La peor hambruna desde la Segunda Guerra Mundial

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El sistema alimentario ha aumentado la frecuencia de sus crisis; que se extienden por la especulación financiera, que a su vez impulsa el hambre en el planeta. A esto se suma la catástrofe medioambiental que incide poderosamente

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Alberto Acevedo.— La subida de precios de los alimentos amenaza con desatar una gran hambruna a escala mundial, de dimensiones apocalípticas, dijo hace un par de semanas la ministra alemana de Cooperación Económica y Desarrollo, Svenja Schulze. “Será la peor hambruna desde la Segunda Guerra Mundial, con millones de muertos”, advirtió la funcionaria.

 

La afirmación, hecha en el marco de una rueda de prensa, coincide con una declaración del Programa Mundial, de Alimentos de las Naciones Unidas, PMA, quien asegura que en la actualidad 300 millones de personas padecen hambre aguda y tiene que revisar constantemente sus pronósticos al alza. El amargo mensaje es que nos enfrentamos a un panorama desolador, que va en progreso, precipitado por la guerra en Ucrania.

Más recientemente, el pronóstico fue confirmado por el Foro Económico Mundial, reunido en Davos, en cuya primera sesión constató que el mundo experimentará un mayor aumento en el precio de los alimentos en los próximos diez a doce meses, si no se resuelven problemas como la escasa oferta de fertilizantes, la caída de la producción por sequías en varios países y el bloqueo marítimo a la salida de granos de Ucrania.

Panorama desolador

De nuevo el PMA, a través de su director, David Beasley, quien asistió al Foro de Davos, refiriéndose a los enormes depósitos de granos represadas en Ucrania, precisó: “estaremos ante un problema complejo porque los depósitos pueden estar llenos, pero si no hay barcos que los transporten, podremos ver situaciones de hambre en todo el mundo”.

También por estos días, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, António Guterres, en una sesión especial del Consejo de Seguridad del organismo, se refirió a lo que calificó como un desolador panorama sobre la situación de hambre en el mundo, una realidad que ya afecta a cientos de millones de personas y que amenaza con golpear a una quinta parte de los habitantes del planeta.

Cierto es que entre Rusia y Ucrania producen la tercera parte del trigo y la cebada que consume el mundo entero, el 52 por ciento del maíz y más del 50 por ciento del aceite vegetal. No solo esto. Un tercio de la gasolina y un 40 por ciento del gas en Europa dependen de Rusia. Y no piensen que, ante la decisión de última hora de la Unión Europea de suspender totalmente la compra de crudo a Rusia, los molinos de viento y los paneles solares van a resolver el consumo de energía del viejo continente en los próximos días y meses.

El pretexto

Pero la guerra en Ucrania es el pretexto más simplista para justificar la crisis alimentaria. Lo de Ucrania es el trompo deponer de las economías de los países desarrollados. Las proporciones demenciales de una hambruna generalizada en el mundo, ya se venían dando mucho antes de que estallara el conflicto en Ucrania.

La fórmula simplista es que se entrecruzan los efectos de la pandemia y la invasión a Ucrania. Pero es más que eso. En 2014 había en el mundo 607 millones de personas desnutridas. La cifra venía bajando. Pero en 2015 comenzó a revertirse la tendencia y el hambre ha ido en aumento desde entonces.

Ya para 2019 eran 650 millones de personas las que padecían hambre y para el 2020, 811 millones de seres humanos. Es probable que para este año la cifra sea mucho peor, si nos atenemos a las advertencias de las autoridades de salubridad y los gobiernos.

Un detalle para tener en cuenta: este aumento de la pobreza sucedió en tiempos de gran abundancia. La producción mundial de alimentos se incrementó en forma constante en el último medio siglo, e incidió en el crecimiento de la población. El año pasado la cosecha de trigo fue la más grande en la historia.

El gran negocio

Paradójicamente la cantidad de personas desnutridas comenzó a aumentar al mismo tiempo que los precios de los alimentos empezaron a caer. Pero en los dos últimos años los precios de los alimentos se dispararon, y en ello nada tuvo que ver la guerra en Ucrania. Ahora el aumento de precios de los alimentos es uno de los problemas causantes de la inflación, que solo en el Reino Unido alcanzó el nueve por ciento el mes pasado. La comida se está volviendo inalcanzable incluso para mucha gente en los países ricos. El impacto en los países pobres es mucho mayor.

Este fenómeno se da porque la producción y transporte de alimentos se convirtieron en el gran negocio de muchas corporaciones transnacionales, muchos productos alimenticios se cotizan en la bolsa y se someten, al igual que el sistema financiero global, a sus vaivenes.

Estas empresas conforman un sistema complejo, que incluye a comercializadoras del grano, semillas, productos químicos agrícolas, grandes firmas de importación y exportación y puertos por los que pasa la comida. Algunas de estas empresas se han expandido considerablemente. Los países se polarizan y se convierten en superimportadores o superexportadores.

Crisis cada vez más frecuentes

La industria alimentaria se está emparejando estrechamente con el sector financiero, incrementando lo que los científicos llaman “la densidad de la red” del sistema, que hace que se expanda y consolide, pero al mismo tiempo lo hace más vulnerable al fallo que suceda en cualquier eslabón; por ejemplo, la escasez de contenedores.

El sistema alimentario ha aumentado la frecuencia de sus crisis, que son contagiosas debido a la especulación financiera, que impulsa el hambre a nivel global. Y claro, la crisis medio ambiental incide poderosamente en las anteriores. Por ejemplo, a mediados de abril el gobierno de la India dijo que estaba en condiciones de solucionar el déficit mundial de exportaciones de alimentos provocado por la intervención rusa en Ucrania. No habían transcurrido cuatro semanas cuando la India prohibió las exportaciones de trigo, después de que sus cosechas se secaron debido a una ola de calor demoledora.

Pero, dejando convenientemente de lado esta abultada realidad, los medios occidentales y las fuentes oficiales de la Casa Blanca insisten en echarle la culpa del problema alimentario global a la crisis de Ucrania y a las acciones militares de Rusia en ese territorio.

A este respecto, el embajador de Rusia en Washington, Anatoli Antónov, rechazó las acusaciones del Departamento de Estado de que la crisis alimentaria mundial se haya generado debido a la actuación de Rusia en el Mar Negro y en el Mar de Azov. Recordó que las autoridades de Ucrania sembraron de minas las aguas marítimas en ese entorno, para evitar la salida de buques con cereales. Al mismo tiempo, “Washington se niega absolutamente a asumir su responsabilidad”, en la imposición de sanciones a Rusia y en la prolongación del conflicto en Ucrania, dijo el diplomático.

1 COMENTARIO

  1. La llave la tienen los lamebotas europeos de EE.UU.
    Si nadie sancionó a EE.UU. por sus “hazañas bélicas” en Vietnam, Yugoslavia, Afganistán, Irak, Siria, Libia, etc., si nadie sanciona a Arabia Saudí por sus salvajadas en Yemen, ¿por qué sancionan a Rusia por defender sus fronteras contra la continua agresión OTANiana desde hace 30 años?
    En cuanto levanten las sanciones no solo a Rusia, sino también a Cuba, Venezuela, Irán, Corea N. y demás países que no han seguido las consignas yanquis la vida en el mundo será mucho más tranquila.

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