Los hechos de la última semana han demostrado quién ejerce el verdadero poder en Ucrania un año después de la investidura del presidente Zelensky, del que se esperaban tantos cambios políticos. Las ingenuas esperanzas de millones de votantes han sido en vano. El poder real sigue estando en los nacionalistas que merodean por las calles del país y sus patronos, entre los cuales están los liberales subvencionados, que han forzado al fracasado “Servidor del Pueblo” a servirles imponiendo su agenda política.
Representantes de este estrato social bloquearon la oficina del SBU en la que el famoso “activista” de extrema derecha Serhiy Sternenko había sido citado. En 2018, apuñaló hasta la muerte al residente de Odessa Iván Kuznetsov e hirió a otra persona. Es más, según las pruebas de la investigación, persiguió a su víctima unos cien metros y lo mató en el suelo mientras retransmitía por streaming desde la escena. Evidentemente, nada de esto puede calificarse de legítima defensa.
Sin embargo, no ha tenido consecuencias. Sternenko ha seguido libre, lo que se explica por su colaboración activa con los servicios de seguridad y representantes de las más altas esferas de la escena política post-Maidan. Solo hace falta recordar que este odiado personaje no tuvo problemas para conseguir una cita con el Fiscal General del Estado, Ruslan Ryaboshapka en el despacho de este. En general, Sternenko se ha comunicado abiertamente con representantes de los más altos escalones políticos tanto con Poroshenko como con su sucesor Zelensky. Esto sería imposible en cualquier país europeo actual, donde el contacto con un acusado de asesinato sería el final de la carrera de cualquier alto cargo.
Pero Ucrania es como otra Europa, la que desapareció prematuramente en 1945. Toda la clase privilegiada nacionalista, incluyendo defensores de los derechos humanos locales, políticos y periodistas, han salido en defensa de Sternenko. Han visto en este caso un posible precedente, ya si el asesino de Odessa es condenado, significaría la ruptura de los sagrados derechos de la casta intocable que se ha desarrollado en Ucrania desde Maidan. Es decir, supondría la pérdida de los privilegios de esos “activistas” que constantemente quedan impunes de serios crímenes solo porque están protegidos por el Gobierno y porque la ultraderecha es capaz de amedrentar con éxito a la policía, los investigadores y los jueces.
Zelensky no ha podido aguantar la presión y ha capitulado de la forma más vergonzosa, escupiendo contra los sentimientos de su engañado electorado. El Servicio de Seguridad de Ucrania ha imputado al fallecido Kuznetsov y su asesino es ahora oficialmente reconocido como víctima. Esta absurda situación ha sorprendido incluso a los ucranianos, que han visto todo tipo de locuras y que otra vez ven cómo las leyes no se aplican a todos en el país. Y ahora ni siquiera sorprende ya que Andriy Ermak, jefe de la Oficina del Presidente, informando a los representantes de la organización estadounidense Atlantic Council, anuncie la creación de un consejo especial de Maidan y veteranos de “ATO”, que tratará las causas penales contra activistas de Maidan y veteranos de la guerra. Es decir, que básicamente se juzgarán a sí mismos, con el previsible resultado que eso implica.
La tarde del mismo día, la extrema derecha se presentó en la oficina editorial de Gordon exigiendo que se castigue al periodista y presentador de televisión Dmitry Gordon por haber realizado una exhaustiva entrevista a Igor Strelkov y, antes que eso, a la diputada del Parlamento ruso Natalia Poklonskaya [Fiscal de Crimea en 2014 cuando se produjo la secesión-Ed]. Los nacionalistas han visto en ello una traición y abiertamente amenazan a Gordon con violencia. El atemorizado periodista inmediatamente se defendió alegando que había realizado esas grabaciones con autorización de la Fiscalía General del Estado y el SBU para recopilar información sobre los enemigos del pueblo y que supuestamente ya había enviado el disco duro con la información directamente a La Haya. Al mismo tiempo que Gordon reafirmaba mil veces su voluntad política y alto patriotismo, los “activistas” le acosaban en las redes sociales y le amenazaban con los más sofisticados métodos de castigo.
Sin embargo, este bombo patriótico era claramente el objetivo de las entrevistas de Gordon, que han tenido una enorme respuesta y miles de visitas en YouTube. Sus buenas conexiones con políticos influyentes protegerán al periodista de cualquier agresión real. Es más, estas entrevistas no han revelado nada nuevo y claramente no minan las bases ideológicas del Gobierno ucraniano moderno.
Sorprendentemente, algunos analistas ven signos de que las entrevistas a Poklonskaya y Strelkov indican cambios tectónicos en la conciencia de la sociedad ucraniana. “Algo está cambiando: antes habría sido imposible, pero ahora es posible”, argumentan estos incorregibles optimistas. Están convencidos de que Dmitry Gordon representa las opiniones de la élite ucraniana, que está cambiando de alguna manera. Sus emisiones supuestamente denotan cambios en la tendencia de la política informativa, que está al borde de deshacerse de la censura patriótica que emergió después de Euromaidan.
En realidad, los símbolos de la realidad ucraniana deben buscarse en hechos completamente diferentes. Los verdaderos signos de los tiempos son el reconocimiento de Sternenko como víctima mientras se imputa al hombre al que apuñaló. Las sanciones contra el Hermitage, la Universidad Estatal de Moscú y el museo Pushkin, algo que no se hizo ni siquiera en tiempos de Poroshenko. El récord en el número de niños que se han visto afectados por los bombardeos [ucranianos] en los territorios no controlados por el Gobierno, según han confirmado los observadores internacionales. La prolongación del arresto del periodista Vasily Muraitsky, que lleva cuatro años bajo arresto domiciliario pese a que cuenta con el apoyo de defensores de los derechos humanos del más alto nivel internacional, que le han calificado de preso político. O el ataque Nazi contra el bloguero opositor Mijaíl Shpir en pleno centro de Kiev.
En resumen, hay suficientes indicios para decir exactamente lo contrario: si algo ha cambiado en Ucrania, no ha sido a mejor. Las entrevistas a Poklonskaya y Strelkov no son una excepción. Es muy sencillo: lo que Gordon puede permitirse hacer no está permitido para los ciudadanos comunes que no tienen conexiones con los servicios de seguridad y las autoridades.
Comparen eso con la forma en que los oligarcas ucranianos han aumentado silenciosamente su comercio con el “país agresor”, promocionando sus negocios pese a la histeria nacionalista y las armas que retumban en la guerra. Mientras tanto, gente corriente es enviada a prisión por publicar posts críticos en VKontakte, acusados de ser agentes de influencia rusa o espías reclutados.
Por cierto, tampoco en eso ha cambiado nada. Recientemente, el SBU ha informado de que cientos de ucranianos han sido imputado según artículos políticos por publicar posts incorrectos sobre el coronavirus, escritos por orden de la inteligencia enemiga. Solo en la última semana, docenas de personas han sufrido esta persecución pese a que no son culpables de nada. Y esto vuelve a demostrar cuál es la “libertad de expresión sin precedentes” que prometía Zelensky. Libertad para los suyos, solo para los gordons y sternenkos.