o por pura hambre. Pero que muera gente por ello no afecta al sistema, las personas que murieron en Zaldibar o en tantos otros contextos similares serán remplazadas, como las que siguen goteando por el amianto.
Que no le quepa la duda a nadie, que todas las medidas que están tomando los gobiernos a cuenta del coronavirus no están en función de la salud de nadie sino en cálculos del impacto económico para la burguesía, pues si por algo se caracteriza el capitalismo es por poner al capital delante de las personas. De ahí que cada paso forzado en ese sentido que realizan empezará siempre en las esferas que menos afectan a sus intereses pese a que existen otras que puedan requerir una intervención directa pero que debido a su relación con los núcleos de la explotación serán dejadas a lo sumo para el final.
El miedo es un factor muy poderoso, una sociedad con miedo es una sociedad manipulable donde emergen con facilidad elementos autoritarios del poder que salvaguardan sus intereses y ponen en dependencia debido a la sensación de indefensión. Es precisamente el combatir esa indefensión lo que puede revertir la dependencia y el miedo.
Una clase trabajadora organizada y no dependiente no tendría que esperar a tomar las medidas que ella crea necesarias para salvaguardar sus intereses y su vida. No tendría que remitirse a un ciclo permanente de reivindicaciones y peticiones esperando que unas instituciones burguesas le den lo que no le pueden ni quieren dar. No le sale tan caro una concentración ni una manifestación multitudinaria a ningún estado. Sino mediante la auto-ayuda comunitaria y la acción directa ejercer el poder de clase. Y puede suponer desde una huelga general indefinida de la producción en tanto que la salud y la vida de la clase trabajadora no esté asegurada hasta métodos de control a la burguesía que pone en peligro tal vida, y que las “pérdidas” las pague para variar la clase burguesa. Eso es curarse en salud.
La otra opción es lo de siempre, que el período de miedo y dependencia sea la fragua para nuevas medidas contra el interés de la clase trabajadora, y que todas las “crisis” las paguen también los y las de siempre.
Al final de todo, lo que viene al caso son las listas de prioridades, vivir en un sistema donde lo importante es pagar los yates y chalets de la gentuza, o en algo donde la vida y las cosas importantes de verdad, como la salud, sean el centro de atención. O lo que es lo mismo, acabar perdido bajo un vertedero o socialismo, comunidades vivas sin explotación.
Y es que precisamente, esos miedos, esas angustias, pueden ser poderosas pero en sentido contrario al antes comentado, ya que una vez rota la dependencia cuando no se hacen paralizantes pueden ser las fraguas para crear la crisis que necesitamos, no las “crisis” que nos crean, la crisis que vaya hundiendo al sistema y elevando a los y las de abajo para que expropien y recuperen todo lo que les pertenece, empezando por su vida. Ellos intentarán hacer el máximo daño posible, nuestro bucle infame es ayudarlos y colaborar en sostener y equilibrar todo su entramado.