¡Abajo las máscaras!

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Quienes no son capaces de diferenciar entre la ciencia y las instituciones de todo tipo que hablan en su nombre, tienen un serio problema porque a menudo esas instituciones entran en contradicción unas con otras y no es fácil decidir si unas unas son científicas y las otras no.

Por ejemplo, la OMS está en contradicción con el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) sobre el uso de mascarillas. Las OMS llegó a decir que “no existen pruebas científicas que avalen que las [mascarillas] fabricadas con materiales sintéticos sean realmente eficaces ante el coronavirus”.

Otras pueden ser contraproducentes, convirtiéndose en un “foco infeccioso”, añadía la OMS.

Los diferentes tipos de mascarillas podrían llenar las estanterías de un supermercado y la OMS no recomienda el uso de determinados tipos de ellas.

Si a ello añadimos quién se las debe poner, cuándo se las debe poner o durante cuánto tiempo, el universo de las mascarillas da para reseñar una amplia bibliografía. La postura de la OMS al respecto es clara y obvia: “no existe una única evidencia sobre el uso de las mascarillas” (1).

En una rueda de prensa el director del organismo internacional propuso alentar “a aquellos países que están considerando el uso de mascarillas entre la población en general que estudien su efectividad”.

En plena pandemia Tedros Adhanom Ghebreyesus admitía que no sabían nada sobre este asunto que debían aprender sobre la marcha.

En Estados Unidos los CDC tienen sus propias normas sobre los distintos tipos de mascarillas (2).

En Europa el ECDC asegura que las mascarillas de tela son menos protectoras que las quirúrgicas porque la penetración de virus es alta, es decir, porque no sirven para nada.

Es más, dichas mascarillas aumentan el riesgo de infección debido a la humedad, la difusión de líquidos y la retención del virus, añade el ECDC.

Los organismos científicos suelen cambiar de opinión de un día para otro por muy diversas razones que, en ocasiones, están lejos de ser transparentes. Por ejemplo, el 9 de abril el ECDC cambió de opinión sobre el uso de mascarillas y publicó un informe para justificarse a sí mismo (3).

Sin embargo, aquel día la ciencia no cambió. No se había descubierto nada nuevo, ni se habían publicado nuevas investigaciones.

No había cambiado nada. Como todos sabían, estaba claro que las mascarillas no sirven para nada y así lo admite la letra pequeña del informe, si se lee con un poco de atención.

Las mascarillas, dice el informe, se usan mucho en los países asiáticos por pura costumbre y nunca han servido de protección frente a la gripe.

Como es obvio, tampoco les sirvió de nada frente al coronavirus, ya que intervienen otros factores, añade dicho informe.

En conclusión, al principio el ECDC no recomendaba el uso obligatorio a toda la población, sino sólo a los trabajadores sanitarios y a los enfermos con síntomas. El cambio consistió en ampliar la recomdanción a los asintomáticos, cuando en una determinada localidad se hubieran detectado muchos casos positivos asintomáticos.

El informe decía que las mascarillas “no sustituyen a las medidas preventivas”, sino que son “una protección añadida y complementaria”.

En España inicialmente tampoco estaba recomendado su uso y no las podían recomendar porque no había suficientes para todos. “El gobierno no puede exigir nada a la ciudadanía que no esté en condiciones de cumplir”, dijo el Ministerio de Sanidad.

La ministra de Hacienda y portavoz del gobierno, María Jesús Montero, dijo que la imposición de las mascarillas a toda la población dependería “de la evolución de la pandemia”, lo cual era absurdo si la cifra de “infectados” remitía durante la desescalada: si se había reducido el número sin ella, estaba claro que en lo sucesivo no serviría para nada.

Por lo demás, Montero hablaba de “recomendación” y no de imposición obligatoria, que es lo que finalmente decidió el gobierno del PSOE y Podemos. No han seguido al ECDC en su cambio de criterio. Han hecho las cosas al estilo fascista de toda la vida: imponiendo la mascarillas a todos y de manera obligatoria.

Las mascarillas también han llegado para quedarse como uno de los primeros fetiches del siglo XXI. Las ampliación del mercado ha creado innovaciones y nuevos diseños para todos los gustos. Las casas de moda preparan pases de modelos de mascarillas, tanto para señora como para caballero, tanto para niñas como para niños.

(1) https://www.consalud.es/pacientes/especial-coronavirus/sanidad-recomienda-generalizado-mascarillas-espacios-publicos_77403_102.html
(2) https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/hcp/ppe-strategy/face-mask.html
(3) https://www.ecdc.europa.eu/en/publications-data/using-face-masks-community-reducing-covid-19-transmission

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