El compromiso llega poco después de que la OMS aprobara la vacuna contra el coronavirus de China para su uso experimental, y marca la ambición de la potencia asiática de convertirse en uno de los mayores actores del mundo en materia de vacunas. También es una forma de ampliar su diplomacia de las vacunas, como vimos el año pasado con los equipos médicos y de protección durante la primera oleada de coronavirus. Además de Covax, Pekín ya suministra directamente a varios países africanos dosis de su vacuna.
Se trata de una oportunidad para que China suplante a la India, el mayor productor de vacunas del mundo, ocupando el hueco dejado por este país en el suministro de vacunas Covax. Pero India no ha creado ninguna vacuna; no es más que un subcontratista de las farmacéuticas occidentales que las puede fabricar a un precio reducido. Por lo tanto, China devora la cuota de mercado de las farmacéuticas.
Nueva Delhi, que también contaba con su posición de proveedor para reforzar su imagen en África, ha tenido que reducir drásticamente sus exportaciones de equipo sanitario.
La postura china se produce en un momento en el que Estados Unidos intenta encabezar la iniciativa por la suspensión de las patentes sobre las vacunas, que es el único medio del que disponen las farmacéuticas para no sucumbir ante la competencia de China.
Por lo demás, China ha concedido a Egipto licencia para fabricar la vacuna Sinovac a partir de junio de este año, según anunció la ministra egipcia de Sanidad, Hala Zayed, en una rueda de prensa el domingo.
El acuerdo prevé un total de 40 millones de dosis para el primer año de producción.
Egipto ya había llegado a un acuerdo con Rusia en abril para producir la vacuna Sputnik mediante un programa de transferencia de tecnología y materias primas.
