El pasado 9 y 10 de diciembre, bajo la batuta de Joe Biden, presidente de EEUU., se llevó a efecto la denominada “Cumbre para la democracia”, la misma que reunió a una serie de “líderes” políticos de todo el mundo y que provenían, según fuentes oficiales, de la sociedad civil y el sector privado. El convocante, Biden, ostentosamente anunciaba que el evento tendría el objetivo de fortalecer la democracia en todo el mundo, en un momento de auge de lo que ellos llaman “gobiernos autócratas”.
La Cumbre dejó ver que existen contradicciones interimperialista, cuya evidencia, por ejemplo, es el hecho de que al evento no fueron convocados ni China ni Rusia, así como tampoco lo fueron varios aliados en la OTAN como Turquía y Hungría. De otro lado, tampoco se convocó a Cuba, Venezuela y Nicaragua, pretendiendo con ello hacer creer que son gobiernos alineados en la izquierda o en corrientes progresistas, cuando en los hechos esa no es la verdad. Se trata, entonces, de pretender establecer bloques: quienes están de lado de las potencias, en su orden, con EE. UU a la cabeza, y de otro tras de potencias como China y Rusia. Por ello se afirmaba en la Cumbre que lo que pretenden es “trazar una agenda afirmativa para la renovación de la democracia y abordar las mayores amenazas que enfrentan las democracias actualmente por medio de una acción colectiva”. Los Estados Unidos no nos pueden dar ninguna lección en ese orden, pues a lo largo de la historia han sido protagonistas de invasiones y agresiones sangrientas contra los pueblos que no aceptaron sus funestos designios. Curiosamente, en la cita sí estuvieron gobiernos corruptos y prepotentes como el de Bolsonaro.
Las contradicciones interimperialistas son innegables, las potencias se disputan a dentelladas las regiones del planeta, curiosamente aquellas ricas en minerales y recursos valiosos como el petróleo. En esa perspectiva, las potencias no vacilarán en llevar adelante planes dirigidos a someter mucho más a gobiernos títeres y abiertamente de derecha reaccionaria.
Y como no podía ser de otra manera, Lasso aprovechó el escenario para hacer gala también de su discurso reaccionario y hacer creer a la comunidad mundial que su gobierno se está consolidando, cuando la verdad es que cada vez, el desprestigio y la pérdida de apoyo es creciente en el Ecuador.