Hace apenas unas horas la diputada fascista Macarena Olona ( Vox ) se burlaba de las torturas de las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado en Euskal Herria. Un intento de blanqueo preñado de mofas y sonrisas desde la tribuna del Congreso de los Diputados.
Este mismo personaje se congratulaba -para satisfacción de la ministra de Defensa Margarita Robles- de las personas que fueron espiadas por el programa israelí Pegasus por parte del gobierno y sin orden judicial. Un auténtico caso que demuestra la naturaleza de este Estado al servicio del capitalismo, una práctica propia de una dictadura que olvida la separación de poderes, y que desde las altas esferas y su aparato mediático se justifica y aplaude. Olona llegó a afirmar que «demasiado poco se les había investigado».
La extrema derecha anuncia ahora que Macarena Olona será candidata a presidir la Junta de Andalucía y, por si fuera poco, espera un resultado capaz de hacer migas con el PP (tal y como ocurre en Castilla y León) y co-gobernar la región como aperitivos necesarios para llegar a compartir la Moncloa con Feijóo.
Los y las Olonas campean a sus anchas. La lucha antifascista encasillada entre las paredes de las instituciones no parece que esté dando resultado.