31 ancianos han muerto en un geriátrico de Canadá que fue abandonado por sus cuidadores por miedo al contagio. Los supervivientes han aparecido deshidratados y desnutridos en medio de los cadáveres.
Ha ocurrido en un centro privado de Dorval, cerca de Montreal, después de que casi todas los enfermeros abandonaran el centro precipitadamente por miedo a la propagación del coronavirus.
El Primer Ministro de Quebec, François Legault, anunció una investigación por negligencia grave. Según Legault, sólo quedan dos enfermeras para atender a los 130 residentes.
Las fuentes oficiales imputan cinco de las muertes al coronavirus y de las otras 26 no se sabe nada. Un médico forense se dispone a realizar las autopsias de los cadáveres para determinar los motivos.
En Canadá unos 2.000 trabajadores de la salud han desaparecido con la pandemia y la mitad de las casi 1.300 muertes que se imputan al coronavirus se han producido en los centros que denominan CHSLD, es decir, de atención a largo plazo.
Un diario local afirma que el dueño del geriátrico es Samir Chowiera, quien ha estado en la cárcel por fraude y tráfico de drogas. La reclusión de los ancianos en el centro costaba 45.000 dólares canadienses al año.
Ahora en Canadá creen que esto es un “escándalo” y hacen como que no sabían nada. Sin embargo, los presupuestos para cuidados a largo plazo son el pariente pobre del sistema de salud de Canadá: no hay ni un céntimo de dinero público para estos fines.
El Primer Ministro de Quebec ha pedido a los médicos que vayan a trabajar a los CHSLD y, precipitadamente, ha enviado a 124 soldados a prestar servicios de atención a los ancianos en los geriátricos de la provincia.
Los geriátricos expresan las lacras de las sociedades capitalistas que abandonan a los ancianos en centros privados.