Anoche toda la prensa oficial se hacía eco de que Bruselas exigía a Madrid que se alargue el periodo para calcular las pensiones, lo que el gobierno “más progresista de la historia” ha aceptado sumisamente. En caso contrario, no llegarían los “fondos de recuperación”. La propia prensa no podía esconder que este alargamiento del período de cálculo de las pensiones supone recortar el gasto en jubilaciones, por mucho que se nos quiera despistar con los casos aislados en que la pensión mejoraría.
Que esta medida es uno de los hachazos de marca mayor, junto con los que suponen la reforma laboral y la fiscal, lo demuestra que en el seno del gobierno ha habido mucha tensión por cómo vender públicamente estos dictados, sumisamente aceptados, que ridiculizan a más no poder esa autoproclamación de ser el gobierno más progresista de la historia. En realidad, esa ha sido la única fuente de tensión en la coalición gubernamental: cómo vendernos la moto y no morir en el intento; en el intento de seguir justificando el “espacio electoral” con el que se colocaron, siendo más obligado este ejercicio de justificación entre quienes empezaron diciendo que iban a asaltar los cielos.
Sí, esa cuestión puramente electoral ha sido la única base de sus disputas internas. Porque, tal como hemos venido diciendo desde esta páginas, todo el gobierno sabía quién dirigía la orquesta siniestra de los recortes. Como sabía que, para mayor inri de nuestro pueblo, los fondos del chantaje no solo supondrán mucha más deuda que tendrá que pagar la “gente de abajo”, sino que esos fondos de recuperación están teledirigidos para asegurar beneficios a las oligarquías parasitarias española y europea (más bien al revés), no sin competencia entre ellas. Y todo, en nombre de hacer de España un país más verde, más digital y otros señuelos que buscan poner papel celofán a la podredumbre social que… en el fondo consagran. Señuelos que se suman a los postureos progres que llevamos soportando durante años y que nos desvían de la tragedia socio-laboral en curso.
Anoche en el reino se respiraba un cierto ambiente Syriza, ya que la exigencia venida de Bruselas evocaba aquel referéndum que la UE decretó que ganó tras su derrota en las urnas griegas. Pero anoche no cundió el pánico en la corte. Los validos de palacio salieron a las ventanas y pudieron informar de que las calles estaban bien vaciadas de indignación. En definitiva, es el papel de Tsipras que la historia ha hecho jugar a las “fuerzas del cambio” patrias: marear la perdiz como no podrían haberlo hecho unos gobiernos nominalmente de derecha, entre otras cosas, porque los progres estarían en la oposición prometiendo mociones de censura para llevarse la tajada que da firmar los boletines oficiales del Estado.
Desde Insurgente también venimos advirtiendo de que no nos conviene confundir que la Bolsa informe de que hay beneficios astronómicos con que no haya una crisis capitalista que afecta especialmente a países intermedios que cada vez son más periféricos. Sí que la hay, la crisis capitalista, y de talla mayor. Hay bloques imperialistas que necesitan tener fácil acceso a mano de obra barata y moldeable (verdadero sentido de las reformas socio-laborales que exige Europa) y hay necesidad de someter las políticas económicas de países periféricos en competencia con las propias oligarquías locales (verdadero sentido de las “ayudas” y fondos teledirigidos desde Bruselas).
Y como la crisis capitalista mundial es real, con unos indicadores macroeconómicos que se degradan, hay prisa por que se cumplan los dictámenes imperiales. Así, por ejemplo, para contrarrestar la artificialidad inflacionaria de la emisión astronómica de dinero y de crédito, se persigue un trasvase de órdago de las rentas del trabajo, que esto sí que es real. Todo un rescate que no dice su nombre, que quieren sin más dilación. De ahí que los tiempos de la Comisión europea y del “gobierno más progresista de la historia” no van del todo acompasados. Y de ahí que anoche la prensa más oficialista dijera sorprendida: “Normalmente estos documentos no se hacen públicos, pero en esta ocasión el Ejecutivo que dirige Ursula von der Leyen tenía especial interés en que saliera a la luz, así que este miércoles por la tarde han divulgado el documento de 346 páginas. En él figuran todas las reformas a las que se compromete España y sus plazos, entre ellas las tres más importantes: la laboral, la de pensiones y la fiscal». (El País, 10-11-2022)
Efectivamente, todas estas reformas contra los de abajo son de hecho un rescate 2.0 para los que parasitan por unos cielos que, por el momento, no temen que les asalten. Fue con un gobierno progre (el de Zapatero) que se inició aquel primer rescate, entonces, con una deuda del 35% del PIB. Y es también con un gobierno (más) progre que se comienza esta nueva edición de recortes, con una deuda del 120% del PIB. La diferencia es que en esta segunda edición van en el kit gubernamental los canalizadores de la indignación que provocó aquella primera réplica de la crisis.
En todos estos años ha estado muy presente controlar la protesta y la movilización. Porque, en definitiva, esta es la que tiene la última palabra. Una última palabra que ha de ser rescatada a su vez de la palabrería progre y de sus demagogias desviacionistas del tipo de la que Yolanda Díaz (la Iglesias 2.0 a su vez) nos hizo gala cuando en medio de la discusión de la reforma laboral quiso imponer (algo torpemente, todo hay que decirlo) el debate matriarcado-patriarcado.
Una última palabra, la que nuestro pueblo necesita, que se reduce a pocas palabras: el rescate social de la gente humilde y trabajadora que nos urge pasa por que todas las movilizaciones y luchas particulares estén atravesadas por un gran doble No: el del rescate tanto de los parásitos de los grandes emporios empresariales y financieros patrios como de la dictadura imperial de la Unión Europea. Y también por un gran Sí: el de la planificación racional de los recursos (que no faltan) al servicio de quienes trabajan y producen realmente la riqueza, sin artificio alguno. A ese gran No y gran Sí es a lo que nos DEBEMOS. Por difícil que parezca, es lo único posible. Lo demás es marear la perdiz, destrozar el tejido social y activista, y dejar el terreno libre a las derivas más reaccionarias.
La Comisión europea, tranquila ella porque la calle está despejada, ha decidido poner orden dentro del teatro de la politiquería que comanda. Pero aquí la última palabra no la tiene ninguno de estos farsantes. Y si es cierto que la verdadera lucha es parca en palabras, estas han de ser al menos clarificadoras. A eso esa tarea nos DEBEMOS. Y así será.