Yoselina Guevara.—  Este 21 de enero se cumplieron 100 años del nacimiento del histórico Partido Comunista Italiano (PCI), un movimiento político que surgió de una fractura dentro del Partido Socialista (PS) en el seno del XVII Congreso Socialista que se celebró en Livorno, Italia, entre el 15 y el 21 de enero de 1921. Este último se lleva a cabo precedido de huelgas obreras, de diálogo, negociaciones, y los tres mil delegados llegan a la región Toscana con evidentes muestras de separación entre ellos.

El congreso se realizó en el monumental Teatro Goldoni, en los palcos de la izquierda se sentaron los llamados “puros” de Bordiga, un ingeniero napolitano cuyos seguidores se habían organizado en “fracciones comunistas”. Entre los puros se encontraban Gramsci, Togliatti, Rita Maierotti, Umberto Terracini y Tasca. En los palcos de la derecha se ubicaron los llamados “reformistas”, mientras que en la platea estaban los “maximalistas” (término que proviene del “Programa de Erfurt”) y los representantes de la Internacional Socialista, el húngaro Rakosi y el búlgaro Kabacev.

Iniciaron los derechos de palabra y discursos, hasta que finalmente le tocó el turno a Terraccini (puros), quien señaló “Es necesaria la separación de los comunistas de la tendencia socialdemócrata. O se van los reformistas, o nos vamos nosotros”. Desde el centro del teatro se levantaron voces, entre las cuales se escuchó: “Buen Viaje”. Serrati tomó la palabra defendiendo el reformismo, afirmando que es “el único, verdadero e inmortal socialismo”. El debate continuó en una atmosfera densa, pesada; las diferentes mociones fueron votadas y obtuvo una mayoría la negativa del partido a aceptar la petición de expulsar a los reformistas del PS. Bordiga se levantó e invitó a los “puros” a abandonar el Goldoni y transferirse al Teatro San Marcos, marcando la separación del PS para la conformación de un nuevo partido.

Teatro Goldoni durante la fundación del Partido Comunista de Italia de 1921.

El Teatro San Marcos no tenía ni sillas ni poltronas, las paredes estaban llenas de arañatelas, había funcionado como un depósito militar. Era invierno y comenzaba a llover, las goteras pululaban por el salón de la reunión, los asistentes en pie abrieron los paraguas para cubrirse de la lluvia. Bordiga, con voz potente y decidida, anunció la creación oficial del PCI, entonaron el himno “La Internacional” y se alzó la bandera roja, los paraguas volaron en el medio de la algarabía; nacía un hito que se convertiría en el partido hegemónico de la izquierda, a contracorriente del resto de Europa, marcada por el predominio de los partidos socialdemócratas.

El anhelo de un puñado de soñadores

El PCI era el sueño de quienes defendían una verdadera revolución obrera que surgiera del pueblo trabajador italiano; un partido de masas por excelencia. El 13 de enero de 1921, días antes del Congreso del PS, Antonio Gramsci escribió en el periódico “Orden Nuevo”: “El Congreso de Livorno está destinado a convertirse en uno de los acontecimientos históricos más importantes de la vida italiana contemporánea. En Livorno se comprobará finalmente si la clase obrera italiana tiene la capacidad de expresar desde sus filas un partido de clase autónomo, se comprobará finalmente si las experiencias de cuatro años de guerra imperialista y de dos años de agonía de las fuerzas productivas mundiales han hecho que la clase obrera italiana tome conciencia de su misión histórica. La clase obrera es una clase nacional e internacional. Debe actuar como líder de los trabajadores que luchan por emanciparse del yugo del capitalismo industrial y financiero, tanto a nivel nacional como internacional”.[i]

La importancia de lo que aconteció en el Congreso de Livorno va más allá de la fundación de un partido, significó la firmeza y valentía de la clase obrera revolucionaria en desprenderse de las corrientes que estaban degenerando al socialismo y que habían entrado a ser parte del parasitismo burocrático estatal. Asimismo, constituyó su separación de las fracciones que pretendían explotar la posición de superioridad del norte de Italia sobre el sur, cuyo fin era crear una aristocracia proletaria, junto al proteccionismo aduanero burgués (forma jurídica del predominio del capitalismo industrial y financiero sobre las demás fuerzas productivas nacionales).

La clase obrera revolucionaria, en ese momento histórico, reclamó el repudio a aquellas formas espurias de socialismo; la emancipación de los trabajadores no podía pasar por el privilegio arrancado, para una aristocracia proletaria, con el compromiso parlamentario y el chantaje ministerial. La revolución obrera solo podía producirse mediante la alianza de los obreros industriales del norte y los campesinos pobres del sur para derrocar el Estado burgués, para fundar el Estado de los obreros y los campesinos, para construir un nuevo aparato de producción industrial que sirviera a las necesidades de la agricultura, que sirviera  para industrializar la atrasada agricultura italiana y elevar así el nivel de bienestar nacional en beneficio de las clases trabajadoras. Luego arribó el  fascismo y su alianza con el nazismo, y ya conocemos el resto de la historia. No obstante, los principios e ideales de Gramsci y de ese puñado de soñadores siguen estando hoy más vigentes que nunca, no solo para Italia sino para el resto del mundo.

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Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia


[i] https://www.resistenze.org/sito/ma/di/cg/mdcg7d15-001385.htm

A. A. Santucci. Gramsci, Roma 1996

G. Tamburrano. Antonio Gramsci, Milano 1973.

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