Ronald Suárez Rivas.— Pinar del Río.–Conscientes de que la posición geográfica del poblado estaba a punto de asegurarles un lugar en la historia, 11 días antes de la llegada del contingente mambí, el alcalde de Mantua y dos integrantes del cabildo dispusieron en acta que la villa se entregaría sin resistencia a la Revolución.
Por ello, aquel 22 de enero de 1896, cuando la columna invasora comandada por Antonio Maceo entró al último baluarte español del occidente de Cuba, hubo repique de campanas y jolgorio con aires de libertad.
Así concluía la heroica epopeya de 92 días, durante los cuales las huestes insurrectas recorrieron cerca de 1 800 kilómetros, sostuvieron 27 combates, ocuparon 22 pueblos importantes y le arrebataron al enemigo abundantes pertrechos.
A la luz de los años, sigue pareciendo imposible que aquel contingente de 4 500 hombres pudiera atravesar un territorio, donde el enemigo tenía desplegados alrededor de 200 000 soldados. De ahí que la Invasión a Occidente se considere la mayor hazaña militar cubana del siglo XIX.
Con ella se superaba, por fin, el fantasma del regionalismo, se destruían las principales fuentes de riqueza con las que la metrópoli española financiaba la guerra, y se obligaba a su ejército a dispersar sus fuerzas y a combatir a lo largo de la Isla.
A 125 años de aquella jornada, en Mantua se sigue recordando la entrada de los mambises al poblado, con una solemnidad inusitada.
