Elson Concepción Pérez.— Mucho se ha especulado respecto a esta VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que sesiona hoy en México con apremiantes temas en su agenda, como la necesidad de revitalizar la organización y la situación generada por la COVID-19.
No obstante, algunos medios internacionales y analistas concentran su atención en la propuesta del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, de «decir adiós a la OEA», y dedicar todos los esfuerzos a un organismo no subordinado a Washington.
En mi opinión, la base de todo nuevo proyecto debe pasar por fortalecer a la Celac, buscar la unidad dentro de la diversidad, como se estableció desde su fundación, y actuar en correspondencia con las prioridades de la región, apartándose de toda injerencia foránea.
De la desprestigiada OEA se sabe que no pasa de ser una entidad moribunda, contraria a los intereses latinoamericanos y cumplidora del guion elaborado por el Gobierno de Estados Unidos para mantener sometidos a nuestros pueblos.
La OEA ya debiera haber desaparecido, pero no es suficiente con decir que es inservible; hacen falta cambios de actitud por no pocos gobiernos afiliados a ella, que, a la vez, se sirven y la sirven en sus planes de confrontación política contra naciones progresistas y con modelos de gestión incluyentes.
No hay en estos momentos suficientes gobernantes que voten por «sepultar a la OEA». Habrá quienes defenderán –Brasil, Colombia, Chile, Paraguay, Ecuador, por solo mencionar algunos– la continuidad de una organización que les sirve, en muchos casos para que no se les condene por las reiteradas violaciones de derechos humanos que en ellos se cometen, mientras son punta de lanza contra países no afines a los intereses estadounidenses.
En otros casos, el planteamiento podría ser conciliatorio, y optarán por proponer «curitas cosméticas» o alguna que otra «reforma no conceptual» en los postulados de la citada entidad.
Pero hay gobiernos que, en representación auténtica de sus pueblos, se deslindan por completo de una OEA que no contribuye a buscar soluciones a los graves problemas económicos y sociales que enfrenta la región.
Esta batalla urge echarla y ganarla y, para ello, la unión y el fortalecimiento de la Celac y la denuncia continuada a los planes golpistas que estimula la OEA y su secretario general Luis Almagro, deben formar parte de la lucha. Ya se da un interesante paso. (E.C.P.)