El general Kenneth McKenzie, jefe del Mando Central de Estados Unidos, ha declarado este viernes que el ataque con dron que las fuerzas norteamericanas llevaron a cabo en Kabul el 29 de agosto «fue un error» que le costó la vida a 10 civiles, entre ellos hasta siete menores de edad.
«Fue un error y ofrezco mis sinceras disculpas», ha admitido McKenzie ante los periodistas, al transmitir sus «profundas condolencias» a los familiares de los fallecidos.
«Además, ahora estimamos que es poco probable que el vehículo y los fallecidos estuvieran asociados con el ISIS-K, o representaran una amenaza directa para las fuerzas estadounidenses», ha agregado el general, refiriéndose al Estado Islámico del Gran Jorasán, la facción afgana del EI.
Inicialmente, los militares estadounidenses declararon que su ataque iba dirigido contra un coche bomba de los terroristas del ISIS-K y provocó potentes detonaciones debido a la presencia de una gran cantidad de explosivos dentro del vehículo. En aquel momento, en el Mando Central consideraban que su decisión permitió prevenir una amenaza «inminente» para el aeropuerto de Kabul.
Los daños colaterales hasta ahora conocidos incluyeron a 10 miembros de una familia, la mayoría de ellos siendo niños. Al disculparse por su decisión errónea que en aquel instante le parecía correcta, McKenzie ha señalado que el Gobierno de EE.UU. considera pagar indemnizaciones a las familias de las víctimas.
El presidente del Estado Mayor Conjunto, Mark Milley, ha indicado que «en un entorno dinámico de un alto grado de amenaza, los comandantes sobre el terreno tenían la autoridad apropiada y tenían una certeza razonable de que el blanco era válido» y que solo un análisis posterior del ataque les permitió concluir que mataron a los civiles.
El coche alcanzado por un misil norteamericano Hellfire le pertenecía a Zemerai Ahmadi, de 37 años, que acababa de llegar a su casa. Según documentos de sus colegas consultados por AP y los testimonios de los allegados de las víctimas, la familia había trabajado para los estadounidenses y trataba de conseguir visados para irse a EE.UU. por miedo a los talibanes* que llegaron al poder.
Los familiares relataron que Zemerai, que estaba solo en el vehículo, pitó al llegar a casa, y su hijo de 11 años salió corriendo y subió al coche, mientras que los demás niños salieron a mirarlo en el momento del impacto del misil. El ataque acabó con la vida de siete niños, así como un hijo y un sobrino adultos de Zamerai.
Por su parte, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, ha pedido perdón por el «horrible error» y ha ofrecido sus «más profundas condolencias» a los familiares. «Sabemos que no había ninguna conexión entre el señor Ahmadi y el Estado Islámico del Gran Jorasán, que sus actividades aquel día eran completamente inofensivas y de ninguna manera relacionadas con la inminente amenaza que creíamos que estábamos afrontando», declaró el alto funcionario en un comunicado.