Vericuetos electorales de brutalidad policiaca, pandemia y contracción económica

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Ramón Sánchez – Parodi Montoto.— El abominable asesinato,  sádico y con sevicia,  del ciudadano negro George Floyd, ejecutado por cuatro  policías de Minneapolis, Minnesota, filmado por testigos en la escena del crimen y que alcanzó una rápida difusión y condena en todo el territorio estadounidense, desplazó la pandemia de la COVID-19 y la contracción económica a ella asociada del centro de atención mediática en Estados Unidos.

El movimiento de protesta popular ha sido tan amplio y masivo que resulta imposible en el marco de este artículo describirlo en toda su expresión. Trataremos de presentar una visión general de lo sucedido en poco más de dos semanas en la nación norteamericana.

La ola de protestas, en ocasiones violentas, acaecidas desde el mismo 25 de mayo, día del horrendo crimen, se ha propagado hacia todos los confines del país, incluyendo al menos 140 de las más populosas ciudades, entre ellas el Distrito de Columbia, donde se ubica la Casa Blanca, sede de la presidencia de la nación. Llama la atención que estas demostraciones de protesta se han generado localmente, de manera prácticamente espontánea y sin que se destaque una organización o dirección nacional que las promueva.  Además, cuentan con una fuerte presencia de la  mayoritaria población blanca.

Así lo destacó el reverendo Jesse Jackson el 8 de junio en declaraciones a USA Today:

“Mucha gente blanca nunca tuvo la ocasión de expresar como se sienten realmente. Estas marchas son marchas de esperanza. La gente blanca está diciendo que el racismo es un problema; eso es un despertar.” Y añadió que mientras durante décadas “la América blanca toleró los linchamientos, hoy la gente blanca se siente avergonzada por lo que está sucediendo”. Jackson mencionó diversos hechos como la derrota en Iowa de un notorio congresista republicano racista y el creciente número de líderes afroamericanos en ciudades fuera del sur como evidencia “del crecimiento de nuestra fuerza política.”

Según informaciones de prensa, las autoridades locales en 23 estados y en el Distrito de Columbia han convocado a las respectivas Guardias Nacionales para que participen de varias maneras en el control de las manifestaciones, pero muy particularmente en la represión sobre los manifestantes, lo cual se ha pretendido justificar por parte de los sectores conservadores de derecha, aludiendo a los dispersos casos  de saqueos, vandalismos e incendios intencionales perpetrados. La acción policial ha sido dirigida, en lo esencial, a reprimir a los participantes en las protestas, aun cuando han sido inicialmente pacíficas.

Es impresionante la movilización popular que se ha producido en el país y en el extranjero, a pesar de que  la decisión de protestar ha sido convocada por iniciativa de grupos o personas locales. Ningún partido u organización política de carácter nacional (y mucho menos los dos partidos políticos principales – Demócrata y Republicano –) ha tomado la iniciativa para organizar las protestas; el principal llamado de los dirigentes de estos dos partidos es a mantener el carácter pacífico de las protestas, sin hacer suyas esta causa.

El impulso de carácter nacional  unificador de las protestas ha sido provisto por el movimiento que desde el 13 de julio de 2013 creó la etiqueta BlackLivesMatter” (LasVidasNegrasImportan)

Las protestas contra el asesinato de Floyd y la demanda por acciones enérgicas contra los perpetradores del crimen (la decisión inicial de las autoridades había sido solo de suspender de empleo y sueldo a los policías) tuvieron respaldo en toda la nación y resultó en que ese “cuarteto de la muerte” fue encarcelado y acusado de asesinato. La consigna central ha sido “I can´t breath” (“No puedo respirar”), últimas palabras pronunciadas por Floyd al ser asesinado por los cuatro policías.

Más aún, el Consejo de Gobierno de Minneapolis aprobó por mayoría absoluta la disolución del cuerpo policiaco de la ciudad, aunque aún no se toman medidas para implementar esa decisión. Ya se manifiestan posiciones contrarias  a una profunda reforma de la actividad policiaca, para erradicar todos los vestigios del racismo y la discriminación contra la “población  de color” ( vocablo que comienza a reutilizarse para calificar a todas las minorías étnicas presentes en Estados Unidos, particularmente negros, latinos, asiáticos y pueblos originarios). La falta de avance en la reforma del aparato policiaco en Estados Unidos puede ser un factor que contribuya a recrudecer la polarización entre la población blanca ultranacionalista y las minorías “de color”.

Retomando el tema de las protestas, debe destacarse que todo se organizó en unas pocas horas. Ya para el jueves 28 de mayo, la atención nacional estaba concentrada en lo ocurrido el lunes 25 de mayo   Primera vez que una protesta por hechos de ese carácter tiene tal grado de efectividad y en tan corto espacio de tiempo, quizás con excepción de la reacción por el asesinato de Martin Luther King, pero en esa ocasión la principal motivación fue la ira por la eliminación física del más destacado líder en la lucha por los derechos civiles.

Ahora fue una victoria contundente contra la racista brutalidad policiaca que muestra la maduración en la conciencia y en la acción de la población afroamericana para hacer valer el derecho político y social que le corresponde en la sociedad estadounidense. Esas protestas marcarán un antes y un después en el futuro de la lucha contra el racismo, la discriminación y el maltrato a la población afroamericana en los Estados Unidos.

Pero esas manifestaciones también ponen de relieve la insensibilidad de una importante parte de los principales líderes políticos tradicionales ante el pertinaz racismo prevaleciente en Estados Unidos. Trump y Biden, dos de sus personeros más  encumbrados demoraron días para emitir alguna declaración acerca del asesinato de Floyd,  a pesar de las manifestaciones de protestas que se venían incrementando día tras día, noche tras noche, desde el mismo 25 de mayo.

Trump lo hizo en Cabo Cañaveral, Florida, el 30 de mayo (cinco días después del vil asesinato) como parte de un discurso escrito en ocasión del lanzamiento de una nave espacial construida por una empresa privada. Trump calificó la muerte de Floyd como “una grave tragedia, que nunca debió haber ocurrido” y que “llenó a todos los estadounidense en el país de horror, ira y sufrimiento”. Agrego haber hablado con la familia de Floyd para expresarle “las condolencias de toda la nación por su pérdida”.  Seguidamente hizo una larga exposición en la cual esencialmente la emprendió contra los que “utilizaban la tragedia para saquear, robar, atacar  y amenazar”.

Se refirió, sin calificativos, a las investigaciones contra los policías que participaron en la muerte para emprender una larga diatriba contra “amotinados, saqueadores, anarquistas”. Enfatizó que “la violencia y el vandalismo estaba siendo dirigidos por Antifa (organización antifascista que ya había tenido anteriores confrontaciones con supremacistas blancos neonazis y que Trump la designó oficialmente como organización terrorista)  y otros grupos izquierdistas radicales que, según Trump, “aterrorizan a inocentes, destruyen empleos, dañan negocios  e incendian edificios”. Expresó que “debemos defender los derechos de cada ciudadano a vivir sin violencia, prejuicios o temor”.  También señaló que “apoyamos la abrumadora mayoría de oficiales de policía que son increíbles en todo y devotos servidores públicos”.

Trump siguió por largo rato con expresiones similares que  fueron preludio y argumentación sobre las acciones que acometería en los días posteriores y tuvieron como punto culminante el desalojo por la fuerza con uso de balas de goma, gases lacrimógenos y granadas de ruido, de ciudadanos que se habían reunido pacíficamente en la Plaza Lafayette, frente a la Casa Blanca. Toda esta operación represiva se hizo para crear la oportunidad para que Trump posara con una biblia en la mano, frente a una iglesia ubicada en una esquina de la plaza.

Ese mismo día Biden dio a conocer a través de un sitio digital una declaración sobre la muerte de Floyd, expresando en esencia que “toda persona consciente puede entender el trauma que la gente de color experimenta en este país… como la horrible muerte de George Floyd. Protestar tal brutalidad está bien y es necesario…pero incendiar comunidades y la innecesaria destrucción no lo es”.

Dos días después, hablando con líderes comunitarios en una Iglesia Metodista en Wilmington, Delaware, Biden declaró: no se sabe si en serio o en broma, que para reducir el número de disparos fatales por la policía se les debía orientar que en caso de ser atacados por personas portando un cuchillo o desarmados, “debían dispararle a las piernas y no al corazón”.

Biden volvió a hablar sobre el tema el 2 de junio en la Alcaldía de Philadelphia. Presentó un  largo discurso sobre la muerte de Floyd, pero dedicado fundamentalmente a criticar las posiciones y actuaciones de Trump, así como para exponer sus ideas y propuesta de las medidas a tomar para enfrentar lo que calificó como “racismo sistemático”.

Aunque los puntos de vistas y posiciones de cada uno de los dos candidatos presidenciales difieren en los enfoques, coinciden en una posición fundamental, la cautela: ninguno de los dos calificó la muerte como asesinato y ambos se distanciaron de considerarse víctimas de la discriminación racial o de asumir solidaridad con las protestas sobre la brutalidad policiaca y la discriminación racial. Cuando más lejos llegaron fue a reconocer que ese era un problema para una minoría de la población.

Trump reservó  la esencia extremista y agresiva de su condena contra los que calificó como elementos izquierdistas de diverso tipo y fue amistoso y tolerante al referirse a  la actuación de las  autoridades policiacas. Por su parte, Biden fue cauteloso en sus expresiones y ofreció soluciones más dilatadas a partir de cambios en las leyes y reglamentos.

Mención encomiosa aparte merece la actuación del expresidente Barack Obama, quien se ha involucrado en el asunto de manera inusual para un expresidente. Obama ha estado trasladando criterios y opiniones que por su condición del único afroamericano que ha ocupado ese cargo tiene particular trascendencia, sobre todo para la población joven y negra.

  • Vale la pena citar algunas de esas declaraciones sobre lo logrado por los jóvenes:
  • Han ayudado a que el país sienta que algo tiene que cambiar.
  • Han comunicado un sentido de urgencia, tan poderoso y transformador como cualquier cosa que haya visto en años recientes.
  • Tan trágicas, difíciles, asustadoras e inciertas como estas últimas semanas hayan sido, ha sido una increíble oportunidad para que la gente se dé cuenta de las tendencias subyacentes.

Desde el punto de vista económico, la máxima entidad de Estados Unidos sobre el tema económico, el Buro Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en ingles), entidad privada no partidista sin fines de lucro, declaró el 8 de junio que el país se encuentra en recesión desde febrero de este año, a pesar del anuncio la pasada  semana de que en mayo se crearon 2,5 millones de empleos, lo que representa   menos del 12% de los 22 millones de empleos perdidos en marzo y abril. (Estas cifras son relativas porque otras fuentes indican que los empleos perdidos totales en ese periodo suman unos 42 millones, contando aquellos que no califican para solicitar una compensación como seguro ante el desempleo).

El  BNER estima que podrá haber una recuperación ya desde el mes de junio, indicando que la rápida contracción sería seguida por una recuperación igualmente rápida. (Es la tesis de que habrá un ciclo económico en forma de V).

Las cifras que se ofrezcan en las próximas semanas sobre creación de nuevos empleos y comportamiento de Producto Interno Bruto (PIB) irán dando una idea sobre cómo se comportará la economía en los escasos cinco meses que faltan para las elecciones del 3 de noviembre. Sin recuperación económica fehaciente el camino de la reelección de Donald Trump  se hace “cuesta arriba”.

Pero lo inverso puede acontecer. Si se logra avanzar en el control de la pandemia y en el crecimiento de la actividad productiva y el empleo  de manera sistemática durante los próximos cinco meses, entonces Biden será quien enfrente un camino “cuesta arriba”.

Esta simplificación  ex-profeso de la perspectiva electoral basada en un eventual giro en la situación económica nacional   tiene el propósito de resaltar la tenue base sobre la cual descansa actualmente cualquier pronóstico sobre el  futuro político electoral en Estados Unidos.

En cuanto a la situación de la COVID – 19, se ha experimentado nacionalmente un allanamiento en la curva de los casos, pero no cesan los nuevos casos; diariamente se reportan entre 10 mil y 20 mil casos en el territorio nacional. Por ejemplo, entre el 8 de mayo y el 8 de junio, hubo 700,761 nuevos casos, mientras los casos activos se incrementaron en 30,412 y fallecieron 34,252 pacientes.

En la semana pasada ocho estados (Vermont, Missouri, Michigan, Hawaii, Arizona, New Mexico, Massachusetts y Florida) reportaron incremento de al menos 50% en nuevos casos con relación a la semana anterior. En Arizona desde el 15 de mayo se han cuadruplicado los pacientes bajo ventilación artificial.

Aunque estas cifras no son exactas porque los métodos empleados difieren entre estados y entre condados o municipalidades, vistos globalmente dan una idea de cómo se está desarrollando la pandemia.

De todas formas, las magnitudes de las cifras indican que resta mucho para poder declarar que la pandemia se encuentra bajo control. Los plazos se alargan y se acorta el tiempo que resta para las elecciones.

Las elecciones tienen lugar en circunstancias nunca vistas anteriormente, tales como la confluencia de un acto de la naturaleza como la pandemia; de una crisis político social por la incapacidad de los dos partidos que integran el sistema “bipartidista” de los Estados Unidos de comprender que ha pasado la era de la hegemonía imperialista; y de una recomposición  del tejido y la trama  político-social de los Estados Unidos  donde ya se avizora, en el cercano horizonte de una generación, el surgimiento  de una eventual mayoría integrada por el conjunto de minorías “de color” decididas a reclamar la cuota de poder que le corresponde correspondiente frente a la hasta ahora mayoría “blanca, anglosajona y protestante (WASP). Es precisamente a este último aspecto al cual Jesse Jackson se refirió en las declaraciones a USA Today ya citadas, la batalla que se libra contra la brutalidad de la actuación de los organismos policiacos y la eliminación de las prácticas de discriminación y maltrato racial.

Restan menos de cinco meses para la votación del 3 de noviembre. Tradicionalmente, la celebración del Día de la Independencia marca el inicio de la parte final de la campaña electoral presidencial, cuyas dos últimas fases son las Convenciones Nacionales que en este caso tendrán lugar ambas en agosto y el martes 8 de septiembre se iniciará  la fase de las elecciones generales que culminará con la votación del 3 de noviembre.

Ya se está acabando el tiempo político que comenzó con mucha antelación a la fecha usual, pero que después de más de un  año de campaña tiene ahora un panorama y condiciones totalmente distintas a las iniciales, como resultado de cambios inimaginables, que se han presentado con velocidad política relampagueante.

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