Juan Carlos Ortiz fue asesinado a golpes la semana pasada en la cárcel de Bellanita en Antioquia, en donde se encontraba a la espera de resolver su situación jurídica; en escasos 15 días tenía una audiencia donde haría frente a los cargos de “agresión a funcionario público”.
Juan Carlos fue uno de los miles de jóvenes que protagonizaron el heroico levantamiento de masas y en especial de la juventud obrera que hizo estremecer los podridos cimientos de esta corrupta sociedad el año pasado. Él, en el gran choque del 20 de julio del 2021 en la ciudad de Medellín, de forma arriesgada y temeraria le propinó una patada por la espalda a un agente del Esmad, quedando registrado en un video que circuló en redes sociales de forma viral y que muchos celebraron, pues el odio que existe contra esta fuerza represiva es muy grande y con justificación.
De inmediato la gendarmería del Estado mafioso y sus medios masivos de comunicación buscaron vendetta, movieron hilos y ofrecieron recompensas a quien entregará al “peligroso vándalo”; según la misma Policía Nacional, se ofrecieron cerca de 10 millones de pesos por su captura. Este heroico luchador juvenil murió en las mazmorras del podrido Estado, y murió de la forma como suelen morir los revolucionarios condenados a los mil y un suplicios por levantarse contra los tiranos y opresores: Sin agachar la cabeza ni claudicar.
Aunque parece que no se pudiera hacer nada y la impotencia en estos casos fuera absoluta, no queda mejor consuelo que recordar cómo el pueblo ha tomado revancha contra toda esa canallada de las clases dominantes cuando ha hecho la revolución.
Los terribles crímenes que cometieron los ejércitos blancos y zaristas en la guerra civil rusa que duró de 1917-1923 fueron resueltos casi en un 70% por el Estado Proletario, siendo sus culpables condenados al fusilamiento o al “gulag” (Campos de trabajo), igual suerte pasaron las hordas fascistas que osaron invadir a la URSS en la segunda guerra mundial, en especial sus fuerzas más sanguinarias y macabras como las SS, quienes pagaron sus crímenes con la horca pública o el gulag.
En Colombia la mafia en asocio con la burguesía y los terratenientes, con sus fuerzas legales e ilegales han cometido los peores crímenes contra las masas populares; es apenas comprensible la implacable venganza cuando las masas tomen el poder en sus manos y lleven al patíbulo a toda esa costra que la desangró y condenó al martirio.
Juan Carlos Ortiz nunca morirá en la memoria de los luchadores, siempre tendrá un espacio dentro de la conciencia colectiva de la revolución, de ese gran legado de luchadores que han entregado su vida por la causa, siendo un catalizador que acelera la caída de esta denigrante sociedad.
Póstumamente uno de sus amigos redactó una frase a modo de recordatorio:
La última vez que estuvimos juntos corríamos de los gases en Moravia y nos reíamos de lo injusto que es la vida, el sistema penitenciario y lo divertido de haber crecido en la periferia.
