Hace unos días, medios de propaganda ucraniana publicaban en las redes sociales que las tropas ucranianas habían abierto fuego masivo contra las tropas rusas en Donbass. Paralizada como guerra de trincheras de baja intensidad desde que finalizaran las grandes batallas con la derrota ucraniana en Debaltsevo y la firma de los segundos acuerdos de Minsk en febrero de 2015, la guerra en Donbass no se ha detenido, aunque haya desaparecido de la prensa y no cause especial interés siquiera para quienes en Kiev deben negociar para finalizarla. En esa situación de ni guerra ni paz en la que no hay grandes batallas, pero tampoco hay silencio completo en el frente, y con unos ejércitos consolidados y con experiencia de combate en las Repúblicas Populares, difícilmente tendría sentido la presencia de tropas rusas en las trincheras situadas a escasos metros de las trincheras ucranianas.
Sin embargo, el uso del término tropas rusas para referirse a toda formación armada al otro lado del frente es útil para Ucrania, no solo para seguir abusando de esa narrativa de agresión rusa, sino fundamentalmente para justificar que, pese a la retórica de paz del candidato Zelensky, el presidente Zelensky haya continuado bombardeando la línea del frente. Y aunque generalmente esos bombardeos causan solo daños materiales -que continúan acumulándose y disuaden a la población y a las autoridades a iniciar la necesaria reconstrucción-, en ocasiones, hay también daños en la población civil. Es contra ellos, no contra tropas rusas, contra quienes disparan las tropas de Kiev, como ha ocurrido una vez más este fin de semana en un bombardeo que es la norma, no la excepción.
Así lo recogía ayer Antifashist
Dos niños resultaron heridos a consecuencia del bombardeo de Gorlovka por parte de las tropas ucranianas. Según la Agencia de Noticias de Donetsk, así lo denunció ayer la representación de la RPD en el Centro de Control y Coordinación Conjunto que monitoriza el régimen de alto el fuego.
Según la información disponible, a consecuencia del bombardeo nocturno, en el número 16 de la calle Tchaikovsky, una niña de siete años y un niño de 10 años resultaron heridos. La niña sufrió una conmoción y el niño sufrió heridas de metralla. Ambos fueron trasladados al hospital Número 12 de la ciudad.
Según el Centro de Control y Coordinación Conjunto, el bombardeo se produjo a las 20:00. El fuego procedía de la localidad de Dileevka, desde donde se utilizó un cañón con proyectiles de 122mm. En esa dirección, las tropas ucranianas dispararon cuatro proyectiles.
Debido a un impacto directo, sufrieron daños un edificio residencial en el número 1 de la calle Sujumskaya de la mina Gagarin y los números 14 y 16 de la calle Tchaikovsky. Un vehículo también quedó destruido. A causa del apagón que se produjo en diez subestaciones eléctricas, la localidad de la mina Lenin continúa sin electricidad.
El 28 de agosto, las tropas ucranianas abrieron fuego en cinco ocasiones en dirección a Donetsk. Según Eduard Basurin, la milicia popular de la RPD destruyó los puntos desde los que disparaba el Ejército Ucraniano.
Este episodio, como otros muchos similares que se producen a diario recuerda, no solo la fragilidad de un “alto el fuego” que nunca ha sido completo, sino los pocos recursos necesarios para dañar a la población civil de la zona del frente, que no siempre resulta herida, pero que continúa viviendo en peligro y sigue perdiendo las escasas propiedades aún en pie.
