Medidas extraordinarias, filantropía y caridad de los explotadores en tiempos de crisis…

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«La donación de los empresarios y diversos países capitalistas de material médico, alimentos, tecnologías y demás, no corresponde fundamentalmente a la filantropía de las figuras que los dirigen, sino que, en casi todos los casos, se explica como un aprovechamiento del momento para realizar un lavado de imagen. Aquí encontramos como la derecha tradicional defiende a figuras empresariales como Amancio Ortega, bien conocidas por evadir impuestos, la tenencia de trabajadores en condiciones paupérrimas e incluso practicar la explotación asalariada infantil en los países del llamado «segundo» y «tercer mundo» [6].

Engels ya comentaba en sus tiempos:

«¡Establecimientos de beneficencia! ¡Como si fuese ayudar al proletario el comenzar por explotarlo hasta sangrar para luego poder desagraviarlo con complacencia y farisaísmo con vuestro prurito de caridad y presentaros ante el mundo 374 como grandes benefactores de la humanidad, mientras devolvéis a ese desdichado que habéis exprimido hasta la médula, la centésima parte de lo que le corresponde! ¡Beneficencia que degrada aun más a aquel que la practica que a aquel que la recibe; beneficencia que hunde todavía más en el polvo al desafortunado que se ha pisoteado, que implica que el paria deshumanizado, excluido de la sociedad, renuncia en primer lugar a la última cosa que le queda, a su aspiración a la cualidad de hombre, y mendiga primeramente su benevolencia al lado de la burguesía, antes que ella le haga el favor de estamparle en la frente, al darle la limosna, el sello de la deshumanización!». (Friedrich Engels; La situación de la clase obrera en Inglaterra, 1845)

Ya en la era preindustrial los mandatarios conocían mecanismos para mantener su sistema en periodos de crisis. Las clases explotadoras incluso se tomaban las donaciones como signo de prestigio y estatus social:

«Para los que daban limosnas, la donación caritativa no solo era un deber religioso, sino también una demostración social; el agolpamiento de mendigos entorno a su persona y a su casa no se consideraba una carga, sino la confirmación de su prestigio social. (…) Las limosnas y los donativos de los particulares acomodados, de las instituciones eclesiásticas y estatales, paliaron un poco las consecuencias de la pobreza estructural de la Europa preindustrial. (…) Sin embargo sólo era un modesto paliativo del que no cabía esperar, ni se esperaba, el fin de la desigualdad». (Ernst Hinrichs; Introducción a la historia de la Edad Moderna, 2012)

Marx incluso vincula la práctica de la caridad con la influencia del idealismo religioso, que es la arma perfecta de las clases explotadoras para engañar a los explotados, para aliviar su conciencia:

«Los principios sociales del cristianismo han tenido ya dieciocho siglos para desenvolverse. (…) Los principios sociales del cristianismo predican la necesidad de que exista una clase dominante y una clase dominada, contentándose con formular el piadoso deseo de que aquella sea lo más benéfica posible. Los principios sociales del cristianismo dejan la desaparición de todas las infamias para el cielo, justificando con esto la perpetuación de esas mismas infamias sobre la tierra. Los principios sociales del cristianismo ven en todas las maldades de los opresores contra los oprimidos el justo castigo del pecado original y de los demás pecados del hombre o la prueba a que el Señor quiere someter, según sus designios inescrutables, a la humanidad. Los principios sociales del cristianismo predican la cobardía, el desprecio de la propia persona, el envilecimiento, el servilismo, la humildad, todas las virtudes del canalla; el proletariado, que no quiere que se lo trate como canalla, necesita mucho más de su valentía, de su sentimiento de propia estima, de su orgullo y de su independencia, que del pan que se lleva a la boca. Los principios sociales del cristianismo hacen al hombre miedoso y trapacero, y el proletariado es revolucionario». (Karl Marx; El comunismo del Rheinischer Beobachter, 12 de septiembre de 1847)

La izquierda revisionista publicita durante la crisis la actuación de regímenes imperialistas como China; ese que se ha dedicado a intentar hacer negocio durante la crisis vendiendo tests rápidos sin controles de calidad, un régimen precisamente conocido por la falta de derechos laborales y una política exterior agresiva en lo militar y económico [7]… aunque la izquierda revisionista también insiste en publicitar a todas horas a países como Cuba; que han mantenido buenas relaciones con países fascistas y han mantenido desde el principio una política de sumisa dependencia económica hacia los imperialismos como España [8]. Pero sinvergüenza alguna tratan de vendérnoslos como «modelos socialistas e internacionalistas a seguir y apoyar». En estos últimos dos casos, en el supuesto de que fuese cierto que los aportes se hacen por humanismo, les recordamos que la historia ha registrado casos de altruismo entre bondadosos filántropos burgueses, que varios países capitalistas han prestado gratuitamente o con intereses ayuda durante ciertos desastres naturales recientes –véase los millones que tanto del gobierno español, ONGs, Cruz Roja, como particulares, aportaron tras el terremoto que asoló Haití en 2010–. Eso no borra las relaciones de producción de sus respectivos países ni su política exterior, y cuando decimos esto, por supuesto incluimos en esta lista tanto a los países capitalistas «tradicionales» como a los países capitalistas revisionistas que se hacen pasar por «marxistas». Tampoco el tener un gran sistema sanitario o buenos servicios públicos es sinónimo de «socialismo» como pregonan algunos [9], sino países como Suiza, Singapur, Francia, Andorra o la propia España que siempre ha salido en las listas de los países con mejores sistemas sanitarios sanitario, serían más «socialistas» que nadie». (Equipo de Bitácora (M-L); Algunas consideraciones sobre el COVID-19 [Coronavirus], 2020)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

[6] El empresario Amanacio Ortega ha donado 300.000 mascarillas a la sanidad pública, dicha empresa ha sido de los primeros en decretar un Erte a 45.000 trabajadores aunque dice garantizar su sueldo durante la suspensión. Fuera de España cuenta con 145.000 trabajadores, lo que ya da a entender que como para cualquier burgués: su prioridad no es el desarrollo de su patria sino el de su bolsillo. Existe toda una legión de periodistas afines a él como Juan Manuel López-Zafra, que afirman que es mentira que desarrolle actividades de explotación infantil. Lo cierto es que Zara, otra de de las empresas de Ortega, tuvo que pagar una multa precisamente por esa causa. La Agencia EFE reportaba que:

«La multinacional española Zara deberá pagar 5 millones de reales 1,5 millones de dólares en Brasil en el marco de un nuevo acuerdo firmado con la Fiscalía por un caso de trabajo esclavo registrado en 2011, informó hoy el Ministerio Público del Trabajo (MPT) de Sao Paulo». (El periódico; Zara deberá pagar 1,5 millones dólares en Brasil por caso de trabajo esclavo, 13 de mayo de 2017)

Parte de la fortuna de este gran «patriota», se ha cosechado evadiendo impuestos al Estado a través de diversas fórmulas:


«Amancio Ortega, dueño y fundador de la empresa textil Inditex es, con un patrimonio estimado de más de 61.000 millones de euros, el segundo hombre más rico del mundo según el ranking de la lista Forbes. La multinacional que controla su buque insignia, Zara, declaró en 2015 un beneficio neto de 2.880 millones de euros, pero no es oro todo lo que reluce. De hecho, y según un estudio presentado este jueves, sólo entre 2011 y 2014 Inditex se sirvió de «agresivas técnicas de ingeniería fiscal» para evitar pagar 585,72 millones de euros en impuestos. Y esta cantidad sólo supone una estimación de la elusión fiscal-legal, a diferencia de la evasión fiscal- practicada por el gigante textil sirviéndose de sus red de empresas en Holanda, Irlanda y Suiza, aunque el estudio en cuestión advierte de que la cifra exacta podría ser mucho más elevada. (…) Estos son sólo algunos de los datos del informe presentado este jueves en el Europarlamento por varios eurodiputados del grupo de Los Verdes/ Alianza Libre Europea en rueda de prensa. A lo largo de una treintena de páginas, el estudio Tax Shopping: explorando el negocio de elusión fiscal de Zara, que firma el economista Marc Tataret -Universidad de Barcelona (UB)-, documenta algunas de las «técnicas clásicas» empleadas por la empresa matriz para eludir impuestos». (El Público; Inditex esquivó 600 millones en impuestos gracias a la ingeniería fiscal, 7 de diciembre de 2016)


Casualmente, los economistas que niegan estas triquiñuelas de la economía sumergida, son los mismos que luego se echan las manos a la cabeza con la aparición de los «Papeles de Panamá».

[7] He aquí un ejemplo del servilismo hacia el revisionismo y el capitalismo:

«Todos estos hechos ponen manifiesto la superioridad de una sociedad con la economía planificada como la China que, finalmente y tras una batalla ejemplar en la que las personas fueron el centro de toda su gestión, no solo ha sido capaz de vencer la pandemia, sino que está en condiciones de ofrecer, junto a Cuba y sus brigadas médicas, su solidaridad internacionalista al mundo. HOY VENCER AL COVID-19. MAÑANA DERROTAR AL CAPITALISMO». (Partido Comunista de todos los Pueblos de España; 200.000 millones, no es un escudo, es un plan de rescate empresarial con un limitado anexo social, 2020)

Este es un ejemplo de los muchos que existen. Para refutar estas afirmaciones recomendamos lo que sigue.

Véase sobre China:

China como un «país pacífico que no se mete en asuntos externos»; Equipo de Bitácora (M-L), 2018

La política socialimperialista de los gobernantes chinos no es casual, es un reflejo de su política opresiva y explotadora en el interior; Equipo de Bitácora (M-L), 2018

[8] Véase sobre Cuba:

Sobre el supuesto intachable e innegable internacionalismo de Cuba

Reflexiones sobre el VIIº Congreso del Partido «Comunista» de Cuba y su línea económica; Equipo de Bitácora (M-L), 2016

[9] Sobre los logros sociales como sinónimo de «socialismo» marxista:

«Nos parece esencia aquí empezar con una digresión sobre los términos tan distorsionados como son las palabras «izquierda» y «socialismo». Para todo socialdemócrata como para todo revisionista y para todo pequeño burgués, estas palabras definen no una sociedad donde es abolida la esclavitud asalariada, sino una sociedad donde el bienestar material es asegurado a todos o casi todos y donde es garantizado una cierta seguridad sobre el plan social y de empleo. Para un no marxista se representa el socialismo como un simple asunto de redistribución de las riquezas o se manifiesta por la baja pobreza o de desigualdades, el socialismo es para él un índice de progresismos. Lo mismo que un pequeño burgués contempla los «logros sociales» solo en el estrecho marco nacional de su país, haciendo caso omiso del lugar que ocupan las relaciones de producción. Para todos aquellos que se horrorizaron por el análisis de las relaciones de producción, para aquellos que están tentados de continuar clamando que «a pesar de todo» es decir a pesar de la existencia de una burguesía monopolista de Estado, los países revisionistas permanecieron como países «socialistas», «más igualitarios», tomemos en serio sus enfoques por un momento. Si tomamos como indicador de socialismo el criterio de distribución menos desigual de la riqueza, solo tenemos que comparar a los países bajo el coeficiente de Gini. El coeficiente de Gini indica en qué medida se da la distribución del ingreso de los hogares y como se apartan de una igualdad perfecta. Varía de 0 a 100, presentando 0 la igualdad perfecta y 100 la desigualdad máxima. (…) En 2005 el indicie de Gini daba un 67 a la media mundial. Países como Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca poseen actualmente las disparidades más reducidas de renta, materializándose en un coeficiente superior a 20 pero inferior a 30 en tal índice». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

Sobre los criterios para evaluar las relaciones de producción de un régimen:

«Entre los revisionistas el criterio del socialismo es en los índices tales como:


1° La base –absoluta o relativa– del número de pobres, sin tener en cuenta ni la existencia de una clase social burguesa, ni la posición internacional del país.


2° El aumento de la producción en las diferentes ramas de la economía.


3° La existencia de subvenciones sociales en la educación, sanidad, etc.


Pero estos índices revelan una concepción idealista y agnóstica del socialismo, ya que no toca directamente los análisis de clase en lo nacional e internacional, ni se recurre a un análisis sobre las relaciones de producción. Estos índices, tomados aisladamente también pueden ser parte de las relaciones de producción burguesas. Entre los revisionistas, sólo describen de manera muy parcelaria y superficial –en el mejor de los casos– una realidad económica y social, mientras que los índices objetivos, ellos, permiten apreciar la realidad económica y social a partir de sus fundamentos objetivos y en su carácter global. Los índices en los que se fijan los revisionistas se focalizan en las apariencias o en los detalles, olvidando lo esencial y reproduciendo las estadísticas burguesas en su forma bruta y sin la menor crítica. ¡La piedra de toque entre la compresión del materialismo dialéctico no está constituida por estos índices ni siquiera en el reconocimiento de la existencia de la lucha de clases, sino por su base material económica!


Esto demuestra su agnosticismo y su idealismo cuanto tratan la cuestión de la construcción del socialismo. Estos diseños conducen a la negación de las leyes universales del marxismo-leninismo y a la sustitución por unos puntos de vista antimaterialistas que durante medio siglo de dominación revisionista internacional, promovieron y reforzaron desde los revisionistas en los ex países socialistas, los revolucionarios democrático-burgueses y hasta los nacionalistas burgueses que procuraron vestirse de ropajes socialistas y marxistas:


«La negación de estas leyes conduce al revisionismo. Especulando con los cambios que se operan en el mundo y con las condiciones nacionales específicas, los revisionistas han sustituido las verdades universales del marxismo-leninismo por sus tesis y conclusiones antimarxistas y contrarrevolucionarias». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)


Es pues con una gran perspicacia es que marxistas-leninistas albaneses observaban el hecho de que:


«El agnosticismo devino en una de las formas fundamentales de las diversas corrientes y subcorrientes de la filosofía burguesa contemporánea. Su fin es crear duda sobre la posibilidad de conocer las leyes de la naturaleza y de la sociedad, de utilizarlas en la práctica con vistas a transformar el mundo». (Kristaq Angjeli y Artan Fuga; La filosofía idealista contemporánea, arma ideológica en manos de la reacción imperialista, 1986)


Los índices objetivos –es decir, basados en la concepción materialista– de una sociedad y una economía socialista son:


1° La ausencia de clases explotadoras y el poder de dictadura del proletariado que asegura la centralización de la economía alrededor de un plan de desarrollo a largo plazo así como una norma de acumulación elevada.


2 ° Un comercio exterior del que la estructura excluye la inclusión a la división internacional del trabajo, bajo pena de dar rienda suelta a las leyes de la producción de mercancías sobre el mercado interior


3 ° El crecimiento prioritario de la industria de producción de los medios de producción con vistas a la reproducción ampliada más rápida del producto social.


4 ° La parte preponderante de los trabajadores del sector productivo con relación al total de los trabajadores así como la ausencia de paro estructural.


5 ° La reproducción ampliada de la mano de obra, la participación creciente de las mujeres a la producción, ilustrando el grado de emancipación económica, política y social de los trabajadores.


Esta lista obviamente no es exhaustiva, pero marca de forma indiscutible una diferencia entre los índices propuestos por los revisionistas para evaluar una sociedad y economía socialista». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

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