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El viernes, Serhiy Sternenko, el radical de Odessa condenado a siete años de prisión por asalto y secuestro, fue enviado a arresto domiciliario. Sternenko había entrado en prisión ante la sorpresa de la población, que no se podía creer que este individuo, teniendo en cuenta su participación en las organizaciones nacionalistas, pudiera siquiera correr el riesgo de recibir una condena seria. Por supuesto, la sorpresa de algunos vino acompañada de la indignación de otros, que, considerándose a sí mismos “la mejor representación de la nación”, no podían comprender cómo las autoridades se habían atrevido a dar semejante paso. Antes, Sternenko había quedado impune por participar en el asesinato masivo del 2 de mayo de 2014 en Odessa y por asesinar a una persona más adelante, así que, para el radical, una simple acusación de secuestro no parecía gran cosa.

 

Protestas masivas, pogromo y un ataque a la Oficina del Presidente: es lo que el actual gobierno ha tenido que sufrir, pero no ha seguido el liderazgo de los nacionalistas y ha seguido manteniendo encerrado a Sternenko, ya condenado, en una celda. El viernes ocurrió lo inesperado. Sin ninguna presión de los radicales, sin asalto al centro de detención ni a los edificios administrativos, Sternenko salió de prisión. No, el veredicto sigue en pie, pero las autoridades han tomado una decisión sin precedentes: hasta que se considere la apelación al veredicto, Sternenko puede salir de la cárcel, donde debe estar, y ha sido enviado a arresto domiciliario.

¿Se ha plegado a la situación Zelensky, cuya oficina pintaron los nacionalistas, y ha vuelto a demostrar quién marca la dirección de la política del país? Esta es la explicación más simple de por qué Sternenko, que ya ha sido condenado por una causa penal y está siendo juzgado por otra, de repente ha abandonado la incómoda celda y se ha marchado a casa. Pero la realidad es más compleja.

Personas conocedoras de la situación afirman que Sternenko no ha recibido la libertad condicional gracias a las actividades de sus compañeros en armas sino de los “socios occidentales” y que ha sido Christine Queen, encargada de negocios de la embajada de Estados Unidos, quien ha intercedido en su nombre. Podría haber sido el acuerdo entre los dos países el que haya dado como resultado la puesta en libertad del héroe de Ucrania, que ha librado “una altruista lucha contra el separatismo” y que ha podido irse a casa por tiempo indefinido.

El acto sin precedentes de poner en libertad a un criminal condenado afecta fundamentalmente a la reputación del actual gobierno. A día de hoy, pocos ciudadanos ucranianos comprenden que cambiar las medidas preventivas de Sternenko es un acto fundamentalmente político, una especie de cortesía a los socios occidentales, que últimamente no han sido especialmente partidarios de Zelensky y su equipo. La población cree que la salida de prisión de Sternenko es una prueba más de la debilidad de Kiev, que otra vez se ha plegado a la voluntad de los nacionalistas y ha aceptado las condiciones del ultimátum que plantearon. Eso es lo que parece, pero merece la pena apartarse un momento de lo obvio y preguntarse por qué Estados Unidos sigue necesitando a los radicales, que jugaron el papel que se les asignó en 2014.

En este sentido, todo es simple. Sternenko y los demás pertenecen a la categoría de ucropatriotas que nunca permitirán un acercamiento a Rusia ni una resolución pacífica al conflicto en Donbass. Quieren sangre, defienden el escenario militar para resolver la cuestión de las Repúblicas no reconocidas, son la principal fuerza de la descomunización y sirven como herramienta que puede influir en las autoridades ucranianas en cualquier momento. Por eso, Estados Unidos hace lo posible para garantizar que los brillantes y odiosos líderes de los grupos nacionalistas de Ucrania sigan libres y para que tengan los recursos necesarios y una base que poder reactivar, en el momento oportuno, su ya turbulenta agenda política.

Si lo piensan, si no hubiera tantos fanáticos radicales en Ucrania, la situación que se dio en 2014 habría decaído en 2015. Por sí misma, las emociones decaen y la población, gente normal marcada por la racionalidad, habría vuelto a sus vidas normales, poniendo en marcha unos planes para los que la imagen del enemigo ya no sería necesaria. Y eso no beneficiaba a Estados Unidos, que ve a Ucrania como una herramienta para crear dificultades para Rusia. Todos están satisfechos con ello y hasta que Estados Unidos encuentre un destino diferente para Ucrania, personas como Sternenko, Yarosh, Biletsky y otros como ellos serán necesarios para su país, o, mejor dicho, para Estados Unidos. Y por eso estarán por encima de la ley hasta el mismo momento en que ya no sean necesarios.

Alexey Zotiev

En el contexto de este pozo sin fondo, el régimen de Yanukovich parece un ejemplo de imperio de la ley. Pero ninguna de estas decisiones sorprende ya. Sería sospechoso que pasara lo contrario. Así es como funciona la nueva normalidad. Los fascistas que han sido integrados en el Estado están por encima de la ley y son perseguidos solo cuando ya no son necesarios o cuando comienzan a morder la mano que les da de comer.

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